UNASUR: Vale lo que se hace no lo que se dice

01/09/2009
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  • Opinión
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La expectativa previa a la reunión de UNASUR en Bariloche, se correspondió con el abundante caudal de notas y artículos que analizaron o extrajeron diversas conclusiones de aquel encuentro trascendente. El eje de los debates: el consumado acuerdo firmado por el presidente de Colombia en el que cede el uso “compartido” de 7 bases militares de aire, mar y tierra al ejército de los Estados Unidos. Había sido planteado en Quito a mediados de agosto por el presidente Chávez, y recogido por los restantes presidentes como un tema que requería ser analizado con la presencia de Alvaro Uribe, mandatario colombiano que no asistió a la cumbre en la capital ecuatoriana. Entre una y otra reunión, Uribe desplegó su diplomacia y él mismo hizo una fugaz recorrida por las capitales sudamericanas y se entrevistó con los mandatarios de Perú, Paraguay, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil en un intento por aplacar recelos y desconfianzas. Todos estos movimientos desembocaron en la reunión de Bariloche, que centró las expectativas continentales.
 
 En la lectura de los debates publicados estos días, encontramos que hay quienes hablan de “rechazo general a las bases extranjeras”, otros consideran los resultados una victoria de Uribe, y hay quienes resaltan que UNASUR mantuvo su cohesión como organismo regional. Un cuadro de definiciones que gráficamente se describe como ver la botella “medio vacía” o “medio llena”, términos equivalentes, pero que “suenan” contrapuestos. Lo cierto es que fue una de las reuniones a las que todavía no estamos acostumbrados los latinoamericanos: se habló con bastante franqueza, en gran parte las exposiciones fueron públicas, hubo momentos de tensión no disimulada,  pero también gestos de cortesía o bromas oportunas para distender. Las evidentes discrepancias en un tema tan crítico y tan grave como el que generó la decisión de Uribe, con indisimuladas repercusiones continentales, se debatieron con argumentos encrespados, datos, citas y promesas, pero con el saldo final de magros compromisos.
 
 Del dicho al hecho...
 
 De los rifirafes casi continuos que matizaron las siete horas de debate, se puede rescartar que algunos mandatarios mostraron claramente su rechazo por la decisión del gobierno colombiano en convertir su territorio en un gigantesco portaaviones desde el cual puedan operar tropas y técnicos militares norteamericanos con amplísima proyección regional. Sus límites fueron únicamente la voluntad común de no quebrar la precaria unidad formal de UNASUR. En definitiva como espacio regional, es razonable que sea el ámbito de diálogo y contraposición de argumentos y objetivos diferentes. Pero una cosa es preservar el espacio común y otra admitir graves hechos que pueden ser irreversibles.
 
 También se pudo comprobar que Uribe no tiene dudas de su compromiso con Estados Unidos, no ya con Obama sino con el país que le asiste, le mantiene y le respalda sin importarle sus antecedentes. En esto, el imperio, lo gobierne quien lo gobierne, prefiere pensar o decir con letra tanguera: "¡ que me importa tu pasado !" . El país que en su dia respaldó a los Somoza, Stroessner, Pinochet y compañía, a los que explícitamente reconocía su maldad cuando los definía como "sus" hijos de puta, no tiene pudor en "olvidarse" de los informes de sus propios servicios servicios de inteligencia sobre la implicación de Uribe con narcos y paramilitares. Lo que ahora importa a Estados Unidos es disponer de esa cabeza de puente en América Latina para tratar de recuperar el control de su hoy revuelto y disperso “patio trasero”.
 
