Misiones de paz a favor de los niños uruguayos

12/07/2008
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Tal vez mi razonamiento sea simplista o primario.

O tal vez las relaciones humanas inmersas en la maquinaria estatal; sin duda necesaria para la coexistencia; se hayan complicado demasiado y en ocasiones no para bien.

La noticia de la compra de armas largas de refinada confección y sideral costo económico por parte del Comando General del Ejército con fondos ONU ejercicio 2008, me impactó por la cifra exorbitante que instintivamente asocié a la situación de mendicidad infantil que nuestro gobierno se propone erradicar y para eso piden que el pueblo colabore cambiando la costumbre de dar moneditas.

¡Vaya si habría de ese erario moneditas para invertir en quitar la minoridad del peligro y la violencia que supone la llamada situación de calle! Fueron dólares cinco millones seiscientos veintinueve mil ciento ochenta y ocho con doce centésimos!!! Mucha plata ¿verdad?

Pensemos un minuto en la redistribución de la riqueza de la que mucho se habla y también se está practicando aunque va lento porque anteriores administraciones dejaron todo muy mal, y todavía hay niños pidiendo en las esquinas. ¿Será entonces tan importante comprar armamento nuevo para el ejército? Me pregunto sin pretender tener la verdad, solo me lo cuestiono.

¿O tal vez esos fusiles o lo que diantres sean, de tan sofisticados, incluyen algún tipo de recuperador de la memoria y ahora de a poco empezarán los militares a decir dónde están los desaparecidos?

¡Tantos gurises en la calle! ¿No hubiera sido un gesto de humanidad invertir ese dinero en ayudarles, incluso como forma de acercar el ejército uruguayo, tan desprestigiado, a la gente común?

Puede alegarse que gastaron lo que ellos mismos generaron en el Congo, Haití o similares causas de asistencia internacional. ¿Y por casa? Incluso hasta qué punto hoy, donde la mayoría de los conflictos en que intervienen estas fuerzas son internos, su actuación no se contradice con principios de soberanía y no ingerencia en asuntos de Estado. Qué sentiríamos nosotros si a Uruguay vinieran cascos azules es la gran pregunta.

Como ha dicho Tabaré Vázquez en alguna oportunidad sobre la participación uruguaya en las misiones militares de pacificación: “sólo si son de ONU y de mantenimiento de la paz y no de imposición de la paz.” Pensemos, en una buena, que son ingresos para los efectivos y sus familias y también para el país y en definitiva fondos públicos.

La cuestión es si a los chicos que piden no les damos moneditas qué les damos, porque son fiel reflejo de lo que somos como nación aunque no formen parte de la postal turística. Esos pequeños y jóvenes compatriotas nos interpelan como sociedad que busca crecer y desarrollarse, y no hay bienestar social si hay gente mendigando.

Si ese dinero generado en causas nacidas desde el altruismo como es la preservación de la paz, se usa en armas de fuego que por aquí no garantizan nada más que el gasto posterior de recambiarlas cuando pasen de moda, el vertido de tan importantes cuestiones no paga. Más bien desmerece el espíritu nacional.

A mi humilde y doméstico criterio.
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