La mejor segunda vuelta
07/10/2002
- Opinión
Lula estuvo a punto de ganar en la primera vuelta. La últimas encuestas
oscilaban entre el 48 y el 50% de los votos válidos. La única encuesta a
boca de urna le dio 49% (el responsable confesó que el dato real era 49.5%,
pero que fue redondeando hacia abajo). Hubo, en los últimos días, y
especialmente al final, un vendaval a favor de los candidatos del PT en
todo Brasil. Candidatos sin chance de pasar a una segunda vuelta,
consiguieron llegar hasta ahí, otros asumirán el liderazgo en varios
estados. Una parte de esos avances representó recuperar atrasos en
relación a Lula, en otros significó la subida de los candidatos locales y
de Lula.
La expectativa permaneció hasta el último momento, porque la encuesta se
mantuvo dentro de un margen de error, de 3%. La votación electrónica hizo
las cosas más lentas, hasta que se fue delineando que faltaban puntos, algo
en torno al 3% para una victoria en la primera vuelta, algo increíblemente
posible.
Ahora Brasil encarará una segunda vuelta que se transformó en un verdadero
plebiscito sobre las dos perspectivas que dividieron el país desde 1989.
En aquel año Lula y Collor disputaron la segunda vuelta, con victoria de
éste. En 1994, Lula y Fernando Enrique Cardoso (FHC) dividieron la opinión
de los electores, con victoria de este último en la primera vuelta, lo que
se repitió cuatro años después.
En todas esas elecciones Brasil se dividió entre el privilegio del ajuste
fiscal y de la estabilidad monetaria, por un lado, y el privilegio de lo
social. El resultado del 6 de octubre representó, ante todo, un rechazo
mayoritario al proyecto de Cardoso. Su fracaso se reflejó en el hecho de
que su candidato no consiguió ni un cuarto de los votos, esto es, ni uno de
cada cuatro brasileños votó a favor del gobierno. Todos los otros
candidatos se opusieron al gobierno de Cardoso y recogieron más del 75% de
los votos.
Este gobierno termina agotando su programa, fracasando en la tentativa de
estabilizar la moneda, que está muy frágil, como los actuales ataques
especulativos lo demuestran. Las políticas sociales, los derechos de los
trabajadores, el empleo -todo fue sacrificado a favor de una estabilidad
que ni siquiera fue conseguida-. Cardoso abandona un gobierno en que
dispuso durante ocho años de mayoría absoluta en el Congreso para hacer
todo lo que bien entendía, tuvo el apoyo de los grandes medios de
comunicación y de las fuerzas económicas internacionales y aún así gobernó
con mayor cantidad de medidas provisorias que los gobiernos de la dictadura
militar.
Lula obtuvo 38 millones de votos, el candidato del gobierno, Serra,
consiguió la mitad. Faltaron 3,5% de los votos para que Lula venciera en
la primera vuelta. La perspectiva de alianzas es muy favorable al
candidato del PT. El ya recibió el apoyo de Ciro Gomes y del Partido
Socialista, que tuvo a Garotinho como candidato. Sin embargo,
especialmente los electores de este último, son mucho más evangélicos que
socialistas, lo que no garantiza que su casi 18% de votos vaya para Lula.
El 12% de Ciro Gomes debe en su mayoría ser de Lula.
Las condiciones son muy favorables para Lula. Serán tres largas semanas
para los que participamos en estos meses -como en mi caso que junto con
Frei Betto y Leonardo Boff, recorrimos todo el país participando en un sin
número de debates- y tenemos conciencia del momento histórico que
representa la probable victoria de Lula. Apenas en el plano simbólico ya
representaría romper, por primera vez en la historia de Brasil, con la
reproducción de las élites tradicionales.
Además de eso, representará la primera gran tentativa de romper con el
neoliberalismo, encarnada en el programa de Lula de alianza con el sector
productivo contra el capital financiero. No se trata de una salida brusca
del neoliberalismo, pues resulta imposible por las trampas de la
financierización de la economía dejadas por el neoliberlismo. El primer
año de un gobierno de Lula no será fácil. Lula tendrá que renegociar con
los bancos, especialmente con aquellos que tienen la mayor parte de los
papeles de la deuda latinoamericana -el Morgan y el City-, al tiempo que
buscará avanzar en su programa social, basado en la expansión del mercado
interno de consumo popular, apoyado en las pequeñas y medianas empresas y
en la reforma agraria.
Comenzará un período abierto de la historia brasileña, marcada hasta aquí
por la hegemonía del Consenso de Washington, personificado en Brasil por el
gobierno de FHC. Se quebrará la continuidad hegemónica de las élites
tradicionales y el PT se convertirá en el primer partido de izquierda a
gobernar Brasil. Puede llegar a gobernar también, por primera vez, el
mayor estado del país, Sao Paulo, donde el crecimiento de su candidato, el
exguerrillero José Genoino, le convirtió en favorito para la segunda
vuelta. La ampliación de la bancada del PT y de otros partidos de
izquierda, sin embargo, no permitirá al gobierno de Lula tener mayoría, por
lo que se verá obligado a establecer alianzas con los partidos de centro.
La victoria de Lula el 6 de octubre y aquella probable y definitiva el 27
abre una nueva página en la historia de América Latina. La izquierda
brasileña se prepara para corresponder a las expectativas y a los desafíos
del nuevo siglo. Hace parte esencial de su programa el fortalecimiento del
Mercosur, de ahí que el primer viaje programado por Lula será a la
Argentina, demostrando como no habrá solución duradera para la crisis
brasileña sin solución para la crisis argentina y sin rechazo al ALCA y
fortalecimiento de la integración latinoamericana.
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