La difícil adecuación de corrientes teórico-metodológicas a espacios simbólicos étnicos

Postcolonialidad ladina, subalternidad maya?

11/10/2009
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El 16 de mayo de 1998, a las 19:00 horas, dos hombres desconocidos y armados, de complexión robusta, intimidaron y amenazaron de muerte al Lic. Ovidio Paz Bal, uno de los abogados de la Defensoría Maya. El hecho ocurrió en el municipio de Sololá en el mismo departamento. La víctima iba a bordo de una camioneta extraurbana procedente de la capital, cuando al bajar fue perseguido por dos hombres. Los individuos, le dijeron: "parate, si no te parás te vamos a meter un balazo en la cabeza igual que a Juan y Ricardo". El abogado pidió auxilio en una tienda y al ver esta actitud, los desconocidos se retiraron del lugar. Las personas a que se refirieron los victimarios son Juan León, coordinador de la Defensoría Maya a nivel nacional, y Ricardo Sulugui Juracán, coordinador regional de Defensoría Maya en Sololá. Juan León ha trabajado durante décadas por la promoción y defensa de los derechos de los pueblos indigenas, no sólo en Guatemala sino también en el area internacional, incluyendo Naciones Unidas. Ricardo Sulugui es uno de los dirigentes del pueblo maya kaqchikel que ha trabajado arduamente contra la militarización y la erradicación de la patrullas de autodefensa civil.
 
Actualmente es uno de los negociadores de Sololá para la instalacion de una universidad maya en dicha región, en el predio que ocupó la zona militar No. 14.
 
Estos hechos de intimidación se enmarcan dentro de una política generalizada de amenazas y ejecuciones extrajudiciales realizadas por bandas paramilitares en Guatemala, y que se han intensificado a partir del asesinato del obispo Juan Gerardi. Bastante menos dramático, pero igualmente significativo, es el señalamiento que el escritor Sam Colop le hace al conocido director del diario La Hora, Oscar Clemente Marroquín:
 
Pero el punto que deseo resaltar hoy, es que el columnista Oscar Clemente Marroquín en su justificada crítica a (el Procurador de la Nación, Carlos) García Regás y contra la inmoralidad de otros funcionarios públicos, también agrega: “Aunque en el fondo debo decir que no tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre.”1
 
Eventos de esta naturaleza – desde la amenaza de muerte directa, hasta el racismo que aflora del pensamiento de uno de los periodistas supuestamente progresistas del país – ponen en evidencia la aparente dificultad existente sobre el terreno para ajustar teorías de análisis cultural que surgen en círculos académicos metropolitanos, en relación con fenómenos concretos que orientan el quehacer cotidiano de grupos étnicos o bien poblaciones llamadas marginales. ¿O es esto efectivamente así? Veamos.
 
Este trabajo explora la reorganización cultural del poder que obliga a críticos culturales a analizar las consecuencias políticas del racismo, al deslizarse el análisis hacia relaciones sociopolíticas decentradas y multideterminadas.2
 
De paso, vemos los límites y aciertos de diferentes corrientes teóricas en pugna por interpetar la realidad étnica guatemalteca como alternativas que producen diferentes miradas en el espacio de la alteridad y en los mecanismos de producción y circulación del sentido. Realzo la importancia de estudiar las relaciones maya/ladino – a pesar del riesgo de caer en binarismos reductivos – como paradigma contemporáneo que requiere de una nueva práctica interpretativa.
 
Problemas en torno al debate sobre el fenómeno maya
 
El movimiento maya como tal surge de las consecuencias mismas de la guerra centroamericana. Señalado por una multiplicidad de observadores, Mario Payeras lo resume así: Más allá de sus implicaciones en otros aspectos, las luchas sociales de los años setenta fueron decisivas para situar la problemática, para subrayar el protagonismo maya y para someter a la crítica de la práctica creencias sin fundamento y teorizaciones superficiales sobre el tema. Después de lo ocurrido nadie niega la profundidad del conflicto, y en los sectores avanzados de la sociedad tampoco la legitimidad de la identidad étnica. (132)
 
En debates recientes, sin embargo, ha surgido una crítica negativa de las posiciones denominadas “mayistas” desde el mismo seno de la sociedad ladina guatemalteca.3 A diferencia del tradicional discurso reaccionario sobre el tema, estas nuevas posiciones intentan situarse desde dentro de los autodenominados “sectores avanzados” de la sociedad.4 Según el decir de ellos mismos, su crítica se circunscribe al esencialismo y fundamentalismo del discurso “mayista,” por considerarlo “antiladino” (ver Morales, op. cit., a este respecto). Dicha posición argumenta que no se opone a las autonomías regionales ni a la oficializacion de las lenguas mayas. Asegura respetar su cultura, identidad y hasta la "diferencia" entre ambos bloques. Pero sostiene que la democratizacion se lograría de mejor manera reivindicando los espacios de confluencia de las diferencias (o espacios del mestizaje cultural, la hibridización, la transculturación, etc.), que “inventando” o magnificando las diferencias que existen. Para sostener sus posiciones, arguyen que no deben transponerse mecánicamente las posiciones desarrolladas dentro de los Estados Unidos en el seno del debate multicultural que intenta beneficiar a las minorías de dicho país:
 
