Movilizaciones quiebran el Estado de Emergencia
05/06/2003
- Opinión
El Perú acaba de atravesar, desde el pasado mes de mayo, una
de las crisis sociales y políticas más graves desde que
Alejandro Toledo asumió el poder, situación que ha
profundizado la crisis de la gobernabilidad neoliberal y la
propia transición democrática. En realidad lo que se ha
producido en el país no es sino la explosión de la protesta
social y laboral que se ha ido incubando como consecuencia de
la continuidad de un modelo económico insostenible; y por las
promesas electorales incumplidas.
A estas alturas, salvo la miopía del régimen y de los
sectores ultraconservadores y neoliberales, es evidente que
no se puede mantener vigente una política económica que es
incapaz de resolver las justas y postergadas demandas de los
sectores laborales del campo y la ciudad. Es ya un sentido
común, que el actual modelo económico es incompatible con un
régimen democrático y mucho menos con una transición
democrática que debería aspirar darle gobernabilidad y
sostenibilidad al país. Y los hechos han demostrado también
que no se puede buscar acallar la protesta social con Estados
de Emergencia, ni que se vuelva a vulnerar derechos
ciudadanos y se ponga al país bajo la tutela militar de unas
fuerzas armadas sumidas aún en el desprestigio, heredadas del
fujimontesinismo.
Militarización y balas
El ambiente político y social ha venido caldeándose desde el
mes de abril, cuando más de tres mil productores de hoja de
coca, realizaron una marcha de sacrificio a Lima, para
rechazar los planes de erradicación forzosa que impone la DEA
al gobierno peruano, como parte de supuesta lucha contra el
narcoterrorismo. Demandaban asimismo, mejores precios para
los llamados cultivos alternativos y programas contra la
pobreza en que se encuentran.
Continuó luego con una huelga de transportistas de carga y
pasajeros, que protestaban contra el alza de los
combustibles, que a pesar de que los precios ya se habían
estabilizado en el mercado internacional, aquí en el Perú se
mantienen las fuertes alzas que se dieron en el contexto de
la guerra contra Irak. Exigían también que se establezcan
los llamados costos mínimos, una especie de precios de
garantía para sus fletes; demanda a la que el gobierno
accedió en medio de la gritería de los neoliberales, que
consideraban la medida "un atentado al libre mercado".
La situación se acentuó en el país con el inicio de la huelga
indefinida de más de 300 mil maestros, que se inició el 12 de
mayo; y que a lo largo del mes protagonizaron un conjunto de
movilizaciones de protesta, que se hicieron más contundentes
en la ciudad del Cusco, durante la reunión de los Presidentes
del Grupo de Río. La huelga de los productores agrarios y
campesinos, que se inició el 26 de mayo, fue prácticamente la
gota que hizo derramar el vaso, cuando paralizaron
prácticamente el país, bloqueando las principales carreteras
del país y se inició un desabastecimiento de las ciudades.
Los hombres del campo demandaban mejores precios, reducción
del Impuesto General a las Ventas de sus productos y
rechazaban la privatización del agua.
La respuesta del gobierno, accediendo a las presiones de los
grupos empresariales y los sectores más conservadores del
gabinete, fue la declaratoria del Estado de Emergencia en
todo el país y la disposición para que las fuerzas armadas,
con el apoyo de la policía, se encarguen de despejar las
carreteras. Asimismo, se amenazó con abrir los colegios con
el apoyo militar y despedir a los maestros que no vuelvan a
las aulas; amén de amenazar con enjuiciar a quienes se
atrevan a desacatar el Estado de Emergencia. Es decir, el
gobierno optó por un remedio que resultó peor que la
enfermedad.
Resistencia general
La respuesta a la medida de excepción fue inmediata y
contundente. Los maestros mantuvieron firme la huelga y los
agricultores resistían en las carreteras. Los hechos más
graves se dieron en la ciudad de Puno, en la sierra sur,
donde una manifestación universitaria fue repelida con
disparos de bala al cuerpo de los manifestantes. El
resultado: un estudiante asesinado y más de 40 heridos de
bala.
Lo que vino después fue la consecuencia lógica ante una
medida a todas luces arbitraria y prepotente y que no
contribuía a dar respuesta a las demandas de los sectores en
lucha. La Confederación General de Trabajadores del Perú, La
Confederación Campesina del Perú y todos los gremios en
lucha, decidieron convocar a una gran jornada nacional de
protesta popular para exigir el levantamiento del Estado de
Emergencia y la solución inmediata a las demandas laborales y
sociales.
Unas 20 mil personas marcharon por más de tres horas por las
calles de Lima y en todas las capitales de los 24
departamentos. La contundencia de las manifestaciones obligó
a un repliegue momentáneo de los militares que no se
atrevieron a impedir la manifestación, que fue un abierto
rechazo y desafío a una medida arbitraria y antidemocrática.
Más allá de los logros que obtengan los gremios en lucha, el
movimiento popular ha tenido una importante victoria política
democrática, al derrotar el estado de emergencia.
El modelo económico en la picota
La solución a los problemas sociales que atraviesa el país,
reiteramos, pasa necesariamente por la modificación de la
política económica y con medidas que han sido exigidas hasta
el hartazgo no sólo por los sectores en lucha sino por vastos
sectores sociales y políticos. La reforma tributaria, para
que paguen más los que más tienen, la renegociación de la
deuda externa, la reducción de las planillas doradas de los
funcionarios públicos, así como la revisión de las
exoneraciones tributarias de las grandes empresas, son
medidas que no admiten postergación. De allí deben salir los
recursos que requiere el estado para atender las demandas
sociales.
El cambio del gabinete y una reorientación del gobierno para
que retome las tendencias de cambio que marcaron la ruta de
la Marcha de los Cuatro Suyos, es indispensable si se quiere
garantizar la gobernabilidad del país, enrumbar la transición
democrática y abrir la transición económica. Otros caminos
sólo llevarán a una incertidumbre política con imprevisibles
consecuencias.
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