Condenar a Cuba

25/03/2010
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La vuelta al día en ochenta mundos, tituló Julio Cortazar a uno de sus cuentos, en el que reflexiona sobre la inclusión de diversos criterios, distintas concepciones en la textualidad. Abusando de ese título, aquí se le da el significado de la duplicidad repetida en el discurso. En estos días, tal falta de ética ha sido el denominador común de muchas declaraciones oficiales contra Cuba. Por supuesto, el tema es dictado por los poderosos que aprovechan cualquier oportunidad para lanzarse contra Cuba. Washington encuentra así otra justificación para continuar con el criminal bloqueo, cien veces condenado por la asamblea general de la ONU, pero siempre ignorado por la potencia mayor.
 
Nadie esperaba que, el nuevo gobierno de Chile, fuese amistoso ni tan siquiera protocolar con Cuba. La posición de los grupos conservadores, tanto allí como en cualquier otro país, es conocida: coincidir con la actitud de Washington. De modo que, la condena por lo que ha dado en llamarse indolencia del gobierno cubano que provocó la muerte de Orlando Zapata, era esperada como una de las primeras declaraciones del nuevo gobierno de La Moneda. No importa que, las víctimas del terremoto que estremeció a Chile hace menos de un mes, hayan recibido la ayuda desinteresada de un pueblo que sufre severas condiciones de vida. Tampoco importa que, los médicos cubanos, estén allí en los lugares de mayor peligro. Adelante, que el gobernante debe fijar su posición en las relaciones internacionales, aún antes de atender a los damnificados por el terremoto.
 
Era de suponer, también, que el partido de gobierno buscara el apoyo de otros grupos. Ahí estaba la Democracia Cristiana ansiosa, como siempre, por acomodarse con el gobierno de turno. Es el mismo partido que compartió el gobierno con los presidentes que se sucedieron desde que Pinochet dejó La Moneda. Pero, como es comprensible, no estaba allí como impulsor de algún cambio. Al contrario, fue la garantía de que se mantuviese el tablero y las reglas de juego dejadas por el dictador. No hay que olvidar el papel que jugó la Democracia Cristiana desde los días previos al golpe de estado en 1973 y a lo largo de todo el tiempo que duró la dictadura.
 
Después de eso, la Democracia Cristiana, convivió otro largo periodo, con los socialistas. La Concertación fue un acuerdo de gobierno y se hizo bien. Tan bien, que Patricio Aylwin y Eduardo Frei fueron la transición para asegurar que, los socialistas de la coalición, no intenten cambiar el estado de cosas. De ese modo, los dos periodos siguientes, con presidentes socialistas, siguieron la línea trazada. Con tales antecedentes, no les pareció difícil convencer a sus aliados de integrarse a esa declaración de principios. La coleta de un pedido a Washington para terminar con el bloqueo a Cuba, apenas fue un agregado hueco, sin que llegue a alterar la rudeza del proyecto original.
 
Esta no es una intromisión en la política interna de Chile. Es una preocupación que nos alcanza a todos. Para esta política secante de los halcones de Washington, condenar a Cuba con cualquier motivo, es sólo uno de los objetivos que se propone. Cualquier acción que disguste a Washington, será considerada como una agresión. Y, en este momento, la mayor agresión es una política independiente como la que implementan varios presidentes de Nuestra América.
La ofensiva que se inició tomando como argumento la muerte de un preso, está dirigida a todos los países donde nuestros pueblos han elegido la libertad y la soberanía. Por eso, defender a Cuba no es un acto de solidaridad. Defenderla es una necesidad de autodefensa.
 
- Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia.
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