Suave caída del último partido anticomunista de la Guerra Fría

02/08/2008
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Asunción del Paraguay

El partido-estado, Asociación Nacional Republicana, Partido Colorado, abandonará el poder ejecutivo nacional este próximo 15 de agosto luego de 61 años de uso y abuso arbitrario, en dictadura y pseudo democracia de partido hegemónico. Es una anécdota sin valor, el intento de algunos de sus partidarios de recordar vacíos orígenes agraristas, nacionalistas y republicanos de comienzos de siglo XX, cuando desde el año 1947 año en que toma el poder sin abandonarlo hasta la fecha, institucionalmente abrazó las peores causas del conservadorismo militarista y policiaco, constituyéndose hasta la actualidad en una especie en extinción. Un verdadero Parque Jurásico en un mundo nuevamente multipolar y una Latinoamérica en busca de nuevas formas de autodeterminación. Según la aguda caracterización de un sociólogo paraguayo, el Partido Colorado se ha transformado en un "ave raris" mundial, "el último partido de la guerra fría".

No obstante, a pesar de las escasas implicancias que pueda tener incluso a nivel regional, donde el estado corrupto y sátrapa controlado por admiradores y devotos del Generalísimo Francisco Franco y el General Chiang Kai-shek, ha sido marginado paulatinamente de todas las agendas latinoamericanas claves, la caída en democracia de un partido anticomunista y represor, y nada más y nada menos que a manos de una multiforme alianza encabezada por un obispo, recientemente dispensado al estado laico por el Vaticano, despierta, por lo menos curiosidad.

Y a veces una sobredimensión acerca de la profundidad de los cambios y golpes de timón que podrá o le será permitido dar al nuevo gobierno, de acuerdo a las férreas reglas del realismo político, a los definidos liderazgos regionales y la histórica presencia hegemónica en el Paraguay de las principales potencias occidentales lideradas por los Estados Unidos de América, las que en definitiva han apoyado en diversos grados y marcado el "tempo" del ascenso, consolidación y decadencia final del régimen, de acuerdo a las necesidades de la guerra fría primero, el mundo unipolar y neoliberal después, hasta la actualidad que impulsa a realizar cambios de guardia hacia administraciones políticas más presentables o modernistas conforme emergen nuevos centros de poder económico, político y militar.

No será la caída tan temida por los propios dirigentes colorados, que explotaron muy bien el pánico sobre sus afiliados y clientes políticos para ganar una y otra vez en elecciones abiertas, desde 1989, con el simple pero efectivo mensaje de "no patear la olla" de la cual subsisten la inmensa mayoría de los funcionarios públicos afiliados obligatoria y religiosamente para acceder a un puesto de trabajo o privilegio. No será la llanura que ellos mismos propinaron durante más de sesenta años a toda oposición política a su régimen con la más absoluta marginación, represión y exilio.

El Partido Colorado caerá solamente de un importante espacio cual es el poder ejecutivo central, pero conservará muy importantes espacios institucionales dentro del Parlamento Nacional, gran parte del Poder Judicial, el Consejo de la Magistratura, el Ministerio Público, además de más de la mitad de los municipios y gobernaciones. No irá a ningún exilio, ni la cárcel los espera inexorablemente, con la excepción, tal vez de aquellos jerarcas menos hábiles en esconder sus delitos, o aquellos menos pudientes en poder comprar y revertir investigaciones fiscales o fallos judiciales.

Es decir, la caída de este gigante corrupto, será nomás una de las más suaves que la historia le reserva a conglomerados de accionar tan criminal como el que éste perpetró en dictadura y en pseudo democracia. Aunque ya los analistas vaticinan diversos escenarios posibles, encabezando los consensos en una próxima y casi segura nueva fractura partidaria, una nueva diáspora en la llanura, en la disputa por los escasos restos de poder que quedan, en la disputa por la conducción hacia las próximas elecciones municipales, en la disputa entre los caudillos por asignarse uno al otro los costos de la tan temida y costosa caída.

