Liberalismo esquizofrénico y dolarización

08/01/2010
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El segundo quinquenio de los 90 estuvo signado para la economía internacional por la denominada crisis asiática, inaugurada con el derrumbe del bath tailandés en 1997, a la cual siguieron las tormentas financieras en Rusia y Brasil, así como un deterioro de la situación en la vecina Colombia.
 
No obstante su condición de eslabón perdido en la cadena del capitalismo mundial, Ecuador resintió esas conmociones a través de la caída de sus exportaciones primarias (petróleo, banano, camarón, flores) y de la contracción de los flujos de inversión productiva externa. La asfixia fiscal no se hizo esperar, agudizada por las protuberancias del servicio de la deuda y por los coletazos de la corriente de El Niño que, entre l997 y l998, arruinaron la agricultura y la infraestructura de la Costa.
 
Fracaso de la “economía de pizarra”
 
Este orden de factores –desarreglos externos y fiscales- galvanizaron una situación recesiva que no tardaría en proyectarse al sector financiero, que hasta entonces había sido el principal beneficiario de un modelo económico especulativo exacerbado por las reformas liberales y aperturistas del gobierno de Sixto Durán y el “mago” Alberto Dahik. En esencia, tal modelo consistía en privilegiar al capital financiero sobre el capital productivo y en fomentar el ingreso de capitales externos cortoplacistas –golondrinas- garantizándoles altas tasas de interés.
 
Cuando Mahuad juró la presidencia con su recordado discurso cosmogónico del 10 de agosto de l998, el terreno de las finanzas estaba minado, tanto por las tendencias económicas descritas como por los recurrentes prácticas permisivas e inmorales de la mayoría de entidades bancarias. Apenas dos semanas después de la posesión del mandatario demócrata cristiano, el ministro de Finanzas, Fidel Jaramillo, anunció la liquidación del Banco de Préstamos. En noviembre del referido año y a pesar de un “jumbo” e ilegal préstamo de salvataje por 760 millones de dólares otorgado por el Banco Central, se derrumbó La Filantrópica (Grupo Isaías), supuestamente la institución financiera más poderosa del país.
 
El liberalismo esquizofrénico de Mahuad –Estado del Bienestar para los ricos, Estado mínimo para los pobres- terminó por desnudar el descalabro económico-financiero que había incubado en Ecuador su adhesión a las fórmulas del Consenso de Washington.
 
Presionado por la vieja oligarquía liderada por el socialcristiano León Febres Cordero, el gobierno mahuadista hizo aprobar en el Congreso, a fines del 98, la creación de la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD), un instrumento de proteccionismo estatal a la bancocracia. Igualmente, respaldó un proyecto de ley, promovido por el diputado Jaime Nebot Saadi, delfín de Febres, que sustituyó el Impuesto a la Renta por el Impuesto a la Circulación de Capitales (ICC). La entrada en vigor de esta última legislación resultó en el detonante de la hecatombe económico-financiera ecuatoriana, ya que, para eludir el nuevo tributo, los banqueros e inversionistas nativos y extranjeros intensificaron sus operativos de descapitalización del país.
 
Similar efecto tuvo la desaprensiva decisión oficial de disponer, siguiendo la recomendación del FMI, la flotación del tipo de cambio. Solamente entre enero y febrero de l999 se estima habrían fugado 2 mil millones de dólares, un equivalente a la mitad de las exportaciones anuales de Ecuador. Por su lado, el servicio de la deuda extenuaba el presupuesto estatal (a comienzos de ese año el 80 ciento de los ingresos ordinarios del Fisco se destinaba al pago de ese tributo imperial, compartido también por conocidos “buitres” criollos). En este contexto, el colapso del sistema financiero se había tornado inminente y llegó en marzo de l999.
 
Crack” bancario y socialización de las pérdidas
 
La primera y simbólica víctima del desbarajuste económico-financiero fue la moneda nacional. Entre el l y el 5 de ese mes, la memorable Semana Negra, el sucre se desplomó desde una relación de 7 mil por dólar hasta los surrealistas niveles de l7 y l8 mil.
 
A propósito de evitar nuevas “corridas” de depósitos y proteger a las entidades con problemas de liquidez –particularmente al Banco del Progreso (Grupo Aspiazu)-, Mahuad decretó un feriado bancario que se extendió entre el 8 y el l2 de marzo. La reapertura del sistema se concretó simultáneamente a un congelamiento de la gran masa de depósitos e inversiones del público, unos 4 mil millones de dólares. El “corralito” ecuatoriano perjudicó directa e inmediatamente a dos millones de personas, pese a lo cual la mayoría de entidades financieras terminó desmoronándose. A la emblemática quiebra del Banco del Progreso, en abril del 99, siguieron el Banco Popular, Pacífico, La Previsora, Azuay, etc. La debacle bancaria se cerró con la estatización reaccionaria del 70 por ciento del sistema financiero y con la fuga a Miami de los principales actores y responsables.

El tsunami financiero de hace una década prefigurado por la quiebra del Banco Continental, en 1995, tuvo corolarios de inmensa trascendencia. Aparte de la distribución de las pérdidas en un monto que se ha establecido en unos 8 mil millones de dólares, el derrumbe de bancos y financieras debilitó a las finanzas públicas al punto que, en septiembre del 99, Mahuad se vio forzado a declarar la moratoria de la deuda Brady, aproximadamente unos 6.000 millones de dólares, y abdicar de la soberanía monetaria mediante la inconstitucional dolarización dispuesta el 9 de enero del 2000, medida que nos convirtió en una opaca estrella de Washington y Wall Street.
 
Acción y reacción
 
Logro pírrico el de Mahuad, ya que pocos días después, el 21 de ese memorable enero, abandonado por la Casa Blanca ocupada por Bill Clinton y por la oligarquía doméstica, debido a su desgaste para instrumentar la dolarización, el avance de las privatizaciones y un régimen secesionista de autonomías provinciales, fue depuesto por una vasta movilización ético-nacionalista protagonizada por organizaciones campesino-indígenas respaldadas por mandos medios del Ejército.
 
Conforme al viejo Borges, la vida de las sociedades no es más que un encadenamiento de simetrías. Diez años después de los referidos episodios, la escena político-económica ecuatoriana parece avalar la teoría del autor de La historia universal de la infamia.
 
- René Báez, International Writers Association
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