La política electoral a tres bandas

22/01/2009
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Faltan un poco más de tres meses para que se celebren las elecciones generales en Panamá. Se reemplazará al presidente de la República, se elegirán 71 diputados, cerca de 60 alcaldes y más de 600 representantes de corregimiento (concejales). El quinquenio del presidente Martín Torrijos (2004-2009) será recordado como uno más, comprometido con las políticas neoliberales impuestas por las instituciones financieras internacionales, generando mayores ganancias (crecimiento económico) para los especuladores y más pobreza entre los trabajadores y en las capas medias. Su gestión será recordada por haber incrementado las desigualdades sociales y económicas en el país.

Apenas faltando 100 días para el 3 de mayo, hay dos cosas que resultan novedosas. Por un lado, Ricardo Martinelli, candidato del pequeño Partido Cambio Democrático, se ha colocado a la cabeza de las encuestas de opinión pública con más del 40 por ciento de las preferencias. Por el otro, Juan Jované, candidato independiente de la izquierda, a pesar de su batalla legal para que le reconozcan su derecho a postular a la Presidencia de la República, sigue marginado de la contienda electoral.

Martinelli fue el más débil de los cuatro candidatos en 2004, reuniendo el 7 por ciento de los votos. Fue derrotado por Torrijos, del Partido Revolucionario Democrático (PRD),  quien obtuvo el 47 por ciento de los votos. El triunfo de Torrijos en 2004 marcó una tendencia hacia la alternabilidad en las elecciones presidencias de Panamá. Durante 20 años, el PRD y el Partido Panameñista se han alternado en el poder y la mayoría de los observadores políticos pensaban que se había instaurado una especie de bipartidismo en Panamá.

Todo indica que la aparición de Martinelli en el escenario rompe la tendencia hacia la alternabilidad en Panamá y acaba con el bipartidismo. Durante casi 20 años - desde la invasión militar de 1989 -  los asesores norteamericanos quienes se proyectan en forma permanente desde la Embajada de EEUU hacía los círculos políticos panameños, apostaban a estas dos cartas, abanicando la alternabilidad y el bipartidismo como “la” fórmula que garantizaba la democracia.

La aparición de Martinelli significa que la política electoral de Panamá se abrió a tres bandas. Los dos partidos que supuestamente deberían representar mejor los intereses del capital nacional y el de EEUU fracasaron en su misión. El Partido Panameñista se hundió a principios de la década de 1990 cuando el presidente Endara declaró que el no pretendía resolver los problemas del país. A fines de esa misma década, Pérez Balladares del PRD fue repudiado por sus ansias de poder. Los dos presidentes que siguieron, Mireya Moscoso y Martín Torrijos, fracasaron en definir un proyecto de país, aún dentro de los marcos de gobernabilidad neoliberal.

Las encuestas indican que no ha habido mayores cambios en la distribución de las preferencias del electorado panameño. El PRD – una alianza de fuerzas políticas encabezada por el capital financiero - conserva su base electoral de un tercio (33 por ciento) de las preferencias. La oposición más conservadora – capitales agrario, industrial y comercial – acapara el 50 por ciento de la base electoral. En las últimas tres elecciones el sector más conservador se dividió y en dos ocasiones le permitió ganar al PRD. En 2009 las fuerzas conservadoras siguen con el 50 por ciento del electorado. Sin embargo, no se ha dividido en dos partes iguales permitiéndole al PRD aprovechar la diferencia. El Partido Panameñista, y su candidato Juan C. Varela (las encuestas le dan el 15 por ciento de las preferencias), se hundieron dejándole el camino abierto a Martinelli. 

La diferencia que están descubriendo las encuestas de principios del presente año es que el discurso del capital conservador ha penetrado con más éxito al conjunto del electorado. Cansados del creciente empobrecimiento de los trabajadores y de las capas medias, en medio del despilfarro de una clase “transitista” y de discursos de prosperidad, las preferencias del pueblo rechazan tanto al PRD como al Partido Panameñista.  Se ha enganchado a los cantos de sirena de un viejo político zorro quien hábilmente ha jugado la carta del cambio (lo introdujo mucho antes que Obama apareciera en el escenario político). Martinelli no tiene propuesta ni tampoco un programa de gobierno. En cambio, ha montado una guerra propagandística que golpea sin descanso a los candidatos de los partidos tradicionales que sólo ofrecen “más de lo mismo”.

La oportunidad que la presente coyuntura electoral le ofrece a Martinelli tiene dos aristas. Por un lado, el colapso de las propuestas neoliberales que han acabado con los programas sociales del país, han puesto en peligro el futuro del Canal de Panamá y prometen más pobreza, hacen que la gente busque una figura de cambio (aún cuando la “medicina” conservadora probablemente resulte peor que la enfermedad neoliberal). Por el otro, la candidatura de Juan Jované, a la izquierda del espectro político, no encuentra un pueblo unido y es bloqueada por una clase oligarca cerrada, dispuesta a desestabilizar al país (repitiendo experiencias similares a las de 1947, 1968 y 1989).

Panamá, 22 de enero de 2009

- Marco A. Gandásegui, hijo, (Profesor de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA)

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