Discriminación racial y violencia policial

16/11/2009
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  • Opinión
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Las noticias y los comentarios de la prensa internacional denuncian actos de violencia y atropellos a los Derechos Humanos en la República de Chile que, no pueden quedar indiferentes ante la opinión pública del continente, por ende los círculos políticos e indigenistas de varios países, han manifestado sus protestas en publicaciones emitidas en diferentes medios de comunicación social. Indudablemente que, respetamos la política de los países, pero las actitudes de lesa humanidad merecen la más acre protesta y el grito de rebeldía de los araucanos hace eco en nuestros corazones.
 
Los líderes de la nación Mapuche lanzan sus voces de auxilio a las organizaciones de Derechos Humanos de Chile y de los países hermanos manifestando: “Hacemos un amplio llamado a las comunidades Mapuche y a las organizaciones sociales a denunciar esta situación de asedio permanente en contra de nuestra nación mapuche de Temucuicui, para terminar con la militarización y casería de dirigentes y autoridades tradicionales del territorio Mapuche y el hostigamiento constante hacia las comunidades que venimos reivindicando nuestros legítimos derechos que nos asisten como pueblo-nación Mapuche”.
Los conductores de esa nación expresan que continuarán exigiendo al gobierno y sus instituciones que, dicen relación con el problema étnico, que se les transfiera las tierras del Estado y el reconocimiento de sus derechos. Para presionar este pedido que data desde siempre, decenas de comunidades Mapuche se movilizan hacia los centros donde el gobierno tiene su representación, pero, han sido rechazados brutalmente por las fuerzas de carabineros que arribaron con instrucciones de paralizar esa actitud de reclamo de sus derechos.
El 22 de octubre de 2009, miles de Mapuches llegaron hasta la Intendencia regional de Temuco, capital de la Araucanía sita aproximadamente a 700 kms al sur de Santiago, al aproximarse al centro de esa ciudad, los carabineros,  haciendo uso de su fuerza,  disparan contra la multitud y especialmente contra un grupo de niños que encabezaban la marcha provocando desbande y terror ante la caída de decenas de niños heridos por los perdigones, gases asfixiantes y la golpiza a los dirigentes y a los nativos que encabezaban esta marcha, conforme denuncia el periódico Azkintuwel.
Mijael Carbone, consejero de la Alianza de la nación Mapuche expresaba: “No tenemos miedo al Estado chileno y su violencia, nuestro camino avanza hacia la liberación nacional Mapuche. Seguiremos resistiendo en nuestras comunidades”. Por su parte Catrillanca otro dirigente complementaba: “Aquí estamos con los niños heridos con perdigones, algunos perdieron sus ojos, heridas en el cuerpo y algunos atacados por los gases. Los mayores no tenemos miedo, pero no es de humanos atacar a niños indefensos que encabezaban la marcha”. 
En pleno siglo XXI Chile es un país altamente civilizado y con una economía sólida y saneada, pero, continuamente se vienen producido esos hechos lamentables. Otra vez la repetición de ataque a los Mapuches es las áreas donde están asentados miles de habitantes originarios. Los hechos que se denuncian, supuestamente no son tomados en cuenta por la prensa nacional, que ignora al gobierno con tintes socialistas pero con matices racistas, expresaban los conductores de la nación Mapuche.
 
El martes 12 de febrero (2008) la comunidad indígena de los Mapaches, fue sorprendida por un contingente de carabineros armados con todo su equipo bélico y las fuerzas especiales de la policía, incursionaron violentamente en la comunidad campesina siendo respaldados por avionetas, helicópteros y carros blindados lanza-gases causando destrozos, atropellos y violencia física y verbal contra este grupo étnico, acantonado y marginado en el territorio que ocupan que, lamentablemente tampoco es de ellos. Estaban tan ciegos de racismos, que no veían el arco iris que tenían ante sus ojos: la nobleza y pujanza de un pueblo que solo trata de sobrevivir pacíficamente.
 
Los nativos espectaban con estupor y terror la presencia armada de los carabineros, que sin provocación alguna, ingresaron en los caminos que conducen hacia el interior gritando epítetos racistas, discriminatorios y procediendo a la detención de algunos indígenas acusándoles de agitadores comunistas y otras expresiones sin fundamento, además, procedieron a ocupar varias viviendas y efectuar destrozos y robos de la propiedad de los habitantes de esa comunidad. Los nativos en ningún instante causaron problemas y por ello estaban perplejos y con los ojos inyectados de sangre por la impotencia y el pánico que sembraban las fuerzas de carabineros. Sus miradas se perdían en el demasiado cercano horizonte de la perversidad humana.
 
