Buenas Noticias desde el Salvador

17/03/2009
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Todos nacimos medio muertos en 1932 / Sobrevivimos pero medio vivos / Cada uno con una cuenta de treinta mil muertos enteros (…) /  Todos nacimos medio muertos en 1932 / Ser salvadoreño es ser medio muerto / Eso que se mueve / Es la mitad de la vida que nos dejaron / Y como todos somos medio muertos / Los asesinos presumen no solamente de estar totalmente vivos / Sino también de ser inmortales. Han comenzado a dejar de serlo el 15 de marzo de 2009 gracias a los resultados electorales. Los versos pertenecen al poema Todos de Roque Dalton. 1932, a finales de enero, es la fecha del genocidio que produjo treinta mil cadáveres indígenas y un terror que movió a quienes escaparon con vida a hacerse invisibles abandonando el uso público de sus lenguas y cualquier otro signo de identificación como el de la indumentaria característica. Además de todo esto, eliminó en efecto una mitad de cada salvadoreño superviviente, indígena o no. Es la mitad que comienza a resucitar.

La fórmula presidencial vencedora en las elecciones del pasado domingo contrae mediante su Programa de Gobierno una serie de compromisos perentorios con los pueblos, las comunidades y las personas indígenas. El principal sin duda es el que se refiere al principal instrumento de Naciones Unidas sobre los respectivos derechos. Helo literalmente: “Se respetarán los principios establecidos en la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas. Se promoverá que esta Declaración se eleve a ley de la república”. El compromiso se sitúa en el contexto de incorporación indígena a la nación salvadoreña bien que siempre con el debido respeto al derecho internacional: “Se estimulará la participación de los pueblos indígenas en la construcción de marcos jurídicos nacionales que les garanticen sus derechos colectivos, en consonancia con los convenios internacionales” y, según se ha dicho, igualmente con la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Reconciliación es también voz que ha utilizado y con la que se ha comprometido la fórmula presidencial vencedora en las elecciones. Constituye un objetivo legítimo y necesario tras la cruenta historia salvadoreña a lo largo del siglo XX. Implica una disposición a la moderación y la transacción. Sin embargo, la reconciliación no puede lograse a costa de derechos y menos de los derechos de quienes más han sufrido atropellos desde 1932. La reconciliación requiere justicia, la justicia ante todo debida a las víctimas del genocidio. Todavía, previsiblemente por poco tiempo, se mantienen con vida testigos. Y vive la descendencia que hubo de recurrir a la invisibilidad y ahora puede recuperar presencia pública con dotación de derechos.

El reconocimiento y la reparación también son objetivos tan legítimos como necesarios. Y el citado compromiso del programa electoral con la ciudadanía indígena se refiere a derechos que deben garantizarse, no a políticas que puedan negociarse.

 

- Bartolomé Clavero, Miembro del Foro Permanente de Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas.

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