Hacia la segunda vuelta electoral

Los medios de comunicación trabajan contra José Mujica

05/11/2009
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1, Lacalle y las tres patas de la mesa cuadrada
 
El porcentaje de votación obtenido por José Mujica en la Primera Vuelta electoral del 25 de octubre con 49.9 por ciento de los votos válidos, la diferencia de 20 puntos sobre el segundo más votado y la victoria sobre los partidos blanco y colorado sumados, lo colocan con el 99 por ciento de las probabilidades de vencer en segunda vuelta.
 
Técnicamente el candidato neoliberal Luis Alberto Lacalle tiene el 1 por ciento de posibilidades de triunfar, y sobre esa chance montaron la campaña sus asesores.
 
Primero estuvo el intento de identificar al candidato con la bandera uruguaya, copiando al Frente Amplio, que desde siempre y desde primera vuelta ubicó la bandera nacional junto a la de Otorgués, pero adelantándose a proponerlo en los muros de Montevideo. Después se intentó fortalecer una idea de individuo ponderado, equilibrado, mesurado y con capacidad de presentarse a nivel internacional. Conocida la mayoría parlamentaria frenteamplista vino la idea del equilibrio de poderes.
 
Esas tres brillantes ideas se podrían comparar con las tres patas de una mesa cuadrada. Para sostenerse en pie le falta la cuarta pata, que corresponde a la credibilidad necesaria de un candidato. Lacalle es un candidato poco creíble, con un amplio rechazo de la población, con una imagen de estancamiento de  aristocracia decadente que llevó al país a la deriva, sin el respeto internacional que necesita el presidente de cualquier país, pero mucho más de un país pequeño geográficamente pero grande por su historia y su cultura.
 
Para la mayoría de los uruguayos y uruguayas de cualquier partido, es poco creíble, que un candidato que propuso entregar las empresas uruguayas a extranjeros, e intentó por todos los medios la privatización generalizada, pueda representar la bandera del país.
 
Para buena parte de los uruguayos y uruguayas, es poco creíble, que un candidato que casi destruye su partido por no dialogar, por no ceder, por no ser tolerante, de un día para otro pueda representar la tolerancia y presentarse como un presidente capaz de dialogar.
 
Para los uruguayos y las uruguayas que conocen la historia republicana del país, es poco creíble que quien reivindicaba la necesidad de mayoría parlamentaria para que el Ejecutivo pudiese llevar adelante su programa de gobierno, con “gobernabilidad”, ahora defienda lo contrario si no tuviese un interés personal atrás.
 
Los tres argumentos sobre los cuales se basa la estrategia de Lacalle para la segunda vuelta son fácilmente desmontables por su alto grado de falacia y la poca credibilidad del candidato a nivel nacional e internacional.
 
Para buena parte de los uruguayos y uruguayas, Lacalle es una persona de cuidar, de desconfiar. Por eso, sus asesores buscaron presentarlo para la primera vuelta como más cercano a la gente. La publicidad en la que aparece con su nieto bebé, por ejemplo, intentó mostrarlo como alguien vinculado a su familia, humano. Mientras que ponerle saco sport con camisa, sin corbata y sin traje, en el último tramo de la campaña buscó sacarle la imagen de conservador, de aristócrata decadente, y mostrarlo como un político liberal-progresista capaz de despojarse del corsé, de cambiar. La utilización de cierto lenguaje popular para referirse al tema de seguridad enfatizando al hablar en la palabra “chorros” buscó hacerlo más popular, conocedor de cómo tratar con los sectores delincuenciales con autoridad. La autoridad que no tuvo cuando se dio la huelga policial durante su gobierno, o cuando fue secuestrado el químico y agente chileno Berríos.
 
En el ámbito internacional, cuando uno habla con mandatarios, parlamentarios o diplomáticos latinoamericanos y europeos de diversos partidos, estadounidenses del partido demócrata y representantes de diversos organismos internacionales percibe claramente que ven a Lacalle como un resquicio de gobiernos neoliberales desprestigiados, inestables, con inseguridad jurídica y capaces de llevar a sus países a enfrentamientos internos como Carlos Menem, Collor de Melo o Alberto Fujimori.
 
2. Los medios y el Frente Amplio
 
Lacalle es un mal candidato, tiene todo para ser un mal Presidente y es un “producto” muy difícil de vender para cualquier marketinero.
 
