Qué se juega en las elecciones de septiembre?

01/09/2008
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En estos últimos veinticinco años la movilización y lucha popular logró destituir tres presidentes, entorpecer la aplicación de la política neoliberal, impedir la firma del Tratado de Libre Comercio, frenar el Plan Colombia, suspender la renovación del convenio de la Base de Manta, desnudar las falacias de la democracia liberal burguesa y sus sistema institucional, resistir la presión y la violencia de las transnacionales, etc., y como ha sucedido a lo largo de la historia del país, los grupos dominantes, a través de los aparatos represivo del Estado y de sus aparatos paraestatales, persiguieron, encarcelaron, enjuiciaron y asesinaron a muchos miembros y militantes políticos de la organizaciones populares. No han sido pocos los avances que el pueblo organizado ha logrado con su movilización política, todo lo contrario, han sido logros que han cambiado la correlación de fuerzas en el enfrentamiento político con las clases dominantes a favor de la resistencia y la lucha popular. Todo esto para que de pronto mágicamente nos encontrarnos en el pleno centro del juego democrático burgués, obligados a elegir entre el No, (nulo y el blanco) promovido por la vieja y decadente burguesía oligárquica asustada de que, con la nueva carta constitucional, disminuyan el saqueo histórico que ha hecho de la riqueza social y de los bienes naturales del país; y el Si impulsado por el régimen, cuyo proyecto político visible en varias de sus políticas gubernamentales (Mandato Agrario, Ley Minera, Concesiones Petroleras, etc.) en nada expresan las demandas de los sectores populares que hicieron posible su llegada al poder Estatal. Así, una vez más estamos atrapados en el juego democrático burgués, con la particularidad de que hoy somos “participantes” y no expectantes en su juego, cosa que es aún peor, ya que al menos de expectantes se mantenía cierta distancia crítica que permite alguna autonomía política, la misma que en muchas ocasiones perturbaba las reglas del juego político burgués.

 

Intentando el difícil ejercicio de situarse “por fuera” del teatro democrático burgués haremos una aproximación al escenario político actual dominado por la “disputa” entre el No y el Si a la propuesta del texto constitucional redactado en Montecristi.

 

A.         Aquellos que promueven el No, casi en su totalidad, se pertenecen a los tradicionales grupos de poder económico (capital agroexportador, financiero, comercial) que han manejado y utilizado el Estado y los medios de comunicación masiva para asegurar sus negocios en alianza con el capital internacional, básicamente norteamericano. Es esta oligarquía mafiosa, que se fusionó con los partidos políticos de la derecha en todas sus formas (PSC, ID, DP, PSP, PRIAM, PRE), la que hoy grita desesperada ¡No!. Sumando este bloque ultraconservador, está la cúpula de la Iglesia Católica que ha emprendido una fuerte campaña por el No, temerosos que la nueva propuesta constitucional remueva los cimientos de la moral católica, aunque ciertamente también deben estar en juego intereses económicos de la institución religiosa. Es importante aclarar que la respuesta de la vieja oligarquía no es homogénea y menos aún unitaria, más bien es una respuesta fragmentada que muestra a una burguesía oligárquica en decadencia sin un proyecto común y menos aún de carácter nacional. Lo que se observa es una gama bastante dispersa de intereses económicos y políticos locales expresados en algunos grupos de poder económico, que han estado acostumbrados a manejar sus negocios de forma parasitaria, mafiosa e irracional. Sin embargo, como la historia nos enseña la burguesía, en todas su formas, siempre termina defendiendo sus intereses, ligados a la acumulación capital, y construyendo alianzas para ese fin.

 

Dentro de este bloque han sucedido cosas curiosas, por decir lo menos, que vale la pena señalar. El repentino silenciamiento del grupo Noboa en este con texto electoral, la división de la Izquierda Democrática en dos grupos: el uno que se alinea con el régimen y el otro que se opone al proyecto del régimen y, por último, el apoyo del PRE al Si del Gobierno. Todos estos hechos deberían abrir una interrogante respecto al supuesto No compacto de la derecha partidocrática y a su distanciamiento con el régimen.