También fue mi intención desmontar los discursos de la intelectualidad autollamada “maya”, para así ubicar el debate más allá de los esencialismos (estratégicos o no) tanto de indígenas como de ladinos, partiendo del carácter construido de las identidades étnicas y culturales y señalando hacia sus posibilidades de negociación interétnica... (Morales 2)
 
Sin embargo, a estas alturas de la vida tenemos suficiente conocimiento de diversas teorías lingüísticas como para que ya no sea necesario sentarse a citar a Derrida ni los debates en torno a sus posiciones, como para comprender que el lenguaje nunca tiene correspondencias simples entre significantes y significados, y que vivimos en el reino de la interpretación interminable. Por lo tanto, es relativamente fácil aseverar que las dos posiciones que actualmente se confrontan entre sí en torno a la problemática maya – aquellos que defienden su especificad étnica vs. los que prefieren una salida mestiza “transcultural, heterogénea o híbrida” (Morales), pero solapadamente le dan un garrotazo en la cabeza a la posición mayista – pueden ser ambos honestos desde su respectivo punto de vista, desde el espacio liminar en el cual se posicionan, y sin embargo no estar de acuerdo. Lo anterior no implica que no existan tomas de posiciones más definidas, pues éstas también están muy presentes.
 
Al esencializarse la llamada “posición mayista” se pretende una altura moral que se le niega al adversario. Lo caldeado del presente debate en el interior de Guatemala ha impedido que las partes contendientes se manejen con el respeto debido a los puntos de vista del otro, así como el reconocimiento de que nadie tiene toda la razón en su mano. En un trabajo de FLACSO organizado por Alberto Esquit Choy y Victor Gálvez Borrel, éstos resumen la posición antes señalada de la manera siguiente:
 
...From the ladino side the debate is led by columnists Mario Alberto Carrera and Mario Roberto Morales. Some of the points they have raised: The Mayas as a people have been extinct since the year 500 A.D. and that to talk of Mayans today is to resuscitate a people that have been dead for a thousand years; the present indigenous of Guatemala (principally the K’íche’s) are descendants of the Toltecs who settled in Mexico; the majority of present day indigenous are in fact mestizos... identity is a process of addition and not subtraction... in Guatemala we are all Guatemalans and to argue the contrary is to play into the interests of the powerful; in the context of ethnic and Mayan fundamentalism, ladinos could also feel discriminated against. (44)
 
En este trabajo no pretendemos de ninguna manera desvalorizar los elementos acertados presentes en el análisis de ideólogos del mestizaje como Morales, ni cuestionar sus loables metas explicitadas también en su trabajo, y que dicen así:
 
...amerita más bien proponer una negociación interétnica basada en la admisión del mestizaje cultural, disglósico, híbrido y heterogéneo en ambas partes, para procurar la democratización étnico-cultural. Es decir, el ejercicio libre e igualitario de los hábitos culturales diversos que conforman el ensamble cultural llamado Guatemala. (Morales 3).
 
El problema real se ubica más cerca del ejemplo con el cual inicié esta presentación que con la consabida habilidad para articular discursivamente una posición o la otra, por medio de abstractas construcciones de esplendorosas pirámides teóricas que en el fondo no hacen sino marcar posicionalidad. No se reduce el debate a que una parte esté a favor de una cierta “esencialidad” maya mientras que la otra la deconstruya con el mismo tono con el cual los mayas más radicales pulverizan supuestamente a la ladinidad. Tiene el problema que ver más bien con que en las relaciones asimétricas de poder que han existido entre ladinos y mayas a lo largo de más de quinientos años, se justifica el que los mayas constituyan presentemente su subjetividad de la manera que mejor les convenga, independientemente de que no compartamos los trazos de esencialidad que en dicha construcción puedan asomarse como piezas de rompecabezas que no encajan en ninguna parte. Pero es más. Al argumentarse de un lado, como lo hace Morales, de que los mayas son actualmente un “atomizado movimiento “ que busca un “autonomismo etnocéntrico antiladino, derivado de que los bandos de derecha e izquierda en pugna instrumentalizaron a los indígenas en una guerra que esos conglomerados no llegaron a hacer suya pesar de su incorporación masiva a la misma” (4), se establecen, en el mejor de los casos, gruesas generalidades que le niegan a la subjetividad maya toda posibilidad de poder de gestión (agency), toda voluntad de poder. Quedan reducidos al estereotipo racista de subalternas víctimas, no sólo incapaces de decir, sino también incapaces de hacer. Sujetos que no pueden ir a ninguna parte sin el previo consentimiento de los ladinos. Como bien dice Rigoberta Menchú:
 
