Las interrogantes sobre el golpe de Estado en Honduras
Quién maneja la política exterior de EE.UU.?
31/07/2009
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 447: América Latina en Movimiento No 447 06/02/2014 |
"EEUU no va a imponer ningún sistema político a otro país, aunque no quiere decir que no vaya a trabajar a favor de los valores democráticos". Barack Obama
El 28 de junio de 2009, el golpe militar en Honduras, que depuso al presidente Manuel Zelaya, puso en jaque al presidente Barack Obama. Las dudas que existían en torno a las intenciones del nuevo ocupante de la Casa Blanca se disiparon rápidamente. En bandeja de plata, las circunstancias se presentaban de manera prístina para que Obama actuara con decisión y en concierto con la comunidad internacional. Ante el llamado de un país golpeado y en dificultades, Obama optó por desviar la mirada y ocuparse de otros asuntos.
Su discurso de “la mano tendida” durante la campaña y los esfuerzos por crear una nueva imagen para EEUU, se encontró con Honduras, una prueba que lo enfrentó a dos sectores de la clase dominante norteamericana que pujan por la hegemonía y legitimidad interna en ese país. Por un lado, hay quienes plantean una acción radical a favor de la democracia en Honduras. Implicaría retirar al embajador, suspender los desembolsos y unirse a los países de la región. Otra corriente incrustada en los pasillos del poder, sin embargo, plantearon que si la Casa Blanca se limitaba a hacer algunas gestos simbólicos, el mensaje deseado sería escuchado alto y claro en América latina.
La recesión y las luchas internas en EEUU
El enfrentamiento entre los dos poderosos sectores que dominan a EEUU perseguirá a Obama durante todo su gobierno. Sea éste de cuatro años o de los ocho que aspira. En medio de la recesión económica la situación se pone aún más difícil. La encrucijada que representa Honduras para Obama trasciende las debilidades históricas de la democracia en la región e, incluso, las relaciones de EEUU con América latina. Apunta directamente a las luchas entre las facciones norteamericanas que pretenden salir fortalecidas de la recesión económica y de los cambios radicales que se están gestando tanto dentro de EEUU como en el mundo.
La correlación de fuerzas en EEUU, con motivo de la crisis de acumulación iniciada en la década de 1970 y que estallara en septiembre de 2008 en la bolsa de valores de Nueva York, con la explosión de la burbuja inmobiliaria, ha dejado sólo dos grandes contrincantes en el tinglado del poder. Por un lado, los financistas que desesperadamente buscan como afianzarse y recuperar posiciones en un sistema capitalista mundial que invierte cada vez menos y que genera pérdidas crecientes. Por el otro, un sector capitalista depredador que visualiza como única solución a la disminución de la tasa de ganancia de sus inversiones, el pillaje, que incluye invasiones, golpes de Estado y guerras a escala mundial.[1] Incluso, el antaño poderoso conglomerado industrial ha quedado en ruinas producto de las políticas neoliberales iniciados por el presidente Reagan en la década de 1980. Los antes todo poderosos General Motors y General Electric han sido reemplazados por el general McChrystal y el almirante Stravridis.
El triunfo electoral de Obama en noviembre de 2008 fue el producto de una hábil campaña mediática y una presentación clara sobre sus atributos para alcanzar la recuperación de EEUU en el escenario mundial. Su oratoria es extraordinaria, sin embargo, no asegura la recuperación de EEUU. Obama en su campaña disminuyó el papel de los “depredadores” y se alió con los sectores financieros, para prometer más bienestar al pueblo de EEUU. Cuando viajó a la cumbre interamericana en Trinidad y Tobago les aseguró a los mandatarios de América Latina que cooperaría con los cambios necesarios para el desarrollo de la región. Sin embargo, mientras el discurso decía una cosa, las acciones abrían un camino distinto. Por un lado, continuó la política de Bush e incrementó la militarización de Colombia, abrió un espacio antes desconocido a los militares en México y, por el otro, para culminar sus primeros seis meses en el poder, dio luz verde al golpe militar en Honduras.
La complicidad norteamericana y el apoyo tácito al golpe militar de Honduras, que van acompañados de una represión dentro del país centroamericano, plantea la pregunta sobre quién está a cargo de la política exterior de EEUU. Las acciones indican que los “depredadores” no han perdido su control en el Pentágono y siguen muy poderosos en los pasillos del Departamento de Estado.
