Explosiones sociales
20/02/2003
- Opinión
El 15 de febrero posiblemente más de 10 millones de personas marcharon contra la
guerra en 300 lugares de todo el planeta. En esos mismos días aconteció una
masiva protesta popular que ha sido ignorada por la prensa internacional.
El 12 y 13 de febrero La Paz, capital boliviana, fue escenario de un
enfrentamiento armado. Policías en huelga y marchistas se enfrentaron contra las
FFAA. El saldo fue unos 30 muertos. El 14 miles de mineros marcharon en Oruro
dinamitando edificios públicos, como el de la brigada parlamentaria o sedes de
partidos oficialistas.
Con estos ya van más de 60 muertes producidas en protestas sociales en los 7
meses que lleva el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario. Lo
paradójico es que el partido que volvió al poder en Agosto 2002 es el mismo que
50 años antes llegó por primera a la presidencia a la cabeza de la única
revolución social sudamericana del siglo XX. La insurrección altiplánica de
Abril 1952, que se dio contra un gobierno impopular acusado de servir a la
'rosca' (oligarquía minera), fue catalizada por un enfrentamiento entre los
carabineros y el alto mando castrense.
En las marchas callejeras bolivianas de febrero nuevamente han convergido
policías rebeldes que instaban a la tropa a unírseles. El gobierno pierde cada
vez más respaldo popular. El presidente Sánchez de Lozada apenas obtuvo el 22%
de los votos válidos (menos del 15% del electorado) y llegó a palacio sobre la
base de oportunistas bloques parlamentarios. Él es atacado por sus detractores
como la nueva cabeza de la 'rosca'. Su fortuna supera los 200 millones de
dólares y su empresa minera (COMSUR) ahora es más fuerte que la minera estatal
(COMIBOL), la misma que fue creada durante la revolución de 1952, basándose en
la nacionalización de las minas de las 3 grandes familias oligárquicas. Sánchez,
el único mandatario hispano que habla con fuerte acento estadounidense, es
acusado de querer rematar la nueva riqueza natural (el gas) a multinacionales de
EEUU, Gran Bretaña y España.
Las condiciones sociales y políticas en Bolivia pueden acabar produciendo otro
levantamiento popular. El principal líder opositor, el campesino cocalero Evo
Morales, postula ir a otra revolución tipo 1952.
El escenario de estallidos sociales es algo que parecía haber quedado en el
pasado latinoamericano. Mas, la actual crisis económica y el fracaso del neo-
liberalismo en el continente, están alimentando nuevos movimientos sociales. El
11 de Abril del 2002, cuando los bolivianos celebraban el 50 aniversario de la
victoria de la insurrección anti-oligárquica, en la patria de Bolívar se
desplomaba el golpe que los chavistas acusan a la oligarquía de fomentar.
Argentina, el otrora país más rico de la región, se hunde en la miseria y es
foco de constantes protestas callejeras.
Para conjurar explosiones sociales se vislumbran básicamente dos alternativas.
Una es la que sigue Uribe en Colombia y es tan bien vista por Bush y Aznar,
cabezas de las 2 principales potencias que actúan en la región. La otra es la
que representan Lula y Lucio.
La primera receta es la de imponer un estado fuerte que permita las mejores
condiciones para la inversión extranjera, y de esta manera tratar de reactivar.
Este es el modelo que usó Fujimori en Perú para polarizar al país entre
terroristas y anti-terroristas. Así redujo a la oposición y los sindicatos, pudo
sacar provecho de la militarización anti-subversiva y logró privatizar el máximo
de empresas y reducir salarios y beneficios sociales.
La segunda salida se viene aplicando en Brasil, el país latino más grande y
poblado. Años atrás que un Partido de los Trabajadores gobierne tras una bandera
roja hubiese merecido una colosal oposición por parte de Washington y el
empresariado nativo. Hoy, gobiernos de arraigo popular como el de Lula o Lucio,
pueden ser aceptados o bienvenidos por las élites tradicionales como la mejor
manera de amortiguar conflictos sociales y de buscar presentar una cara humana a
los programas de apertura al capital transnacional y al ALCA.
El margen de maniobra de cualquier gobierno latinoamericano es limitado. La
bipolaridad murió y con ella el 'no alineamiento' y los modelos de
proteccionismo económico y fuerte intervención estatal en la economía de
mercado.
La emergencia social podrá conducir a una mayor intervención militar, como viene
pasando en Colombia, Bolivia o México, o al arribo al poder de gobiernos de
origen popular que se monten sobre la protesta social para canalizarla dentro de
los marcos del mercado.
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