Chiapas y Molleturo: hitos de la resistencia

14/01/2009
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Sergio Ramírez describió los sucesos del 1 de enero de 1994 en Chiapas como “un pistoletazo en medio de un concierto que despertó a todo México”. A la bella metáfora del ex vicepresidente sandinista habría que agregar que no fue únicamente la sociedad mexicana la que se estremeció con la declaratoria de guerra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), creado en 1983, sino que sus ondas expansivas se propagaron por toda la Patria Grande.

¿Cuáles las razones para el ¡Ya basta! enarbolado por los pequeños y encapuchados “hombres de maíz” que dijera Asturias para referirse a los sobrevivientes de la vieja civilización maya? Veamos algunas de ellas. En la primera declaración de la Selva Lacandona puede leerse que el propósito del EZLN era buscar la vigencia práctica del Art. 39 de la Constitución que reza: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de gobierno”. De otro lado, cabe recordar que precisamente ese 1 de enero entraba en vigor el recolonizador Tratado de Libre Comercio (TLCAN) suscrito por México con Estados Unidos y Canadá, así como que –a la sazón- en el país azteca se había extendido un agudo malestar contra el régimen de Carlos Salinas de Gortari, cuyo autoritarismo ni siquiera se había detenido frente a sus socios políticos (recordar los asesinatos del candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio y del secretario ejecutivo de esa misma tienda política, Francisco Ruiz Massieu) y cuya gestión económica promonopólica había hundido en la pobreza a una gran porción de mexicanos.

La plataforma concreta de los zapatistas nuevamente insurrectos comprendía: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, autonomía, libertad, democracia, justicia y paz. Demandas que el caudillo agrarista Emiliano Zapata había condensado en el lema “¡Tierra y Libertad!”, bandera de la Revolución de 1910. La legitimidad jurídica y moral de los planteamientos del EZLN, su resistencia a los operativos liquidacionistas ordenados inicialmente por Salinas (que “confundió a Chiapas con Vietnam”) y ulteriormente por sus sucesores Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, su renuncia explícita a la búsqueda del poder, sus inéditas formas de lucha, su recuperación de la historia, su exaltación del nacionalismo y, en fin, sus proclamas multifacéticas y estéticas le multiplicaron simpatías dentro y fuera de las fronteras de México.

La seducción del discurso zapatista tuvo uno de sus momentos culminantes en agosto de 1996, cuando una aldea chiapaneca conocida con el sugestivo y enigmático nombre de La Realidad se convirtió en escenario de uno de los cónclaves más originales de que haya memoria: La Internacional de la Esperanza. A la cita concurrieron miles de intelectuales, activistas y observadores procedentes de 41 países, entre ellos Ecuador. Clausuró el evento el subcomandante Marcos, jefe militar del EZLN, con un llamado a “volver a humanizar la humanidad”. El evento ha sido identificado como el acto fundacional de la resistencia de los pueblos del mundo a la globalización depredadora de lo humano y de la naturaleza que instrumentan las corporaciones multinacionales.

Más recientemente, los invisibles zapatistas han enriquecido la praxis de la lucha contra la globocolonización con fórmulas como la “otra política” y las “caracolas”.

Sucesos similares a los que sacudieran al establecimiento mexicano en los albores de 1994 están acaeciendo en Ecuador al despuntar el 2009, originados en la tozudez del gobierno de Rafael Correa y su obsecuente Comisión Legislativa (“Congresillo”) que acaban de imponer una inconstitucional y recolonizadora Ley Minera, elaborada tras bastidores por empresas extranjeras interesadas en la minería a gran escala, cuyo previsible correlato no puede ser otro que la depredación de territorios y del medio ambiente así como la ruina de la agricultura de autoconsumo. Todo en nombre de un vil y trasnochado desarrollismo.

Las espontáneas movilizaciones de miles de indígenas y campesinos para que Carondelet y su brazo legislativo privilegien la aprobación de una Ley de Aguas y archiven el susodicho proyecto minero, han conducido a que la remota aldea de Molleturo se convierta en tópico central de los noticieros, a que cuatro provincias sureñas –Azuay, Loja, Zamora Chinchipe y Morona Santiago- se paralizaran durante una semana debido a las valerosas acciones de los rebeldes y a declaratorias de huelgas de hambre en Cuenca y Quito.

La insensibilidad oficial frente a los reclamos populares contra el “proyecto neoliberal y fascista minero” del gobierno de Alianza País ha llevado a que la Confederación de Indígenas del Ecuador (CONAIE) –presidida por Marlon Santi- radicalice su postura crítica, convocando a un paro nacional a cumplirse en los próximos días, y a que el malestar nacionalista y de izquierda frente a Carondelet se extienda a otros sectores (universidades, trabajadores y empleados públicos, magisterio, afiliados y pensionistas del IESS…).

Abocada a este imprevisto escenario, la administración correísta, aprisionada por una crisis económico/financiera de origen tanto externo como interno, se ha inclinado a incorporar la variable represión a la panoplia de medidas neoliberales. En este marco se inscriben, por un lado, el intento oficial por deslegitimar a la resistencia indígena-popular tachando a sus dirigentes de “criminales” y “canallas” (fueron las expresiones del premier Bustamante), y por otro, el ensañamiento de la Policía contra anónimos disidentes de la globalización corporativa.

A manera de colofón al análisis precedente, acaso convenga recordar que, según el viejo Borges, la historia no es más que un encadenamiento de simetrías. Para el caso, bien podría decirse que si la insurgencia zapatista de hace quince años marcó el principio del fin del degradado PRI-Gobierno que monopolizó el poder político mexicano a lo largo de siete décadas, la lucha pacífica decidida por los descendientes de Daquilema y el “Indio” Alfaro en defensa de la Pacha Mama perfectamente podría desembocar en el colapso del régimen de Alianza País.

Presidente Correa: la historia –la maestra de la vida, al decir de Cicerón- nos enseña que gobernar presupone también rectificar oportunamente.

René Báez

International Writers Association y Foro Mundial de Alternativas
 

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