La política exterior hacia América latina de EEUU, basada en nuevas normas diplomáticas prometidas por Obama, ha capitulado ante las tácticas de un Negroponte, quien conserva su posición estratégica dentro del Departamento de Estado y controla una media docena de embajadores en capitales vitales de la región (Ecuador, Colombia, Honduras, Nicaragua y Guatemala, por lo menos). En el caso del embajador de Obama en Tegucigalpa, sus declaraciones se han limitado a expresar su deseo que Zelaya no regrese por la frontera para evitar confrontaciones.[2]
EE.UU. cuenta con una base militar en Honduras – Soto Cano– donde operaba la contrainsurgencia desatada contra Nicaragua y El Salvador en las décadas de 1970 y 1980. En la actualidad, militares norteamericanos en Soto Cano entrenan oficiales de varios países de la región (especialmente la propia Honduras) y mantiene su vigilancia tanto en Centroamérica como sobre el Caribe. La base sigue funcionando normalmente a pesar del golpe de Estado y las relaciones entre los militares norteamericanos y hondureños parecen no haber sufrido contratiempo alguno.[3]
A diferencia de Obama, sus aliados europeos suspendieron todos los desembolsos al gobierno de hecho de Micheletti al no aceptar los 7 puntos presentados por el mediador Oscar Arias en el plan de San José. La Organización de Estados Americanos (OEA), foro que se movilizó contra el golpe, fue rechazada por EEUU para mediar en la solución de la crisis hondureña. Se cree, incluso, que EEUU no apoyará la reelección de José M. Insulza para un próximo período como secretario general. A la secretaria de Estado, Hilary Clinton, no le gustó la manera en que Insulza manejó la condena unánime del golpe.[4]
Según Loudon, “a pesar del cambio de gobierno en Washington, la influencia de Negroponte y otros extremistas de derecha parecen estar dominando el Departamento de Estado y la política exterior de EEUU”. En el caso de Honduras, “ha pasado un mes desde el golpe de Estado y Washington aún no se pronuncia con claridad y en forma contundente sobre el golpe militar”.
El gato y el ratón
A pesar de la declaración del presidente Obama, calificando el golpe como ilegal y reconociendo a Zelaya como el presidente legítimo, el Departamento de Estado se niega a reconocer que lo ocurrido fue un golpe de Estado. Este reconocimiento obligaría legalmente a EEUU a suspender su ayuda al gobierno de Micheletti. La crisis democrática de Honduras ha descubierto otra crisis, mucho más profunda, en el seno de los propios EEUU.[5]
En EEUU, la política exterior todavía gira en torno a tácticas que se remontan a la “guerra fría”. Obama dio un paso hacia una distensión de las relaciones con Cuba y fue detenido. El presidente de EEUU saludó de mano al presidente Chávez en la cumbre interamericana y fue denunciado de inmediato en los medios que controlan los “depredadores”. La noción de un “eje del mal”, inventado por Bush, sigue vigente en la visión que tiene la elite política de Washington sobre América latina.
La política exterior “depredadora” tiene que identificar un enemigo en la región para legitimar su existencia. Si el enemigo es plural aparece la noción de un “eje”. Desde 1959 el enemigo ha sido Cuba, supuestamente una base soviética en el hemisferio occidental repetido mil y una veces en forma diaria por los medios de EEUU. En la década de 1970, Chile se sumó a la lista y la Unidad Popular fue objeto de un golpe militar sangriento. En la década de 1980, Nicaragua inició un proceso progresista bajo el Frente Sandinista y fue derrotado por una ofensiva militar norteamericana que no se detuvo hasta barrer con todo vestigio de avance social.
En la década de 1990 apareció la Venezuela Bolivariana, cuyo candidato a presidente, Hugo Chávez, ganó mediante elecciones. El triunfo bolivariano fue seguido por triunfos de candidatos progresistas en las urnas en Bolivia y Ecuador. EEUU reaccionó y apadrinó un golpe militar en 2002 que separó durante dos días al presidente Chávez del poder. Igualmente, en Bolivia, EEUU apoyó sin éxito a los racistas de las provincias de Oriente boliviano con intenciones de descuartizar el país.
