Declaración de la Central de Trabajadores de Cuba

Una Revolución sólo es verdadera si sabe defenderse

17/04/2003
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La Revolución Cubana ha sido objeto por más de 40 años de toda clase de agresiones por parte de la mayor potencia militar, política y económica de la historia: los Estados Unidos de América. Desde el mismo triunfo de la Revolución, los sucesivos gobiernos norteamericanos han lanzado contra nuestro país invasiones militares, guerra biológica y bacteriológica, ataques terroristas, planes de atentado contra los principales dirigentes del país, creación de bandas y grupos contrarrevolucionarios en Cuba y en el exterior, miles de horas de trasmisiones de radio y televisión para promover acciones desestabilizadoras, y el más prolongado y genocida bloqueo económico que haya conocido la historia. Todo, con el propósito manifiesto de destruir la Revolución e implantar de nuevo el capitalismo en nuestro país. El pueblo cubano, principal exponente de la Revolución Cubana, ha tenido que pagar el precio de la pérdida de miles de vidas de sus hijos por defender su derecho a construir, como incluso lo establecen todas las convenciones internacionales, el sistema económico, político y social que queremos darnos los cubanos. Sólo la unidad inquebrantable de la inmensa mayoría de los cubanos, de los trabajadores y campesinos, de los estudiantes, de los intelectuales y artistas, de las mujeres y hombres de nuestro pueblo en torno a la dirección histórica de la Revolución, ha hecho posible la defensa del socialismo, de nuestra independencia y nuestra soberanía. Con la desaparición de la URSS y del socialismo europeo, cuando en Occidente celebraban la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, pocos advirtieron el enorme peligro que significaba el advenimiento de un mundo unipolar bajo los designios de Estados Unidos. Los acontecimientos de los últimos años han servido para demostrar, con creces, que el Imperio ha consolidado su enorme poder y que pretende que el mundo se rija bajo las reglas impuestas por Washington. El dominio absoluto sobre todas las instituciones financieras internacionales y la aceleración de la implantación despiadada de la globalización neoliberal, el desconocimiento y consecuente destrucción del sistema de Naciones Unidas, el respaldo criminal a Israel para su política de aniquilación del pueblo palestino y las guerras genocidas contra Yugoslavia, apoyada, incluso, por algunos importantes sindicatos europeos, contra Afganistán luego y ahora contra Irak, ponen al desnudo la verdadera naturaleza del Imperio y de quienes, sumisos y obedientes, han acompañado al amo en sus fechorías por el mundo. En estas circunstancias, cuando se ha instalado en la Casa Blanca un grupo de halcones dispuesto a llevar hasta sus últimas consecuencias su propósito de someter al mundo a sus pies, la Revolución Cubana no tiene otro camino que defenderse. El pueblo cubano no puede olvidar que el actual presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, ocupa la Casa Blanca gracias al colosal fraude orquestado en la Florida, en contubernio con la Mafia cubano-americana allí radicada, y que a ella debe el sr. Bush grandes favores que ha de pagar por el actual y su pretendido próximo mandato. Los trágicos y dolorosos sucesos del 11 de septiembre, que costaron la vida de miles de personas inocentes, han servido sin embargo para, en nombre de la lucha contra el terrorismo, someter a otros pueblos y aplicar nuevas y sofisticadas políticas macartistas contra el propio pueblo norteamericano. Los últimos años, los cubanos hemos visto cómo se han incrementado los planes para desestabilizar la Revolución: recrudecimiento del bloqueo genocida, la mayor violación colectiva de los derechos humanos de todo un pueblo; el mantenimiento de la criminal Ley de Ajuste Cubano con el fin de promover la emigración ilegal hacia Estados Unidos y estimular el robo por la fuerza de barcos y aviones, con lo cual ponen en riesgo la vida de cientos de personas, incluyendo mujeres y niños. Los ejecutores de estos actos terroristas, una vez que arriban a territorio norteamericano son recibidos como héroes y allí se les brinda total impunidad; el apoyo descarado a los actos terroristas que desde Miami se organizan contra Cuba; el juicio amañado y las duras condenas contra cinco jóvenes cubanos sometidos a crueles y brutales castigos; la creación, financiamiento y apoyo logístico de supuestas organizaciones políticas, sindicales y de derechos humanos en nuestro país, que sólo existen en la imaginación enfermiza de los que, sometidos al Imperio, quieren ver aparecer en Cuba, con los fantasmas de la contrarrevolución. Los hechos recientes son el resultado de una intensa y agresiva campaña del gobierno de Estados Unidos encaminada a minar el apoyo de nuestro pueblo a la Revolución y preparar las condiciones para actos de mayor envergadura. Sólo así puede explicarse la frenética actividad conspirativa del jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana y la enorme irresponsabilidad con que la actual administración norteamericana promueve y estimula la violación de los acuerdos migratorios suscritos entre ambos países. Los que han seguido de cerca la historia de la Revolución, saben que este es el único país de nuestro hemisferio donde, a lo largo de más de cuatro décadas, no ha habido un solo torturado, desaparecido, o asesinado. La Revolución Cubana se ha visto obligada ahora a adoptar duras medidas que no deseaba, pero no ha quedado otro camino que hacer valer las leyes que garanticen nuestra propia independencia y soberanía y la seguridad de nuestro pueblo. En cualquier país del mundo los que sirven a una potencia