Validez del plebiscito

03/09/2002
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Esta vez, la Semana de la Patria será diferente. El pueblo brasileño está despertando. Ya no da sentido a la celebración formal, o al discurso repetitivo o al aparato solemne pero vacío de sentido. El pueblo quiere saber las cosas. Y está listo a participar.
La prueba mayor de este cambio está en el plebiscito sobre el ALCA, propuesto por organizaciones sociales, cuyos intereses se riegan por Brasil como fuego en tiempos de sequía y ventarrones. Hace tiempo que no se veía el entusiasmo de profesores y alumnos queriendo informarse, buscando ayuda, demandando explicaciones. El plebiscito ya está cumpliendo su función antes de concretizar su consulta. ¿Quién estaría hablando del ALCA si la iniciativa del plebiscito no hubiese sido lanzada?

Su primer mérito consiste en convocar al debate objetivo, en torno a cuestiones que afectan la vida del pueblo y comprometen el futuro del país. En este sentido, de frente, el plebiscito se presenta como una válida contrapropuesta al "engaño" de una campaña electoral en que los candidatos solo dicen lo que les agrada a los electores. En este contexto es que encontramos la respuesta sobre la validez de un plebiscito no oficial, a las vísperas de elecciones presidenciales, en la perspectiva de cambios profundos en el próximo gobierno.
En primero lugar, el resultado del plebiscito se constituye en una referencia importante para Brasil. Considero que todo presidente que quiera contar con el respaldo del pueblo no puede ser indiferente ni menospreciar una iniciativa como esta. Sobre todo porque contiene valores que son urgentes para construir la base de un gobierno que requerirá enfrentar situaciones difíciles y desafiantes. El plebiscito fortalece la ciudadanía. Sobretodo porque no es oficial.
Estamos cansados de cosas oficiales que en la realidad no funcionan. La propia Constitución comienza a molestar por el contraste entre la oficialidad incuestionable que ella determina y la realidad diferente que el pueblo vive. Está escrito que "la salud es deber del Estado y derecho del ciudadano". ¡Muy oficial pero poco verdadero!

El plebiscito despierta la percepción de problemas que afectan al país. Trae a debate público cuestiones que no podemos dejar restringidas al ámbito de comisiones técnicas, desprovistas de la decisión popular y sujetas a presiones de intereses corporativos. Lo que interesa al país necesita ser debatido por los ciudadanos. Así, el gobierno tendrá mejores condiciones para negociar en nombre de la nación.

El plebiscito aporta a una cohesión nacional cuya fuerza se vuelve cada vez más urgente en oposición con las intenciones hegemónicas de los centros mundiales de poder económico. Al mismo tiempo, el plebiscito sobre el ALCA no se opone a una integración de los países de América que proteja sus identidades nacionales, respete los valores culturales de cada pueblo y lleve a una justa y equitativa repartición de los beneficios de la economía, resultantes de los avances tecnológicos, de los aportes del capital financiero y de la imprescindible contribución de los trabajadores. Rechazando la manera como viene siendo tramado el ALCA, la campaña continental manifiesta la convicción de que ¡"otra América es posible"!

Pero sobre todo el plebiscito lanza la alerta más urgente y apunta a la cuestión de fondo. En verdad, lo que está en juego es la soberanía de los países de América Latina. Con el Nafta y el ALCA se pretende desencadenar un proceso de recolonización, valiéndose de los tentáculos de la dependencia financiera, de la sujeción tecnológica y de la impotencia militar. El tiempo de reaccionar es este. La manera democrática de contraponer otro proceso es el plebiscito. ¡Vamos a él!

* Monseñor Demétri Valentín es Obispo en Jales/SP MST Informa, año 1, No. 21, 30 de agosto de 2002
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