Minga: el desafío de los pueblos

24/11/2008
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El desafío es grande, porque nos obliga a despojarnos de egoísmos, de protagonismos, de desconfianzas, de prejuicios y de envidias que rompen los procesos organizativos, pero también nos invita a escuchar, a comprender, a aconsejar, a aprender, a compartir, a autocriticar, a evaluar y a sentir el dolor del otro para empezar a transformar la realidad a la que nos tienen sometidos los dueños del país.

El pasado 10 de noviembre, los pueblos indígenas, los sectores sociales y populares reiniciaron el camino de la palabra rumbo a la capital del país, después de que la represión del Gobierno contra la comunidad civil dejara víctimas mortales y por lo menos un centenar de heridos, para encontrarse entre pueblos, escucharse, analizar y reflexionar sobre las problemáticas que los aquejan, participar y hacer propuestas de resistencia conjuntas que les permita vivir en un territorio libre y en paz.

El recibimiento en las ciudades, municipios y corregimientos por donde caminó, se hospedó y compartió la Minga, fue acogedor y significativamente solidario por parte de los habitantes que con curiosidad, respeto y admiración participaron de los diferentes eventos que se realizaron como reuniones, audiencias públicas, encuentros, videoforos y demás. Contrario a este sentir del pueblo, algunas autoridades locales y el mismo Presidente, intentaron cercar la palabra y los pasos de la Minga, como sucedió en Ibagué cuando la fuerza pública se interpuso a la entrada de la ciudad y maltrató físicamente a algunas personas, entre éstas a la Consejera Mayor del CRIC, quién fue golpeada en la espalda y un caballo de los carabineros le pasó por encima.

A pesar de las piedras que se han metido en los zapatos de los caminantes, más han sido las flores y las caricias que han recibido por parte del pueblo colombiano que se cansó de ser la víctima y se inspiró para levantarse y gritar ¡Ya Basta! Estudiantes, educadores, sindicalistas, campesinos, afrocolombianos, indígenas, mujeres, jóvenes, amas de casa, jubilados, desplazados, desempleados, artistas, intelectuales, comunicadores, entre otros y otras muchas, se siguen sumando a la Minga, porque el llamado no es sólo a la solidaridad, el llamado es a ser parte activa de este trabajo colectivo.

Éste es el sentido de la Minga como práctica ancestral de los pueblos indígenas de los Andes. Es un esfuerzo colectivo convocado con el propósito de lograr un objetivo común. Cuando se convoca una Minga, esta tiene prioridad sobre otras actividades que se posponen para cumplir con el propósito común. Por esto, todas y todos los colombianos que le apuestan a la construcción de un país de pueblos y sin dueños, tienen un espacio en la Minga para debatir, criticar y proponer desde sus sentires y sus dolores.

En tanto demandamos la participación activa de los colombianos, también proponemos que la coordinación de la Minga debe ser colectiva, de esta manera sus resultados no tienen dueños. Los logros son del colectivo y nadie de manera particular puede apropiárselos. Porque las Mingas ponen en evidencia la madurez de los pueblos. La disciplina, la capacidad de actuar en comunidad, la humildad, el aporte del esfuerzo individual máximo para un logro colectivo, la conciencia de que lo común supera lo particular, pero cada esfuerzo particular es esencial. Estos son los elementos que demuestran la cualidad ejemplar y ejemplarizante de una Minga. Esta Minga de los Pueblos responde al mismo propósito y sentido.

Sabemos que para algunos no es fácil desprenderse de intereses particulares, porque a cada organización, a cada sector le duele algo diferente. A los indígenas la tierra, a los corteros los derechos laborales, a las mujeres la discriminación, a los urbanos los servicios públicos y así podemos seguir nombrando dolores y dolientes, pero lo que hay que entender es la causa de los problemas, es decir, la enfermedad que nos tiene agonizando como pueblo, que obedece al desarrollo económico neoliberal con todas las políticas y leyes de exterminio.