 

B.         Hay sectores políticos que está haciendo propaganda por el voto nulo: a) unos son la expresión de una derecha que quiere emerger “diferenciándose” de la vieja derecha “partidocrática”, en la perspectiva de ganar espacios de representación política para la misma vieja derecha venida a menos, digamos que es una especie de reciclaje de la vieja derecha en su afán de sobrevivencia política, b) los otros son grupos de la debilitada Coordinadora de Movimientos Sociales, entre ellos los más visibles el Polo Democrático, miembros de la izquierda que no están de acuerdo con el proyecto de Alianza País, al cual lo consideran antipopular. Esta opción buscan revivir a la Coordinadora de Movimientos Sociales, como una fuerza de izquierda autónoma del régimen y, según dicen, “con un proyecto político de transformación social real”.

 

Sin embargo, por una lado, si nos situamos en la real correlación de fuerzas: ni la derecha para reciclaje, ni la izquierda del Polo Democrático tienen fuerza de convocatoria, fuerza social real, y, por otro lado, los votos nulos como los votos blancos, en términos ciertos se suman al No. En estas circunstancias el voto nulo ya no es una expresión de rechazo al sistema político burgués, si hablamos desde los referentes de la izquierda radical, y en este sentido no hay argumento, al menos desde la izquierda, para proponerlo. En la actual correlación de fuerzas el Nulo, no es un rechazo a Correa y su proyecto político es alinearse con la vieja oligarquía y su proyecto fascista.

 

C.         De todos los sectores que apoyan y promueven el Si se pude observar con cierta nitidez tres tendencias:

 

1. La primera y claramente definida es la que está articulada a Alianza País y que es en definitiva la que lleva adelante la propuesta del Gobierno de Correa y su grupo. En esta primera tendencia se encuentran: a) el grupo de una naciente burguesía que no está aún claramente constituida, pero que, sin embargo, trabaja en equipo y controla algunos ministerios y dependencias del Gobierno, desde donde promueven la mismas políticas económicas neoliberales (concesiones, privatizaciones, agro empresas, tratados comerciales liberales, modelo etc.,) atacadas por el discurso del Gobierno; b) el grupo de la “izquierda” , que al igual que el primero ocupa ciertos espacio dentro del Gobierno y su proyecto y cuya perspectiva y fuerza política al interior del mismo no está clara, a pesar de su discurso progresista, pues apoya en los hechos el modelo desarrollista -extractivista propuesto por el Presidente, y c) el grupo de la tecnoburocracia de izquierda y derecha, pero al fin y al cabo tecnoburocracia que como sabemos se inscribe en el reino de la pragmática instrumental y en este sentido es funcional al orden de la economía capitalista.

 

2. Hay una segunda tendencia compuesta por algunos partidos de la llamada vieja partidocracia tanto de izquierda como de derecha. Entre los primeros se encuentran el Movimiento Popular Democrático, el Socialismo y varios miembros del MIR. En los segundos una fracción de la Izquierda Democrática y el Partido Roldosista Ecuatoriano. Estos partidos han dado un respaldo casi incondicional a la propuesta de Alianza País, no hay en sus propuestas distanciamientos claros con el régimen.

 

3. La tercera tendencia por el Si, que explícitamente busca diferenciarse del proyecto de Correa, está compuesta por varias organizaciones sociales entre las que se encuentra la CONAIE, la Ecuarunari y varias ONGs de todo tipo, algunos intelectuales de izquierda, entre otros. Después de haber debatido los logros y límites del nuevo texto constitucional, este importante sector apuesta por el Si a la nueva Constitución, dejando en claro que su apoyo de ninguna manera es a Correa, sino a la nueva Constitución. Dos son sus argumentos básicos para asumir el Si: a) que los avances en el nuevo texto constitucional son el resultado de las dos y más décadas de resistencia y lucha popular en contra del neoliberalismo, y b) que el voto por el Si en el referéndum es una herramienta para profundizar la derrota de la vieja derecha oligárquica-neoliberal y caminar hacia la ampliación de las transformaciones sociales de carácter popular. El Si desde la perspectiva de este sector se considera un Si de la izquierda autónoma que busca consolidar la organización social y popular y avanzar en la construcción de un proyecto alternativo.