Los representantes de los campesinos han hecho llegar su más airada protesta por los hechos ocurridos el pasado 22 de octubre de 2009 y que no son más que la repetición del 12 de febrero de 2008. Piden que Naciones Unidas y los Derechos Humanos Internacionales, investiguen estos atropellos y eviten futuros actos de violencia contra las comunidades araucanas. En la carta de denuncia anotan que fueron objeto de detenciones arbitrarias, golpizas, robos, insultos y vulneración de las garantías constitucionales. Los hechos que comentamos no son nuevos; en años pasados también fueron sujetos de violencia por parte del gobierno de turno, siendo el más agresivo la dictadura del general Augusto Pinochet, aplicando en esas comunidades hostigamiento permanente y detenciones de sus dirigentes con argumentos acusatorios falsamente elaborados.
 
José Alwin, Coordinador del Observatorio de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, demandó al Ministro del Interior por la violación, tortura y el total desconocimiento de las garantías constitucionales de los campesinos. Estos hechos de violencia también se efectuaron el 2 y 3 de febrero en curso. El argumento es el mismo: extremistas y usurpadores de territorios de particulares. Alwin anotaba que “sin realizar el control de identidad ni mediar provocación, los campesinos fueron objeto de culatazos con sus armas de servicio causando heridas y daños físicos a varios indígenas y algunos fueron detenidos y amarrados a los postes en la comisaría de Callipulli, sometidos a interrogatorios y golpizas de los carabineros al estilo dictatorial del régimen militar pasado”, acotaba.
 
Debemos añadir que no es posible que la socialista Michelle Bachelett, Presidenta de Chile cuyo gobierno ofrecía una oportunidad de cambio, desconozca los derechos de la nación Mapuche y que corran la misma suerte que los hermanos de la Argentina. Ambos grupos sociales luchan por evitar la exploración de los recursos naturales: minerales, bosques y la ocupación injusta por “propietarios” de las zonas habitadas por este grupo étnico, pretendiendo despojarlos de las zonas donde viven y cultivan su subsistencia.
 
La entrega de tierras por parte del Estado, en la práctica nunca fueron propietarios, porque los latifundistas se apropiaron de las áreas productivas. Esta es la raíz de la marginación económica de los Mapuches y explica la demanda de soberanía sobre su territorio. La desigualdad entre la población indígena y no indígena tiene sus orígenes en la historia y está apoyada en la estructura estatal, que nunca cambió su manera de tratar a estas organizaciones étnicas a pesar de los proyectos de interculturalidad impuestos por el gobierno.
 
La nación Mapuche, se encuentra asentado desde sus orígenes, en la zona central de Chile y las provincias argentinas de Neuquen, Río Negro y parte de Buenos Aires. Al arribo de los españoles en el siglo XVI, encontraron una numerosa población de algo más de un millón de habitantes. La vital relación en el ámbito de la subsistencia material, también encuentran su expresión espiritual, su cosmovisión, la forma en que relacionan al mundo con las fuerzas sobrenaturales. Este nexo con su territorio explica su voluntad de independencia, que no en vano mantuvieron durante siglo y medio, luchando sin tregua por conservarla y su actitud indómita causó la casi desaparición de esta raza. Nunca fueron dominados, pero si, destrozados y la maldición de siglos siguen arrastrando hasta el siglo XXI. “La patria de cada hombre es el país donde mejor vive”, decía Aristófanes de Atenas.
 
“Araucanos” se aplica a la comunidad Mapochina   de la voz quechua “auca” que quiere decir indómito, por que sus pobladores se distinguían por su bravura y espíritu guerrero conducidos por indomables luchadores como Lautaro y Caupolican, que sucumbieron en la pelea antes que rendirse. Escribieron su historia los pueblos primitivos de América, por su indomable valor en su lucha contra los invasores, parangonando con los quechuas dirigidos por Tupac Katari y Tupac Amaru. “La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana” y ahora los huérfanos araucanos agonizan su destino.  
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