No esperes lo que el Estado plurinacional puede hacer por nosotros

30/12/2009
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Después de haber despedido los restos mortales de un pastor presbiteriano, salíamos del Cementerio General en la ciudad de La Paz. Abordamos un minibús de transporte público, en el que públicamente te maltratan, atropella todas las normas de tránsito y casi siempre te lleva por rutas inciertas.

En el camino, ante una infraganti infracción de tránsito, se nos acerca un policía. Un indígena como las y los ocupantes del minibús. Quien, mostrando su cuaderno de infracciones se dirige al conductor, también aymara, y éste automáticamente sacando su billetera le dice: “Ya, pues, oficial arreglaremos estito”. El oficial, ante nuestra mirada complaciente, recibe los 20 Bs. (cerca de 3 dólares) del conductor y se retira guardando su cuadernillo.

Desde las esferas gubernamentales y desde los movimientos sociales e indígenas, se dice que hay cambios en Bolivia. Cambios de paradigmas culturales, políticos, económicos, sociales, religiosos, etc. Y es verdad.

Ahora, en Bolivia, más del 95% del electorado acude a las urnas a depositar su voto, mientras que en los países europeos y en los EEUU., no llegan al 50% del electorado. El fallido Estado Nación ha sido sustituido por el inédito Estado Plurinacional, cuya institucionalización normativa aguarda a las y los asambleístas plurinacionales. Bolivia, el pasado 6 de diciembre, se ha apropiado con un histórico 64% de votos, del proceso de cambio encabezado por el Compañero Evo Morales, quien, hasta donde se ve, hace honor, con su conducta, a su apellido.

Hay cambios. Bolivia, mientras el mundo vivía su peor crisis financiera global, ha sido uno de los pocos países que ha crecido económicamente en la gestión 2009. Actualmente tiene una reserva financiera internacional sin precedente cercano a los 9 mil millones de dólares. Cierra sus gestiones casi siempre con superávit fiscal. Su crecimiento macroeconómico la ha liberado del nefasto destino de ser calificado como “uno de los países más pobres de Latinoamérica, superado sólo por Haití”. Aunque esto todavía no se refleje en la economía familiar.

La ciudadanía lo siente. Hay cambios. Las y los mestizos privilegiados se sienten incómodos, no sólo porque irrumpen otros colores y olores en las instituciones públicas estructuradas por y para los mestizos, sino porque los despreciados estilos de vida indígena comienzan a ganar terreno público. El asunto es mucho más que la simple lucha de clases. Se está intentando mover y remover paradigmas. Quizás todavía no sabemos con exactitud qué es lo que queremos, pero sabemos lo que no queremos.

En este contexto es importante y urgente reflexionar sobre nuestra convicción y compromiso con este proceso. Está demostrado. Se pueden cambiar constituciones y gobiernos, pasar de la resistencia al poder, aprobar nuevas leyes, acumular y tener millones de dólares, refundar y crear empresas estatales, redistribuir la riqueza, cambiar colores y aromas institucionales, ser anti imperialistas. Es posible la revolución política. El asunto es, ¿cómo hacer que la revolución política se transforme en una revolución moral y cultural?

Ahora podemos alardear de ser indígenas. Y lo hacemos muchas y muchos. Vestimos bayetas en lugar de poliéster, abarcas en lugar de zapatos, mascamos coca en lugar de chicle. La o el que menos quiere ser, hoy, neo andino. Pero no se cambia el sistema por no usar corbata o traje. Como tampoco la bayeta o las abarcas son necesariamente depositarias de la buena moral. La superficie no cambia a la sustancia. Muchos revolucionarios de los 60 y 70 del pasado siglo son, hoy, neo capitalistas cool y cultivan un estilo de vida funky. Muchas y muchos ambientalistas son, hoy, los principales consumidores de los viajes aéreos. ¿Qué cambia?

Esta reflexión es para mí, para Ud. y para todos cuantos nos vanagloriamos de promover cambios en Bolivia. El auténtico y sostenible cambio se produce en las membranas más profundas del corazón y en las profundidades más insondables de las entrañas. El verdadero cambio comienza en cada uno de nosotros/as.

Comienza cuando nos indignamos con nuestra pasividad cómplice con la corrupción pública y privada. Comienza cuando renunciamos a nuestros privilegios y hacemos que todos disfrutemos de nuestros derechos. Garantizamos la sostenibilidad el cambio no sólo cambiando nuestras aptitudes y actitudes, sino heredando a nuestros hijos un patrimonio ético probado con nuestros testimonios.

El cambio sólo es sostenible si somos capaces de reconocer al hermano/a en las penumbras radiantes del amanecer que tarda en clarear, y si no claudicamos en nuestras opciones fundantes que impulsaron este proceso de transformación. No esperemos qué puede hacer Evo o el Estado Plurinacional por nosotros. Esforcémonos en lo que podemos y debemos hacer cada uno de nosotras/os por la Bolivia que siempre hemos soñado, pero que nunca nos hemos atrevido, porque nunca fuimos capaces de apostar lo cierto por lo incierto para ir detrás de nuestros sueños.

- Jubenal Quispe es periodista quechua boliviano. 

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