Burguesía de funcionarios sin capital
20/09/2008
- Opinión
La burguesía boliviana es una caricatura de las burguesías europeas o más propiamente, una casta de usufructuarios de raíz europea, que desde los inicios de la República, reclamaron con todo su ímpetu, ocupar los cargos que ocupaban los peninsulares chapetones en la administración colonial. Esta burguesía de funcionarios heredó el pensamiento y la estructura colonial, sin cambiarla ni modificarla, porque precisaban de la cosa pública para solventar su vida improductiva de burócratas, intermediarios y pequeños negociantes “sin capital ni empresas”.
Sin lugar a dudas, el Estado y los recursos públicos lo eran todo para esta “falsa burguesía”, el Estado era el padre que les permitió costearse una vida ociosa e improductiva de generación en generación, incluso, podemos afirmar que los recursos públicos del Estado, satisfacían sus caprichos personales como la ropa americana, el golf, el tenis, el club hípico y otros placeres mezquinos.
Esta “burguesía sin capital”, nunca pensó en perder el control del Estado y nunca se preocupó de ahorrar y hacer fortuna o formar empresas realmente productivas. En lugar de constituirse en burguesía seria y responsable, optaron por el estilo de vida europea, equivalente a gastar más de lo que saqueaban al Estado boliviano, en lujos y suntuosidades.
Ahora que no tienen el control del Estado, los “castacratas huérfanos del padre Estado”, buscan autonomías departamentales, conjugando racismo, terror y crimen con el objeto de recuperar el poder estatal, para que ellos, los usufructuarios de siempre, sigan gozando de los recursos públicos y sigan reproduciéndose como casta de funcionarios ineficientes, sin encarar la competitividad productiva del país.
En este marco, nuestra “maldita oligarquía insolvente e improductiva” ha olvidado “el Imperio de la Ley”, “el Estado de Derecho”, “la gobernabilidad” y otros artificios legales a los que recurría, para utilizar la fuerza pública, e imponer el orden, cuando ellos ostentaban el poder del Estado y, hoy por hoy, quebrantan las normas constitucionales y las leyes, con actos antijurídicos y delitos permanentes como la toma y precintado de las instituciones Estatales, el enfrentamiento armado con indígenas desarmados, el vandalismo callejero, etc., y no hay autoridad ni tribunal de justicia que se atreva a frenar esta ola de criminalidad de cuello blanco.
En efecto, la tonalidad fundamental de la “casta maldita”, es la belicosidad abierta que ha tomado en los últimos tiempos. Al parecer, la victoria electoral y política de los indígenas y los movimientos sociales junto a Evo, les ha provocado una desilusión en la democracia y ya no quieren hacer política o no creen en la política, y buscan desesperadamente resolver el problema de sus bolsillos vacíos, generando violencia y enfrentamiento con los sectores populares e indígenas que reclaman la afirmación de sus derechos, después de siglos de exclusión y explotación.
Es así, que se ha generado una confrontación ideológica, política y violenta entre una corriente de estatistas avocados a la prestación exclusiva de servicios, que ahora pretenden recuperar el control del Estado para servir al neoliberalismo o los intereses extranjeros, y; una corriente comunitarista de origen rural e indígena, que apuesta por preservar el sistema de comunidades, las culturas precolombinas y la organización social y productiva andina, con la visión de alcanzar una Bolivia Agropecuaria, soberana y digna.
Consecuentemente, el apogeo racista y la violencia criminal abierta de la “casta oligárquica colonialista de raigambre citadina”, se debe a su insolvencia económica y crediticia, es decir, no tienen más ingresos del Estado y no pueden disponer de recursos públicos ni privados (préstamos) para seguir subvencionando el estilo de vida de primer mundo que llevaban, esto en el plano económico y, en el plano político, siguen aferrados, sin importar los costes ni las consecuencias, a negar la existencia indígena y pretenden apoderarse -vía la fuerza agresiva y el latifundio improductivo- de las regiones más ricas en recursos naturales (petróleo, gas, etc.), para seguir haciendo gala de sus cualidades antinacionales, sirviendo –como es su servil condición- a los yankis y las transnacionales, antes de trabajar o producir la tierra para el progreso del país. Por ello quieren autonomía y recursos del IDH, para emplear a la burocracia improductiva de tradición citadina y hacer honor a su tradición servil y antinacional.
