Una democracia enferma

18/05/2008
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En mi opinión, la noticia más inquietante de estos días en la política nacional, ha sido la enfermedad del Jefe de Estado que lo ha llevado de emergencia a una clínica de los Estados Unidos. Este hecho es preocupante. A fuerza de sinceros, hay que reconocer que los quebrantos de salud de Oscar Arias no son novedad; ya durante la campaña redujo considerablemente su actividad y en su comparecencia en la televisión con los otros candidatos, se mostró notoriamente disminuido físicamente. Su ronquera no ha sido de estos días, todo lo contrario, ha sido frecuente y persistente durante años.

Es por eso que, desde los días de la última campaña electoral, yo he venido oyendo de manera reiterativa que lo que sufre el mayor de los hermanos Arias es algo más que una simple ronquera. Se me viene diciendo - y ahora con más insistencia- que lo suyo es una enfermedad grave. En lo personal le deseo suerte, de modo que lo que se rumora sea precisamente eso y solamente eso, un rumor y que los especialistas que ahora lo auscultan así lo confirmen inequívocamente. Pero como se trata de una figura pública, su estado de salud es tema obligado en todos los círculos que se interesan por los destinos del país. Para nadie es un misterio que, cuando se desempeña una función pública, se termina la vida privada e, incluso, tratándose de figuras notorias nunca mas se vuelve a recuperar el anonimato que caracteriza la vida privada.

Las consecuencias de la actual situación personal de Oscar ya son palpables, pues es un secreto a voces que, desde hace meses, el que gobierna el país es el hermano menor quien, de primer ministro, ha pasado a ser jefe de Estado de facto. En ausencia de Oscar, Laura firma papeles y como en una monarquía constitucional, sirve de adorno en las ceremonias oficiales, pero el poder real está en manos del hermano menor.

Esta situación me parece grave, pues el Rodrigo de hoy no es el mismo de hace veinte años. Entonces el hermano menor se ocupaba de la política casera mientras el mayor se dedicaba a buscarle una salida pacífica a los conflictos bélicos que azotaban la región. En los veinte años que siguieron, la familia Arias Sánchez, ya de por sí inmensamente rica por herencia familiar, ha acrecentado su caudal económico enormemente. El gestor de este "milagro económico"(?) ha sido Rodrigo. Hoy con todo el poder en sus manos, su mayor preocupación podría ser la de consolidar y acrecentar ese ingente caudal financiero.

Pero, ¿es esto lo más conveniente para el país? ¿No serán esos intereses particulares los que marquen el criterio fundamental por el que se rijan las decisiones mas importantes que asuma el gobierno a medida que se vaya acercando su fin? Si el propio Oscar ha caracterizado su segundo período como "una tiranía en democracia" y, consecuente con esta posición ideológica, ha concentrado en el poder ejecutivo todos los otros poderes, hoy el "tirano" es Rodrigo. Nunca desde la dictadura de los hermanos Tinoco nuestro régimen democrático, de que tanto nos enorgullecemos los costarricenses, se ha visto tan seriamente amenazado.
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