Lugo se aleja de los movimientos sociales y de las izquierdas

22/04/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 443: América Latina en Movimiento No 443-444 06/02/2014
Las medidas políticas y económicas del gobierno de Fernando Lugo van asumiendo, cada vez más, los intereses de la oligarquía paraguaya. El desafío de las izquierdas aliadas del gobierno es construir una agenda política no sujeta a la línea del ex obispo, para ir acumulando fuerza y dirección unificada. 
 
“La gente empieza a perder la esperanza, la credibilidad (en el gobierno), y eso no es bueno”, diagnosticó días atrás el Obispo de los Departamentos de Misiones y Ñeembucu del Paraguay, monseñor Mario Melanio Medina, un miembro de la alta dirigencia católica que sabe palpar el sentir del pueblo, gracias a sus intensos contactos y tareas pastorales con los sectores populares paraguayos.
 
Eso que Monseñor Medina observa, a 8 meses de haber asumido el ex Obispo Fernando Lugo el gobierno, parece ir creciendo entre las mayorías sociales excluidas, al ritmo del paso del tiempo y de los actos concretos que el jefe de Estado viene ejecutando.  Es que las expectativas de cambio levantadas por Lugo en los sectores populares durante su campaña electoral, y luego, tras su resonante victoria, fueron muy altas.
 
El significado del 20 de abril
 
La victoria electoral de Fernando Lugo en las elecciones generales del pasado 20 de abril puso fin a 61 años de gobierno del Partido Colorado, el mismo que legitimó la dictadura de 35 años del ya fallecido ex dictador Alfredo Stroessner. Con aguda percepción, Lugo observó que las grandes mayorías sociales percibían claramente que el viejo partido de Stroessner ya no les era útil, ni económica ni políticamente, y actuó en consecuencia en el plano electoral. Hizo las alianzas precisas que requería el momento atando una coalición de partidos y movimientos de derechas e izquierdas; pronunció el discurso exacto que querían escuchar los sectores populares y los sectores de poder, y, utilizando su perfil de ex Obispo de los pobres, recorrió durante más de un año y medio todo el país hablando y escuchando a la gente. Según sus propias expresiones, desarrolló la estrategia del “mbytetepe, poncho juruicha”, palabras en idioma guaraní que significan: “Exacto en el medio, como la boca del poncho”, aludiendo a una política de centro-centro. Así, el 20 de abril de 2008, casi 200 mil personas hicieron la diferencia para el contundente triunfo de Lugo sobre la candidata presidencial del Partido Colorado. Esas 200 mil personas expresaban el deseo de cambio de las grandes mayorías excluidas. Las mismas que hoy van perdiendo cada vez más su esperanza en el “Obispo de los pobres”.
 
La realidad de los actos
 
Durante toda su campaña electoral, Lugo utilizó un cuidadoso discurso con el que supo levantar esperanzas tanto en las izquierdas como en las derechas oligárquicas. Palabras que prometían, a un mismo tiempo, la aplicación de reformas políticas y sociales importantes al viejo Estado Oligárquico Colorado, intacto hasta hoy, y políticas neoliberales “modernizantes” a los sectores oligárquicos. Tanto las derechas como las izquierdas del Paraguay estaban expectantes de lo que haría Lugo en sus hechos y actos concretos al asumir el gobierno.
 
Y los actos y las medidas de gobierno, hasta esta fecha por lo menos, parecen marcar una dirección política.
 
Esta tendencia se verifica en cómo distribuyó los cargos de su gabinete ministerial entre sus aliados. Los ministerios más importantes en recursos económicos y humanos fueron a parar a manos de su principal aliado: el Partido Liberal Radical Auténtico; salvo el Ministerio de Salud Pública, uno de los más importantes, entregó a los movimientos y partidos progresistas entes y secretarías de Estado escasos en presupuestos y en incidencia en materia social y política. No realizó, ni siquiera intentó, modificar el Presupuesto General de Gastos de la Nación, cuyos ingresos provienen en un 82% de impuestos indirectos (que pagan las grandes mayorías del país) y en un 18% de impuestos directos  (que proviene de las grandes empresas).
 