 

Dibujado breve y simplificadamente el escenario político actual, bastante complejo para la izquierda, que de una u otra forma había identificado posiciones propias y claras en la época del neoliberalismo (que valga decirlo aún no termina), es importante mirar este escenario, no desde fuera de él, porque simplemente no es posible, tampoco desde una falsa posición de estar más allá del bien y del mal, porque sencillamente no es cierta, sino desde un grieta, digamos una mueca, en el propio escenario dibujado. Una grieta que en su aparecer distorsiona la ilusión democrática de la libertad formal de elección, que es la que impone las coordenadas del actual escenario político.

 

Hay una ilusión ideológica que nos hace creer que es posible elegir, que tenemos la libertad de elegir y que con nuestra elección en el referéndum aprobatorio de la nueva constitución “decidiremos” el destino del País. Es fácil quedar atrapado en esta ilusión ideológica, más cuando queremos transitar del estar al ser, del pueblo al ciudadano, ser ese individuo liberal que desde su capacidad racional tiene la libertad formal de elegir el destino de su nación. Esta ilusión ideológica es propia de la “revolución ciudadana” de Alianza País, pues este llamado a la ciudadanía, digamos a ciudanizarse es la trampa político-ideológica de la razón liberal burguesa y su democracia representativa. El movimiento se daría de la siguiente manera: la persona tiene la libertad de elección (libertad formal) si previamente ha elegido ser ciudadano, si previamente ha elegido ser, ser parte del tablero de juego de la democracia burguesa, en otras palabras aceptar sus reglas y sus coordenadas ideológico-políticas. Ya en este sentido no hay libertad real, porque para acceder a la libertad formal de elegir ya se ha renunciado a la primera. El acceso a la libertad formal del ciudadano debilita la libertad real del pueblo para resistir, rebelarse y construir otro mundo por fuera de los ejes políticos del mundo burgués capitalista.

 

Si bien es cierto que: a) el proceso constituyente fue resultado de la resistencia y lucha popular a lo largo de toda la época neoliberal, de ninguna manera por decisión de un gobierno y menos aún de un presidente, b) lo importante, desde la perspectiva de la izquierda, no es tanto los avances “democráticos” que el texto propuesto tiene, sino la fuerza popular que la misma instauración de la ANC expresa, también es cierto que el espacio de la ANC fue cooptado y controlado por el Gobierno. En términos de decisión política, la ANC dejó de ser un espacio de expresión, no se diga de decisión, de las organizaciones sociales que la hicieron posible, más aún el Gobierno permanentemente ha excluido a las organizaciones populares de sus decisiones políticas. En este sentido, desde la perspectiva de izquierda, que sabe que su dilema no es escoger entre una vieja oligarquía pro-imperialista y, quizás, una nueva burguesía nacional, habría que hacerse las siguientes preguntas:

 

1. ¿La Constitución redactada en Montecristi realmente manifiesta la fuerza de la organización social popular? Solo en ese caso el voto por el Si fortalecería la autonomía de la organización popular, de lo contrario puede suceder que ésta termine definitivamente subordinada al proyecto de Correa y en ese caso quede mucho más debilitada de lo que ya ésta. De hecho, esto ya se ha visto con ciertas individualidades de izquierda e incluso con organizaciones sociales y políticas que han quedado supeditadas a las decisiones del régimen.

 

2. En la debilidad y fragmentación en la que se encuentra la organización social y popular (post Lucio Gutiérrez), ¿el Si autónomo y crítico fortalece la subjetividad revolucionaria que emergió en las movilizaciones populares pasadas? En otras palabra, ¿el triunfo del Si cambia positivamente para los sectores sociales y populares la correlación de fuerza o, al contrario, deblita la lucha de la organización social en su subordinación a las directrices políticas del régimen?

 

3. ¿El Si a la nueva Constitución mantiene y agranda la herida que las movilizaciones populares hicieron en la institucionalidad estatal burguesa? o al contrario contribuye a saturar la herida, cerrando con esto la posibilidad revolucionaria que se insinúa entre el proyecto de la vieja derecha oligárquica y el proyecto de la nueva burguesía en formación. Digamos, se elimina la posibilidad.

