Elecciones regionales: fiebre, aspirinas, revolución y el egreso del lado oscuro
- Opinión
Los datos: la evidente victoria del chavismo
Es más cierto decir que ganó McCain a Obama que decir que la oposición ganó a los candidatos del chavismo. El análisis que haría un estudiante de ciencias políticas de primero es tan evidente que dan ganas de gritar a los que han elaborado los titulares de la prensa en buena parte del mundo: ¡Son los datos, estúpidos!
En las elecciones a gobernadores que han sido tomadas como referencia– si bien no está claro que hayan sido las más importantes de ese 23 de noviembre, dado que también estaban las municipales-, la oposición, haciendo el oneroso ejercicio de juntarla a toda, sacó 3.948.912 votos. El chavismo, al cual es muy fácil juntar porque todos los candidatos que se presentaron se referencian con un mismo proyecto, un programa compartido y un mismo líder, sumaron 5.073.774 votos. Esto es, el 41,65% para la oposición frente al 53,52% del chavismo. Como quiera que Obama sacó a McCain un exiguo 5%, cabe preguntarse por qué esa tergiversación de la realidad que una prensa crecientemente putrefacta ha hecho. En términos de poder político general, el PSUV ha obtenido 17 de 22 Gobernaciones en disputa, además de haber recuperado cuatro regidas por antiguos chavistas luego disidentes-, así como el 80% de las alcaldías. Incluso en espacios donde ha perdido la gobernación, han ganado el grueso de los municipios (caso de Zulia o Nueva Esparta). La oposición –en esa alianza sólo válida para el análisis, pero no para traspolarla a escenarios futuros- ha perdido respecto del referéndum constitucional de diciembre de 2007 la friolera de 555.442 votos, mientras que el chavismo ha ganado respecto de ese momento 694.342 votos. Tratándose de unas elecciones donde la ciudadanía no tenía que votar por Chávez ¿quién ha ganado las elecciones?
La lectura política de los resultados: ¿ha ganado tanto el chavismo?
Ningún partido de América Latina puede exhibir los resultados obtenidos por el Partido Socialista Unido de Venezuela en estas elecciones. Una vez aclarado esto, hay también que entender que el chavismo ha perdido lugares emblemáticos para el Gobierno del país. Ha caído en manos de la oposición la gobernación de Zulia, zona petrolera por excelencia y la segunda en número de población; la de Carabobo, zona industrial, rica e igualmente densamente poblada. Lo mismo cabe decir de Miranda –hasta el domingo gobernada por uno de los apoyos más saludados por el presidente Chávez, Diosdado Cabello. Hay que señalar, dentro de Miranda, el caso de la parroquia de Sucre, a donde pertenece Petare, durante mucho tiempo símbolo de la recuperación de la dignidad de los pobres abandonados por el neoliberalismo en Venezuela, y que ahora ha sido ganada por Carlos Ocariz, un blanco de alta extracción social.
Estos cambios políticos tienen efectos inmediatos que ya se han hecho notar: los sectores de la oposición que han recuperado espacios en manos del chavismo, están obrando con poco sentido institucional y están ocupando, como si fuera su feudo, espacios comunales tales como cetros de barrio adentro –medicina para sectores populares dirigidos por médicos cubanos-, misiones educativas, espacios comunitarios de comunicación, etc. No hay que engañarse: no pocos sectores de la oposición no respetan la democracia, de manera que es factible esperar confrontaciones duras.
Eso no quita para que sea cierto que el espacio del chavismo pierde espacio institucional, puestos de trabajo para emplear a gente, recursos para ahondar en el proceso, locales de reunión, canales de comunicación…Por todo esto, pese a ser una victoria del chavismo, se trata de una amarga victoria.
Las causas nunca vienen solas
Los resultados electorales se explican por razones externas e internas. Las externas pertenecen a la condición aún colonizada de América Latina, algo de lo que ni siquiera
Las causas internas son muchas y, en este caso, las verdaderamente determinantes, pues la injerencia externa siempre ha existido y nunca antes había tenido tanta efectividad. Cierto es que la oposición aprende, pero donde ha habido una buena gestión, la oposición ha fracasado estrepitosamente.
