Afectada por la crisis internacional, bloqueo y huracanes

Con metas modestas, Cuba empieza a vivir el año 52 de su revolución

06/01/2010
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El 1 de enero y sin pompa oficial, sí con fiestas en varias provincias, los cubanos celebraron el comienzo del Año 52 de la revolución. Será difícil como todos los que lo precedieron, por una u otra razón.
 
Gobernaron en tiempos diferentes. Algunos crearon o convivieron con crisis y otros estuvieron en tiempos de expansión de la economía estadounidense y mundial. Unos libraron guerras lejos de casa y otros se beneficiaron del comercio desigual en tiempos de relativa paz, con Guerra Fría o conflictos de baja intensidad. Unos pertenecieron al partido demócrata y otros al republicano, y se pelearon a menudo entre ellos. Pero, ¿qué tienen en común Dwight Eisenhower, John Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, James Carter, Ronald Reagan, George H. Bush, William Clinton, George W. Bush y Barack Obama?
 
Seguro que una de las coincidencias fue su política tendiente a derrotar a la revolución cubana, con estrategias políticas, económicas y militares. Estas incluyeron 634 planes para asesinar a Fidel Castro.
 
¿Esa regla no reconoce excepciones? Sí, la excepción fue James Carter, un hombre honesto según lo admitió Castro. Quizás por eso perdió en su intento de reelección ante la bestia de Hollywood. A la vuelta de los años, en 2002, Carter y su esposa visitaron La Habana. Su estancia sirvió casualmente para pulverizar las falsas denuncias del subsecretario de Estado, John Bolton, de la administración Bush, de que Cuba estaba investigando para obtener “armas biológicas ofensivas”.
 
Once presidentes norteamericanos, o diez si se quita a Carter de la agresiva lista, han soñado con recibir la noticia de que al fin la revolución se había derrumbado y que Fidel y Raúl Castro habían sido eliminados por los marines, envenenados por algún agente de la CIA o muertos por una multitud enfurecida, como aconteció con el rumano Nicolae Ceascescu y su esposa.
 
Pero lamentablemente para los gobernantes estadounidenses, sus deseos y planes no tuvieron asidero en la realidad. Cuba siguió enhiesta a sólo 90 millas de La Florida, con su gente estudiando, trabajando, investigando, progresando, haciendo arte y tantas cosas más, sin olvidar sus menesteres de defensa nacional, por las dudas…
 
Fidel, con sus 83 años a cuestas y un grave problema intestinal en 2006, dejó la presidencia. Pero la estadística dice que en 2009 publicó 111 artículos en la prensa cubana, con honda repercusión en los medios internacionales. Los escribió y firmó de puño y letra; deberían tomar nota varios de esos líderes norteamericanos a los que les escriben los discursos; luego los leen con papeles a la vista o mirando el teleprompter para simular espontaneidad.
 
“Señores imperialistas, no les tenemos absolutamente ningún miedo”, rezaba un cartel colocado por los cubanos cerca de la Oficina de Intereses de EE UU en La Habana. Podrían agregar otro: “La revolución cumplió 51 años, sus pronósticos han fracasado totalmente”.
 
¿51 o 52?
 
El 1 de enero de 2009, el año pasado, los cubanos festejaron el 50 Aniversario del triunfo de los barbudos. El 1 de enero reciente la prensa cubana festejó el Año 52 de la revolución, lo que dejó algunas dudas matemáticas. El diario Granma se vio en la necesidad de publicar la nota “¿Por qué es el Año 52 de la Revolución?”. Allí explicó: “quizás el siguiente ejemplo ayude a comprender mejor el asunto. Al nacer un niño su primer año empieza a contar desde el propio momento del parto, es decir, incluye ese y cada uno de los 364 días siguientes, hasta completar el calendario de los doce meses. Y justo desde ese instante comienza a vivir su segundo año. Esta lógica indica que en el transcurso del 2010 estamos en el Año 52 de la Revolución”.
 
Sí, ha comenzado el año 52 de aquella gesta, pero el aniversario recién se cumplirá el 1 de enero de 2011. Fidel Castro, nacido el 13 de agosto de 1926, tiene ahora 83 años y quizás se moleste si Granma le explica que son 84.
 
Quizás las viejas discusiones matemáticas sobre el número cero, ayudarían a aclarar el punto, aunque los estudiosos aún no se han puesto de acuerdo en si ese número fue inventado por los árabes o los mayas o los babilonios.
 
Por la dudas, el cronista nacido el 27 de mayo de 1950, aclara que aún tiene 59 años y recién cumplirá 60 el 27 de mayo de 2010.
 