Para algunos sigo siendo la india, la mujer abusiva, la subversiva, la que nació en cuna humilde y que no tiene conocimientos.... Hay tanta envidia porque una mujer indígena protagoniza pequeños espacios de liderazgo en el país.... Tengo que temer no sólo a la muerte sino a la posibilidad del hostigamiento político por parte de los sectores que jamás podrán soportar la presencia destacada de una indígena en política... Nuevas generaciones tendrán que nacer y nuevas generaciones tendrán otra mentalidad y otra manera de convivir en nuestro país, para que indígenas y no indígenas podamos destacar en la historia y jugar un papel en beneficio de nuestra sociedad. (177-8)
 
En el posicionamiento de quienes contravienen el poder de gestión maya, lo que a mi juicio se convierte en reprensible moralmente es la continuación de la defensa de la hegemonía ladina por encima del conjunto de los mayas como "grupo étnico." Metafóricamente hablando, podríamos decir que el ladino es como el blanco sudafricano, aunque dicha metáfora sea sólo operativa. Nietzscheana, si prefieren. El ladino es culpable de una de las discriminaciones más atroces en la historia de la humanidad. Frente a tremenda empresa genocida, o uno se ubica al lado del sujeto subalterno para crear una nueva alternativa multiétnica, o bien uno defiende la hegemonía tradicional.
 
Como bien señalan Esquit Choy y Gálvez Borrel, para analizar el movimiento maya contemporáneo es necesario considerar no sólo los cambios cualitativos que han tomado lugar desde la década de los ochenta, sino también las diversas formas de resistencia cultural que han ocurrido desde la época colonial (85). En este último contexto se entiende cómo para importantes sectores mayas, la mecha que se prendió con la guerra revolucionaria fue un simple mecanismo, una excusa a veces, para que las comunidades mismas se organizaran y confrontaran directamente al estado racista, como he documentado ya en otras partes.5 Incluso el más alto dirigente maya dentro de la URNG, Pablo Ceto, hablaba ya hace 15 años de participar en una “conspiración dentro de la conspiración”6 ya que para él mismo, la lucha revolucionaria y la propia ideología marxista no eran sino vehículos, instrumentos a emplearse para la defensa y lucha de la identidad maya, independientemente de las otras metas que se planteara el movimiento revolucionario.
 
Como hoy nos confirma Demetrio Cojtí, el posicionamiento de Ceto no ha cambiado a este respecto. Si acaso, intenta en lo personal acercar tanto al partido de la URNG y su base autodenominada “maya popular”, agrupada hasta cierto punto en el seno de la Coordinadora de los Pueblos Mayas de Guatemala (COPMAGUA), a las posiciones supuestamente fundamentalistas que defienden los autollamados “maya culturales.”7
 
Es imposible, dadas las condiciones estructuralmente racistas sobre las cuales se encuentra parado el estado guatemalteco, que sea posible democratizar a la nación sin destruir la hegemonía ladina. Como lo menciona Haroldo Shetemul, director de la revista Crónica, en un editorial reciente, el mismo Sistema de las Naciones Unidas señala lo anterior en su reciente documento “Guatemala: los contrastes del desarrollo humano.”8
 
Quienes se oponen a dicha conclusión hacen una oposicion binaria democratización/destrucción, aún cuando acusen al propio movimiento maya de realizar la suprahistórica oposición binaria maya/ladino (Morales 4). En ella, se presupone que quienes están por la "destrucción" de la hegemonía ladina, no pueden estar a favor de la "democratización." Esa es, en el mejor de los casos, una auténtica falacia, fuera de que ya sabemos que los binarios no existen. Como señala Marta Casaus Arzú:
 
Debido a la penetración y dispersión del racismo a todas las esferas de la sociedad civil y del Estado durante las últimas décadas, se hace necesario buscar nuevas fórmulas de interrelación entre ambas esferas.... Este cambio sólo puede lograrse con una resustancialización del Estado y con una reformulación de la nación... Se hace necesario modificar la constitución y la legislación vigente, modificar sustancialmente el sistema educativo y los valores culturales de la población... A su vez habría que intentar modificar el imaginario racista y de nación excluyente de las nuevas generaciones bajo otros presupuestos y a través de la modificación de textos escolares, medios de comunicación, etc.
 
