El brillante porvenir de la guerra
11/11/2002
- Opinión
La resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha sido fruto de la
combinación siguiente: el chantaje permanente del presidente Bush que ha
dejado claro que en ningún momento la ONU "puede poner en peligro nuestra
libertad de acción", mostrando con ello su voluntad explícita de atacar a
Irak de todos modos; la ficticia resistencia de Francia y Rusia, tratando de
hacerse valer ante Estados Unidos en un juego mercantilista, al tiempo que se
lavan la cara ante sus opiniones públicas; y la compra del voto a países como
Siria e Islas Mauricio. En realidad, la resolución aprobada es perversa: lo
suficientemente dura y ambigua como para que Sadam Husein no pueda cumplir.
Así pues lo que está detrás de este cínico juego de la diplomacia no es otra
cosa que la imposición de una guerra que Estados Unidos desea, no para
democratizar la vida política en Irak, sino para hacerse con el control de
una de las mayores fuentes de petróleo en la historia del mundo y poner en
marcha el ambicioso plan de modificar el mapa regional, partiendo a Irak en
una primera etapa que tendría su continuidad en la dirección de crear
unidades estatales más pequeñas y manejables mediante intervenciones
punitivas en otros países de Oriente Medio.
El trabajo que se ha tomado Naciones Unidas para tomar una decisión que en lo
fundamental estaba decidida, contrasta con su negligencia a la hora de hacer
cumplir a Israel alguna de las 35 resoluciones que el Estado judío no ha
cumplido. Ello pone de relieve la falsedad del teórico papel de la ONU como
foro garante de la justicia y la paz internacional. Lo que si certifica es la
profunda americanización de sus decisiones, acumulando su descrédito y
haciendo más razonable que nunca la reivindicación de su necesaria
refundación sobre nuevas bases democráticas. Precisamente, la comparación de
ambos casos, Israel e Irak, es ilustrativa. Mientras contra Irak se prepara
una guerra preventiva para evitar que un día Sadam Husein pueda hacer uso de
armas destructivas, es un hecho que Israel está haciendo una guerra en un
país ocupado, ejecutando crímenes de guerra denunciados por Amnistía
Internacional. Pero Israel es el aliado principal de Estados Unidos y eso le
da derecho a matar mediante acciones de terrorismo de Estado y le da permiso
para construir nuevos asentamientos de colonos en territorios ocupados,
contraviniendo la IV Convención de Ginebra que prohíbe expresamente la
colonización de territorios conquistados.
¿Qué está pasando después del 11 de septiembre para que la sociedad
internacional viva bajo la amenaza de una globalización totalitaria, en la
medida en que un centro imperial impone sus intereses y sus decisiones?
La actual Administración del presidente Bush enfoca los problemas actuales
(el terrorismo internacional, la neutralización de Estados amenaza...) con
lentes viejos. El Destino Manifiesto se vuelca de nuevo como doctrina y
espíritu político ante un escenario en el que el paradigma de la inter-
dependencia cimentado teóricamente en la multilateralidad, la relación
dialógica y la negociación y la búsqueda permanente de la paz, queda relegado
al campo de los ensayos académicos. El documento "La estrategia Nacional de
los Estados Unidos de América", producido por equipo del presidente George W.
Bush, relanza una política exterior que ya conocimos en la segunda
Administración de Ronald Reagan: fuerte ideologización; desconsideración de
las vías multilaterales en la resolución de conflictos; uso sistemático de la
fuerza y prioridad a la militarización de la acción exterior norteamericana.
Este documento sienta las bases del unilateralismo con los siguientes
criterios:
a) La construcción de la hegemonía mundial norteamericana no puede
basarse en decisiones elaboradas conjuntamente con aliados europeos
y asiáticos. El unilateralismo debe imponer a éstos la aceptación
final de los hechos. El concepto de unilateralismo supone no
negociar ni compartir el poder, aun cuando busque la
multilateralidad formal en el campo de las operaciones de guerra.
b) La construcción de una globalidad jerárquica con un liderazgo en la
punta de la pirámide requiere de guerras continuas, sin límites en
el tiempo y en el espacio. La guerra permanente supone recursos
económicos ilimitados e incondicionales; apoyo público y
aliados/competidores subordinados. Supone también la convicción de
que EEUU puede involucrarse al mismo tiempo en varias guerras.
c) La elaboración de una ideología que movilice un apoyo público
permanente es condición necesaria para evitar un reflujo –como
sucedió a Bush padre después de la Guerra del Golfo-. Esta ideología
pivota en torno a la idea de una conspiración terrorista mundial
contra el país más libre y próspero de la Tierra.(1)
Estos "principios" de la política exterior enfocada a la construcción de un
Nuevo Orden Mundial requieren de un concepto clave: la impunidad
internacional y, por consiguiente, el rechazo al Tribunal Penal Internacional
y toda otra forma de fiscalización.
Antecedentes
La desaparición de la URSS dejó un vacío en las formulaciones de la política
norteamericana. Las corrientes conservadoras que estaban liderando la
política exterior de Estados Unidos perdían el enemigo principal que les
había permitido levantar una doctrina de seguridad nacional basada en la
lucha contra la expansión del comunismo siguiendo las doctrinas de Morgenthau
y particularmente Kennan. La URSS había sido el enemigo creíble necesario. De
modo que tras 1989, las declaraciones del inicio de un "nuevo orden
internacional" no encontraban en Estados Unidos –en el grupo socioeconómico
y político que toma las decisiones- una respuesta en el orden teórico
suficientemente articulada. El paradigma de la inter-dependencia en su
versión más democrática ganó entonces terreno en el campo de las
formulaciones, aprovechando la indefinición norteamericana. Se había abierto
una etapa de transición en las relaciones internacionales que Anthony Giddens
quiso orientar en torno a la llamada Tercera Vía.