extranjera, en contra de los intereses de su propio país, son considerados traidores, y si ese servicio se presta en condiciones de un país permanentemente amenazado y agredido, aumenta la gravedad de sus actos. Los trabajadores cubanos, que hemos consagrado nuestras vidas a la defensa de la Revolución, por encarnar nuestros más caros sueños de libertad y justicia social, sabemos que lo que está en juego es nuestra propia existencia como nación verdaderamente libre e independiente y que, quienes conspiran con el gobierno que ha dedicado todo su poderío para destruir la Revolución, no pueden ser tratados sino como vulgares mercenarios pagados por el Imperio. La gran campaña que los medios de difusión, en su inmensa mayoría al servicio de los poderosos, han desatado en torno a estos hechos demuestra la insana intención de condenar y desacreditar a nuestro país. Como quedó demostrado en los procesos judiciales llevados a cabo, todos los acusados tuvieron defensores y todos los defensores tuvieron oportunidad de contactar a sus defendidos con las garantías procesales indispensables. Se actuó, en todos los casos, de acuerdo con las leyes que rigen en nuestro país, leyes muy parecidas o iguales a las que existen en muchos países del mundo. No ha sido castigado nadie por el derecho de disentir, sino por el deleznable delito de traicionar a su propio pueblo. Es absolutamente falso, y detestablemente mal intencionado, como las fechas de las detenciones demuestra, el argumento de que Cuba actuó contra estos sujetos luego de iniciada la criminal guerra contra Irak para evitar la publicidad y la condena internacional. Los que así lo afirman no conocen que nuestro país asume, como ha asumido siempre, la total responsabilidad de sus actos y que cuando se actúa sobre la base de principios sólo hay que responder ante ellos. No deben olvidar que estos hechos ocurrieron mientras la Unión Europea analiza la entrada de Cuba al Acuerdo de Cotonou y mientras Estados Unidos montaba su tradicional farsa anticubana en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, que sólo sirve a sus intereses de perpetuar el criminal bloqueo contra Cuba. Los que nos conocen bien saben que Cuba no ha actuado nunca por oportunismo político. Es falso también que entre los sancionados haya dirigentes sindicales. Los más de medio millón de dirigentes sindicales cubanos, que en representación de tres millones y medio de trabajadores afiliados, actuamos permanentemente en defensa de sus derechos, estamos hoy, más que nunca en el bando de los que -como decía nuestro José Martí- "aman y fundan", frente a aquellos que "odian y destruyen". Los trabajadores del mundo conocen, aunque se le pueda olvidar a algunos dirigentes, que los sindicatos sólo tienen razón de ser en los centros de trabajo, elegidos por los trabajadores y con el apoyo de estos y no los que pretenden fundar sindicatos en tertulias nocturnales al amparo de poderosos amos y unos cuantos acólitos siempre dispuestos a demostrar su "generosidad". De igual manera, los que en cualquier país del mundo luchan honestamente contra el terrorismo, debieran saber que no existe terrorismo bueno y terrorismo malo. Toda manifestación de terrorismo es incompatible con los valores éticos del ser humano. Son tan responsables de terrorismo los que demolieron con su acción las torres gemelas de Nueva York, como los que actúan desde Miami para hacer estallar aviones cubanos en pleno vuelo, como ocurrió con una aeronave cubana con 76 pasajeros a bordo, sobre las aguas de Barbados. Son igualmente terroristas quienes organizan y ponen bombas en los hoteles, restaurantes y monumentos en Cuba, o los que, alentados por las cómplices políticas de Estados Unidos, secuestran aviones y barcos dispuestos, de hecho, a hacerlos estallar, poniendo en peligro inminente la vida de cientos de personas inocentes. Por luchar contra el terrorismo se encuentran hoy en prisiones de Estados Unidos, cumpliendo largas condenas, incluso de cadena perpetua, y largos períodos de aislamiento, sin asistencia legal, cinco valerosos jóvenes cubanos por el sólo hecho de infiltrarse en los grupos terroristas que actúan en aquel país y alertar sobre sus acciones a los gobiernos de ambos países. Ellos no pusieron en peligro la vida de ningún ser humano, no utilizaron la fuerza en su heroica labor al servicio de su pueblo. Son sencillamente inocentes de todos los cargos que se le imputan, pero contra ellos ha caído todo el peso del odio visceral de los enemigos de la Revolución. Muchas organizaciones y personas de todo el mundo han levantado su voz en solidaridad con nuestros cinco compatriotas. Otras organizaciones y personas, sin embargo, han preferido callar semejante crimen. Algunos pudieran argumentar falta de información, y están en lo cierto. No les interesa a los grandes medios de comunicación sacar a la luz tal página de flagrante violación de los más elementales derechos humanos. Se ponen todos, sin embargo, al servicio de los peores intereses para engañar, tergiversar la verdad, difamar y mancillar la obra humana de este pequeño país que, pese a la criminal guerra que dura ya más de cuarenta años, está de pie y luchando, no sólo por su derecho a construir su propio futuro, sino también, por el derecho de todos los pueblos del mundo al pleno disfrute de todos los derechos humanos, los civiles y políticos, pero también el derecho al trabajo, a la alimentación, a la salud y la educación para todos, en fin el derecho a una vida decorosa y digna para los millones de seres humanos que, excluidos de todo derecho, viven hoy en condiciones infrahumanas en muchas partes del mundo. Abril 18 de 2003 Comité Nacional
Central de Trabajadores de Cuba
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