Cuba festejó en Santa Clara el día de la rebeldía nacional
- Opinión
Había expectativa de que Fidel Castro pudiera reaparecer en un acto tan importante, luego de haberlo presidido por última vez en 2006. No fue así. Pero el acto en la plaza que lleva el nombre de Ernesto Guevara fue masivo.
Debe haber sido el único gustito amargo de los casi 100.000 villaclareños: su comandante en jefe no apareció cuando festejaban 57 años del intento de copamiento del Cuartel Moncada en Santiago de Cuba y del Cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo. Eso ocurrió el 26 de julio de 1953. Y a partir de la revolución cubana (1 de enero de 1959), fue instituida como la mayor festividad del país, que en cambio no conmemora el 20 de mayo, cuando en 1902 la isla se hizo formalmente independiente de España pero híper dependiente de Estados Unidos.
A lo largo de julio el legendario dirigente había reaparecido y visitado centros científicos, de economía internacional y hasta el museo sobre los mártires del 26 de julio en Artemisa. Eso generó ilusiones de que pudiera estar presente en el acto del lunes.
Quien presidió la ceremonia fue Raúl Castro, en una tribuna de tres oradores. Abrió la lista el primer secretario del Partido en la provincia de Villa Clara, Julio Ramiro Lima Corzo, quien reivindicó que su distrito, con 2,6 por mil nacidos vivos, tiene la tasa más baja de mortalidad infantil del primer semestre.
Luego usó de la palabra el ministro venezolano de Energía, Alí Rodríguez, quien reemplazó a Hugo Chávez. Este se quedó en Caracas debido a la compleja situación que se ha creado con el colombiano Álvaro Uribe. Rodríguez está participando en La Habana de una cumbre de la alianza estratégica de Cuba y Venezuela, la espina dorsal del ALBA integrado por ocho países (eran nueve pero Honduras fue sacada de allí mediante un golpe de Estado y elecciones al gusto de los golpistas).
La participación de Venezuela era porque este 57º aniversario del Moncada estaba dedicado a Simón Bolívar, en su natalicio 227, y al bicentenario del inicio de las luchas independentistas de América Latina y el Caribe.
En nombre del gobierno cubano habló el vicepresidente Ramón Machado Ventura, quien –a propósito de Venezuela- expresó que tenía todo el derecho a defenderse de las agresiones organizadas por el imperialismo, y que Cuba estaba de su lado. A buen entendedor, pocas palabras…
En cuanto a la situación de la isla, el vicepresidente reiteró conceptos del presidente en anteriores actos –por caso en el IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, en abril de 2010- en el sentido que la revolución no hará concesiones de principios. Eso sería entre otras cosas traicionar el sacrificio de los jóvenes revolucionarios que cayeron en aquel julio de 1953.
El orador dio cuenta de las dificultades que afectan el desarrollo de la economía, además de la formidable traba del bloqueo estadounidense. "Continuaremos –dijo- el estudio, el análisis y la toma de las decisiones que conduzcan a superar nuestras deficiencias en todos los órdenes y perfeccionar nuestra sociedad. Actuaremos sin soluciones populistas, demagógicas o engañosas. No nos conduciremos por campañas de la prensa extranjera".
Cinco leyes del Moncada
Aunque se trata de hechos conocidos de la historia de Cuba, conviene recordarlos porque la prensa argentina no se caracteriza precisamente por atosigar con esas informaciones.
En Cuba había una dictadura militar desde el 10 de marzo de 1952, cuando un mediocre sargento, Fulgencio Batista, dio un golpe de Estado con el beneplácito de EE UU. En junio de ese año se realizarían elecciones, pero el putsch las abortó.
Fidel Castro, un joven abogado entonces, denunció al golpista ante el Tribunal Constitucional por el asalto al poder político pero no tuvo éxito. Entonces empezó a preparar una fuerza insurgente de composición juvenil, que lo seguía como dirigente universitario y de la juventud del Partido Ortodoxo de Eduardo Chibás.
Los blancos eran los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, para luego llamar a la población a apoyar la causa del derrocamiento del tirano. Siguiendo las enseñanzas de las luchas de la independencia, su idea era partir del Oriente para invadir luego el Occidente (La Habana). Se apoyaba en la historia del general Carlos Manuel de Céspedes y de José Martí, quienes encabezaron las primeras guerras por la soberanía.