Lo más importante es cómo está la isla en su aniversario 51. Bien y regular al mismo tiempo, podría ser una respuesta aproximativa, pero mucho mejor que los agoreros del imperio que venden profecías sobre su inminente y nunca verificada desaparición.
 
En estos fracasos monumentales mantiene con holgura su “pole position” el argentino de Miami, Andrés Oppenheimer, quien el 29 de octubre de 1993 publicó su libro “La hora final de Castro”. Por vender basura primero que sus colegas, le pifió hasta ahora por nada más que 16 años, salvo que la “hora” de Oppenheimer dure tanto tiempo en vez de 60 minutos.
 
Cuba empieza bien a vivir el Año 52 del profundo cambio social porque tiene un buen gobierno, honrado y barato como pedían los Comuneros de la París de 1871. El 20 de diciembre pasado, en la última sesión del año de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento), Raúl Castro y los ministros rindieron informes. Y hablaron con la verdad de la difícil y austera economía que prevén para este año.
 
A nadie le gusta que le hablen de tantas dificultades; mejor es recibir buenas noticias. Pero a los cubanos no les mienten. Que a uno le digan mentiras, eso es lo típico del capitalismo, que pinta falsos paraísos y de golpe el mundo cuenta con 52 millones de nuevos desocupados, como en 2009. En el parlamento isleño se habla con la cruda verdad; no es un escenario casi prostibulario, donde muchos millonarios compran sus bancas y mandan los lobbistas, como en Washington y otras capitales.
 
 Buenas y regulares
 
Tener un buen gobierno no es una bendición que cayó del cielo sino, en todo caso, una conquista que bajó hace 51 años de Sierra Maestra y que, con unidad, diferencias y rectificaciones, se mantuvo hasta hoy.
 
Así se explica que la Mayor de las Antillas ostente un índice de mortalidad infantil de 4.8 por mil de nacidos vivos, la mejor performance de toda América, incluyendo Canadá y Estados Unidos, que tuvieron un registro de 6 y 7 por mil respectivamente (UNICEF, “El estado mundial de la infancia 2010”, cifras referidas a 2009).
 
¿Cuánto vale haber alcanzado esa excelencia en el cuidado de la vida de los niños en su primer año de vida? ¿Y cuánto haber llegado a una esperanza de vida de 78 años, veinte más que al momento de tomar el poder?
 
Se podría hacer una tercera interrogación: ¿cuánto importa que de los 146 millones de chicos que padecen desnutrición severa en el mundo, ninguno sea cubano, según estadística de UNICEF?
 
Los anticomunistas dirán que eso es propaganda cubana. Que se sepa, los hermanos Castro no han tomado la dirección de la agencia de la ONU referida a la infancia. Es propaganda basada en hechos, como la que tuvo que leer el papa Juan Pablo II en enero de 1998 cuando llegó a La Habana y en el aeropuerto había un cartel que decía: “Esta noche millones de niños dormirán en la calle. Ninguno de ellos es cubano”.
 
Junto con esos logros, que también están en lo educacional, cultural, científico, deportivos y tantos otros, hay que decir también que Cuba tiene serios problemas económicos y financieros.
 
Hubo en ello razones de orden externo, de fuerte impacto, como la crisis económica internacional, que redujo el comercio de la isla con el mundo en un 36 por ciento. Su principal producto de exportación, el níquel, bajó su cotización de 60.000 dólares la tonelada a sólo 10.000.
 
También pesó en forma adversa el eterno bloqueo estadounidense, que encarece compras desde mercados más lejanos, dificulta ventas propias y niega los préstamos, con daños directos multimillonarios desde 1962. Encima, promediando 2008 hubo tres feroces huracanes que provocaron daños por 10.000 millones de dólares.
 
Todo eso pesó para que la economía creciera 1.4 por ciento, cuando a principios de año se tenía un cálculo del 6.
 
No todas las adversidades fueron foráneas. En marzo del año pasado hubo recambios de ministros y funcionarios, y eso no habrá sido porque los desplazados tuvieran un buen desempeño. La productividad del trabajo bajó 1,1 por ciento, lo que abre un debate sobre si se trata de un menor entusiasmo de los empleados o deficientes métodos de los dirigentes estatales, o una mezcla de ambos.
 
De todos modos, con el apoyo del 97 por ciento de su gente, con Venezuela y China como sus dos mayores socios y cooperantes, con el agradecimiento de todos los países beneficiados por las misiones médicas y educativas cubanas, con el voto de 187 miembros de la ONU en contra del bloqueo estadounidense, etc, la Patria de José Martí seguirá andando nomás, para utilizar una expresión del obispo argentino mártir, Enrique Angelelli. Otro pelotazo cubano ha entrado en el arco del Departamento de Estado. Ya van 51 goles o 52, según como se cuente.
 
https://www.alainet.org/es/active/35369
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