Aunque en principio anunció reformas tributarias para aumentar los impuestos a la tierra de los latifundistas y a las exportaciones de soja y carne, hoy renunció a esa posibilidad. Lo que, a juzgar por sus promesas, se pensaba sería una de sus prioridades: la comunicación desde el Estado y la creación de nuevos medios estatales y públicos, incluyendo el fuerte apoyo a las radios comunitarias y medios alternativos, quedó con el presupuesto y las políticas de siempre: un Estado sin política de comunicación y sin recursos. Además, sigue, con escasa resistencia, la agenda que le imponen los grandes medios. Para abordar los impactos de la crisis financiera global en la economía del Paraguay, creó un plan de acuerdo a las recetas neoliberales: el endeudamiento externo, que será pagado por el Estado de la plata que las grandes mayorías aportan en concepto de impuestos. Y su tímida idea de una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Constitución Nacional, redactada a la medida de los poderes oligárquicos, prácticamente ya no la menciona.
 
El último acto de Lugo es el polémico y frustrado decreto que anunció beneficiaría a 60 mil familias productoras del sésamo (afectados por la baja del precio del producto en el mercado internacional), por un valor de 8 millones de dólares; una eventual medida que fue atacada, al unísono, por todos los políticos y medios de comunicación de la oligarquía. Días después de haber anunciado el decreto, el presidente cedió a las presiones y renunció a su intención. Mientras, el Estado, mediante diversos mecanismos legales, administrativos y presupuestarios, continúa con su histórico subsidio a los terratenientes y empresarios de la soja y ganadería, que beneficia principalmente a unos centenares de familias.   
 
A la derecha de la boca del poncho 
 
Los actos de gobierno citados arriba marcan hoy una clara tendencia hacia la derecha. La fuerza de sus oponentes (políticos, empresarios agro ganaderos, propietarios de medios, etc.) en el Congreso Nacional, en el Poder Judicial, en los municipios y en las gobernaciones del país;  las campañas mediáticas de presión contra cualquier medida progresista, más la debilidad de los movimientos sociales y sus expresiones políticas de izquierdas para organizar sus fuerzas y acordar una dirección política unificada, han hecho que Lugo decidiera renunciar a utilizar su liderazgo y su legitimidad social para articular a  las fuerzas sociales y políticas anti oligárquicas. Pero más allá de estos condicionantes, el sociólogo José Nicolás Morínigo opina que “la actitud del presidente de la República obedece a su raíz política conservadora, proveniente de la Iglesia Católica”. “Lugo nunca dejó de ser Obispo, sigue actuando como Obispo, porque cree íntimamente que la buena política consiste en integrar a ricos y pobres, sin distinción alguna”, afirmó. En este sentido, el periodista y analista político Julio Benegas Vidallet señala que “esta visión y práctica política condicionan al Presidente a seguir una política de gobernabilidad post colorada, una línea que apunta a conservar el viejo Estado Oligárquico Colorado, sin ejercer liderazgo ni dar direcciones políticas dentro de él, dejando a sus colaboradores a su libre albedrio”.
 
Escenario de disputa
 
La actitud del Lugo de administrar el viejo orden político fortalece una antigua co-relación de fuerzas, dentro del Estado y de la sociedad, que se inclina desproporcionadamente hacia los sectores de poder oligárquicos. No obstante, su hegemonía fue debilitándose ostensiblemente en el último decenio. La expresión de esta debilidad fue la caída de su histórico administrador: el Partido Colorado. Entonces, sus sectores modernizantes vieron en Lugo una posibilidad de reformas neoliberales o, cuando menos, la conservación del estado de cosas. Y esto último es lo que estaría ocurriendo: Lugo favorece con su política una rearticulación de la oligarquía para la construcción de una nueva hegemonía que siga sosteniendo su poder.
 