En 2005 triunfó Manuel Zelaya en las elecciones presidenciales de Honduras. Su programa de gobierno tenía un contenido conservador con algunas medidas para mitigar la pobreza y la desigualdad en el país. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Honduras está entre los cinco países más pobres de la región. Las medidas para mitigar la pobreza incluían reconocer los derechos de los trabajadores, apoyar las reivindicaciones de los estudiantes, educadores, mujeres y pueblos indígenas. Además, redistribuir parte de la riqueza que generaban las inversiones extranjeras.[6]
Las propuestas de Zelaya eran resistidas paso a paso por la oligarquía comercial (atrincherada en San Pedro Sula) y la rancia clase terrateniente. Las protestas y manifestaciones contra el gobierno de Zelaya en todo el país eran cotidianas. Los avances del gobierno, que se volvió progresista sobre la marcha, no eran suficientes para satisfacer las demandas populares. Desde la Presidencia, Zelaya se distanció poco a poco del Congreso en manos de sus partidarios liberales, de la Corte y del sistema judicial.
La complicidad de los “liberales” norteamericanos
Con la complicidad de la Embajada de EEUU, el Ejército de Honduras (con la base de Soto Cano apoyando) prestó su apoyo logístico para paralizar el país, secuestrar a Zelaya y expulsarlo.
En el caso de Honduras, la política exterior de EEUU la está dirigiendo la fracción “depredadora”. Por su lado, los llamados “liberales” que se han refugiado en diferentes rincones del gobierno de Obama, tratan de justificar su falta de acción frente a los golpistas hondureños.
Los liberales norteamericanos repiten los mismos alegatos de los depredadores, señalando que un retroceso en Honduras sería un triunfo del “eje del mal” que supuestamente encabeza el presidente Chávez de Venezuela. Además, señalan que fue el mismo Zelaya quien al querer reformar la Constitución se puso la soga al cuello.
Según el Consejo de Asuntos Hemisféricos (COHA), con sede en Washington, “EEUU, enfrentado a los hechos, tiene que maniobrar entre la condena del golpe – rechazado por el mundo – y asegurarse que Honduras se libere de la influencia tóxica de Venezuela. Debido a la connotación negativa que tiene la historia de intervenciones de EEUU en la región, Washington evita explícitamente cualquier apoyo a los golpistas, aunque ha llegado muy cerca de hacerlo”.[7]
El líder del Partido Demócrata, titular de la Comisión de Relaciones Exteriores en el Senado, John Kerry, se pronunció abiertamente en la dirección favorable al golpe. El ex candidato a la Presidencia de EEUU (en 2004), dijo que "el problema que percibió el Congreso fue que la OEA y sus líderes principales hicieron gestos algo precipitados en relación con Honduras, que pudieron haber disminuido la capacidad de esa organización de mediar con eficacia".[8]
Para Kerry, no sólo el presidente Chávez constituye una amenaza a los intereses de EEUU. Igualmente, los gestos de la OEA no deben confundirse con políticas que promuevan cambios en la región. En el pasado la OEA (un foro compuesto por cerca de 25 gobiernos del hemisferio occidental) ha expresado opiniones progresistas pero nunca alejadas de las líneas que emanan de Washington.
"La OEA, según Kerry, no debe olvidar que su rol es resolver crisis en favor de la democracia. Parece haber una mejora en este momento". Cuando un vocero de tendencia liberal norteamericano habla de los intereses de la democracia, se está refiriendo a los intereses de las grandes trasnacionales de EEUU que operan en la región. Las declaraciones de Kerry se hicieron cuando sus fuentes le indicaban que el presidente Zelaya ya no regresaría a Honduras.
En el marco académico norteamericano liberal , la justificación del golpe también fue muy generalizada. SelIgson y Booth señalan que “Zelaya insistió en realizar un plebiscito para medir el apoyo popular a una futura asamblea constituyente, a pesar de los esfuerzos legislativos y de las resoluciones de otras partes del gobierno hondureño. Haciendo frente a estos obstáculos, Zelaya intentó forzar el voto y después despedir al jefe de las fuerzas armadas”. Después los profesores universitarios agregan que “la primera acción fue considerada ilegal y la segunda un poder constitucional reservado únicamente para el Congreso”.
Con información proveniente de fuentes que no citan, Seligson y Booth aseguran que los golpistas “conscientes del apoyo popular dividido para Zelaya y en ausencia de algún mecanismo formal de juicio político y de remoción del presidente en la constitución hondureña, se movieron para derrocarlo y justificar sus propias acciones inconstitucionales alegando que la crisis había sido provocada por las acciones inconstitucionales del propio Zelaya”.
