Basta de genocidio en la Amazonía boliviana
11/09/2008
- Opinión
La masacre de campesinos ocurrida ayer y lo que sigue sucediendo en el departamento amazónico boliviano de Pando no es más que la continuidad del genocidio histórico que vienen sufriendo los pueblos de la selva desde hace siglos sin que nadie haga nada efectivo para detenerlo.
Es preciso, de una vez, centrar la mirada y las acciones en la región amazónica, en el más fundamental de todos los valores a defender: la vida de sus pobladores, como el núcleo central de la defensa de todos sus derechos humanos, que son violados diaria y sistemáticamente por el aislamiento en que sigue sumida la región, sometida en pleno siglo XXI, al capricho y a la arbitrariedad de quienes detentan el poder económico y, por ello, el poder político, el poder mediático y el de las instituciones de justicia.
Es un lugar común repetir que no hay ley en la Amazonía y acostumbrarnos a las amenazas y ataques permanentes que sufren los dirigentes campesinos e indígenas, que viven, junto a sus familias y comunidades, en un permanente clima de terror.
Se ha convertido en habitual y ya no era noticia saber de golpizas y quema de viviendas, de persecuciones y hostigamientos de todo tipo.
Ayer, la sangre ha corrido sin límites. Y con la misma brutalidad y la misma alevosía con la que se recordaban los aciagos días de la época del auge del caucho.
Hoy, como ayer, se fusiló a mansalva a personas indefensas, incluyendo a mujeres y niños.
Hoy, como ayer, se persiguió con saña para rematarlos a quienes buscaban huir de la hecatombe, refugiándose en el monte.
Hoy, como ayer, se sigue cazando al hombre y a la mujer de la Amazonía.
Es algo vergonzante y que debe estremecernos a todos.
La vida sigue valiendo nada en la Amazonía y eso no puede ni debe seguir así.
Es hora de pronunciarnos y de exigir a todas las instancias que puedan actuar que hagan lo que deben hacer para que el genocidio de los pueblos amazónicos cese, para que termine de una vez esta página horrorosa de la historia de la selva.
Como una ironía del destino, ayer, las bandas de sicarios asesinaron, entre otros, a Bernardino Racua.
Bernardino era un dirigente campesino cuyo único pecado era buscar paz y mejores días para los suyos.
Lo que hace aún más intolerable el crimen es que el bisabuelo de Bernandino fue don Bruno Racua, héroe nacional, el flechero takana que desequilibró y permitió la victoria boliviana en la Batalla de Bahía, aquel 11 de octubre de 1902.
Gracias a Bruno Racua, se aseguró la soberanía nacional en el Río Acre y hoy existe el Departamento de Pando.
Ayer, su biznieto fue asesinado a balazos porque aquellos que se creen dueños del mismo departamento al cual don Bruno con sus flechas contribuyó a su forja.
Esperemos que esa sangre no sea derramada en vano. La de Bernardino y la de todas las víctimas de esta furia genocida que nos hoy enluta.
Urge actuar, es imperioso hacerlo, porque a la vez que la cifra de muertos sigue creciendo, son decenas de compañeros dirigentes campesinos los que están siendo amenazados y pueden correr la misma suerte.
¡Justicia y dignidad para los pueblos de la selva!
Es preciso, de una vez, centrar la mirada y las acciones en la región amazónica, en el más fundamental de todos los valores a defender: la vida de sus pobladores, como el núcleo central de la defensa de todos sus derechos humanos, que son violados diaria y sistemáticamente por el aislamiento en que sigue sumida la región, sometida en pleno siglo XXI, al capricho y a la arbitrariedad de quienes detentan el poder económico y, por ello, el poder político, el poder mediático y el de las instituciones de justicia.
Es un lugar común repetir que no hay ley en la Amazonía y acostumbrarnos a las amenazas y ataques permanentes que sufren los dirigentes campesinos e indígenas, que viven, junto a sus familias y comunidades, en un permanente clima de terror.
Se ha convertido en habitual y ya no era noticia saber de golpizas y quema de viviendas, de persecuciones y hostigamientos de todo tipo.
Ayer, la sangre ha corrido sin límites. Y con la misma brutalidad y la misma alevosía con la que se recordaban los aciagos días de la época del auge del caucho.
Hoy, como ayer, se fusiló a mansalva a personas indefensas, incluyendo a mujeres y niños.
Hoy, como ayer, se persiguió con saña para rematarlos a quienes buscaban huir de la hecatombe, refugiándose en el monte.
Hoy, como ayer, se sigue cazando al hombre y a la mujer de la Amazonía.
Es algo vergonzante y que debe estremecernos a todos.
La vida sigue valiendo nada en la Amazonía y eso no puede ni debe seguir así.
Es hora de pronunciarnos y de exigir a todas las instancias que puedan actuar que hagan lo que deben hacer para que el genocidio de los pueblos amazónicos cese, para que termine de una vez esta página horrorosa de la historia de la selva.
Como una ironía del destino, ayer, las bandas de sicarios asesinaron, entre otros, a Bernardino Racua.
Bernardino era un dirigente campesino cuyo único pecado era buscar paz y mejores días para los suyos.
Lo que hace aún más intolerable el crimen es que el bisabuelo de Bernandino fue don Bruno Racua, héroe nacional, el flechero takana que desequilibró y permitió la victoria boliviana en la Batalla de Bahía, aquel 11 de octubre de 1902.
Gracias a Bruno Racua, se aseguró la soberanía nacional en el Río Acre y hoy existe el Departamento de Pando.
Ayer, su biznieto fue asesinado a balazos porque aquellos que se creen dueños del mismo departamento al cual don Bruno con sus flechas contribuyó a su forja.
Esperemos que esa sangre no sea derramada en vano. La de Bernardino y la de todas las víctimas de esta furia genocida que nos hoy enluta.
Urge actuar, es imperioso hacerlo, porque a la vez que la cifra de muertos sigue creciendo, son decenas de compañeros dirigentes campesinos los que están siendo amenazados y pueden correr la misma suerte.
¡Justicia y dignidad para los pueblos de la selva!
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