Entre las causas internas podemos señalar las siguientes. (1) el desgaste natural de la tarea de Gobierno, algo que siempre sucede con un porcentaje de población, bien por agravio bien por cansancio (algo más fácil de explicar en el caso del voto joven que sólo ha conocido el chavismo). Como decía Luis XIV, “cada vez que nombro a alguien en un cargo me logro cien agraviados y un ingrato”. Gobernar desgasta (aunque, como decía Andreotti, lo que realmente desgasta a una fuerza política es no gobernar); (2) la corrupción, heredada de
El grueso de los venezolanos y las venezolanas están con Chávez (basta ver los resultados del último latinobarómetro) y la popularidad del Presidente es muy alta. Sin embargo, queda sin responder una pregunta. ¿Es creíble que un pueblo que ha sido instruido no reclame al poder político? Ya ha sido evidente en elecciones anteriores que el pueblo de Venezuela está instruido, no adoctrinado. El gasto en formación y el esfuerzo en información van dejando su pozo Y los pueblos instruidos quieren opinar de manera determinante. ¿Y dónde si no en las elecciones intermedias tiene ocasión el pueblo de lanzar mensajes al presidente Chávez? Es una constante en el diálogo popular el uso de las elecciones intermedias para lanzar mensajes al Presidente. El lema zapatista “mandar obedeciendo” se va convirtiendo en Venezuela en una realidad.
El papel del PSUV
Estas elecciones han pillado al PSUV aún muy infante. Sin programa, sin experiencia, sin haberse rodado, sin una maquinaria engrasada, fluida, sin tiempo para que los líderes desarrollaran capacidad de movilizar, de crear argumentación, de emocionar. En definitiva, el PSUV no ha tenido tiempo para prepararse. Determinadas fallas del proceso de creación del PSUV también han emergido. No pocos de aquellos candidatos que no tuvieron en la elección interna una verdadera alternativa –y que, por tanto, vivieron sus elecciones primarias como un paseo-, se han estrellado. El PSUV -y tampoco el presidente Chávez-, escucharon los mensajes que lanzó la militancia dejando fuera de la dirección a determinados personajes sin apoyo popular –por otro lado, con funciones relevantes en el aparato de Gobierno-. El incremento de la dirección para que entraran personas que no habían recibido los votos sentó las bases para que fueran elegidos candidatos que no tenían apoyo. De aquellos barros vienen parte de los actuales lodos.
Una mayor participación en todo el proceso hubiera servido para que la deriva democrática hubiera vencido a la deriva burocrática. La pelea entre efectividad y democracia lleva, por la impronta militar, a optar por la supuesta efectividad del aparato burocrático. Pero eso no es cierto, y forma parte de las tareas pendientes del PSUV.
El verdadero problema
Como siempre, los problemas reales están en lugares reales (o que se tienen por reales). La débil institucionalidad de Venezuela está detrás de todos los problemas señalados –corrupción, inseguridad, ineficiencia, autoritarismo-, y, de manera amenazante, son los que permiten pensar que los espacios políticos ganados por la oposición van a ser gestionados de una manera despótica al no haberse rodado democráticamente. El antichavismo nunca ha hecho una oposición funcional al ahondamiento de la democracia. Muy al contrario, su discurso siempre ha sido “quítate tú para ponerme yo”, de manera que nunca ha recurrido a una esfera de ética pública para cuestionar la gestión del chavismo –de hecho, nunca han hecho de la corrupción una bandera. A lo sumo han criticado la ostentación de chavistas que ahora se codeaban con ellos en los espacios reservados a las élites tradicionales-. Una oposición que reclama un discurso de la ética pública sirve para ir creando una cultura política democrática. Pero la barbarie de la oposición venezolana no ha servido sino para enlodar el debate político, y su único logro ha sido conseguir que toda crítica sea interpretada dentro del chavismo como enemiga del proceso, debilitando indirectamente a las fuerzas afines a
La tarea pendiente del chavismo ha sido y sigue siendo crear una institucionalidad estatal, con funcionarios éticos, con un compromiso público, todo ello correlato de una ciudadanía corresponsable, que ha entendido el lugar de lo público –lo de todos, no lo de nadie- y que lo defiende no para formar parte de los privilegiados –“ponme donde haiga”- sino para crear otra esfera pública rumbo al socialismo. Los lugares que va a ocupar la oposición van a generar situaciones aún peores, porque incorporan a todos estos problemas una vuelta al pasado que convierte en estatua de sal a los que lo pretenden.