Sin embargo, el triunfalismo puede ser fatal para el Frente Amplio. El inicio de campaña para la segunda vuelta del Partido Blanco mostró un trabajo mucho más profesional que el del FA, y más entusiasmo que en la primera vuelta. Pero además, los grandes medios de comunicación también están jugando su papel volcados totalmente a favor de Lacalle. A eso hay que sumar ciertas ingenuidades o errores comunicacionales en la campaña de Mujica y Astori.
 
Por un lado hay una especie de corriente de todos los medios de comunicación de mostrar a Lacalle como un hombre responsable, aplomado, ecuánime. Eso se refleja en la forma de encarar las entrevistas y coberturas los reporteros, en la elección de los entrevistados, en el tiempo dedicado, en la ubicación de los entrevistados que apoyan al candidato neoliberal siempre después de los que apoyan a Mujica para mantener la última palabra, y en los comentarios de algunos reporteros. El discurso de un presidente equilibrado que propone el Partido Blanco ya ha sido asumido por los canales de televisión y varios periodistas que se sumaron a la campaña de apoyo a Lacalle, pero manteniendo una imagen de independientes. Los canales son tan poco independientes que llegan al colmo de presentar un personaje que desde hace mucho tiempo está vinculado a Lacalle, como recién salido del FA para apoyar al candidato derechista.
 
Lamentablemente, el Frente Amplio comete reiteradamente la ingenuidad de mostrar las cartas antes de jugar o de aceptar reglas de juego impuestas. De eso se aprovechan los medios de comunicación que trabajan para la fórmula neoliberal y los propios candidatos derechistas. Los días previos a la primera vuelta, cuando eran entrevistados los presidenciables, siempre iban primero los frenteamplistas y luego los blancos, dejando la imagen de la última palabra a éstos, así fuesen programas grabados. Algo similar ocurre ahora con las entrevistas a legisladores o representantes del FA. También hay debates que se presenta un representante frentista contra dos blanquicolorados.
 
Desde ahora en adelante Mujica no debería aceptar ninguna entrevista en la cual aparezca primero que Lacalle en el mismo canal. Lo mismo deben hacer los representantes frentistas. Tienen que imponer el hecho de ser los más votados. Los representantes del FA tampoco pueden ir a debates en los que están en minoría. Y además deben prepararse mejor para no estar a la defensiva, es fundamental siempre estar a la ofensiva. En política estar a la defensiva cuando se va ganando es perder. Mucho más en una campaña electoral.
   
3. La telenovela del debate
 
Cuando las elecciones internas, el Frente Amplio cometió el error de salir a los medios desorganizadamente antes que el directorio del Partido Blanco. Ese mismo error ampliado se produjo el 25 de octubre cuando se hizo una conferencia de prensa antes de agradecer a la gente que esperaba fuera del hotel Columbia, creando una imagen de derrota amplificada por los medios de comunicación. Además se habló previo a los otros candidatos y a que existiesen datos más fidedignos sobre la elección, algo que cualquier campañista mínimamente profesional hubiese aconsejado no hacer.
 
Cualquier manual primario hubiese aconsejado salir primero a la gente a posicionar el discurso de que el FA es la primera fuerza política del país, que los datos señalaban una clara tendencia a la mayoría parlamentaria y fortalecer el ánimo de lucha, de esperanza, de alegría, sin hacer ninguna rueda de prensa. Remarcar el compromiso histórico de la fórmula presidencial con la historia del país, reivindicando desde Artigas a Batlle y Ordoñez y Saravia.
 
El hecho de salir solo con la bandera uruguaya fue una copia de algo que ya había utilizado Jorge Batlle, un tipo de recurso que sirve una vez y en un contexto determinado. Era necesario remarcar la utilización de la bandera uruguaya junto a la de Otorgués. Lo que finalmente se hizo. La participación del maestro de ceremonias, como en el acto final, mostró también una desvinculación de la gente, un alejamiento del discurso de la gente, de las consignas de la gente.
 
José Mujica introdujo en la política la transparencia, la sinceridad, la ponderación, la tolerancia y la honradez reflejada en su vida. Por eso ha sido creíble. Sin embargo, la pobre campaña electoral no ha sabido resaltar esas virtudes. Luis Alberto Lacalle introdujo en la política la duda, la inseguridad, la arrogancia y la decadencia cultural. Por eso es poco creíble. Sin embargo, su campaña busca trasladar las virtudes de Mujica hacia él, y los medios ayudan. También ayudan a transformar un posible debate en una telenovela que dé algunos réditos a Lacalle.
 
