A Palacio a hacer firulete?

24/05/2009
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A puertas de conmemorar 200 años de independentismo en AL, inmersos en la crisis capitalista mundial (además de climática y alimenticia) más grave en 80 años, con una AL y andina de cambio y renovación, el Perú se acerca a las elecciones del 2010-2011. El escenario internacional nos pregunta: ¿dónde vamos?, ¿cómo construir nuestro futuro?, ¿qué país y qué región queremos? Un balance descarnado del Bicentenario desde que la lucha independentista derrotó al colonialismo rapaz y excluyente muestra la cruda realidad de un proceso trunco en los objetivos que sus próceres y pueblos oprimidos trazaron. Más allá del cambio que se vive, especialmente en el área andina, AL es el área más desigual e inequitativa del mundo.


Tierra de civilizaciones antiguas en el mundo, de admirable manejo de ecosistemas, agro, ciencias y artes, que resultan apenas piezas arqueológicas, ajenas a nuestra identidad y autoestima. Espacio pródigo en el que recursos naturales y oportunidades son desaprovechados y puestos al servicio de transnacionales. Territorio de clases dominantes nunca dirigentes, sufre estructuras políticas, económicas y sociales excluyentes, opresoras y corruptas, agrietadas y de frágiles cimientos. Es una Patria Grande a la espera de nacer y ser apropiada por los suyos, de construir el progreso y reconocer la pluralidad cultural y multinacional de sus pueblos.


Pero también vivimos la crisis capitalista, que ya ha costado 8 millones de millones de dólares (centralmente para salvar transnacionales): se pudiera dar US$ 7,000 dólares en efectivo a cada uno de los 1,200 millones de pobres del mundo. Una crisis que evidencia el fracaso del modelo económico capitalista neoliberal que la produjo (y que defienden García, Keiko y sus plumíferos) el del “Consenso de Washington”: Estado mínimo, desregulación económica y laboral, cancha libre para los monopolios, privatización de las empresas y servicios públicos, libre especulación financiera, etc. Una crisis que llevó a Obama a estatizaciones al por mayor y que, acabado el cuento del “blindaje” de García, ha desplomado las exportaciones, la recaudación tributaria y el PBI este primer trimestre, a pesar del maquillaje INEI.


La crisis golpea duro a países como México, que ató su economía a EEUU con el TLC y a los que –como Perú– tienen economías primario-exportadoras, cuyos precios se desploman, no tienen industria o se han desindustrializado, abandonaron políticas de desarrollo agrario y seguridad alimentaria, permiten la libre movilidad internacional de  capitales, controladas por oligopolios y centros de decisión (y propiedad) extranjeros, dan privilegios tributarios a los más ricos (contratos de estabilidad), desatienden el mercado interno y son países desintegrados, de desigual desarrollo regional e insuficiente acumulación de capital y desarrollo tecnológico propio. Países con Estados débiles, inoperantes y corruptos.


Al Bicentenario y a la crisis mundial se suman el escenario latinoamericano y andino de cambios, ante el cual el Perú se mantiene de espaldas y ajeno, y la aguda crisis política, económica y social que atraviesa el país y se ahonda, como reconoce hasta Richard Webb. ¿No es suficiente para que siquiera quienes buscan liderar un cambio unan fuerzas en un sólo campo y promuevan este debate? ¿Primero candidato antes que propuesta y fuerza capaz de lograr el cambio?


Terminó el irrepetible ciclo de crecimiento prolongado de la economía peruana basado en la exportación primaria. Ni García ni Confiep lo admiten. Pero así es y ello exige plantearse Refundar la República. Redefinir los cimientos de nuestra economía primario-exportadora, el papel del Estado en la economía, el manejo de los recursos naturales y la renta que generan, una profunda reforma tributaria para redistribuir la riqueza, proteger el trabajo y sus derechos así como a los usuarios y consumidores, atender al agro y la seguridad alimentaria, proteger y promover el mercado interno y la industrialización nacional, la inversión en servicios sociales, ciencia y tecnología, el manejo nacional de nuestro destino, y acabar con un sistema político ilegítimo, inepto y corrupto que la gente repudia.


La Constitución fraudulenta de 1993 ata de manos al Estado y su capacidad de regulación e intervención para redistribuir la riqueza, definir el uso y aprovechar la renta de nuestros recursos naturales, promover el mercado interno y garantizar los derechos sociales. Mantiene un Estado desprestigiado y corrupto, al servicio de poderosos intereses extranjeros. No resguarda nuestra soberanía ni permite el control ciudadano sobre las autoridades. Urge otra Constitución, votada por el pueblo.


Los candidatos del cambio no asumen el tema en serio. No unen fuerzas en campaña por un objetivo nacional impostergable. No ponen el eje en una Constituyente. ¿Cambiarán al Perú desde el corrupto y excluyente Estado actual o unirán fuerzas, se apoyarán en la gente y en nuevos instrumentos –como los que crearía una Constituyente soberana– para un cambio de verdad? ¿Cambio o vamos a Palacio a hacer firulete?

 

La República, 25 de mayo de 2009

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