Las Madres con Kirchner: Símbolo de los nuevos tiempos
04/06/2003
- Opinión
Los primeros pasos del
presidente Néstor Kirchner han sido una grata e inesperada
sorpresa: pase a retiro de las cúpulas militares y policiales,
solución del conflicto de los maestros de Entre Ríos y, el
martes pasado, los compromisos asumidos con los organismos de
derechos humanos.
"Estamos emocionadas. Vinimos creyendo que era igual a todos,
que era lo mismo que Menem y nos dimos cuenta de que no es
así", dijo Hebe de Bonafini a la salida de la reunión que una
delegación de la Asociación Madres de Plaza de Mayo mantuvo, el
martes 3, con el presidente Néstor Kirchner en la Casa Rosada.
Viniendo de una mujer como Bonafini, la frase es el mejor
elogio que puede recibir el presidente argentino. En efecto,
los primeros días de Kirchner en la Casa Rosada ponen en negro
sobre blanco las diferencias con los últimos presidentes.
Entró pisando fuerte: primero se negó a aumentar las tarifas de
los servicios privatizados durante las gestiones de Carlos
Menem, pese a que las empresas apretaron para conseguir subas
que les permitan aumentar sus márgenes de beneficios; rechazó
la pretensión de los concesionarios de peajes de renovar los
contratos, ya que incumplieron la mayor parte de sus
compromisos, y llamará a nuevas licitaciones con tarifas
acordes a la realidad. Luego despidió a la cúpula militar y a
los pocos días a la policial, pese a que mantuvo en su puesto
al principal jerarca de esta última, el comisario Roberto
Giacomino. Ahora, abrió las puertas de la casa de gobierno a
los organismos de derechos humanos y mantuvo una reunión de una
hora con la asociación presidida por Bonafini.
No fueron sólo gestos para los medios ni frases al uso para
engalanar discursos. El semblante emocionado de Kirchner al
estrechar cálidamente las manos de las madres, habla por sí
solo. Los organismos de derechos humanos elevaron al
presidente una serie de reclamos entre los que se destacan: que
Argentina no firme con Estados Unidos los acuerdos para que sus
ciudadanos queden excluidos del Tribunal Penal Internacional,
la derogación del decreto que rechaza los pedidos de
extradición de militares acusados por tribunales de otros
países, el fin de las prácticas conjuntas con las fuerzas
armadas de Estados Unidos, y la anulación de las leyes de
obediencia debida y punto final.
Kirchner, por su parte, se comprometió a consultar los archivos
de los organismos de derechos humanos a la hora de promover
ascensos en la policía, de modo que queden excluidos los
funcionarios involucrados en violaciones a los derechos
humanos. Además, estudiará la forma de arbitrar operativos de
seguridad para que no se produzcan represiones violentas por
parte de la policía, como sucedió con demasiada frecuencia en
el pasado inmediato. Y se comprometió a que las fuerzas
armadas no se involucrarán en la seguridad interna.
¿Primavera breve?
En el gabinete destacan algunos ministros que fueron víctimas
de la represión. El canciller Rafael Bielsa estuvo
secuestrado, el secretario de Relaciones Exteriores, Jorge
Taiana, estuvo preso durante la dictadura, y otros funcionarios
fueron compañeros de militancia de unos cuantos hijos de las
Madres.
No se trata de echar las campanas al vuelo ni de esperar la
profundización de cambios. Las presiones de las elites
empresariales y financieras, de las que el gobierno argentino
no puede sino esperar zancadillas, irán en aumento y pueden
provocar virajes que redunden en la continuidad de un modelo
que está muy lejos de ser desarmado. Hasta ahora, y han pasado
dos semanas escasas desde que asumió el nuevo gobierno, se ha
instalado un clima de inflexión respecto a los gobiernos
anteriores.
Aparecen, por otro lado, las presiones internacionales. El
martes de la próxima semana Colin Powell llegará a Buenos
Aires, primera visita de alto nivel que contrasta con el envío
por el gobierno de George W Bush de un funcionario de segunda
categoría, el secretario de Vivienda, a la ceremonia de
asunción del mando el pasado 25 de mayo. A ella se suman las
delicadas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional,
que parece dispuesto a apretar la soga alrededor del cuello de
la economía argentina. Los funcionarios del Fondo mantienen
tensas relaciones con el área económica del gobierno de
Kirchner. Esta semana visitó el país John Thornton, jefe de la
misión del Fondo para Argentina, con el objetivo de revisar las
metas de refinanciación de los vencimienos de deuda impagos.
Washington no ve con buenos ojos la prórroga por tres meses de
las ejecuciones hipotecarias de los deudores con una única
vivienda, decidida por el Congreso, ya que pone en primer lugar
el "derecho" de los bancos.
Los funcionarios del Fondo pretenden que el gobierno profundice
el ajuste fiscal para llegar a un superávit del 4,5 por ciento
del producto, algo que los esmirriados bolsillos de los
argentinos no están en condiciones de soportar. Aunque las
cuentas estatales han mejorado, un nuevo ajuste sería la mejor
forma de evaporar el apoyo popular del gabinete de Kirchner. Y
a eso, sin duda, apuesta el gobierno de Bush.
Las próximas semanas disiparán las dudas acerca de la solidez
del gobierno. Si hubiera que guiarse por la trayectoria de los
presidentes anteriores, desde la de Raúl Alfonsín hasta la de
Fernando de la Rúa, y aun de otros gobiernos "progresistas" de
la región, habría que mirar el futuro con el mayor
escepticismo. Sin embargo, algo ha cambiado en Argentina y en
toda América Latina. El modelo de los noventa está agotado y,
más importante aun, las sociedades civiles tienen perfecta
conciencia de ello. Incluso gobiernos tan timoratos como los
de Lucio Gutiérrez y Alejandro Toledo, en Ecuador y Perú, deben
pensar dos veces los pasos a dar, ya que las fuerzas sociales
que los elevaron al rango que ocupan no parecen dispuestas a
tolerar más dislates.
Ahí está la reacción de la sociedad peruana, marcando la cancha
al continuismo neoliberal. Las masivas marchas con las que la
población urbana desafía el estado de emergencia en Lima y
otras ciudades son parte del mismo movimiento que se llevó por
delante al oprobioso régimen de Alberto Fujimori. Los
indígenas ecuatorianos, en el Primer Congreso de los Pueblos de
la Nacionalidad Kichwa, celebrado a fines de abril, decidieron
la "movilización general en rechazo a la política neoliberal de
Lucio Gutiérrez, por su sometimientos a los intereses
estadounidenses (ALCA, Plan Colombia, base de Manta, FMI) y por
su vinculación a los banqueros corruptos". Es apenas el
comienzo. El congreso decidió, además, "retomar, impulsar y
aplicar el proyecto político de los pueblos y nacionalidades
indígenas que se basa en la construcción del Estado
plurinacional".
La nueva conciencia que atraviesa al continente incluye el
poder de veto que las sociedades civiles organizadas ejercen
ahora sobre sus gobiernos. Hasta los parlamentarios de algunos
países, como los 50 diputados bolivianos que estos días
realizan una huelga de hambre para exigir que se abran las
cámaras y se traten los proyectos que bloquea el gobierno,
ensayan formas de protesta y acción propias de los movimientos
populares.
En cada país, la nueva situación tiene sus símbolos y sus
rostros. En Argentina, los pañuelos blancos de las Madres en
la Casa Rosada, más allá de todo formalismo, son el emergente
de una sociedad que parece empezar a recorrer el arduo camino
de tomar el destino en sus manos.
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