Las religiones todas deben conversar para bien de la humanidad

06/07/2008
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Hace mucho que los afroumbandistas uruguayos reclamamos un diálogo interreligioso inclusivo y abierto donde los participantes expongan sus perfiles sin cortapisas. En el entendimiento o en el disenso, es necesario conocernos y reconocernos en las diferencias con las distintas visiones espirituales que habitan nuestro país. ¿Quién teme a la pluralidad?

He dicho y sostengo que en el tema religiones, la participación de dos o tres, se parece más a una confabulación que a un coloquio. En Uruguay no hay verdadero diálogo interreligioso, lo digo con propiedad. Hoy conversan judíos, católicos y algunos evangélicos. Trabajar juntos para mejorar el mundo sería urgentemente necesario, sin embargo por aquí falta la voluntad política de las llamadas grandes religiones. Así dadas las cosas, y por más que se diga tener las mejores intenciones, la realidad es que hay discriminación donde se debiera dar ejemplo de solidaria hermandad. Si “de la abundancia del corazón habla la boca” como dicen los evangelios bíblicos, el diálogo entre congregaciones diferentes sería una esencial expresión de amor por la humanidad. No es concebible que alguien diga arbitrariamente este sí y este no, dada la hora de unirnos para ayudar al bienestar colectivo mundial, pues por el fin buscado, necesariamente deben estar presentes los diversos perfiles de creencias, ya que será poco creíble un mensaje de paz originado desde el no respeto por los caminos que ofrecen las opciones religiosas integralmente consideradas.

¿Es que aún no hemos adquirido las comunidades creyentes, la suficiente madurez humana y espiritual como para intercambiar conceptos e ideas prácticas en beneficio de la sociedad que habitamos? Planes de salud cívica se verían magníficamente potenciados en el hacer conjunto.

El racismo estructural determina que existan en la actualidad credos de primera y segunda categoría. ¿Es eso justo? ¿Puede provenir de algún dios? Igualmente, toda verdad relegada se abre paso.

Tal vez las religiones provenientes de los países colonizadores de América por temor a perder endémicos privilegios, se resisten a ceder espacios de poder perpetuados en la conciencia popular a fuerza de presencia permanente en los medios de comunicación y poderío económico. Sin embargo, los tiempos exigen miradas interiores sinceras tendientes a conversar profundamente y sin exclusiones para optimizar energías en provecho de la gente. De lo contrario corremos riesgo de acrecentar la pérdida de valores de convivencia, el descontento y las desigualdades que inevitablemente engendran violencia. Combatir la pobreza humana y espiritual es misión natural inherente a las religiones.

Tomando decisiones consensuadas es y será posible combatir flagelos que anegan de injusticia las naciones mestizas del tercer mundo, por ejemplo, resulta imperioso deplorar masivamente desde la espiritualidad, la infame ley inmoral y xenófoba que criminaliza la inmigración, votada recientemente por el parlamento europeo.

La necesidad de dialogar está ampliamente demostrada en emprendimientos internacionales, de los cuales tal vez el más trascendente sea el Parlamento Mundial de Religiones donde participan todas realmente.

No casualmente, el gobierno de la Intendencia montevideana tiene un compromiso refrendado en la promoción del diálogo interreligioso, como forma de revalorizar los grupos de creencias marginados por su origen afroindígena, en el Plan de Acción de la Coalición de Ciudades Lastinoamericanas y Caribeñas contra el Racismo promovido por UNESCO en el 2006 y de la cual nuestra Montevideo es líder y capital iberoamericana desde el año pasado. En el Compromiso 8 parte final de dicho plan dice: “Promover el respeto en el ejercicio de las manifestaciones religiosas y el diálogo interreligioso.” Instruir: “Programas de promoción para el diálogo interreligioso.” La comuna central del país sería un inmejorable convocante y moderador en estas lides y a estar por lo allí firmado, ha empeñado su palabra en hacerlo. Entusiasta batalladora de la convicción de lo que no se ve, espero con optimismo ver llegado pronto el momento de tomar vida la fría letra normativa, dando señal pública del compromiso encarado hacia el reparto plural de las oportunidades, tendiente a la construcción de ciudadanía a través de promover mecanismos útiles a la cohesión social.

Si bien en la religión está implícito lo sectorial, el mundo existe en función de las diferencias y eso no obstaculizará grandes confluencias que tenemos la responsabilidad de fomentar. Y esto no se logra si hablan solo dos o tres, pues al faltar la perpectiva de los excluidos se empobrecerá el debate, y lo que es peor, perderá credibilidad. El hecho es que si de verdad se trabaja por el pueblo, hay que incluir sus variadas tendencias filosóficas y espirituales, de lo contrario se predicará con ejemplo divisionista y no de seria intención de unión.

Lamentablemente, no somos los practicantes de las religiones nativas y minoritarias los habilitados para tomar iniciativa pues hemos dado señales claras de nuestra disposición a dialogar y nunca encontramos eco.

Enérgicamente y por la situación de nuestro país y del mundo, ruego, exhorto, reclamo o como quieran llamarle, que ágilmente se entable un diálogo interreligioso oficial en el Uruguay.

El idioma y la espiritualidad, son las dos piernas sobre las que el hombre se yergue y camina hacia su destino, se proyecta como ser social y crece en comunidades de valores.

La identidad religiosa es un potente componente nacional que no debe ser subestimado a la hora de aplicar políticas que involucren actores fieles a un culto equis. Muchas veces los legisladores al hacer leyes, obvian las libertades espirituales que luego se ven recortadas, siendo una necesidad para la gente el uso y disfrute constitucionalmente consagrado de sus derechos culturales, entre ellos la fe.

Pensemos en la fraternidad que aleja el egoísmo, cuidemos los valores de convivencia en paz y buenas costumbres. El concepto de tolerancia es caduco, implica jerarquías, rangos, grados, comparaciones. Sobre bases de desigualdad no podremos construir un mundo de beneficios paritarios y de justicia social. Tengamos respeto más que resignación y démonos oportunidad de conocer al otro para alejar los miedos que nos ghettizan. Apliquemos el verbo amar.
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