 

4. El triunfo del Si que, sin lugar a dudas sería un golpe político para la vieja derecha, con lo cual se profundizaría su crisis de representatividad, ¿sería también un golpe económico para esos grupos de poder? Porque de hecho en cuanto al modelo económico no hay cambios ni intenciones de ello y ciertamente que el poder económico continúa en las mismas manos de siempre, con ciertos recambios necesarios entre la burguesía local y global. Recambios que no significa de ninguna manera poner en cuestión la lógica económica capitalista e incluso habría que analizar a profundidad si se pone realmente en duda la economía neoliberal. Está más o menos claro que el proyecto que lleva adelante Correa es parte de una readecuación del capitalismo en torno al Estado, en función de las demandas que la lógica de acumulación de capital a nivel mundial hace.

 

Por otro lado, el poder de la izquierda, que de hecho no es económico, se ha construido en base al tejido social que se ha ido constituyendo al interior de las luchas de resistencia dadas a lo largo de nuestra historia; así, la fuerza de la izquierda se expresa en el nivel de organización popular y la construcción de la conciencia para si. En estas dos últimas décadas de lucha, hasta la caída de Jamil Mahuad, la correlación de fuerza era favorable para la izquierda. Las organizaciones sociales y populares había logrado parar muchas de las políticas neoliberales, incluso deponer presidentes, no por la vía democrática, sino por la acción insurreccional de los levantamientos indígenas-populares.

 

4. Votar, simplemente votar ¿no es aceptar y legitimar las coordenadas ideológico-políticas de la burguesía, es decir del enemigo de clase? Más allá de lo que pensemos o creamos hay una realidad práctica, una ideología materializada que es la que marca el actuar político. Solo el hecho de contestar Si o NO (nulo o blanco) a la pregunta hecha por el régimen nos involucra en el juego de la burguesía, nos sujeta al sujeto interpelante. Más aún si tomamos en cuenta la debilidad del movimiento social. Debilitamiento que mucho debe a la política del actual gobierno, quien permanentemente ha excluido al movimiento social organizado del proceso político actual, del cual se ha apropiado negando el papel fundamental que la lucha social ha tenido en él. El solo hecho de ir a votar aniquila los intentos revolucionarios fallidos y los por-venir por efecto del reencauche de la ideología y la institucionalidad burguesa que todo proceso electoral, y más aún éste, logran. Aceptar este proceso es como aceptar que la revolución es un asunto de acuerdos constitucionales y que el Sujeto de la misma es el Estado y no el proletariado.

 

Frente a estos interrogantes sería bueno detenerse a reflexionar lo siguiente: Durante las movilizaciones populares de las dos últimas décadas se desplegó una subjetividad revolucionaria que por momentos se había liberado de las coordenadas políticas burguesas, digamos que había roto las reglas del juego político burgués. El FUERA TODOS gritado en las calles no significaba un cambio de contenidos políticos dentro de la misma forma política burguesa, sino el rechazo absoluto a las relaciones políticas de la burguesía encarnadas en la FORMA del Estado, la misma que, como sabemos, responde al modo de producción capitalista. Es así que, la radicalidad de esta subjetividad política dejó en suspenso la totalidad del orden político institucional de la burguesía oligárquica neoliberal. Suspensión que en si misma significaba una fractura en la totalidad política institucional vigente que abrió la “diferencia vacía mínima”[1] en el continuo de la historia política del país, pues de ninguna manera se trataba de otra perspectiva dentro del marco de la democracia liberal burguesa. Esa subjetividad política, producto y productora de la distancia vacía mínima, no proponía otros contenidos para llenar la FORMA del Estado burgués, “solo” suspendía la FORMA misma de ese Estado, basta recordar las Asambleas Populares que surgieron en eses contexto.

 

Esa distancia vacía mínima se ha ido cerrando por efecto del reencauche de la institución política burguesa que el actual gobierno ha puesto en marcha, y en consecuencia la subjetividad política revolucionaria se va apagando. El cierre de esta distancia puede ser total si se legitima, ante la población, el juego de la democracia liberal en torno a la aprobación de la nueva constitución. La ilusión que produce la libertad formal de elección, entre el No de la vieja burguesía oligárquica y el Si de una naciente burguesía articulada al proyecto de Correa, tendría el papel de suturar la fractura producida en la ideología liberal burguesa, en otras palabras ocultaría la incompletud ontológica de la democracia. De esta manera, la experiencia de ese vacío político, abierto por la distancia mínima, habría sido liquidada y con ella la subjetividad revolucionaria necesaria para la construcción del mundo otro.