La respuesta de los movimientos sociales y sus expresiones de izquierdas, dentro y fuera del Estado, apunta a movilizaciones y manifestaciones sociales aún dispersas, sin dirección política unificada, para presionar a Lugo a tomar medidas antioligárquicas, y para aprovechar los márgenes, cada más estrechos, que Lugo da a los representantes de las izquierdas en el gobierno.  
 
Por su lado, las derechas y sus diversos aparatos políticos tratan de aprovechar el nuevo espacio abierto por Lugo para la ejecución de medidas sociales y económicas anti populares y de iniciativas políticas para desarticular cualquier proyecto político adverso a sus intereses.
 
Pese a los infructuosos intentos de articulación de un Proyecto Político mayor, que continúan haciéndose, las organizaciones y las direcciones políticas de izquierdas sufren una fragmentación que les impide concentrar fuerza y dirección unificada. La consecuencia de esta dispersión son los pobres resultados electorales obtenidos por los partidos de izquierdas en las últimas elecciones de abril del 2009: apenas hicieron elegir a un diputado y un senador. Otra consecuencia de esta atomización es la ausencia de un Proyecto País Consensuado: una propuesta política, social, económica y cultural que, de haber existido, le hubiera dado posibilidades de ocupar espacios de poder estatal y más poder social. Y por último, como resultado de la dispersión, no se cuenta con una correlación de fuerzas favorable para confrontar con éxito a la derecha, ni se cuenta con capacidad política para administrar las escasas posiciones que Lugo abre a la izquierda.
 
La situación de fuerza de las derechas es muy diferente. Los partidos políticos tradicionales (Unace, Partido Colorado, PLRA, Patria Querida) tienen copado el Congreso, los municipios, las gobernaciones, el Poder Judicial, la Fiscalía General del Estado y la Contraloría General; los grandes medios masivos comerciales, propiedad de eminentes miembros de la oligarquía, son fuertes palancas de presión en torno al gobierno y formadores de opinión política principalmente en las ciudades. Y el sector hegemónico de la oligarquía: los agroganaderos, controlan la economía agroexportadora del país.
 
Esta correlación de fuerzas descripta desafía a las izquierdas, dentro y fuera del gobierno, a alcanzar niveles de madurez política para construir un Proyecto Político Mayor; a tener claridad para escribir y practicar una agenda política propia, no atada a la agenda de Lugo, y a saber en qué situaciones debe apoyar o criticar al gobierno, e incluso, en qué momento debe convertirse en abierto opositor del ex obispo, en el caso de que la línea política del gobierno ya no le de márgenes de maniobrabilidad. 
 
Perspectivas   
 
El cerco institucional estatal, diseñado inmediatamente después de asumir Lugo el gobierno, más las decisiones que el presidente de la República viene tomando con sus actos de gobierno marca la tendencia de una nueva derechización del país, quizá con formas novedosas. Esta nula posibilidad de movilidad del viejo orden político no asegura (pese a su política de no herir los históricos privilegios del poder) la permanencia de Lugo en el gobierno: los acuciantes problemas sociales no resueltos de las mayorías -caldo de cultivo de un proceso destituyente que los partidos Colorado y Unace ya vienen trabajando- más la nostalgia de la vieja oligarquía de volver a un Estado que no le niega sus más mínimos deseos, pueden producir la caída del gobierno. Esta posibilidad cobró mayor fuerza aún desde el momento en que el ex Obispo resolvió no construir su propia fuerza política, que lo condena a la soledad en el poder. 
 
Dentro de esta perspectiva, las izquierdas deberán delinear una estrategia que les permita mirar más allá del gobierno de Lugo, mientras procuran acumular fuerza y dirección política unificada.
 

- Arístides Ortiz es periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional de Asunción.

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