El debate de fórmula es una opción que se cae sola. En una campaña electoral o se acepta o no se acepta un debate, pero no se inventa una opción intermedia porque finalmente se puede volver contra. Mujica no debía aceptar ni solo ni con la fórmula un debate, por múltiples razones. Pero la fundamental es que en ningún debate televisivo se puede profundizar sobre los temas que realmente le interesan al país, sobre los temas que hacen a la gestión de un gobierno o de un proyecto de desarrollo. Por el poco tiempo que duran, por la realidad mediática que se impone, en los debates televisivos triunfa siempre la superficialidad, los candidatos superficiales que saben repetir muletillas que queden en la memoria de la gente. Entonces los debates se transforman en shows. Pero además, un candidato creíble y popular como José Mujica nunca debe debatir con un candidato poco creíble como Luis Alberto Lacalle, nunca debe prestarse para el show mediático, porque además electoralmente no lo necesita.
 
Lacalle y Larrañaga necesitan un punto de quiebre para cambiar el rumbo y por eso, luego de crear una telenovela sobre el debate, seguramente aceptarán debatir con la fórmula. Si no lo hacen sería un error electoral. No les queda otra posibilidad. No tienen nada que perder. En caso de que acepten, el Frente Amplio debe imponer las reglas de juego. Un debate sirve a la ciudadanía si se profundiza sobre todos los temas. Para profundizar cada tema es necesario tratarlos con el tiempo adecuado. Para tratar todos los temas, con el tiempo adecuado, con la participación de las fórmulas, y dejando el show a un lado, se necesitaría muchas horas que ningún Canal de televisión estaría dispuesto a ceder.
 
4. Sobre popularidades y comunicación política
 
Luego de conocidos los resultados de la primera vuelta electoral, muchos se preguntaron, porque el candidato frenteamplista tuvo el 48 por ciento de los votos, cuando el gobierno tiene una popularidad mucho mayor. En América Latina y el mundo hay muchos ejemplos de gobiernos con popularidad que, sin embargo, los candidatos presidenciales de sus partidos reciben menor votación. Incluso presidentes de gobiernos con alta popularidad cuando van a la reelección tienen votación inferior a su propia popularidad. Eso está más que estudiado en ciencia política, y ocurre porque mucha gente puede considerar a un gobierno como bueno pero no necesariamente lo considera suyo, no necesariamente lo considera propio, y por lo tanto no votará por él candidato del partido de ese gobierno, así sea el propio presidente.
 
La popularidad de un presidente y de un gobierno, atraviesa distintas variantes que la popularidad de un candidato presidencial, que además debe enfrentar las vicisitudes de una campaña.
Si Tabaré Vázquez hubiese sido candidato a la presidencia no hubiese tenido un porcentaje de votos similar al que dicen las encuestas de popularidad.
Uno de tantos ejemplos es el de Ecuador donde el Presidente Rafael Correa que tenía más del 70 por ciento de popularidad, en las elecciones de abril pasado tuvo poco más del 50 por ciento de los votos, veinte puntos menos, aunque igual se reeligió en primera vuelta. Pasadas las elecciones, él y su gobierno siguieron con una popularidad mayor al 70 por ciento. Algo similar ocurre en Brasil.
 
En diciembre de 2007 y enero de 2008, cuando dije que José Mujica sería el futuro Presidente de Uruguay y muchos sonrieron, señalaba que el grave problema del gobierno uruguayo era que no comunicaba o no sabía comunicar sus logros. Eso no cambió durante año y medio y recién en los últimos seis meses se intentó empezar a mostrar los muchos logros. Es imposible mostrar los logros de cuatro años y medio en seis meses.
 
Actualmente es necesario que los gobiernos tengan una comunicación política adecuada desde el momento en que asumen. Las herramientas de la comunicación y la ciencia política como parte de un proyecto de cambio son fundamentales para que la gente pase de creer que un gobierno es bueno a sentirlo como suyo, como propio. Pase de consumir política a elaborar política, a participar. Así los ciudadanos y ciudadanas dejan de ser espectadores y se transforman en protagonistas. Ahí está el detalle, ahí está la diferencia…
 
En todo caso, a pesar de la mala campaña, de los medios, de la comunicación, del dinero atrás de la campaña lacallista, finalmente José Mujica será Presidente gracias al buen gobierno frenteamplista, a sí mismo, a la fórmula presidencial y, sobre todo, a la gente. La mayoría de los uruguayos y uruguayas votó el 25 de octubre y votará el 29 de noviembre por Mujica tal cual es, no por un Mujica inventado, y no votará por Lacalle tal cual es ni por un Lacalle inventado.
 
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