 

En este sentido, el No de la vieja derecha opuesta al grupo Correa es igual al Si de Alianza País. El problema de fondo definitivamente no es de contenido, de los contenidos del texto constitucional propuesto, ni de los contenidos políticos de las dos fracciones de la burguesía enfrentadas: la vieja derecha oligárquica, articulada a los intereses de imperialismo norteamericano, y la naciente burguesía que busca vínculos con los nuevos centros de acumulación de capital, el asunto es de FORMA. La izquierda no tiene porque entrar en esa confrontación inter-burguesa y ponerse del lado de la vieja derecha oligárquica con el No, el nulo o el blanco , cooptados por ésta, o de la nueva burguesía en ascenso votando por el Si de Alianza País, tiene que ponerse por fuera de esa confrontación.

 

El No (nulo-blanco) como el Si afirman la realidad política existente, en la medida en que tanto el No (y el nulo), que significa mantener la constitución del 98, y el Si, que significa aprobar la nueva constitución del 2008, validad la FORMA política liberal-burguesa, independientemente de sus contenidos. La validación de uno u otro contenido constitucional muestra la incapacidad de soportar el vacío político abierto por las movilizaciones populares. Llenar ese vacío político con cualquier contenido constitucional sostiene la FORMA política dominante y cierra la posibilidad de ir hacia la construcción de una FORMA política otra. El Si y el No, entonces, aprueban el texto constitucional burgués (cualquiera éste que sea) como suplente del vacío político de la distancia mínima, de esta manera se elimina el vacío como insistencia revolucionaria. Votar No (nulo-blanco) o Si es asumir la FORMA política burguesa, independientemente del texto constitucional propuesto, es una manera de renunciar a la lucha revolucionaria pasada y la porvenir que se cortocircuitan en cada presente político que vive la distancia mínima. El No (nulo-blanco) y el Si es una respuesta afirmativamente a las coordenadas políticas de la burguesía, es como decir No o Si estamos de acuerdo con esos artículos, lo que implícitamente conlleva la creencia práctica de que la transformación social depende de un contenido constitucional. El Si del régimen y el No (nulo-blanco) de la oposición son dos respuestas desde un mismo lado, digamos desde ese lugar donde se piensa que las transformaciones sociales se resuelven en una adecuada contienda democrática, en la cual, por supuesto no hay cabida para el enemigo de clase, sino para el adversario democráticamente asumido. El Si y el No (nulo-blanco), como respuestas posibles a la consulta aprobatoria de la nueva constitución se sitúa dentro del marco de la democracia electoral, es decir dentro de las reglas de juego impuestas por la burguesía y su sistema político. Esta postura, que materializa en la práctica del sufragio, ignora el antagonismo social fundamental de la sociedad capitalista (la lucha de clases) e ignora que las transformaciones sociales se hacen desde relaciones de poder reales (sean económicas, políticas o ideológicas), y, peor aún, es una postura que: “… se abstrae del marco concreto de relaciones sociales en las que opera la forma democrática.”[2], hablamos entonces de las relaciones sociales capitalistas.

 

Ahora bien, entre el Si y el No, aún se dibuja la huella del vacío político que las luchas populares abrieron, es decir, la ausencia de todo contenido político burgués que se vivió en cada una de las revueltas populares pre-revolucionarias que se dieron durante estas dos últimas décadas. Siguiendo las tesis Zizekcianas diremos que, desde la afirmación del vacío político intentaremos crear la “mínima diferencia”[3] entre ese vacío, abierto por las luchas populares que derrocaron presidentes, y el proyecto político de Correa que funge como su suplente. Mínima diferencia que es la posibilidad de la revolución social. La tarea de la izquierda debe estar encaminada a afirmar la in-sistencia revolucionaria que ignora los límites y restricciones de la realidad social capitalista dada y su marco jurídico-político democrático-burgués. Hay que fortalecer el desajuste que existe en el capitalismo, esto es, afirmar la potencialidad político-revolucionaria del proletariado, que en tanto que negatividad del mudo capitalista expresa sus inconsistencias estructurales. Hay que afirmar la diferencia política absoluta dentro de la identidad política burguesa, lo que nos permite mostrar la incompletud política de la democracia liberal-burguesa y en esta medida ahondar en la insistencia, no por otra contenido político, sino por otro modo del ser social, por otra forma política.

