Una factoría de dignidad
Cinco años de la Escuela Nacional Florestan Fernandes del MST
12/01/2010
- Opinión
Este enero de 2010 se cumplirán cinco años de la Escuela Nacional Florestan Fernandes, un proyecto educativo creado y dirigido por el Movimiento Sin Tierra de Brasil que se ha convertido en un referente pedagógico para toda América Latina e incluso para todos los países del Tercer Mundo. Ubicada a 65 kilómetros de Sao Paulo, esta Escuela se autodefine como “resultado de un cúmulo de experiencias que proponen el desafío y la profundización de las cuestiones políticas, económicas y sociales referentes a las prácticas de las organizaciones de trabajadores del campo y de la ciudad, comprometidas con la superación de las injusticias sociales y la solidaridad entre los pueblos”. Según señalan, entre sus principios se encuentra, combinando la actividad teórica y la actividad práctica, “enraizar una conciencia crítica que posibilita impulsar la conquista de la autonomía histórica de la clase trabajadora”.
La Escuela Florestan Fernandes se inauguró en enero de 2005 a partir de un proyecto que nació en 1990. Aunque fue en 1996, tras la masacre de Eldorado dos Carajás, en la que diecinueve campesinos del MST resultaron muertos y otros 46 heridos por la policía militar del Estado de Pará, cuando se decide crear un espacio físico para centralizar un proyecto de formación. Entonces se inicia una gran campaña internacional de recogida de fondos para el proyecto. Ya desde su construcción se trató de un proyecto peculiar. Participaron en esa labor 1.200 militantes del MST de todos los Estados de Brasil que, mediante trabajo voluntario, le dedicaron periodos de tres meses convirtiendo esa labor en un proceso pedagógico de compromiso y solidaridad. Cinco años después más de dos mil personas han pasado por este centro para entregar voluntaria y desinteresadamente su trabajo.
Se eligió Sao Paulo por tratarse de un centro universitario. El objetivo era crear un espacio de educación y formación para el MST, donde se conjugase el debate y la academia. De modo que se acumulase experiencia al tiempo que se incorporan conocimientos académicos. Hoy se imparten allí cursos, como el que hemos podido observar durante nuestra visita, de Teoría Política Latinoamericana, que dura cuatro meses y cuenta con 80 alumnos de diferentes países. O un seminario sobre Rosa Luxemburgo. Al año pasan por la escuela 3.000 personas entre alumnos y profesores.
Hoy los responsables de la Escuela tienen claro que ya no pertenece sólo al MST sino a otras organizaciones con las que comparten ideas y principios. De hecho, no sólo gran cantidad del alumnado no pertenece a este movimiento, ni siquiera son brasileños, sino que un 30 % de los profesores tampoco lo son, se trata de amigos de la organización y del proyecto que colaboran desinteresadamente.
Las temáticas de estudio son diversas. Desde pedagogía a agronomía, pero también teoría política, educación de campo, economía. Existen lo que denominan cuatro núcleos o ámbitos: De cursos libres, de Cursos Técnicos, de Graduación y de Especialización o Posgrado. Estos últimos en convenio con varias universidades, lo que les permite acceder a recursos del gobierno federal. En total se contabilizan aproximadamente cincuenta cursos, algunos desarrollados por todo el territorio brasileño, también por el MST. Su método pedagógico se fundamenta en la alternancia entre educación y trabajo, de forma que se contemplan 60 días de clases lectivas y otras sesenta de trabajo comunitario.
Las instalaciones de la escuela la integran un edificio pedagógico formado por tres salas con capacidad para 210 personas, el auditorio Rosa Luxemburgo para 200 personas, otros dos auditorios para cien asistentes, una biblioteca con 40.000 títulos y una sala de informática. La Escuela tiene capacidad para alojar en régimen de internado a doscientas personas en cuatro edificios y un comedor para 400 personas. Cuenta también con un guardería para atender a los hijos de las alumnas de modo que se pueda favorecer la participación de las mujeres.
Todos los que trabajan en la Escuela son militantes del MST que lo hacen de forma voluntaria, son unas 28 personas destinadas a la escuela por un periodo de dos años. En cuanto a los cargos directivos, son colegiados, no existe una jerarquía de director o presidente, sino un equipo directivo.
La selección de los alumnos que no son miembros del MST corresponde a las organizaciones a las que pertenecen en su país, son éstas las que asumen los gastos del pasaje y de los gastos personales. El objetivo es que los estudiantes procedan de países del Tercer Mundo, con especial atención a América Latina y África.
Respecto a la forma de financiación de la Escuela, procede de las organizaciones de amigos del MST que hay por todo el mundo, ONGś -como Cáritas de Alemania- o recursos gubernamentales a través de los acuerdos académicos con universidades públicas. Existen también actividades, conferencias, seminarios, homenajes con proyección internacional que pueden lograr financiación propia. Los asentamientos campesinos del MST proporcionan algunos alimentos para el consumo diario, y otra parte procede de la propia Escuela, donde se cultivan hortalizas, frutas y legumbres.
La denominación de la escuela es un homenaje al maestro y sociólogo Florestan Fernandes (1920-1995), a quien el MST admira y reconoce así “por su trayectoria de vida incansable y coherente con la lucha de los trabajadores y trabajadoras”. Crítico severo del capitalismo, Florestan Fernández defendió la libertad, la democracia y una sociedad más justa y fraterna. Florestan creía que el máximo número de personas debía de tener acceso al conocimiento, lo que va paralelo a la preocupación del MST “de que la lucha por la tierra deba continuar hasta el día en que cada familia de trabajadores conquiste su emancipación”.
La escuela que lleva su nombre es una experiencia sin duda a la altura de este gran sociólogo y de la impresionante capacidad organizativa del MST. Se trata de una de esos ejemplos que muestran que se puede avanzar en las peores condiciones de adversidad.
- Pascual Serrano/ Correo del Orinoco - 12/01/2010
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