Así también, como el partido-estado depende exclusivamente de los privilegios casi absolutos del manejo arbitrario del poder del Estado, el mismo sin oxígeno, sin dinero público abiertamente malversado, abrirá una estampida de sálvese quien pueda, con la posibilidad que los más dañados y defraudados por la contención partidaria, y especialmente los primeros en sentir el costo de la derrota sea la gran masa de afiliados que dependen de pequeños contratos laborales, pequeñas prebendas de corto plazo, sin estabilidad y siempre sujetos a cada aporte del voto que venían realizando casi a destajo, renovando la fidelidad en cada evento "por chauchas y palitos". Estos buscarán rápidamente mimetizarse, sacarse rápidamente el estigma del "seccionalero" y tratarán, incluso adherirse al nuevo bloque gubernamental, aportando su experticia en el "manejo de la cosa pública".

La oligarquía partidaria y la tecnocracia mejor formada, sentirán más tarde los rigores de la travesía por el desierto, en tanto y en cuanto, también conservarán y se seguirán sirviendo de los pequeños oasis de poder que quedarán a su cuidado. Estos no cambiarán de bando tan rápido, pues primero disputarán con todas sus fuerzas los espacios que aún conservan dentro de la estructura formal y no formal del Estado. Y es precisamente desde allí donde surgirán los nuevos caudillos, y por tanto, las nuevas disputas por un nuevo liderazgo, que muy probablemente no será único por mucho, mucho tiempo. Solamente los derrotados de estas disputas intestinas, buscarán nuevamente, el calor del poder intentando ofrecer "gobernabilidad" al nuevo bloque gubernamental, ofrecer sus altos conocimientos nacionales e internacionales bajo juramento eterno de nunca más volver al pasado oprobioso del cual fueron planificadores y conductores.

¿Y existirá un nuevo coloradismo, un coloradismo que desempolve el mítico origen popular, nacional y agrarista? Probablemente si. Probablemente aún sean muy jóvenes, probablemente aún no hayan nacido, quienes levantarán esas banderas asociándolas nuevamente al coloradismo, a la vez que aborrecerán el pasado nacionalsocialista que los hundió en el descrédito por más de sesenta años. Será muy saludable que ellos surjan con la mayor rapidez posible, porque el espacio vacío que este gran partido conservador va a dejar puede ser ocupado por otras fuerzas, sectores y caudillos, igualmente conservadores, aunque lleven otra denominación, y se maquillen bajo un nuevo "profile" soñado por las las viejas potencias que han hecho del pequeño Paraguay un cuasi protectorado, o aquello que es lo mismo, una colonia adecuada a las necesidades imperiales del siglo XXI.

Federico Tatter.

Comparto el editorial del medio de comunicación que motivo este comentario.

Hemos mantenido al Partido Colorado durante 50 años

EDITORIAL. ABC COLOR. 3 DE AGOSTO DE 2008. Prácticamente la totalidad de los tributos que el trabajador contribuyente que habita y produce en este país tuvo que pagar al Estado en el último medio siglo fue utilizada en financiar al Partido Colorado, es decir, a su organización y mantenimiento, pero, sobre todo, a dotar de sueldos, privilegios o fortunas a sus afiliados, con los que logró controlar el poder omnímodo del que disfrutó durante ese tiempo.

Hasta hoy es obligatorio, para cualquier aspirante a un cargo público de alguna relevancia, estar afiliado al partido en el gobierno. Y lo será hasta el último segundo, porque ya no se trata meramente de una táctica para conservar los privilegios, sino que es una norma de conducta que está incorporada en lo más profundo de la conciencia del colorado, quien está sinceramente convencido de que el partido le debe dar salario, ventajas, trato especial, asegurar el futuro de sus hijos, procurarle ascensos y eternizarle en los puestos públicos o en los contratos con el Estado.