 Otras intervenciones ( como las de Lugo o Tabaré Vázquez ) permiten deducir que hay rechazos verbales a las bases que fueron pronunciados casi con tono de disculpa, o mechados con alusiones al derecho soberano de cada país fronteras adentro, lo cual, según como se interprete puede llegar a ser contradictorio. Chávez estuvo contenido, seguramente advertido desde diversos ángulos más o menos “aliados” para que no rompiera la baraja. Pero dijo cosas claras: destacó que el despliegue de bases militares norteamericanas en suelo colombiano, responde a la estrategia global de dominación de los Estados Unidos. Se remitió al libro Blanco del Comando de Movilidad Aérea y Estrategia Global de Bases de Apoyo del gobierno norteamericano. Allí, según afirmó, ya muestran su especial interés en operar en la base de Palanquero, importante enclave en el corazón de Colombia. Chávez afirmó que el "creía en una iniciativa de paz para Colombia. "Es lo que necesitan los colombianos y los demás pueblos del área, afirmó, que se alcance la paz en esa nación". Y rechazó los argumentos de Uribe justificando el avance en la militarización extranjera de su propio territorio.
 
 Correa fue de los más claros, y hasta fue subiendo de tono cuando recordaba el “control” real que tuvo Ecuador de las operaciones yanquis en la base de Manta, en su propio territorio. “Nada, no se comprometan porque no podrán controlar nada”, remató el ecuatoriano. Recordó el completo fracaso del llamado Plan Colombia, que a pesar de los millonarios desembolsos realizados desde el año 2000 no logró cumplir ninguno de sus objetivos.
 
 Lula estaba visiblemente incómodo cuando observaba intervenciones ( como la de Correa ) en las que el rechazo a las bases era categórico. Pero en las suyas mostraba sus propias dudas sobre las verdaderas intenciones del despliegue militar norteamericano y seguía reclamando “explicaciones” y "garantías jurídicas". O sea no estaba a favor, pero tampoco se expresaba categóricamente en contra. Con esa ambivalencia no revalidó su pretensión de liderazgo.
 
Hay mucho trecho...
 
Si nos abstenemos de las palabras y del tono con el que fueron pronunciados, nos quedan los hechos, que en definitiva, serán los que importen. Y el resultado es que Colombia cederá sus bases, la decisión está tomada por los dos países implicados. Que el rechazo o la desconfianza no se materializó en una declaración colectiva o de una mayoría de los países de UNASUR. La causa posible es que se prefirió no romper la unidad, que obviamente no existía para una resolución de ese tipo. Que los puntos finales aprobados, son muy generales y de escaso valor práctico. Uno de los párrafos afirma el compromiso de diseñar una estrategia de seguridad para garantizar la paz en la región y expresa: “estos mecanismos deberán contemplar los principios de irrestricto respeto a la soberanía, integridad e inviolabilidad territorial y no injerencia en los asuntos internos de los estados”.
 
Una expresión de futuro, que se contradice abiertamente con los hechos consumados: el acuerdo que cede bases y capacidad operativa al ejército norteamericano, con escasas posibilidades de control, y casi nulas de revertirlo en un futuro inmediato. Un pacto que incluye impunidad de las tropas extranjeras y de los mercenarios ( “contratistas dicen ellos”) , cometan el delito que cometan en tierras colombianas. En todo caso y con suerte, serán juzgados…en Estados Unidos. O sea como en Vietnam, como en Irak, como en Afganistán. 
 
 Los hechos muestran que la mayoría de los presidentes de UNASUR rechazan la decisión de Uribe. Unos de forma abierta y exponiendo argumentos. ( Chávez, Correa y Evo Morales ) . Otros de modo más general, pero añadiendo su respeto por decisiones que consideran "soberanas" en políticas internas. (Tabaré Vázquez, Bachellet y Lugo )
 
Alan García, supone como el propio Uribe, que la injerencia norteamericana es una garantía para su propia debilidad interna. Ténganse en cuenta que bajo el paraguas de la nueva situación y el consiguiente debate, pasa casi inadvertido el forzado intento del presidente colombiano por conseguir una nueva reelección, que sería su tercer período. Por mucho menos, y cuando ni siquiera había posibilidades reales de reelección, la oligarquía y las cúpulas militar y eclesial de Honduras justificaron el derrocamiento violento de su presidente constitucional Manuel Zelaya.
 