Si no entendemos la causa de nuestro mal terminamos negociando migajas, haciendo acuerdos que nunca se van a cumplir con un Gobierno ilegítimo que sigue reprimiendo y acallando la palabra de los pueblos. Así acabaríamos traicionando el sentido de la Minga. Porque nada ganamos los indígenas si Uribe nos da tierras y plata, si cuando regresemos a nuestro territorio la política de seguridad democrática nos va a seguir estigmatizando, judicializando, asesinando y desapareciendo. Si las leyes y políticas de despojo nos van a desplazar del territorio para explotar los recursos de la madre tierra, para privatizar los recursos naturales, para sembrar monocultivos y matarnos de hambre y para convertirnos en mano de obra barata de las transnacionales.

Nada ganamos, perdemos todo. Porque así regresemos con “la mochila llena” el TLC será una ley supranacional que nos arrebatará todos los derechos ganados en la Constitución Nacional del 91, donde reconocieron que teníamos alma y que éramos más que animales. Nada ganamos, porque si negociamos para nosotros estamos favoreciendo a los enemigos de los movimientos sociales y de resistencia pacífica, que han privatizado hasta la infamia y les conviene que cada uno ande por su lado peleando sólo por lo que le duele en particular y no en unidad popular por la defensa de la vida toda y del territorio de los pueblos colombianos. Esto no quiere decir que nos negamos a lo reivindicativo, porque el cumplimiento de acuerdos y convenios con todos los pueblos, se debe exigir al Gobierno; es obligación del Estado. Pero eso es sólo una parte de nuestra lucha, reivindicar la palabra comprometida. El fin es rechazar el modelo de desarrollo económico neoliberal y construir alternativas conjuntas que nos permiten a todas y todos volver a caminar con libertad la palabra de los pueblos.

El proyecto de muerte que ha entrado en crisis global porque la codicia ha roto el saco, debe ser superado por el colorido de la libertad de una nueva historia de pueblos en armonía con la Madre Tierra. Ya no nos queda otra opción. O aprendemos a vivir con la tierra, o la acumulación de unos pocos va a acabar con la vida. Por eso nuestra lucha es tan generosa que se ha propuesto liberar aún a los hijos a quienes nos oprimen.

El desafío es grande, porque nos obliga a despojarnos de egoísmos, de protagonismos, de desconfianzas, de prejuicios y de envidias que rompen los procesos organizativos, pero también nos invita a escuchar, a comprender, a aconsejar, a aprender, a compartir, a autocriticar, a evaluar y a sentir el dolor del otro para empezar a transformar la realidad a la que nos tienen sometidos los dueños del país. Eso es fácil de decir, pero difícil de alcanzar en la práctica. Se necesita coordinación. Se necesitan liderazgos, pero deben construirse y consolidarse al servicio de la agenda de los pueblos y no de intereses o entusiasmos particulares. Esto lo vamos a aprender a hacer si nos comprometemos con la Minga de los Pueblos. Porque la Minga es la lección paciente de las abuelas. La Minga es tejer la belleza y el calor sin esperar más reconocimiento que el haber convertido el amor en abrigo.

En esta medida, debemos apuntar a sumar fuerzas, recursos y capacidades para lograr unos mínimos de convocatoria y acción frente a un régimen y a un modelo al que le decimos ¡BASTA! en las palabras y en los hechos. Que ese ¡BASTA! sea firme, concreto y suficiente. De eso depende y para eso es la Minga de los Pueblos. Proponemos entonces que en todas partes desde ahora, trabajemos abordando en todos los espacios personales y colectivos estos tres puntos en ese orden:

1. Para qué es la Minga (los 5 puntos)
2. Con qué se hace Minga (recursos y condiciones materiales)
3. Quiénes y cómo Coordinamos en Minga, con criterios, madurez, humildad, respeto y transparencia para Mandar obedeciendo.

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