Alias don Berna apela a la piedad para sensibilizar a juez norteamericano

23/02/2009
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El hombre que tuvo bajo su mando a más de 3.000 hombres, que dominó a su antojo decenas de barrios de Medellín y municipios vecinos, que ordenó ejecutar cientos de personas y que sostuvo una sangrienta guerra contrainsurgente que le sirvió para apropiarse de plantaciones de hoja de coca, laboratorios para su procesamiento y rutas para su exportación, apela hoy a la piedad de un juez norteamericano para obtener una rebaja de penas.

Esa es la paradoja que queda en evidencia tras conocerse el contenido del escrito anexo al Memorándum Suplementario de Sentencia enviado por Diego Fernando Murillo Bejarano, alias don Berna, al Juez Richard M. Berman con el cual pretende sensibilizarlo y obtener una sentencia de 324 meses y no de 405 meses, tal como lo ha pedido la Fiscalía norteamericana.

Para lograr compasión, se vale de la exposición detallada de las “duras condiciones de confinamiento” que vivió entre septiembre de 2005 y mayo de 2008, durante su reclusión en las cárceles de Combita, Boyacá; La Picota, Bogotá, y la de máxima seguridad de Itagüí, Antioquia.

En el escrito de 21 puntos, fechado el 19 de febrero, se queja del agua fría, las condiciones de higiene, la poca alimentación, la calidad de la cobija y hasta de las largas filas que tuvieron que hacer sus familiares para visitarlo mientras estuvo en los penales colombianos. Con esta detallada exposición espera lograr una rebaja de 81 meses.

Alias don Berna se lamenta, inicialmente, de las condiciones de reclusión que vivió durante cerca de dos años de reclusión en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí, a donde llegó el 11 de octubre de 2005: “Estaba bajo un régimen de aislamiento, detrás de dos puertas de acero en un pequeño búnker sin ventanas”, relata en su carta al Juez. “El corredor se compone de paredes de cemento de aproximadamente seis metros de altura y en la parte superior hay una malla metálica. En consecuencia, no había ninguna vista del mundo exterior y las condiciones de aislamiento son muy difíciles de tratar psicológicamente. Me puse muy deprimido”.

Además se quejó del agua: “Si bien en la cárcel de Itagüí había agua corriente, no había sistema de calefacción”. Por tanto, según él, tenía que bañarse diariamente con agua fría, “a punto de congelación”, dijo.

El 24 de agosto de 2007 fue trasladado al penal de Cómbita, donde pasó tres meses: “Estaba en régimen de aislamiento en un corredor donde sólo había cuatro reclusos. No había ventana hacia afuera, la única que había tenía vista a un corredor contiguo y la luz era artificial”. No tenía otro contacto que los cuatro presos que estaban alojados allí, con quienes podía hablar, según él, sólo en los espacios comunes. “Los guardias nos recluían en nuestras celdas a las 5:30 de la tarde y nos abrían a las 5:30 de la mañana”.

De nuevo, expuso que allí también vivió “condiciones de congelación” en las noches debido al hecho que la cárcel de Cómbita se encuentra a “gran altura” y el edificio no tiene calefacción: “Experimenté la incomodidad de las bajas temperaturas al dormir en una cama hecha del hormigón. Y sólo me proporcionaron una manta muy delgada, mohosa y manchada”.
 
En Cómbita también se enfrentó no sólo a la poco agua disponible, sino a bañarse utilizando una lata que contenía agua fría; además, “era de color amarillo, no lo suficientemente limpia para beber”.

Una las condiciones deplorables que evidenció alias don Berna en su escrito al juez Berman se relacionó con la alimentación que recibió en el penal de Cómbita: “solamente daban un mínimo de alimentos, servidos en platos sucios e insalubres. Cada comida consistió en muy pequeñas porciones de arroz, frijoles o papas. Cuando la comida era servida, se convertía en hielo muy rápidamente a causa de la fría temperatura del aire en el interior de la prisión”.

Las condiciones de la visita familiar también fueron presentadas por el jefe paramilitar como “deprimentes”, pues sus parientes se veían sometidos a reglas muy estrictas: “Los miembros de la familia tenían que hacer fila desde la noche antes del día de visita a fin de asegurar un puesto. Tenían que permanecer bajo el frío hasta las 7 de la mañana siguiente, cuando empezaba el ingreso a la cárcel”. Como resultado de esas condiciones, “ninguno de los miembros de mi familia volvió a visitarme, porque no quería someterlos a esas condiciones deprimentes”.

La seguridad también fue incluida en el escrito al Juez. Murillo Bejarano aseguró que la mezcla de detenidos, incluidos paramilitares y guerrilleros, provocaba frecuentes peleas entre reclusos. “A menudo oí hablar de apuñalamientos y me enteré de que al menos una persona fue apuñalada hasta la muerte durante el tiempo que estuve en Cómbita”. Todo ello, según cuenta, le llevó a experimentar “extraordinarios estrés y miedo”, que a menudo “le resultaba difícil de manejar dentro de la prisión”.

Pasados tres meses, Murillo Bejarano fue trasladado al pabellón de máxima seguridad de la cárcel La Picota, en Bogotá, donde estuvo recluido hasta el 13 de mayo de 2008, día de su extradición a Estados Unidos: “Mientras estuve en la cárcel La Picota fui sometido a temperaturas extremadamente frías, obligado a dormir en una cama de hormigón con una sola manta delgada y a bañarme todos los días con agua fría y sucia”.

Presentó igualmente las condiciones alimentarias de La Picota como una razón más para lograr una rebaja de penas en Estados Unidos: “Las porciones de comida servidas fueron ligeramente mayores que en Cómbita. Sin embargo, se servía en platos sucios, insalubres, en astillas y rotos”. Según él, la falta de higiene le causaba a menudo disentería.

La atención en salud de los penales colombianos también fue punto de atención del jefe paramilitar. Aseguró que “la atención médica en Cómbita, Itagüí y La Picota, era prácticamente inexistente”, y debido a sus problemas de salud experimentaba “gran incomodidad y dolor”, que se veían afectados por las bajas temperaturas y la poca medicación que le suministraban.

Alias don Berna finalizó el escrito solicitando que “la Corte tenga en cuenta las duras y deficientes condiciones deplorables que experimenté mientras estuve en las cárceles colombianas de Itagüí, Cómbita y La Picota”, para recibir la condena mínima de 324 meses.

El próximo lunes 9 de marzo, cuando mire de frente al juez Richard M. Berman, alias don Berna espera piedad en su decisión, algo que él nunca tuvo como narcotraficante y jefe paramilitar. Quienes lo conocen saben que nunca
le tembló la voz para decidir el sometimiento a sangre y fuego de todo aquel que afectaba sus intereses. En esta ocasión, su condición de “patrón” es superflua. El día de su sentencia, en el Distrito Sur de New York, de nada la servirán sus huestes asesinas y sus relatos sensibleros. Ese día sabrá a qué sabe la justicia norteamericana y cuan frías pueden ser sus decisiones.

Agencia de Prensa IPC, Medellín, Colombia.  www.ipc.org.co

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