Pero a nuestro juicio la clave se encuentra en la modificación del sistema de dominación y en la redefinición del espacio social de los distintos actores en base al respeto y el reconocimiento de las identidades de los Pueblos Indígenas, de sus derechos sociales y culturales y también al respeto de otras identidades sociales como la de género ode clase (1998:144)
 
De hecho, todas las posiciones mayas favorecen una democratización que incluyen al sector ladino en su seno,9 así como compartir el ejercicio de poder en una nación multinacional y plurilingüe. O bien multiétnica y plurilingüe, en caso alguno tenga pruritos acerca de si los grupos mayas son naciones o no, un debate que está bastante lejos de cerrarse. El significante lingüístico puede cambiar, pero la noción a la cual apunta sigue siendo la misma, a saber, una nación en la cual ladinos y mayas coexisten, con gobierno maya, legítimo ejercicio de poder, etc. Eso implica, simple y sencillamente, destruir la hegemonía ladina. No olvidemos que la palabra “hegemonía” implica que un grupo ejerce el poder, aunque tolerando y respetando los espacios de otros. En Guatemala, los ladinos fudamentalmente construyen su presente subjetividad sobre la base de que ellos ganaron la guerra y por tanto deben seguir siendo el grupo dominante, aunque, dentro del marco de los acuerdos de paz, están dispuestos a tolerar y respetar los espacios SUBALTERNOS de los mayas. Sin embargo, en la medida en que, dentro del concepto de una nación multinacional y plurilingüe se piense que mayas y ladinos deben ejercer igual dosis de poder, tal aseveración implicaría romper, destruir, la hegemonía ladina.
 
La respuesta frecuentemente ofrecida ante este planteamiento, es la que afirma que no existe la "cultura maya" como diametralmente indiferenciada de la ladina, ni ésta como esencia opuesta a la otra. Partiendo de dicha premisa, surge la cuestión acerca de si es lícito o no apoyar binarismos "estratégicos" de los suabalternos, afirmándose que tal actitud sería una solidaridad paternalista por asumirse que la misma es incondicional y no crítica.
 
Desde luego a estas alturas del debate crítico, la pregunta semántica acerca de si los mayas son mayas o no lo son, es espurio, pues el mismo no cambia los factores políticos. Los garifunas tampoco son garífunas, pues el suyo es un constructo elaborado por esclavos negros fugados de San Vicente, ni los anglo-sajones "americanos," ni los alemanes "arios". Sería la historia de nunca acabar. Todos los grupos étnicos, lo sabemos ya, son constructos, vehiculizados políticamente como mecanismo de posicionamiento para rearticular poder. Pero como no existe la verdad, cualquier posicionalidad, por simulada que sea, obtiene visos de verdad imaginaria cargada de simbolismo al articularse en un espacio social con el ejercicio de su voluntad de poder, con el ejercicio de su poder de gestión.
 
Heterogeneidades mayas
 
Los mayas no se consideran un movimiento cohesionado, unitario, homogéneo, ni nada por el estilo. Efectivamente, en este momento los mismos mayas reconocen que existen cuatro tendencias dentro de ellos:10 a) los autodenominados “maya culturales,” a quienes sus opositores acusan de fundamentalismo o bien de racismo antiladino, representados particularmente por intelectuales kaqchikeles; b) los “maya populares,” organizados en estructuras monopolizadas actualmente por el partido URNG; c) los mayas que operan dentro de las coordinaciones politicas regionales, representados fundamentalmente por el alcalde de Quetzaltenango, Rigobeto K’emé, y por su grupo Xel-Huh, en torno al cual se agrupan otras coordinaciones regionales; y, finalmente, d) los “maya militares” ubicados en la derecha, y asociados a la estructura de poder construida en el altiplano por el ejército, y que agrupa sobretodo el poder local de los comisionados militares.
 
Los tres primeros mencionados se coordinan informalmente en la COMG (Consejo de Organizaciones Mayas de Guatemala)11 para negociar acuerdos que respondan a los intereses de todos, aun cuando dicha instancia no sea estrictamente orgánica ni garantice necesariamente acuerdos conjuntos. Los desacuerdos fundamentales suelen darse entre los “maya culturales” y “maya populares” debido a que estos últimos frecuentemente priorizan los intereses del partido URNG por encima de los étnicos, desenbocando en frecuentes alianzas tácticas entre los “maya culturales” y las coordinaciones políticas regionales. Sin embargo, a nivel de COMG se intentan negociar todas las posiciones para idealmente sacar acuerdos únicos en beneficio del pueblo maya en su conjunto.
 
Lo anterior tampoco implica que todo vaya románticamente sobre ruedas.
 
Independientemente de posicionamientos políticos, existen otro tipo de conflictos: los de género, por ejemplo, o bien interétnicos, como el que todavía se vive entre k’ichés y kaqchikeles, los grupos más grandes dentro de la familia maya, y que todavía reviven su rivalidad orginada desde los tiempos de la conquista española en el proceso de intentar hegemonizar al conjunto de la población maya. Presentemente, los kaqchikeles monopolizan el sector intelectual, en buena medida porque dicho grupo se ubica en la franja de la carretera Panamericana por donde ha pasado todo el desarrollo económico asociado con la modernidad durante el presente siglo, mientras que los k’ichés, fuera de la ciudad de Quetzaltenango, se encuentran ubicados en zonas más marginalizadas del desarrollo económico y cultural del país. Sin embargo, han proveído líderes políticos de gran embargadura, entre los cuales Rigoberta Menchú y Rigoberto K’emé son apenas los más conocidos.12 En consecuencia, los k’ichés han tenido una presencia mayor en las coordinaciones políticas, mientras que los kaqchikeles han acaparado el espacio cultural/intelectual/educativo. Los otros grupos étnicos se ven en amplia desventaja frente a estos dos grandes grupos, aunque negocian alianzas tácticas según sus intereses.
 
