El patán que llevamos por dentro

30/10/2008
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Por la vida, súmate. El slogan mockusiano es provocador y más aún con el escándalo de altos generales involucrados en falsos positivos, el espionaje del DAS o si el contexto es Medellín y si los interlocutores principales son precisamente entes gubernamentales. Reconoce el Secretario de Gobierno de Medellín, que el ejercicio de la fuerza es asumido en muchas partes de la ciudad y del territorio nacional, por las bandas de narcotraficantes y paramilitares. La acentuación de capos y matones la tiene la Tacita de Plata, por ser su lugar de residencia. El 60% de los asesinatos ocurridos entre el 1 de enero y el 30 de septiembre tienen que ver con problemas de narcotráfico. Y de la toma mafiosa de la fiscalía es modelo la Eterna Primavera. En cuanto a la tasa del crimen para lo que va del 2008, Medellín prácticamente dobla a Bogotá con 34 homicidios. De las riñas domésticas, de cada 4 infractores, dos van para el hospital o el cementerio, los otros dos van para la cárcel.

El problema se vuelve más complejo cuando se revisa el principio de corresponsabilidad. A pesar de que La Constitución Nacional ha configurado un gran pacto social, siendo su precepto mayor el respeto por la vida, la ciudadanía no lo ha introyectado, si fuera así, hace rato se hubiera pellizcado para frenar el diario asesinar en Colombia. Por el contrario, la modelación de la cultura, sus patrones que dicta provienen de prácticas mafiosas. La madre sigue protegiendo y alabando a su hijo que «trae la plata como sea» incluso con recompensas. Los ciudadanos prefieren acudir al matón de barrio para dirimir algún conflicto, que tramitarlo ante la justicia ordinaria. La moral introyectada festeja los triunfos inmediatos del dinero fácil del narcotráfico, al igual que la economía nacional acepta sus recursos para balancear el empleo y disimularlos con cifras mentirosas.

Las reglas del juego acordadas en consenso general de la Constitución del 91 no están siendo acatadas para procurar bienestar para la mayoría de los ciudadanos. Por el contrario constatamos prácticas que trampean los acuerdos generales para beneficio particular. Por ejemplo, la salud que es un antídoto para contrarrestar las fuerzas de la muerte, fue prácticamente cercenada como derecho general y dada a negociantes particulares para pagar favores e hicieran rápidamente gran fortuna. Otro augurio de la muerte enamorada es priorizar la razón de Estado frente al derecho de persona, como si las normas existieran por sí mismas y por lo tanto se les guardara un respeto casi reverencial y desmedido. Ello aplica para los casi 3 mil secuestrados que tiene el país y que para un alto funcionario de Estado son enfermos terminales que no merecen la más mínima atención.

Pegar el Derecho a una rigidez dogmática estúpida es desconocer su verdadera inspiración en las normas sociales, las cuales están en un permanente re-hacerse, se modifican a la par de las transformaciones dinámicas de la sociedad, y de la confrontación que los individuos hacen de la vida en sociedad y por ende de las mismas reglas. Una norma es la constatación del arreglo de un diferendo en procura de un bienestar general, de una reabsorción de una diferencia de lo que la mayoría estima que es el bienestar colectivo y se impone como exigencia a los demás.

Una norma, una regla, sirve para hacer justicia, instruir, enderezar algo que está torcido. Esta vocación de reglar no borra o anula la posibilidad de impugnar (principio liberal), de declararse en rebeldía contra el establecimiento de una normatividad en tanto que la naturaleza de las reglas sociales son su dinamismo y su perpetuo rehacerse. Fuera de ello está una obediencia ciega y estúpida. En las normas sociales basta que un solo individuo impugne una norma para confirmar de que algo anda mal. Uno se hace ciudadano, no se nace siéndolo. La excepción no hace la regla sino que es la confrontación misma la que percata del sentido de la regla. La regla es regla cuando arregla.

Sacar el patán que tenemos dentro de nosotros a punta de la triada: ley, moral y de cultura ciudadana. Es una propuesta del profesor Mockus que debería ponernos a reflexionar, introyectar la norma, pues la norma se gana precisamente con el convencimiento pleno, «la voluntad de limpiar requiere un adversario que esté a su altura».

Mauricio Castaño H
Historiador

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas

Corporación Viva la Ciudadanía.

semanariovirtual@viva.org.co 

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