Los académicos dejan por fuera todos los elementos fundamentales para efectuar el análisis. La correlación de fuerzas internas y la política exterior de EEUU no forman parte de la combinación de elementos que tenían que ser parte del estudio del golpe en Honduras.[9]
Si los voceros norteamericanos han cerrado filas en torno al golpe, los ideólogos de otras latitudes no se quedan atrás. El corresponsal de El País madrileño en Washington, Antonio Caño, le sale al paso a las acusaciones contra EEUU de haber conjurado una conspiración golpista. Plantea que la “administración de Barack Obama se ha caracterizado, precisamente, por la defensa del derecho internacional y de la aceptación de los contrarios”. El periodista del medio español ligado al PSOE gobernante, celebra la capacidad de “EEUU (que) ha encontrado en ese plan el pivote de una política muy inteligente: defender sus intereses y minar los del rival, con respeto a la ley y apoyo internacional”.
¿Quién es el rival? La Unión Soviética, Cuba, la Rep Popular China. No. Caño convierte el golpe de Estado en Honduras en un enfrentamiento por la hegemonía hemisférica entre Obama y el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Señala que “ha sido después del derrocamiento cuando EEUU ha empezado a mirar a Honduras con creciente interés... Lo ha hecho, ciertamente, como una oportunidad de ponerle freno a Chávez”.
Si el periodista Caño se encuentra de alguna manera cerca de la verdad, entonces Obama es sólo la continuación de una política exterior equivocada enarbolada de manera más coherente por su antecesor, George W. Bush.
Según Caño, “EEUU no se ha movido un milímetro del papel que le corresponde a una democracia ante una acción golpista: ha exigido la restitución del presidente depuesto, ha retirado el visado a cuatro de las figuras del régimen de facto y ha anunciado próximas sanciones contra el Gobierno creado en Honduras. Ha estado, en fin, actuando en la misma dirección que el resto de sus aliados”. Aunque Caño identifica a quien considera el enemigo de Washington (Chávez), no señala quienes son “el resto de sus aliados”. En este caso podrían ser Uribe (Colombia) y Calderón (México). Quizás el presidente Arias en Costa Rica, “un hombre en quien Washington confía”.
Para Caño, lo más importante es que “en un plano subterráneo, Washington -especialmente el Departamento de Estado- ha entendido que esta crisis, por insignificante que pareciera en su nacimiento, podría equivaler, adecuadamente manejada, al principio del fin del chavismo en América Latina. Es decir, el fin de una doctrina que predica la confrontación y la acomodación de las leyes nacionales a la consolidación de un largo régimen. Para ello, EEUU ha contado con la complicidad, al menos silenciosa, de varios países latinoamericanos que tienen los mismos recelos hacia Chávez, aunque no se atrevan a expresarlos en público”.[10]
Según Atilio Borón, “falta ya muy poco para que Washington comience a declarar que el verdadero golpista es Zelaya y que fue él y no otro quien arrojó a su país a un caos de violencia y muerte. La promesa de nuevas mediaciones a cargo de la Casa Blanca sólo servirá para desfigurar aún más la verdad e inclinar el fiel de la balanza a favor de los golpistas y sus mandantes”.[11]
Según Wim Dierckxsens, la pregunta que debe hacérsele a la Casa Blanca es aún más directa: “¿Estaban el presidente Obama y la secretaria de Estado Clinton informados con anticipación del golpe en Honduras y de la participación de funcionarios norteamericanos? Aún más problemático, “¿fue el operativo aprobado por Obama similar a la aprobación que le dio Kennedy a la invasión de Cuba en 1961”?
Si la respuesta a esta pregunta es afirmativa, “entonces el golpe militar de Honduras es un golpe de Estado a toda América latina. Es una operación política con intenciones de arrestar un movimiento democrático que caracteriza a toda la región. Es una amenaza para todos los gobiernos latinoamericanos. A pesar de ello, hasta ahora los mandatarios latinoamericanos están dispuestos a creer en la bondad de Obama y pensar que el golpe se ejecutó sin su conocimiento”.
Ahora bien, si la respuesta es negativa y Obama no tenía conocimiento del operativo, entonces se puede llegar a la conclusión que hay fuerzas siniestras dentro del aparato de inteligencia que han usurpado los poderes del presidente de EEUU para dirigir la política exterior de ese país. Aún peor, esta situación implica la presencia dentro del aparato del Estado de subalternos en abierta insubordinación frente al comandante en jefe de EEUU.