El problema en su conjunto, sin embargo, es uno de marginalidad. Los mayas no se encuentran ubicados en posiciones de poder, sino todo lo contrario. Basta señalar algunos ejemplos. Incluso a nivel de organismos internacionales tales como los varios organismos vinculados a Naciones Unidas que operan en el país, no se contrata personal maya.13 Dicha política de empleo, alineada con la hegemonía ladina en el país, sirve tan solo para perpetuar la naturaleza racista del estado. De similar manera, el programa de capacitación para excombatientes mayas implementado por la Organización de Estados Americanos (OEA) dentro del marco de los Acuerdos de Paz, ha terminado con resultados similares. Según le dijo a Rigoberta Menchú una de las personas que trabajaron en dicho proyecto,14 capacitaron a muchos excombatientes que carecían de educación formal en trabajos manuales: carpintería, conducir vehículos, etc. Pero ahora que dicho programa ha concluido y se retira la OEA del país, no existen empleos para ninguno de ellos. El gobierno se ha negado a contratar o bien siquiera absorber un bajo número de personal maya. Son muy atentos con los representantes de dicho organismo internacional, escuchan sus preocupaciones, pero cuando se trata concretamete de contratar a algún sujeto, no lo hacen. Mientras tanto, el mismo gobierno mantiene atomizados a los escasos cuadros mayas, en miles de comisiones de dudosa utilidad, donde frecuentemente salen a relucir las diferencias entre los varios sectores para deleite de los propios funcionarios ladinos del gobierno.
 
Otro ejemplo sería el siguiente. En el curso del presente año, el trabajo de las comisiones paritarias creadas por la firma del Acuerdo de Paz para generar políticas que transformarían la naturaleza ladina del estado, llegó a su conclusión. Por lo tanto, entre otras cosas, ahora es el momento en el cual se viene efectivamente la conformación del programa de educación bilingüe como uno de los mecanismos estratégicos para intentar cambiar la naturaleza étnica de la nación.
 
Según el Acuerdo de Paz, la implementación de dicha iniciativa, transcendental para el país, debería ser realizada por una comisión igualitaria entre mayas y ladinos. Sin embargo, en la práctica, el gobierno propuso una comisión en la cual sólo dos miembros eran mayas, dentro de un total de dieciocho. El razonamiento del gobierno para tan bajo número es, desde luego, el consabido argumento según el cual no existen cuadros mayas lo suficientemente preparados como para participar en una comisión de tan alto nivel y tan transcendental para el futuro del país. Sin embargo, el gobierno obvia en ese proceso no sólo la representatividad política étnica, sino su propia responsabilidad por no producir más cuadros profesionales de extracción maya. Después de mucho negociar, se logró que se ampliara la comisión a un total de veintidós miembros, de los cuales siete son mayas.15 Es esta, pues, la comisión que tratará de implantar el programa de educación bilingüe, nunca antes realizado en la nación guatemalteca, en los próximos ocho años.
 
La falta de cuadros mayas es, efectivamente, un problema que limita la visión o inserción que pueden tener éstos en el marco nacional. Afecta, desde luego, sus propios intereses, torpedeando el avance de políticas étnicas más coherentes a lo largo y ancho de la nación.
 
Generalmente la pobreza de cuadros implica que la mayoría de estos carezcan de visión estratégica, viendo así el panorama político con miopía y autointerés. Muchos de estos cuadros pobremente formados se movilizan únicamente en torno a problemas políticos concretos que atañen lo étnico de manera específica o concreta, pero rara vez ven más allá de esto último. Esa limitación se ha manifestado claramente en el presente año, en el cual se está implementando por primera vez en el país un programa para legislar la desastrosa situación de la niñez. Los mayas no participaron en dichas comisiones, a pesar de haber sido invitados a las mismas, pues muchos pensaron ilusoriamente que se trataba de un tema que no les acataba. Cuando salió por fin el anteproyecto de ley, resultó que era un anteproyecto con características culturales eminentemente ladinas. Sólo entonces, y prácticamente ante el hecho consumado, lucharon por retrasar su implementación e insertar modificaciones adecuadas a sus particulares rasgos culturales.
 