    Lula intenta un difícil equilibrio. Le molesta la decisión de Uribe y desconfía profundamente sobre el alcance veradero que puede tener la presencia militar norteamericana. Sabe que si bien Chávez aparece como el "pararrayos" regional de los recelos de Washington, Brasil es por razones geoestratégicas un país al que Estados Unidos le importa mucho tener controlado. Pero Lula no busca una confrontación con Estados Unidos, y procura marcar distancia de las formas y actitudes de Chávez. Intenta ejercer un liderazgo que no aparezca como un poder delegado por Washington y una cierta independencia que tampoco permita simplificar y describirlo como aliado del presidente venezolano.
 
"Ni chicha ni limoná", cantaría Víctor Jara.
 
     Lo cierto es que la decisión de Uribe desborda los márgenes previsibles del Plan Colombia, y asume sin disimulos el genérico objetivo de "lucha contra el terrorismo", concepto en el que la historia reciente enseña, puede entrar de todo. ¿Que ocurrirá si operaciones encubiertas o explícitas desbordan las fronteras de Colombia? Ya sucedió con Venezuela, cuando fueron capturados decenas de paramilitares colombianos entrenándose en la finca de un cubano. Sucedió con Ecuador, cuando sin aviso previo aviones colombianos lanzaron una incursión en su territorio. ¿Y si se repiten sucesos similares, pero con tropas de los Estados Unidos?
 
   Chávez, Correa y Evo Morales calificaron con precisión los riesgos que representa la decisión de Uribe para la paz y para la independencia de los países vecinos de Colombia. UNASUR salvó su unidad formal, hecho al que todos los presidentes otorgaron gran importancia. Pero los resultados de la reunión de Bariloche, confirman la contraofensiva en marcha contra los procesos de cambio en América Latina, y las dificultades para afrontarla. Las palabras y los discursos no alcanzan para maquillar la realidad.
 
 ¿Qué podemos esperar ?
 
 Obama prometió y ensayó una relación "diferente" con los países del sur. Pero la realidad demuestra que el imperio vuelve a prestar atención a Latinoamérica, en gran medida descuidada o ignorada por George Bush. Y lo hace recobrando sus métodos habituales, que apuntan a controlar -como sea - lo que consideran su "patio trasero". No sabemos exactamente que quiere y que podrá hacer Obama. Pero ya vamos sabiendo lo que pretende el imperio.
 
   Los hechos nos indican que la contraofensiva contra los cambios sociales que intentan los pueblos de América Latina está en marcha. No olvidemos el golpe en Honduras, al que la administración norteamericana todavía "estudia" jurídicamente para determinar si se trató realmente de un golpe militar o de una "sucesión presidencial". Al final, tras las palabras de condena, la ONU, la OEA, el Plan Arias, Insulza, etc.etc. lo cierto es que los golpistas apuntan a coronar su objetivo cuando en enero entreguen el gobierno a un presidente "legal", surgido de las elecciones que serán supervisadas por los usurpadores. Los únicos que lo pueden impedir, son los hondureños, ese pueblo que resiste cotidianamente con marchas, protestas y una formidable voluntad. Eso es lo que nos vá quedando claro. Que una vez más son los pueblos, desde abajo, con su propia capacidad organizativa y de movilización los que garantizan que se consoliden los procesos de cambio y de transformación en América Latina.
 
 UNASUR salvó su unidad. Pero allí está Uribe dispuesto a entregar la soberanía de su país y poner en riesgo la paz y la seguridad continental. Allí está Honduras, en manos de una pandilla de oportunistas cumpliendo los objetivos de la oligarquía. Eso es lo que sentimos. Eso es lo que percibe la gente. Y eso marca camino: somos los pueblos, el colombiano incluído, quienes tendremos que asumir el protagonismo para evitar caer en nuevas formas de coloniaje y dominación, y garantizar los procesos liberadores en marcha.
 
Carlos Iaquinandi Castro, redacción de SERPAL,
 Servicio de Prensa Alternativa.
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