El gobernante colorado actual comprende perfectamente este código porque él también pertenece al mismo sistema y realizó idéntico recorrido desde que era joven, cuando se le impuso tener que afiliarse, primero para recibir un lugar en la escuela pública, luego en el colegio, después a los cursos de ingreso a la universidad y el acceso gratuito a ella, para, finalmente, iniciar la carrera en las oficinas estatales o en los contratos y negocios de empresas privilegiadas, en el contrabando, en el tráfico de productos prohibidos por la ley, pero permitidos para los correligionarios y amigos, y así sucesivamente.

Para mantener ese aparato, los no colorados debían estar al día con sus impuestos, tasas y contribuciones. El militar colorado, el policía, el jefe administrativo, el dirigente partidario no tenían que pagar nada, ni impuestos, ni agua, ni electricidad, ni teléfonos, ni transporte, ni combustible, ni chofer, ni guardias privados; no tenían que responder por sus fraudes fiscales ni por sus faltas a la seguridad social; ningún inspector público se atrevía siquiera a visitarles; ningún fiscal a acusarles, ningún juez a condenarles.

Los colorados vivieron en el paraíso terrenal durante más de medio siglo. Hoy, expulsados del edén (y si todo marcha como se espera y como debe andar), van a tener que acostumbrarse a la vida de los simples mortales. Tendrán que pagar los tributos, recibir las sanciones por infracciones, omisiones, trampas y defraudaciones. Tal vez -si se pone en práctica finalmente el régimen del impuesto a la renta personal- hasta van a tener que declarar el origen de sus fortunas y devolver lo que obtuvieron ilícitamente, es decir, casi todo lo que ostentan.

Pero puede ocurrir que buena parte de esas grandes cantidades de personas que se "coloradizaron" por conveniencia, que acudían a las manifestaciones multitudinarias de alabanzas a Stroessner que convocaban "Papacito" Frutos, Mario Abdo Benítez, Adán Godoy Jiménez, J. Eugenio Jacquet, Sabino Montanaro y otros adulones, de esas en las que Luis María Argaña y otros "próceres" desfilaban a caballo o a pie haciendo flamear sus pañuelos rojos, descubran ahora que en realidad siempre fueron de izquierda y que estuvieron y están con Fernando Lugo desde el primer momento.

Por suerte Lugo hasta ahora no dio señales de ser ingenuo, pese a ser relativamente novato en el arte de manipular la política. Es decir, se espera que no vaya a caer tan fácilmente en ese clientelismo corrupto que, si bien fue el que sostuvo en el poder al Partido Colorado durante un lapso envidiable, hoy carece de futuro, porque hay una ciudadanía ansiosa por probar y demostrar que con mediana decencia y laboriosidad se puede ganar igual o más. Y es esa gente, precisamente, la que le dio el triunfo a la alianza que Lugo encabeza.

Los colorados que pasaron por el poder en este trágico medio siglo dejan tras de sí una estela nauseabunda de inmoralidad, de atraso, de injusticia y de desesperanza. Se hicieron multimillonarios y vivieron como reyes, es cierto; como también es cierto que muchos de ellos ya no tendrán que trabajar nunca más, disfrutando lo que acumularon; pero, en compensación, la Historia ya los sepultó bajo la montaña de estiércol que sus infamias produjeron en tanto tiempo. Es que no todo les podía salir tan fácil y tan gratuito.

El nuevo gobierno que va a asumir el poder sabrá eludir la tentación de repetir tan triste experiencia y no ha de caer en el error de convertirse en algo parecido a un "neocoloradismo" o inventar el del "siglo XXI" para cometer las mismas tropelías. Cuidar que esto no suceda será para Fernando Lugo, en verdad, su mejor carta de éxito y su portal de acceso a la nueva historia que debe escribirse para este sufrido país, desde el próximo 15 de agosto.

https://www.alainet.org/es/active/25570
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