Se dan también, a veces, problemas bizantinos como el debate existente entre un grupo lingüístico operando autónomamente bajo la protección del Centro de Investigaciones Regionales Mesoamericanas (CIRMA) y la Academia Maya de la Lengua. Los primeros dicen que el k’iché tiene doble vocal, mientras que la Academia insiste en que no es el caso, y trata de imponer su opinión amparándose en el hecho de estar reconocida legalmente por la actual constitución como la entidad nacional que cobija los idiomas mayas. El resultado de tan singular disputa es que presentemente no se están publicando a niveles institucionales, tanto públicos como privados, textos en k’iché, en un momento en que éstos urgen más que nunca para la formación de cuadros y la ampliación de sus derechos civiles y políticos.
 
Los problemas de los cuales las escasas organizaciones mayas tienen que hacerse cargo son múltiples, y muchos de ellos deberían ser asumidos por otro tipo de organismos. Una vez más, un ejemplo concreto. Según Rigoberta Menchú,16 su fundación ha tenido que hacerse cargo de grupos de ex-combatientes, o bien de miembros de las Comunidades Populares en Resistencia (CPR) que por pruritos éticos o morales se negaron a entregarse a los organismos de Naciones Unidas. Aunque han renunciado a las armas, dichas personas andan divagando, desarmados, a todo lo largo y ancho del territorio guatemalteco. “Sólo el día de ayer (16-8-98),” informó Rigoberta Menchú, “tuvimos una reunión porque contabilizamos ya a 185 compañeros que vinieron a buscarnos.”17 Asimismo, Menchú asegura que, contrariamente a lo que piensan tanto los fanáticos así como los críticos del movimiento maya, no aumentará en las próximas elecciones el número de diputados mayas en el Congreso de la República, “porque en todos los partidos los candidatos mayas aparecen en los puestos doce, o trece para arriba, de manera que la posibilidad de que salgan electos es mínima. Ningún partido se preocupa por ponerlos más adelante en la lista.” Como resultado, la esperanza política reside en hacer crecer localmente el poder de los comités cívicos. En este sentido, Menchú señala que hoy hay más alcaldes mayas que nunca, y que tanto su propia fundación así como los “maya culturales” trabajan intensamente con ellos. “No todos tienen conciencia étnica, y no todos son honestos,” afirma, “pero es importante políticamente que salgan electos”. Después de ver de manera rápida pero significativa los problemas existentes en el seno del movimiento maya, podemos contemplar que si por acaso llegaran algún día a ejercer el poder ejecutivo o legislativo dentro de la nación, controlarían el estado, o bien parte de éste, pero no por ello la nación sería una “nación maya" en la cual estos últimos estarían en capacidad de “echar a los ladinos al mar” como temen grotescamente quienes defienden el ladinismo a ultranza.
 
Asimismo, al rearticular sus relaciones de poder y tener acceso por lo menos a una dominación simbólica, ellos mismos se verían obligados a reconstruir su propia subjetividad, como ha pasado con cualquier grupo étnico otrora oprimido que transforma sus relaciones de poder, dado que efectivamente no existen las llamadas “esencialidades” fuera de los espacios simbólicos de autoconstitución de una identidad. En este ángulo, también concuerdo con Morales o Carrera en que no existe la "cultura maya" como un fenómeno diametralmente diferenciado de la cultura ladina. Lo anterior no niega, sin embargo, que ambos grupos se han posicionado políticamente como binariamente opuestos el uno al otro. Sin embargo, no hay que dejarse engañar por el espejismo que dicha situación genera. La misma se da, desafortunadamente, en un ejercicio desigual de poder en el cual los ladinos han ejercido histórica e histéricamente la dominación y hegemonía, mientras los mayas han jugado un papel eminentemente subalterno, en el cual el racismo ha sido la condición sine qua non para definirlos por encima de cualquier otra función definidora de su subjetividad. Por ello mismo, políticamente es imposible defender en este momento la hegemonía de la ladinidad aún cuando uno entienda que ambos grupos no se diferencian étnicamente.
 
El racismo maya, que desde luego existe también, se ubica más bien conceptualmente dentro de lo que en los Estados Unidos han llamado reverse racism, fenómeno análogo al del movimiento afrocentrista. Independientemente de que a uno no le guste, y debata críticamente en contra de sus posiciones más radicales, debe existir el reconocimiento de que el mismo ha surgido reactivamente al ejercicio claro de una brutal opresión y discriminación, lo cual dista mucho de equiparar ambas situaciones. Por ello, aún cuando académicamente uno tenga la obligación ética de combatir las conclusiones más radicales que puedan surgir de tales posicionamientos, y efectivamente de deconstruir los falsos esencialismos que podrían operar en su base, es necesario entender por qué políticamente sectores ladinos progresistas se posicionan por la deconstrucción de la hegemonía ladina y en defensa de la emergencia, a nivel de iguales, del sujeto autodenominado "maya," el cual ha sido, de hecho, un sujeto subalterno severamente oprimido y discriminado a lo largo de quinientos años de brutal historia colonial y postcolonial.
 