Wim Dierckxsens concluye que urge esclarecer este asunto ya que puede tratarse de un golpe “en las sombras de una fuerza capaz de chantajear cualquier gobierno en el mundo con el propósito de imponer una era neo-fascista a escala mundial. Se trata de un golpe en Honduras y algo parecido que se está incubando en EEUU”.[12]
El financiamiento y el lobby en el Congreso
Según Eva Gollinger, “la nueva diplomacia estadounidense, denominada “smart power” (poder inteligente) ha jugado un papel principal antes, durante y después del golpe de Estado en Honduras”. Dos días después del golpe de Estado, los voceros del Departamento de Estado, admitieron que tenían conocimiento previo del golpe y habían estado trabajando con los golpistas en busca de “otra solución”. De igual manera, admitieron que dos altos funcionarios del Departamento de Estado, el subsecretario de Estado para América Latina Thomas Shannon y el subsecretario de Estado James Steinberg, estuvieron en Honduras la semana anterior al golpe para mantener reuniones con los grupos civiles y militares que lo llevaron a cabo.
El golpe de Estado fue financiado por organizaciones norteamericanas que formaron un frente empresarial con participación de lo que la agencia norteamericana de apoyo (USAID) llama la sociedad civil. Un mes antes del golpe contra el presidente Zelaya se formó una coalición entre diferentes organizaciones no gubernamentales, empresarios, partidos políticos, la Iglesia católica y los medios de comunicación, denominada “Unión Cívica Democrática”.
Entre los miembros de la “Unión Cívica Democrática” de Honduras están organizaciones como el Consejo Nacional Anticorrupción, el Arzobispado de Tegucigalpa, el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), el Consejo de Rectores de Universidades, la Confederación de Trabajadores de Honduras (CTH), el Foro Nacional de Convergencia, la Federación Nacional de Comercio e Industrias de Honduras (FEDECAMARA), la Asociación de Medios de Comunicación (AMC), el Grupo Paz y Democracia y el grupo estudiantil Generación X Cambio.
La mayoría de estas organizaciones fueron beneficiarias de 50 millones de dólares que anualmente invierten la USAID y la National Endowment for Democracy (NED) en el “desarrollo democrático” en Honduras. Un informe de la USAID sobre su financiamiento y trabajo con COHEP, destaca que “el perfil bajo de la USAID en este proyecto ayudó a asegurar la credibilidad del Consejo de Empresarios (COHEP) como una organización hondureña y no un brazo de la USAID.”[13]
El presupuesto de la USAID y el Departamento de Estado aumentó en un 12 por ciento en 2010, con 2,2 mil millones de dólares destinados a América Latina . De este total, 447,7 millones de dólares son para “promover la democracia” en América Latina. La cuarta parte – 101 millones de dólares - tiene como destino la oposición política boliviana. Otros 13 millones de dólares son para “promover la democracia” en Venezuela. Varios millones recibirá la OEA para “promover la democracia” en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.[14]
El Instituto Republicano Internacional, que recibe fondos de la National Endowment for Democracy (NED), obtuvo más de 1,2 millones de dólares en 2009 para trabajar con los sectores políticos en Honduras. Su trabajo se dedicó a apoyar los “centros académicos” y “grupos de presión” en Honduras, para influir sobre los partidos políticos y la campaña electoral de 2009.”
El senador republicano John McCain, ex candidato a la presidencia de Estados Unidos, ayudó coordinar la visita de la delegación golpista de Honduras a Washington a mediados de julio. McCain es conocido por su dura postura contra Venezuela, Bolivia y otros países de la región considerados “anti imperialistas” y por sus estrechos vínculos con la mafia cubana en Miami. McCain también es jefe del Instituto Republicano Internacional (IRI), ente financiero de los golpistas de Honduras.
Además de McCain, el abogado Lanny Davis fue contratado por la sede hondureña del Consejo de Empresarios de América Latina (CEAL) para hacer lobby a favor de los golpistas. Lanny Davis fue abogado del ex presidente Bill Clinton cuando estaba en la Casa Blanca y es asesor de la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Davis está organizando reuniones entre los representantes golpistas y diferentes congresistas, senadores y funcionarios del gobierno de EEUU. CEAL esta compuesto por los empresarios latinoamericanos que más han promovido atentados contra los movimientos populares en la región.
Como parte de este esfuerzo, lograron una audiencia bipartidista especial ante el Congreso, que recibieron testimonios de personajes promotores del golpe, como Michael Shifter, del Diálogo Interamericano de Washington y Otto Reich, promotor de la desestabilización contra gobiernos en América Latina. Como resultado de este encuentro, el lobby está promoviendo una resolución del Congreso que reconozca como legítimo al gobierno de facto de Honduras.