 

Es en este sentido que la izquierda revolucionaria no debe de ningún modo respaldar el poder del Estado que está reencauchando el proyecto Correa, desde el cual busca controlar-purificar cualquier posición de izquierda que no esté dentro de las coordenadas del proyecto de Alianza País y de la nueva burguesía en ascenso; todo lo contrario la izquierda debe resistir al nuevo poder estatal del régimen, que como sabemos implica reacomodos de las relaciones de producción capitalistas y no otra cosa, tanto como resistió a la vieja oligarquía y su política neoliberal.

 

En definitiva no hay opción, no hay la libertad de elección, las transformaciones sociales son el resultado de la organización y la lucha social. Si no se cambian las relaciones sociales capitalistas y básicamente las relaciones económicas capitalistas, no hay cambio social real. Puede haber reformas dentro de las mismas relaciones, digamos reformas y avances en el tema de los derechos ciudadanos, individuales e incluso colectivos, pero siempre dentro del marco jurídico del derecho positivo moderno. A esto se suma el hecho cierto de que lo trabajado en el texto constitucional presentado por la ANC no se sostiene en la participación real de los sectores populares organizados y menos aún expresa una fuerza política de izquierda que sostenga los posibles cambios que el nuevo texto pueda permitir. El texto constitucional más “justo y democrático”, puede ser utilizado e interpretado según los intereses del sector social o grupo de poder enquistado en el Estado. El solo texto no garantiza nada, sino existe una fuerza social real que impulse transformaciones estructurales que cambien las relaciones de explotación vigentes.

 

Entonces independientemente de si aceptamos los avances de la propuesta constitucional o los rechazamos, de hecho estamos aceptando el marco jurídico político de la democracia burguesa, en definitiva estamos aceptando la forma política de la burguesía y en esa medida la continuación de las relaciones económicas capitalistas, sea cual sea su reacomodo. Podría decirse que es el Si es un paso hacia la profundización de la lucha social, sin embargo puede ser lo contrario, puede ser un retroceso. Observemos que desde la llegada de Alianza País al Gobierno, hemos asistido a un paulatino proceso de exclusión política de los sectores y movimiento sociales y populares organizados que no se subordinan a la propuesta del régimen. Excluidos de un proyecto supuestamente progresista con el argumento de no apoyar la “revolución ciudadana” que se lleva adelante, argumento paradójicamente legitimado por varios sectores de la llamada izquierda que participan en Alianza País.

 

Finalmente creo que la presencia de la izquierda en los comicios de septiembre, es decir en la FORMA política liberal burguesa, debe se una presencia fantasmal negativa, de ninguna manera una presencia positiva, sea por el si o por el no. Un fantasma que entorpece el juego burgués, en estricto sentido no una presencia, sino una ausencia incómoda que perturba el orden democrático electoral, digamos una ausencia que estorba. Una ausencia que estropea la fiesta democrático-burguesa, pues la izquierda revolucionaria no es el adversario político admitido por la burguesía; en tanto que parte del proletariado es el enemigo de clase de la burguesía y es enemigo porque definitivamente no reconoce el pacto político de su enemigo de clase. El proyecto de la izquierda revolucionaria (a construir) no puede estar nunca dentro del campo de lo admisible para la burguesía, pues su lucha es la lucha por delimitar el campo del enfrentamiento para garantizar su victoria, que no es más que la apertura hacia un mundo distinto.

 

La presencia de la izquierda revolucionaria no está en las urnas, sino en los intersticios del mundo burgués, royendo sus relaciones y sus estructuras desde abajo.

 

- Natalia Sierra, socióloga, docente de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador.



[1]Según dice Zizek: “…la diferencia vacía mínima es la que hay entre el conjunto y este elemento excedente que pertenece al conjunto pero carece de toda propiedad diferencial que pudiera especificar su lugar dentro del edificio: precisamente esta carencia de diferencia específica (funcional) le convierte en una encarnación de la diferencia pura entre el lugar y sus elementos. Zizek, Slavoj, Repetir Lenin, Ed. Akel, Madrid, 2004, p. 139.

[2] Idem. p. 140.

[3] Zizek, Slavoj, Repetir Lenin, Ed. Akel, Madrid, 2004, p. 140.

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