La tragedia de Haití, apocalíptica

14/01/2010
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No hacemos caso a la madre Naturaleza que, convulsa, se defiende de nuestros ataques. Duele que sean los más débiles quienes sufran sus contracciones. ¿Qué hacer, cómo ayudar?
Ahora, ante el seísmo, todos estamos chocados por la tragedia que ha segado tantas vidas. Las fuerzas de la Naturaleza, incontrolables, nos quieren avisar del peligro que nos azota, quién tenga oídos escuche, quién tenga ojos visione el dolor. Todos somos responsables, controlemos nuestra manera de ser, de actuar, de contaminar.

Que nadie piense que, “total, por lo que yo hago… no repercute en el medio ambiente”. Recién, escuché a Evo Morales comentar, en unos encuentros, que, lo más urgente que tiene todo ser humano es preocuparse de la Pacha Mama. Que debemos defenderla, no abusar de nada de lo que nos ofrece. De lo contrario, no hará falta que hablemos de Derechos Humanos porqué en el mundo, no quedaran hombres/mujeres a defender, dado que la vida sobre el Planeta habrá terminado.
 
Hace años que unos pocos, a los que se tildaba de exagerados, de ilusos, empezaron a hablar de la necesidad de cuidar del Planeta, no abusar de lo que nos brinda de forma generosa, a no depredar, simplemente servirse de lo imprescindible. Medio mundo se rió de aquellos “hippys” que buscaban notoriedad. Hoy, cualquier niño sabe que no se puede abusar del agua, no se pueden contaminar ríos ni mares, que hay que proteger la flora y la fauna. Pero, ¿qué ocurre? Pues que algunos desalmados siguen cortando árboles, desecando corrientes de agua para servirse de sus cauces para construir, para habitar, otros pescan de forma desordenada y están acabando con muchas especies. ¿Resultado?
 
Las corrientes vuelven a sus cauces, donde fue desierto éste aparecerá de nuevo, lo que fue río de nuevo se llenará para poder seguir su curso cual estaba establecido. Antes pero, tormentas de hielo y nieve, pedrisco -así lo han augurado algunos chamanes para este 2010- acabaran con cosechas, sin cosechas muchas personas no tendrán lo indispensable para comer -ni vivir-.
Las entrañas de la tierra sienten dolores de parto y arremeten contra lo que encuentran a su paso. Y, ¿qué encuentran? Zonas humildes de mala cimentación, espacios que la mano del hombre enturbió con su voracidad sin que quienes tienen poder para decidir no lo hicieron, en un intento de aumentar sus arcas.
 
Los empeños que deben utilizar ahora los gobiernos, llegados a su debido tiempo para prevenir y no llegar a la cura de urgencia cuando ya todo huele a dolor y muerte, podrían haber mitigado tal vez evitado tanto dolor, tanta crueldad. Me imagino andando por Haití, escuchando el gemir de hombres-mujeres-niños bajo los escombros, imagen apocalíptica que tristemente se va repitiendo. ¿Seremos capaces de aprender la lección y evitar, en el futuro, saquear y rapiñar lo que no nos pertenece a pesar de ser un bien común? O decidimos poner las cartas boca arriba o el mundo está tocando la sinfonía -apoteosis-final. Desde aquí, mi rabia y mi dolor por tantas pérdidas humanas.

Montserrat Ponsa y Tarrés
Fundación Cultura de Paz
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