Ay, Cuba, si te dijera!

23/04/2003
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Entre amigos tambien debe ejercerse el derecho a discrepar y cualquier opinión por dura que parezca debe ser respetada. No nos deben temblar los labios para decir lo que pensamos, por mucho que en algunas circunstancias incomodemos y, a pesar nuestro, demos cierta satisfaccion al enemigo. César Vallejo advertía: "¡Cuídate del leal ciento por ciento!". Satanizar o insultar al aliado por pensar de modo diferente no es rasgo de serenidad ni de nobleza. Y digo esto por la ligereza con que han juzgado algunos militantes de izquierda a José Saramago y a Eduardo Galeano por haber expresado su desacuerdo con los recientes fusilamientos en La Habana; dos voces necesarias que suelen sacudir las conciencias y defender las causas más nobles, en su empeño por enmendar el rumbo del planeta; dos indiscutibles amigos de Cuba que han manifestado conmovidos sus puntos de vista sobre las ejecuciones. Me cuento entre los escritores que se han turbado con esa medida extrema tomada contra tres infelices. No dudo de que el secuestro de la lancha con pasajeros obedeciera a un plan orquestado, alentado y financiado por la Ayuda Exterior Norteamericana, cuyos planes constituyen los verdaderos intereses que defiende en Cuba el representante de USA, James Cason, provocador profesional que se permite reunir en su residencia a los grupos conspiradores, vinculados a través de él con la Fundación Nacional Cubano Americana de Miami, involucrada en secuestros, sabotajes, campañas conspirativas, asesinatos y actos terroristas. El diplomático Cason ha tenido la desfachatez de fundar el Partido Liberal Cubano; ningún país que se estime puede tolerar semejante intromisión, pues sus reuniones tienen el propósito criminal de crear las condiciones para una invasión a la isla. Por algo se desplegó en Miami en una marcha a favor de la guerra un cartel que decía: "Hoy Irak, después Cuba". Y esta es la consigna que pregonan los traidores que se hacen pasar por periodistas o disidentes y agitan en sus reuniones con Cason banderitas norteamericanas. Años atrás los opositores al régimen engendraron a un falso poeta y falso inválido -un tal Valladares- que en la intimidad hacía piruetas; ahora el nuevo circo promueve el nombre de un tal Payá, otro impostor que no llega siquiera a ser payaso completo. En muchos países existe la pena de muerte para los traidores a la patria, incluso en el Perú. No por esto deja de ser penosa la noticia de los fusilamientos, una sentencia innecesaria, aunque le reconozcamos a Cuba todo el derecho a defenderse. Bastaba el rigor de una larga condena en prisión. En esta hora en que hemos salido todos a protestar contra la muerte en el caso de Irak, ya nadie tiene la energía para soportar una muerte más, en cualquier lugar y por las razones que fuera. Es añadir más muerte en el planeta herido de muerte. Y menos todavía si se produce en la isla donde hemos depositado todas nuestras esperanzas, donde la revolución no ha dejado de luchar por defender la vida, ¡qué error mantener la pena de muerte! Ahora que la sensibilidad mundial dirige sus miradas contra Bush, los fusilamientos no han conseguido otra cosa que poner sus ojos de condena en Cuba. Abolir la pena de muerte cuanto antes en la patria de Martí sería sembrar una rosa blanca, sería una respuesta oportuna y generosa que devolvería la alegría y la fe, y el mundo sumido en sombras agradecería. La revolución solo necesita conservar su fuerza moral, su coraje y la solidaridad de los pueblos libres para defenderse. Dejemos a Bush solo, que cardos y ortigas cultive. Que solo a él lo arrulle el zumbido de una mariposa negra. Qué triste de otro lado el papel del gobierno peruano que ha quebrantado nuevamente una tradición de honor en sus relaciones con Cuba, una amistad solidaria soldada con sangre desde la gesta de nuestros héroes. Qué incoherente su pronunciamiento oficial contra los fusilamientos y qué cinismo: mira con los ojos cerrados a los talibanes enjaulados en la bahía de Guantánamo; se le traba la lengua cuando de los derechos humanos de los iraquíes se trata; no dijo ni pío cuando el gobernador Bush mandó ejecutar a más de l50 condenados del Pabellón de la Muerte en Texas (entre ellos, menores y enfermos mentales); cierra la boca como una caja fuerte cuando China fusila; adopta una política internacional inconsecuente, que firma por un lado un acuerdo con Lula y, por otro, apoya con diligencia los mandatos del imperio: dos cañones de un fusil de doble moral. ¡Raúl Porras Barrenechea, cuánta falta nos haces, levántate maestro y danos una nueva lección!"
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