La presencia del equipo de Negroponte en Centro América no es simplemente un recuerdo de las políticas desestabilizadoras del pasado gobierno de Bush. Todo indica que Obama continuará la misma política norteamericana en la subregión al igual que en el resto de América Latina. Según un ex embajador norteamericano en El Salvador, Robert White, “la crisis en Honduras debiera recordar a la administración Obama que ha heredado una política inadecuada hacia Centroamérica”.[15] El peligro en la región, en la actualidad, no son los militares que actúan como peones en una estrategia global. Sobre la base de lo acontecido en Honduras, la región está conciente que la política exterior de EEUU los hace a todos – desde un Lula hasta un Chávez, pasando por un Tabaré Vásquez – vulnerables ante la agresividad del nuevo ocupante de la Casa Blanca.
- Marco A. Gandásegui, hijo, es Profesor de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA.
[1] Rick Rozoff, 2009, “Pentagon's 21st Century Counterinsurgency Wars: Latin America and South Asia”, http://usa.mediamonitors.net/content/view/full/64951, 29 de julio. Según este autor, en Afganistán, EEUU ha logrado concertar a los ejércitos de 50 países de todo el mundo – desde los más diminutos como Montenegro, hasta Alemania, entre los más grandes – para demostrar su hegemonía global. Países como China, Rusia, África del Sur o India están en la lista de los 50 países.
[2] Los embajadores Hugo Llorens en Tegucigalpa, Robert Blau, (encargado de negocios) en San Salvador, Stephen McFarland en la ciudad de Guatemala y Robert Callahan en Managua - el cuarteto de Negroponte - tienen en común haber pasado por la Universidad de Guerra, trabajado en la Embajada de EEUU en Irak y ser miembros de la Dirección Nacional de Inteligencia.
[3] Según Wim Dierckxsens (et al., 2009, “Military Coup in Honduras: Is It against Obama Too?”), en la base norteamericana en Honduras de "José Soto Cano", se encuentra la brigada combinada llamada "Bravo", compuesta por tropas de seguridad norteamericana, del Ejército y de la Fuerza Aérea (el 1er batallón número 228). La base cuenta con 600 efectivos militares y 18 aviones de guerra HU-60, Black Hawk y CH-47 Chinook. El 31 de mayo de 2008, el presidente Zelaya anuncio que la pista aérea de Soto Cano sería usada para vuelos comerciales. Además, un terminal civil sería construido con fondos de ALBA”.
[4] Tom Loudon, 2009, “Honduran Coup reveals crisis of democracy in the United States as well”, Wahington: The Quixote Center.
[5] Idem.
[6] Immanuel Wallerstein, 2009, “La derecha contra ataca”, La Jornada, 18 de julio. Wallerstein, uno de los sociólogos más destacados del siglo XX, señala que Zelaya, “emprendió programas internos que en verdad hicieron algo por la vasta mayoría de la población: se construyeron escuelas en áreas rurales remotas, se aumentó el salario mínimo, se abrieron clínicas de salud. Comenzó su periodo apoyando el tratado de libre comercio con EEUU, pero apenas dos años después se unió al ALBA. El resultado fue que Honduras obtuvo petróleo barato procedente de Venezuela”.
[7] COHA, 2009, “Honduras, Both Sides Say No Retreat”, Council on Hemispheric Affairs (COHA): Washington, 22 de julio.
[8] Humberto Vásquez, 2009, “El huracán Honduras sacude a la OEA”, IPS, 21 de julio.
[9] Mitchel Seligson y John Booth, 2009, “¿Prediciendo golpes de estado? Vulnerabilidades democráticas: El Barómetro de las Américas y la crisis hondureña de 2009”, Lapop, www.AmericasBarometer.org.
[10] Antonio Caño, 2009, “¿El Waterloo del chavismo?”, El País, 1º de agosto.
[11] Atilio A. Boron, 2009, “Honduras y la SIP”, ALAI, 25 de julio.
[12] Wim Dierckxsens et al., 2009, “Military Coup in Honduras: Is It against Obama Too?”,
[13] Eva Gollinger, 2009, “Washington y el golpe de Estado en Honduras: aquí están las pruebas”, Rebelión, 13 de julio.
[14] Eva Golinger, 2009, “Sigue el dinero: La ofensiva imperial en América Latina se evidencia en dólares”, Panamá Profundo, 31 de julio.
[15] Robert E. White, 2009, “Por qué el golpe de estado en Honduras no triunfará—ni debe hacerlo”, <http://americas.irc-online.org/am/6260>, 16 de julio.
https://www.alainet.org/es/active/38150
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