Unos 120 muchachos y muchachas atacaron el Moncada, en tanto otros 27 hacían lo propio con el de Bayamo, para tratar de cortar la llegada de refuerzos.
Desde el punto de vista militar, tal operativo fue un fracaso. Pero a la luz de los resultados, fue apropiado caracterizarlo de fracaso militar, éxito militar. Es que Batista terminó de desnudarse con la cruel represión, desenmascarada por Fidel Castro en su alegato durante el juicio. Allí preguntó a los jueces: “Si el Ejército tuvo 19 muertos y treinta heridos, ¿cómo es posible que nosotros hayamos tenido 80 muertos y cinco heridos? ¿Quién vio nunca combates de 21 muertos y ningún herido, como los famosos de Pérez Chaumont?”. Era obvia la denuncia: los guerrilleros rendidos fueron fusilados en su mayoría, luego de ser bárbaramente torturados, como Abel Santamaría.
El dictador empezó a cavarse a tumba porque el jefe de los rebeldes aprovechó el alegato no sólo para poner de resalto aquellas bestialidades: habló de las 5 leyes que aspiraban a cumplir. Una devolvía la soberanía al pueblo y restablecía la Constitución de 1940. Otra daba la propiedad de la tierra a los colonos y apareceros que ocuparan hasta 5 caballerías de tierra. La tercera permitía a los trabajadores participar hasta en un 30 por ciento de las ganancias de las grandes empresas. La siguiente concedía a los colonos el derecho a participar del 55 por ciento del rendimiento de la caña de azúcar. Y la quinta confiscaba los bienes de los funcionarios malversadores y corruptos de la dictadura y gobiernos anteriores.
Absuelto por la historia
Muchos políticos latinoamericanos han elaborado programas más rimbombantes que ese del Moncada. Pero lo notable de éste es que fue redactado para ser cumplido. Y se realizó en los primeros dos años de la revolución cubana, que luego siguió su marcha con otros objetivos más elevados.
Ya en aquella exposición, un Fidel Castro de 26 años de edad dejó testimonio de la importancia que adjudicaba a la educación de su gente. Luego de recordar a Martí (“un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”), el preso habló de aumentar el presupuesto educativo, de pagar mejores salarios a los docentes y de “conceder a todos los maestros, cada cinco años por lo menos, un receso en sus tareas de seis meses con sueldo, para que puedan asistir a cursos especiales en el país o en el extranjero, poniéndose al día en los últimos conocimientos pedagógicos y mejorando sus programas y sistemas” (La Historia me absolverá, pág. 46).
En algunos puntos más lo suyo fue profético, pues dijo que “el turismo podría ser una fuente de riquezas”. En 2009 el país recibió a 2.4 millones de turistas, la marca más alta de la historia, según declaró José Manuel Bisbé York, director del Ministerio de Turismo (MINTUR). La industria sin humos representa alrededor de un 7 por ciento del Producto Interno Bruto nacional y casi el 20 por ciento del total de exportación de bienes y servicios.
Sin embargo los cubanos están viendo la necesidad de resolver problemas que afectan a su economía. Si bien no pierden de vista todo el daño producido por el bloqueo de su mal vecino, saben que esto no es todo. Que hay una falta de productividad, indisciplina laboral, plantilla inflada de empleados en el Estado, algunos fenómenos de corrupción y quizás alguna contaminación ideológica capitalista derivada del turismo masivo (que en este aspecto tiene “chimeneas” y “humo”).
Basados en algunos de estos indicadores negativos, muchas agencias de prensa –lanzadas a la agresión mediática contra Cuba- publicaron que Raúl Castro se disponía poco menos que a despedir el millón de trabajadores que estaría sobrando de la planta estatal. A refutar esa mentira dirigió Machado Ventura su párrafo de “no nos conduciremos por campañas de la prensa extranjera”.
Los ajustes neoliberales, de echar gente, cerrar escuelas y hospitales, levantar ramales ferroviarios al por mayor, etc, nunca fueron los estilos de la revolución. La alegría de los casi 100.000 villaclareños este 26 de julio mostraba la seguridad de que esa clase de ajustes no entra en la lógica cubana.
Lo que sí debe haber, y es bueno que así sea, son debates políticos sobre cuáles son las mejores medidas a adoptar en lo económico-social. La discusión parece no estar definida, si uno se atiene al dato de que el congreso del Partido Comunista Cubano estaba anunciado para el segundo semestre de 2009 y aún no se realizó.
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