Un niño desnuda al sistema de salud boliviano

08/04/2010
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“Ayúdenme, me duele mucho y no puedo aguantar el dolor”, exclamó con su vocecilla el pequeño Alex   a través de la radio paceña Fides, no pudiendo soportar el dolor que le producen sus intestinos malogrados y por lo cual tiene que hacer sus necesidades por otras vías.
 
“Ayúdenme, no tengo plata para el tratamiento de mi hijo y no sé que hacer”, dice a su vez la madre del indefenso niño en la misma radio, implorando por la solidaridad de los paceños para reunir los 2000 bolivianos ($us 280) que le permitirían encarar en el Hospital del Niño un tratamiento de urgencia -que cuando menos- alivie su sufrimiento.
 
Todos las mañanas, en Radio Fides, el periodista Nicolas Sanabria conduce un espacio de ayuda y solidaridad social   que entre la buena onda de tender una mano a gente necesitada y desesperada, pone al desnudo, pero absolutamente al desnudo la pobreza estructural del sistema de salud pública en Bolivia y su incapacidad para atender con cirugías a la gente de escasos recursos.
 
Discursos oficiales, buenas intenciones de organismos internacionales, fondos de alivio a la pobreza, Unicef, generosos ofrecimientos de los países ricos, etc. Todo, todo se cae como casa en zona de terremoto cuando escuchamos el testimonio vivo y desgarrador de   este inocente angelito.
 
Se nos cae también la cara de vergüenza, al constatar que en nuestro país, tan bendecido por sus recursos naturales, todavía hay miles de madres que como la mamá de Alex exclaman en una esquina paceña   una angustia: “Dios porque soy tan pobre”.
 
Es innegable que como nunca antes, en los cuatro últimos tres años se implementaron medidas que intentan ponerle freno al drama de la pobreza en los servicios de salud, pero el problema   es muy grande como para encararlo sólo a través de algunas políticas sectoriales del área de salud o mediante la buena intención del gobierno y los organismos internacionales. 
 
La pobreza es un monstruo que en silencio se lleva vidas, familias y existencias. Opera en silencio porque su nido son los barrios marginales, las laderas de la ciudad y el área rural, donde no llegan las cámaras de la televisión ni los fotógrafos de los periódicos, lo que no quiere decir que el problema es inexistente.
 
Las deficientes condiciones de salud están socavando en silencio a la niñez y la juventud, razón por la cual existe un alto déficit en su rendimiento físico e intelectual.
 
Hace poco   Unicef alertó que existen cuatro millones de niños que viven en la pobreza en Bolivia. Más de 14.000 niños mueren antes de cumplir el primer año de vida y el 50 por ciento de estos fallece en el primer mes.
 
Esto es sencillamente violencia estructural porque es el sistema, el modelo de desarrollo vigente el que causa hambre, miseria, enfermedad y muerte a la población.
 
La pregunta es: ¿En 5 o 10 años seguiremos teniendo niños que como Alex le echen en la cara a la sociedad su insensibilidad en el tema de salud?
 
 La respuesta no es fácil o por lo menos la respuesta tiene que ser más amplia. O los actores políticos y sociales se ponen de acuerdo para encaminar un megapacto que de verdad tenga posibilidades de arremeter contra la pobreza o la voz de Alex se seguirá escuchando ad infinitum.
 
 El presidente Morales es un hombre de buenas intenciones, pero eso es tremendamente insuficiente frente al monstruo de la pobreza que no solo tiene siete cabezas, sino cuarentinueve.
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Grover Cardozo, periodista
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