Urge la cohesión

02/09/2009
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Las revelaciones, los testimonios y las fotos catastróficas que está publicando la prensa escrita, radial y televisada sobre lo que está pasando en el llamado corredor seco, en el oriente del país, pero que también tiene su espejo en otras regiones, son esa parte de la realidad a la que hemos dado la espalda, los medios, el Gobierno y la sociedad, y que hoy nos pasa la factura.
 
El área rural ha sido noticia cuando acontecen esos hechos dramáticos, los sucesos, accidentes y las desgracias. La población es tratada por los políticos con abrazos y besos durante las campañas electorales, y los medios de comunicación hacen eco del centralismo al ignorar lo que sucede en los departamentos, sin tomar en cuenta los esfuerzos por construir ciudadanía que hacen distintos sectores y al eliminar de sus páginas centrales, como noticia importante, las condiciones infrahumanas en las que sobrevive esa mayoría excluida de todas las oportunidades —como dijo doña Albertina, una señora de Jalapa—, olvidada hasta de Dios.
 
La pobreza y la desigualdad no es de hoy, no es responsabilidad de este gobierno ni de la administración Berger, ni siquiera de Portillo o de Arzú, viene de décadas, de siglos, es culpa del sistema y de quienes lo han aprovechado, impulsado y alabado; de quienes concentran desmedidamente la riqueza y se niegan a compartir por medio de la única forma posible que existe: el pago de impuestos para que, a través de servicios, se puedan redistribuir los recursos. Con el fracaso del neoliberalismo, ahora hay reflexiones sobre la miseria extrema que dejó la acumulación concentrada.
 
No estamos para escuchar las absurdas justificaciones del ministro de Salud, o de ver quién tiene más culpa, mucho menos para que se castigue al que dio la mala noticia. Lo que urge es que se atienda a todas esas personas en riesgo, con programas urgentes, pero también es indispensable que se vaya pensando y articulando una solución más, de largo plazo, para que ese desborde de pobreza no siga diezmando a nuestra población y nos condena a décadas de atraso futuro.
 
Es una coyuntura muy favorable para que se apoye unánimemente el impulso de una política de Estado que signifique una transferencia de rentas, un programa de transferencias condicionadas, como una forma de mitigar la crisis, pero que al mismo tiempo coadyuve con una política que empuje el desarrollo, que ofrezca posibilidades para salir de la pobreza, garantizar oportunidades de trabajo, educación de calidad y atención en salud aceptables para tener una vida digna.
 
Ese programa, ejecutado de manera institucionalizada, debe ser parte de la solución, no del problema, como actualmente sucede, con participación plural y democrática, con transparencia y buscando generar adeptos y no enemigos, no debe tener objetivos clientelares ni buscar el aprovechamiento de los beneficios para fines políticos. Debe ser auténtico, con una visión progresista y no asistencialista, con evaluaciones periódicas y con beneficiarios identificables en un censo que pueda ser consultado y controlado. Esa es la cohesión social que necesitamos y que apoyamos, esos son los proyectos que urgen para respaldar a las y los pobres. Cohesión Social debe ser un programa de Estado, ejecutado por los Ministerios y entidades correspondientes, hay que expandirlo, apoyarlo y fortalecerlo. Debe ser reencausado para no matarlo.
 
Guatemala, 2 de septiembre de 2009
 
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es directora de la Agencia CERIGUA.
 
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