Posteriormente, la teoría y la práctica política norteamericana han ido
aportando algunas claves que dibujan un nuevo patrón de comportamiento. Para
una superpotencia con pretensión de liderazgo mundial era peligroso quedarse
sin una doctrina para la acción, tal y como señala Irving Kristol: "Es muy
difícil para una gran potencia mundial articular una política exterior en
ausencia de un enemigo que merezca el nombre de tal. Son, después de todo,
los enemigos los que ayudan a definir el interés nacional, cualquiera que sea
la forma que dicha definición adopte".
Con anterioridad al 11 de septiembre la política exterior norteamericana vino
ensayando con un listado de retos y conflictos (narcotráfico, terrorismos y
subversión localizada, migración descontrolada, proliferación de armas,
fundamentalismo islámico, democracia...) El criterio más abarcador era la
democracia, a pesar de que J.Kirkpatrick advirtió que pueden existir aliados
no democráticos y que la extensión a escala mundial del paradigma democrático
no parece ser un afán del pueblo norteamericano. Es evidente, sin embargo,
que tal listado era insuficiente como enemigo global capaz de justificar una
acción sostenida que colocara a Estados Unidos en posición de gendarme
mundial con apoyo de sus aliados. El listado de retos era insuficiente
asimismo para ese complejo industrial militar que cuenta con gran peso en la
Casa Blanca. Entonces llegó el 11 de septiembre y resolvió el problema:
Estados Unidos encontró su enemigo global.
El miedo a escala global
Mi hipótesis propone como el 11 de septiembre resuelve las dudas y debates
internos norteamericanos situando a Estados Unidos en una posición de
ventajas políticas, militares y hasta morales para consolidar su hegemonía
mundial bajo parámetros del paradigma del realismo, lo que significa
unilateralismo, endurecimiento global de sistemas jurídicos, mayor control
policial y restricción legal de libertades, despliegue de la militarización
con predominio norteamericano. Mi hipótesis señala que la declaración de
guerra de Estados Unidos contra el terrorismo internacional oculta múltiples
intereses y objetivos específicos ajenos a la extensión de la democracia y a
la conquista de la paz mundial. El procedimiento parece haber sido el
siguiente:
-El restablecimiento del miedo a escala global, ha sustituido a la
Guerra Fría por un enemigo difuso pero poderoso que está en todas partes,
incluso en los territorios propios. El terrorismo internacional, con acceso a
grandes tecnologías, al estar fuera de las relaciones internacionales –no es
un gobierno o un Estado preciso- actúa fuera del sistema, lo que justifica
medidas de excepción a escala también global.
-De lo anterior se deriva el despliegue de una nueva cultura de la
guerra. La militarización de la sociedad mundial, las guerras punitivas, las
medidas de seguridad que afectan a las libertades. Crece de nuevo el
secretismo de la guerra fría y el poderío militar norteamericano como pilar
central del nuevo orden mundial
Sobre estos principios se asienta el proyecto de hegemonía norteamericana que
conduce a la globalización a estar bajo un macartismo planetario. El
paradigma de la inter-dependencia queda desplazado por la visión clásica que
percibe el mundo como un campo de batalla de todos contra todos, donde la
cooperación es sustituida por la jerarquía y la seguridad se confía a la
fuerza. Se trata de la visión tradicional de Estados Unidos desde su momento
fundacional. Una visión que la enviste de liderazgo como guardián del mundo
civilizado (Destino Manifiesto, Doctrina Monroe) y le lleva a comportarse
unilateralmente, negándose a someterse al Derecho Internacional.
Es la idea de que en la cima de la pirámide jerárquica sólo puede haber un
motor, una fuerza conductora, inmediatamente debajo de la cual se alinean los
países aliados de la OTAN, hasta encontrarnos en la base de la pirámide con
un gran número de países parias, muchos de ellos díscolos y particularmente
con la amenaza de países islámicos
Conclusión
Creo que la guerra en Oriente Medio tiene un brillante porvenir. La dirige
Estados Unidos con el apoyo de un buen número de países, entre ellos la Unión
Europea. Israel sueña con esta guerra por cuanto la visualiza como la
oportunidad de dinamitar completamente el proceso de paz. Esto ha llevado al
gobierno de Ariel Sharon a una crisis controlada que tiene por objeto liberar
al Partido Laborista israelí de responsabilidades, dejándolo en la reserva
por si hiciera falta su concurso en un gobierno tras el desenlace de la
guerra.
Frente al anuncio de la guerra el compromiso de los movimientos sociales en
Florencia para luchar contra ella es nuestra única esperanza. De los
gobiernos europeos no cabe esperar sino servilismo a Estados Unidos y un
nuevo alarde de cinismo en el trato asimétrico a Irak e Israel.
(1) "No hay otra ideología que verdaderamente pueda competir con lo que nosotros podemos ofrecer al mundo" (Colin
Powell) citado en la página web del gobierno de EEUU, http://usinfo.state.gov
https://www.alainet.org/es/active/2731
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