El rumbo al socialismo: los problemas de la transición
Dice Boaventura de Sousa Santos que socialismo es democracia sin fin. El socialismo es algo demasiado grande para realizarse de una vez. Le ocurre como a Dios: es una causa demasiado grande para un resultado tan mediocre. Hay logros “socialistas”, pero el socialismo se hace, como el camino, al andar. Venezuela ha recuperado a una parte importante de la sociedad para la dignidad. Los invisibles ahora son visibles. Eso extrema el esfuerzo. Si se ayuda a crecer al pueblo, hay que contar con que el pueblo va a exigir. El laberinto está en que esa exigencia está a medio camino entre el modelo democrático y el modelo consumista neoliberal. No basta dar una casa a alguien para tener un ciudadano republicano virtuoso. De ahí que la contaminación de viejas prácticas siga ahí (acarreo, compra del voto, miedo). Estas elecciones eran muy importantes y han generado espacios de crecimiento tanto a la oposición como al chavismo. La oposición no la tiene fácil: donde ayer tenía un líder, ahora tiene cuatro. Cada una de las fuerzas de la oposición ha ganado su espacio de poder para dar de comer a los suyos. Esto les va a dificultar extremadamente las alianzas. Si ya se despreciaban desde la nada, con algo este desprecio mutuo se va a incrementar. Sin contar con que dentro de la oposición sigue pesando demasiado el pasado. Vienen de una concepción de lo político como botín y pronto se les verá el plumero. De hecho, ya están recuperando para cargos importantes a políticos inhabilitados por haber robado al erario público. Las probabilidades de que metan la pata muy pronto son muy altas…No se creen que los pobres tengan derecho. Eso no se aprende; eso lo logran los pobres con la fuerza de los hechos. La oposición no ha ganado, sino que ha perdido el chavismo. Eso no basta para generar una alternativa. Aún necesitan reflexión, dejar de mirar a Miami y empezar a mirar para América Latina. Es difícil que estén dispuestos a hacer ese “esfuerzo”. Sin contar que siendo ya hora de que el chavismo empiece una cruzada contra la corrupción una parte importante de sus líderes no van a poder explicar su enriquecimiento súbito. Presentarán, como han hecho en otras ocasiones, la actuación de la justicia con ajustes de cuentas. La garantía de que esto no pase es que se aplique a todos la misma vara de medir.
Desde el chavismo, estas elecciones pueden ignorarse con explicaciones amables o abrir un debate duro que enfrente el problema. La fiebre ha emergido y esa calentura ha generado un feo roce en la piel en forma de regreso de la extrema derecha. Se le puede poner maquillaje, recetar aspirina o indagar en las causas y tomar decisiones a la altura de los problemas. Nótese que el chavismo disidente ha sido barrido (aunque se lleva a la tumba con ellos unos miles de votos que sólo han servido, como en Carabobo, para que se consoliden familias esclerotizadas en el poder). Una señal de que las traiciones no se perdonan en este cuerpo político. ¿No es señal suficiente? La participación ha sido la retórica del chavismo. Ahora aparece como su única solución.
- Juan Carlos Monedero, Centro Internacional Miranda, Universidad Complutense de Madrid
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
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