Problemas y más problemas
 
Lo dicho en las secciones anteriores puede ser visto tan solo como una discusión de
matices entre corrientes ubicadas al interior de los estudios culturales. Sin embargo, decir esto no implica que por ello deje de estar abierta a la polémica, dado que lo que está implicado son vidas muy concretas, como las de Ovidio Paz Bal, Juan León y Ricardo Sulugui Juracán, mencionados al inicio de este trabajo. Asimismo, de esta subalternidad, aunque sea concretamente por medio de los cuadros dirigentes de la misma, surge un discurso consistente que va efectivamente construyendo nuevas relaciones de poder/conocimiento.
 
El problema real no está en que esta camada de dirigentes mayas no puedan articular posicionamientos. Está en que los posicionamientos que articulan no son escuchados dentro de verdades diferentes, las cuales son a su vez articuladas por otra red de relaciones poder/conocimiento, actualmente monopolizadas dentro de Guatemala por el mundo ladino. Sabemos ya que no basta con decir la verdad. Hay que estar "dentro de la verdad" dominante, discursivamente hablando. Fuera de Rigoberta Menchú, ninguno de los otros dirigentes mayas ha efectivamente conseguido dar este último paso.18
 
Estos últimos – representantes de una cierta marginalidad dentro de esa mayor marginalidad globalizada que ya es el conjunto de Guatemala – efectivamente articulan posiciones discursivas dignas de mérito. El problema está en que los ladinos hegemónicos no las toman en serio porque éstas deconstruyen el proyecto ladino de rearticular su propia subjetividad como occidental y no periférica "de color." Horrorizados ante la perspectiva de verse situados como sujetos no occidentales, no racionales, sin alma, etc., ciertos ladinos se niegan a escuchar cualquier discursividad maya independientemente de sus méritos.
 
Los discursos autoritarios se dan en la subalternidad y en los grupos hegemónicos. Los discursos autoritarios pueden darse en cualquier sitio. Ser subalterno no implica ser un santo católico. Si acaso, el comportamiento subjetivo cotidiano es precisamente lo contrario de esto último dadas las miserables condiciones de la subalternidad. Pero para llegar a tener cualquier tipo de sociedad igualitaria, o bien mínimamente justa, primero hay que romper las relaciones asimétricas de poder. Eso sólo se puede hacer apoyando al sujeto subalterno, no al sujeto dominador, que en el caso guatemalteco es el ladino. Sin embargo, las posiciones que defiende el ladinismo arguyen que para compartir la hegemonía, debe darse una negociación interétnica, entendida como un pacto en el que ambas partes negocian en igualdad de condiciones. Esto ya es de por sí una falacia, pues los mayas no pueden tener “igualdad de condiciones” en una situación asimétrica de poder cargada de profundo racismo. Precisamente como un paso primario y elemental para romper dicha asimetría, construyen políticamente su propia subjetividad sobre la base de todos aquellos elementos simbólicos que luego son descartados por los ladinos, acusados de ser “ideológicos.”
 
Se admita o no, la estrategia ladina es la de arrinconar a la dirigencia maya, desvalorizando su subjetividad sobre la base de que su discursividad es esencialista, fundamentalista, antiladina o incluso racista al revés, como mecanismo para impedir la reversión hegemónica de las relaciones étnicas. Para lograr esta meta, se ha intentado categorizar a todos los dirigentes mayas en bloque como esencialistas sin matices, con el afán de construir una corriente de opinión que dentro del sector ladino que, de hecho si no de cohecho, es racista.
 
Conclusiones
 
En un libro reciente,19 José Joaquín Brünner se refiere a la cultura de la globalización como una reorganización del tiempo y el espacio. Al comprimirse la distancia y el tiempo, los fenómenos culturales globales pasan a tener una incidencia local cuasi inmediata, rompiéndose así -- entre otras cosas -- muchas de las diferencias que marcaron verticalmente las relaciones centro/periferia durante el transcurso de la modernidad. En esta nueva “arquitectura de redes” (134), en esta nueva noción no lineal de la temporalidad, el problema étnico maya ubicado previamente en espacios locales marginalizados de toda verdad moderna, adquiere visos de contemporaneidad en el conjunto de lazos interdependientes desarrollados en espacios que podríamos denominar desterritorializados, o bien “culturas post-nacionales,” emulando a García Canclini. Es por ello que en otro texto de reciente aparición,20 Mabel Moraña se refiere a la globalización del indigenismo.21
 
