Hacia la estanflación?
02/06/2008
- Opinión
Los resultados del Boletín del DANE del IPC (Índice básico de Precios al Consumidor) para mayo de 2008 ratifican la tendencia alcista de la inflación en Colombia. Un incremento superior al registrado para este mes, 0,93%, no se daba desde 1998. El acumulado durante los primeros cinco meses, 5,12%, es el más alto desde 2002 y el de los últimos doce meses, de mayo a mayo, 6,39%, es superior a todos desde 2002, excepto en 2003. Los alimentos son el rubro de mayor incremento, 2, 25%, con lo cual acumula, en el transcurso de un año, un acrecentamiento del 11,71% y, para el periodo de enero a mayo de 2008, el 9,4%. Este renglón, en el cual los colombianos gastan alrededor del 30% de sus ingresos, ha superado el aumento del salario mínimo que fue del 6,1% y, en cuanto a la meta de inflación del Banco de la República para 2008, que en mayo se corrigió al alza hasta el 4,9%, está por debajo de lo que está ocurriendo.
Lo más grave de esa inflación es que se da en un periodo de retroceso de la economía. El Banco de la República ha estimado que el PIB de 2008 crecerá sólo entre el 4% y el 6%, desacelerado con respecto al 7,52 por ciento de 2007. Representantes de distintas escuelas económicas han prendido alertas tempranas. J. C. Echeverri, del neoliberalismo, analizando el eventual comportamiento del PIB desde el consumo de los hogares, advierte que el de los bienes no durables como alimentos y vestuario para el primer trimestre ha crecido bordeando el cero o incluso ha decaído y que, por ende, la base para el crecimiento del Producto Interno -que es la demanda de los hogares- puede estar “porosa”.
Editoriales de Portafolio y El Espectador hablan de “desaceleración”, al mencionar, el primero, que de enero a marzo la industria vio descender su producción real en 9,4%, “el peor resultado de los últimos años” y destaca los retrocesos, con relación a 2007, de la construcción y del comercio. El segundo, tal como lo había hecho A. Gaviria, de la Universidad de los Andes, alerta sobre el estancamiento del desempleo y, en particular, sobre las decisiones empresariales de despedir personal, al disminuir la confianza de las firmas. Eduardo Sarmiento, revela la caída del 10% en el primer trimestre de los sectores transables y concluye que “el gobierno montó un modelo especulativo que no era sostenible, y el Banco de la República precipitó su caída con el alza de las tasas de interés”.
Los datos anteriores impelen a preguntar hacia dónde se enruta la economía. La “estanflación” parece perfilarse, acorde con las manifestaciones que empieza a tomar el periodo crítico, como el nuevo estado. El texto de Economía de Mc. Connell y Brue la define como “un mal sueño” donde se combinan “la producción decadente y creciente desempleo unido a un nivel incremental de precios”. Existen ahora elementos coincidentes con aquellos periodos cuando se presentó tanto entre 1973 y 1975 como entre 1978 y 1980. La elevación de los precios de la energía y el petróleo, entonces consecuencia de las medidas tomadas por la OPEP y hoy de la especulación financiera (que quizás responde por el 60% de los precios, según Engdhal, de Global Research), los precios agrícolas (otrora ocurridos por déficit y ahora por reducción de inventarios ampliado por el agio bursátil en un 30% según la ONU) y la devaluación del dólar (siempre en aras de la competitividad del comercio exterior estadounidense).
La inflación de la estanflación no se debe al incremento de la demanda de bienes por encima de la oferta, sino que proviene de un shock de costos, que es lo que está acaeciendo con los insumos y los productos finales. En los tiempos de la “globalización” la propagación del shock, desde las metrópolis hasta los países dependientes e “integrados” como Colombia, disminuye el margen de maniobra de los gobiernos y de las autoridades económicas. El aislamiento de las secuelas implica intervenir sobre aspectos medulares del neoliberalismo lo cual no se logra con simplezas como el “pico y placa” las 24 horas o con meras decisiones sobre las tasas de interés que pueden volverse aún más contraproducentes. ¿Será que esta “estanflación” tampoco servirá para que los enceguecidos neoliberales desistan de su fracasado empeño?
Publicado La Tarde, Pereira, junio 3 de 2008
Lo más grave de esa inflación es que se da en un periodo de retroceso de la economía. El Banco de la República ha estimado que el PIB de 2008 crecerá sólo entre el 4% y el 6%, desacelerado con respecto al 7,52 por ciento de 2007. Representantes de distintas escuelas económicas han prendido alertas tempranas. J. C. Echeverri, del neoliberalismo, analizando el eventual comportamiento del PIB desde el consumo de los hogares, advierte que el de los bienes no durables como alimentos y vestuario para el primer trimestre ha crecido bordeando el cero o incluso ha decaído y que, por ende, la base para el crecimiento del Producto Interno -que es la demanda de los hogares- puede estar “porosa”.
Editoriales de Portafolio y El Espectador hablan de “desaceleración”, al mencionar, el primero, que de enero a marzo la industria vio descender su producción real en 9,4%, “el peor resultado de los últimos años” y destaca los retrocesos, con relación a 2007, de la construcción y del comercio. El segundo, tal como lo había hecho A. Gaviria, de la Universidad de los Andes, alerta sobre el estancamiento del desempleo y, en particular, sobre las decisiones empresariales de despedir personal, al disminuir la confianza de las firmas. Eduardo Sarmiento, revela la caída del 10% en el primer trimestre de los sectores transables y concluye que “el gobierno montó un modelo especulativo que no era sostenible, y el Banco de la República precipitó su caída con el alza de las tasas de interés”.
Los datos anteriores impelen a preguntar hacia dónde se enruta la economía. La “estanflación” parece perfilarse, acorde con las manifestaciones que empieza a tomar el periodo crítico, como el nuevo estado. El texto de Economía de Mc. Connell y Brue la define como “un mal sueño” donde se combinan “la producción decadente y creciente desempleo unido a un nivel incremental de precios”. Existen ahora elementos coincidentes con aquellos periodos cuando se presentó tanto entre 1973 y 1975 como entre 1978 y 1980. La elevación de los precios de la energía y el petróleo, entonces consecuencia de las medidas tomadas por la OPEP y hoy de la especulación financiera (que quizás responde por el 60% de los precios, según Engdhal, de Global Research), los precios agrícolas (otrora ocurridos por déficit y ahora por reducción de inventarios ampliado por el agio bursátil en un 30% según la ONU) y la devaluación del dólar (siempre en aras de la competitividad del comercio exterior estadounidense).
La inflación de la estanflación no se debe al incremento de la demanda de bienes por encima de la oferta, sino que proviene de un shock de costos, que es lo que está acaeciendo con los insumos y los productos finales. En los tiempos de la “globalización” la propagación del shock, desde las metrópolis hasta los países dependientes e “integrados” como Colombia, disminuye el margen de maniobra de los gobiernos y de las autoridades económicas. El aislamiento de las secuelas implica intervenir sobre aspectos medulares del neoliberalismo lo cual no se logra con simplezas como el “pico y placa” las 24 horas o con meras decisiones sobre las tasas de interés que pueden volverse aún más contraproducentes. ¿Será que esta “estanflación” tampoco servirá para que los enceguecidos neoliberales desistan de su fracasado empeño?
Publicado La Tarde, Pereira, junio 3 de 2008
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