Veracruz, memoria viva
24/04/2003
- Opinión
Hoy se cumplen los 89 años de la ocupación de Veracruz
por el ejército de Estados Unidos. Aquel aciago día, sin
declaración de guerra, la armada gringa bombardeó el puerto y
la infantería de marina lo ocupó a sangre y fuego. Como los
federales habían abandonado la plaza, la defensa corrió a
cargo de la población y de los cadetes de la Escuela Naval
Militar. Durante tres días de desigual combate los jarochos
refrendaron su heroísmo. Y en los ocho meses que duró la
ocupación no hubo un solo día en que faltaran expresiones de
rechazo al invasor.
La ocupación de Veracruz resultó de una serie de
intrigas contra la Revolución. El embajador Wilson planeó el
golpe contra el Presidente Madero y su asesinato. Pocos días
después del cuartelazo, Woodrow Wilson llegó a la Casa Blanca
y de inmediato tomó distancia del usurpador y empezó a
acariciar la idea de encontrar en éste el pretexto de una
intervención armada. Huerta le resultaba incómodo no por
dictador sino porque la lucha que contra él libraba el
constitucionalismo estaba adquiriendo perfiles sociales y
contenidos nacionalistas. Emplazó más de 50 mil soldados en
la frontera y estacionó barcos de guerra frente a puertos
mexicanos.
En septiembre de 1913 en el Senado y en los más influyentes
periódicos gringos se empezó a promover una intervención
armada en México. A fines de aquel año el general Cándido
Aguilar se encontraba acampado con sus fuerzas a orillas de
la laguna de Tamiahua donde estaban fondeados varios barcos
de guerra gringos bajo el mando de Fletcher. Este le ordenó
al general Aguilar que abandonara la zona petrolera o
desembarcaría tropas. Aguilar le advirtió que si
desembarcaba le haría frente, incendiaría los pozos y pasaría
por las armas a todos los gringos que se encontraran en la
región. El bravucón Fletcher reculó.
El 9 de abril ocurrió un incidente menor en Tampico
entre soldados federales mexicanos y marinos gringos quienes
se quejaron de haber sido humillados y ultrajada su bandera.
Entonces Wilson obtuvo del Congreso de su país la aprobación
para emplear las fuerzas armadas para obtener de Huerta "el
más completo reconocimiento de los derechos y la dignidad de
los Estados Unidos". El 21 de abril el valentón Fletcher
ordenó a la artillería de sus barcos abrir fuego contra los
civiles que con más valor que armas defendían Veracruz de los
"marines".
El Departamento de Estado hizo llegar a Venustiano
Carranza una nota que ubicaba el conflicto con Huerta y no
con México. La respuesta del Primer Jefe, dirigida a Wilson,
fue tajante: el gobierno de Huerta es ajeno a la nación y no
es órgano legítimo de la soberanía nacional por lo que el
gobierno de Estados Unidos no puede dirigirse a él para
demandarle nada. Sus actos nunca serán suficientes para
llevar a México una guerra con Estados Unidos, "mas la
invasión a nuestro territorio, la permanencia de vuestras
fuerzas en el puerto de Veracruz o la violación de los
derechos que informan nuestra existencia como Estado
soberano, libre e independiente, sí nos arrastraría a una
guerra desigual, pero digna, que hasta hoy queremos evitar".
Argentina, Brasil y Chile se propusieron mediar en el
conflicto. Wilson y Huerta aceptaron la mediación pero
Carranza la rechazó no obstante que podría favorecer al
constitucionalismo. Más que una ventaja circunstancial,
Carranza buscó reafirmar la soberanía y no darle al gobierno
gringo excusa ni pretexto para intervenir en los asuntos
internos de México, más aún cuando a su aguda percepción no
escapaban las verdaderas intenciones de la intervención:
mediatizar el inminente triunfo del constitucionalismo,
contener el ascenso de las reivindicaciones nacionales y
agrarias, y legitimar la injerencia. En julio renunció
Huerta lo que dejó a la intervención sin pretexto. Sin
embargo Wilson ordenó la desocupación del puerto hasta
noviembre y no sin antes intentar condicionarla, lo que fue
enérgicamente rechazado por Carranza.
Este episodio fue decisivo para que la tradición
iniciada por Juárez cuajara en una política exterior basada
en los principios de no intervención y autodeterminación.
Pero esa política, que por su probada eficacia en la defensa
de la soberanía fue elevada a rango constitucional, ha sido
hecha a un lado por el gobierno actual. Al violar la
Constitución en materia tan sensible, el gobierno pone en
peligro a la nación.
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