Con esto se viene abajo el esquema representacional básico – con un sesgo característicamente moderno – de que existen modelos culturales que pueden aplicarse de una manera singular dentro de los Estados Unidos, digamos, pero que no tienen validez alguna en otros espacios con características supuestamente diferentes. De hecho, así como existe actualmente la hibridez – o heterogeneidad – cultural identitaria, existe también la hibridización del conocimento a nivel post-nacional (o bien, desterritorializado), fluyendo en múltiples direcciones, de manera que los conocimientos locales (la especificidad maya, en este caso) pasa a ser parte de la globalidad, y la discursividad teórico-política que opera dentro de ésta última, es igualmente apropiada por fuerzas locales – por medio del internet, entre otros mecanismos propios de la revolución digital empleados por los mayas en sus diversas organizaciones – cuya discursividad se mueve también eclécticamente de la periferia hacia el centro. ¿Es posible en este contexto criticar a los intelectuales mayas contemporáneos porque recurren a teorías formuladas supuestamente para espacios nacionales diferentes, en el proceso de mimetizar subversivamente la discursividad académica del centro para contrarrestar ideologías que consolidan la dominación racista? ¿Puede acaso en nombre de una supuesta “pureza nacional,” justificarse la continua subordinación/opresión de los mayas hasta el día en que produzcan una teoría cultural absolutamente tan orginal y nacional como los frijolitos y tortillas o la marimba? Ciertamente no tiene dicha actitud base sólida en un mundo regido por la instantaneidad que modifica las coordenadas del vínculo poder/conocimiento. La globalización efectivamente está transformando no sólo las relaciones centro/periferia, sino también la percepción de que las culturas otrora.
 
Notas:
 
1..- Sam Colop. “Ucha’xik: Del racismo subyacente.” Prensa Libre, miércoles 12 de agosto de 1998, p. 13.
2.- Aquí seguimos de cerca el análisis de “poderes oblicuos” realizado por Néstor García Canclini en Culturas híbridas, p. 323.
3.- “Ladino” es el sujeto mestizo, no maya, con aspiraciones a una identidad occidental, que busca negar sus propios orígenes mayas u subrayar su ascendencia europea.
4.- Ver a este respecto la ponencia de Mario Roberto Morales citado en el presente trabajo, así como sus columnas periodísticas sobre el tema publicadas en el periódico guatemalteco Siglo XXI entre 1997 y 1998.
5.- En realidad, la guerra es más bien la consecuencia del terremoto del 4 de febrero de 1976, que obligó a las comunidades a reorganizarse e implementar toda una gama de mecanismos de autogestión.
6.- Comunicación personal, agosto 1983.
7.- Demetrio Cojtí, comunicación personal, 18 agosto 1998.
8.- Shetemul, Haroldo. “La esquina del Director: La multietnicidad guatemalteca.” Crónica. Año XI No. 533. July 3-9, 1998.
9.- Ver los escritos de Demetrio Cojtí a este respecto, especialmente Ri Maya Moloj pa Iximuleu: El movimiento maya (en Guatemala).
10.- Haroldo Shetemul, comunicación personal. 13 agosto 1998. Esta información es corroboradapor Demetrio Cojtí, también en la comunicación personal del 18 agosto 1998 ya señalada.
11.- El COMG fue creado el 20 de junio de 1990 como una coordinadora de instituciones mayas. Está compuesto por 15 organizaciones miembros, tanto no gubernamentales como académicas. El COMG forma parte a su vez de la Coordinadora de Organizaciones y Naciones Indígenas del Continente (CONIC). A este respecto, ver el trabajo de Santiago Bastos y Manuela Camús, op. Cit.
12.- Además, los k’ichés de la ciudad de Quetzaltenango se consideran la élite económica y cultural de Guatemala. En consecuencia, suelen distanciarse de otros k’ichés residentes fuera de la segunda ciudad del país.
13.- Demetrio Cojtí, quien suministró dicha información, es de los escasísimos mayas operando a nivel ejecutivo en una organización no gubernamental, como funcionario de UNICEF. Sus observaciones provienen desde el interior mismo de dichos organismos.
14.- Rigoberta Menchú, comunicación personal. 18 agosto 1998.
15.- Hay también algunos otros mayas dentro de la comisión, pero están allí como asalariados del gobierno, y en su representación.
16.- Ibid.
17.- Menchú informó de igual manera que no será candidata para presidente de la República en 1999 porque “eso seria políticamente contraproducente. No se puede formar un partido sin dinero, y nadie, ni siquiera la URNG, tiene suficiente dinero para formar un partido fuerte que pueda competir con los partidos ladinos.” Ibid.
18.- Esta situación es análoga a la de los escritores centroamericanos. En Centroamerica, no es que no haya buena literatura. Es que su buena literatura, desde el Popol Vuj hasta nuestros días, pasando por Landívar, Asturias, Cardoza y Aragón, Monterroso, etc., no entra en las relaciones poder/conocimiento articuladas desde la metrópolis en favor del Cono Sur.
19.- Globalización cultural y posmodernidad.
20.- Indigenismo hacia el fin del milenio.
21.- Este mismo fenómeno podría hasta llegar a explicar el rol icónico que figuras como Rigobeta Menchú han adquirido en espacios marcadamente lejanos de sus propias fronteras, sin negar que parte de su componente puede ser un mecanismo de mitificación primitivista que elude el diálogo intercultural.
 
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- Arturo Arias, San Francisco State University
 
https://www.alainet.org/es/active/33712

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