Tupaj Ademir M. Muñoz Soliz
Secretario Ejecutivo del Movimiento Comunero Quechua Martín Uchu de Cochabamba, Bolivia.
Sin lugar a dudas, el Estado y los recursos públicos lo eran todo para esta “falsa burguesía”, el Estado era el padre que les permitió costearse una vida ociosa e improductiva de generación en generación, incluso, podemos afirmar que los recursos públicos del Estado, satisfacían sus caprichos personales como la ropa americana, el golf, el tenis, el club hípico y otros placeres mezquinos.
Esta “burguesía sin capital”, nunca pensó en perder el control del Estado y nunca se preocupó de ahorrar y hacer fortuna o formar empresas realmente productivas. En lugar de constituirse en burguesía seria y responsable, optaron por el estilo de vida europea, equivalente a gastar más de lo que saqueaban al Estado boliviano, en lujos y suntuosidades.
Ahora que no tienen el control del Estado, los “castacratas huérfanos del padre Estado”, buscan autonomías departamentales, conjugando racismo, terror y crimen con el objeto de recuperar el poder estatal, para que ellos, los usufructuarios de siempre, sigan gozando de los recursos públicos y sigan reproduciéndose como casta de funcionarios ineficientes, sin encarar la competitividad productiva del país.
En este marco, nuestra “maldita oligarquía insolvente e improductiva” ha olvidado “el Imperio de la Ley”, “el Estado de Derecho”, “la gobernabilidad” y otros artificios legales a los que recurría, para utilizar la fuerza pública, e imponer el orden, cuando ellos ostentaban el poder del Estado y, hoy por hoy, quebrantan las normas constitucionales y las leyes, con actos antijurídicos y delitos permanentes como la toma y precintado de las instituciones Estatales, el enfrentamiento armado con indígenas desarmados, el vandalismo callejero, etc., y no hay autoridad ni tribunal de justicia que se atreva a frenar esta ola de criminalidad de cuello blanco.
En efecto, la tonalidad fundamental de la “casta maldita”, es la belicosidad abierta que ha tomado en los últimos tiempos. Al parecer, la victoria electoral y política de los indígenas y los movimientos sociales junto a Evo, les ha provocado una desilusión en la democracia y ya no quieren hacer política o no creen en la política, y buscan desesperadamente resolver el problema de sus bolsillos vacíos, generando violencia y enfrentamiento con los sectores populares e indígenas que reclaman la afirmación de sus derechos, después de siglos de exclusión y explotación.
Es así, que se ha generado una confrontación ideológica, política y violenta entre una corriente de estatistas avocados a la prestación exclusiva de servicios, que ahora pretenden recuperar el control del Estado para servir al neoliberalismo o los intereses extranjeros, y; una corriente comunitarista de origen rural e indígena, que apuesta por preservar el sistema de comunidades, las culturas precolombinas y la organización social y productiva andina, con la visión de alcanzar una Bolivia Agropecuaria, soberana y digna.
Consecuentemente, el apogeo racista y la violencia criminal abierta de la “casta oligárquica colonialista de raigambre citadina”, se debe a su insolvencia económica y crediticia, es decir, no tienen más ingresos del Estado y no pueden disponer de recursos públicos ni privados (préstamos) para seguir subvencionando el estilo de vida de primer mundo que llevaban, esto en el plano económico y, en el plano político, siguen aferrados, sin importar los costes ni las consecuencias, a negar la existencia indígena y pretenden apoderarse -vía la fuerza agresiva y el latifundio improductivo- de las regiones más ricas en recursos naturales (petróleo, gas, etc.), para seguir haciendo gala de sus cualidades antinacionales, sirviendo –como es su servil condición- a los yankis y las transnacionales, antes de trabajar o producir la tierra para el progreso del país. Por ello quieren autonomía y recursos del IDH, para emplear a la burocracia improductiva de tradición citadina y hacer honor a su tradición servil y antinacional.
Tupaj Ademir M. Muñoz Soliz
Secretario Ejecutivo del Movimiento Comunero Quechua Martín Uchu de Cochabamba, Bolivia.
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