Las fumigaciones en Colombia
15/07/2003
- Opinión
Las fumigaciones han generado un gran debate relacionado con las
implicaciones que tiene la utilización de ciertos químicos en la
salud de las personas, los animales y el equilibrio ambiental.
Adicionalmente, se habla de los impactos económicos que estas
fumigaciones pueden tener.
Por el lado de los gobiernos colombiano y norteamericano, se
asegura que el Glifosfato, herbicida empleado en las
fumigaciones contra los cultivos de coca y amapola, no causa
ningún daño y por el contrario es utilizado en la producción de
café, arroz, algodón, maíz, sorgo, cebada y fríjol de soya, así
como para el control de maleza en el cultivo de árboles
frutales, plátano, banano y palma africana. En otras regiones
del país se le utiliza como agente madurador en la producción de
la caña de azúcar. Inclusive, los cultivadores de coca y
amapola lo emplean ampliamente en el control de maleza.
Por su parte, científicos, organizaciones no gubernamentales y
campesinos, denuncian que este herbicida, así como las
combinaciones que se utilizan para las aspersiones, tiene graves
efectos en la salud de las personas y no sólo erradica los
cultivos ilícitos, sino que afecta otras siembras y contamina
los cuerpos de agua.
Antecedentes
La década de los noventa se caracterizó por la expansión de los
cultivos ilícitos en Colombia, impulsada por una demanda
creciente a nivel externo debida a la disminución de los
cultivos en Perú y Bolivia.
El vigoroso impulso de los cultivos ilícitos en Colombia también
tiene otra causa: la existencia a nivel mundial de 180 millones
de personas que consumen drogas alucinógenas, algo así como el
tres por ciento del total de la población, un mercado bastante
apetecible para los narcotraficantes (1), quienes buscan
satisfacer unas necesidades de consumo estimadas en 650
toneladas anuales, de las cuales 300 se consumen en Estados
Unidos y 100 en Europa.
Los gobiernos han adoptado medidas para controlar la producción,
la distribución y el consumo de drogas ilícitas y para ello han
ajustado las normas jurídicas, el control de aduanas, la
interdicción aérea y la aplicación de herbicidas.
Colombia, uno de los grandes productores mundiales de cocaína y
heroína, es escenario desde hace varios años de la aplicación de
sustancias químicas para controlar los sembrados, lo que ha
despertado un gran debate que ha enfrentado a los defensores del
medio ambiente con el gobierno y los productores de los
herbicidas sobre los efectos que las aspersiones generan en la
salud de las personas, en la producción de alimentos y en la
calidad del ambiente.
El Glifosfato
El producto estrella para el control aéreo de los cultivos
ilícitos es el Glifosfato. Según el gobierno norteamericano su
toxicidad es menor que la que puede producir la sal común, la
aspirina, la cafeína, la nicotina o la vitamina A. Esta
afirmación generó múltiples reacciones entre quienes se oponen a
su uso.
Una de esas reacciones la expresó la directora ejecutiva de la
Red de Acción en Plaguicidas y Alternativas en América Latina
(RAP), Gloria Nivia, quien dijo que esta afirmación
norteamericana viola el Código de Conducta de la FAO que prohibe
comparar la seguridad de diferentes productos.
Por su parte, médicos del hospital de La Hormiga (Putumayo),
dijeron que "se presentaron decenas de casos de irritación de
ojos y de enfermedades de la piel y de las vías respiratorias
mientras se aplicaban 85.000 galones del herbicida sobre más de
30.000 hectáreas de cocales en este departamento" (2)
Los debates no son nuevos. A principios de la década de los
años ochenta, se escucharon fuertes réplicas por la utilización
de glifosato en las fumigaciones contra los cultivos de
marihuana y coca en el departamento del Tolima. Esas
controversias se han mantenido vigentes hasta hoy, cuando la
Defensoría del Pueblo de Colombia indica que "las aspersiones
son violatorias de los derechos a la vida, la integridad, la
salud y la seguridad alimentaria"(3) O cuando el Tribunal de
Cundinamarca decide que se deben suspender las fumigaciones
hasta que se realicen todas las pruebas que confirmen los
efectos de este compuesto químico sobre el medio natural y las
personas.
Según las investigaciones realizadas, en Colombia se usa para
las aspersiones un producto comercial del glifosato llamado
Roundup, que tiene en su composición un elemento que le facilita
la penetración en la planta llamado polioxietilenoamina (POEA),
con una toxicidad aguda tres veces superior a la del glifosato
puro, que produce daños grastrointestinales, del sistema
nervioso central, problemas respiratorios y destrucción de
glóbulos rojos.
La Defensoría del Pueblo también halló que al herbicida se le
mezclan los coadyuvantes Cosmo Flux y Cosmo In, que al
incrementar la acción biológica del agroquímico, permite una
mayor acción con menores dosis. Esa situación se presenta en
Colombia a pesar de que la empresa productora ICI Speciality
Chemicals, ha desaprobado el uso del Cosmo Flux para la
fumigación de cultivos ilícitos.
La misma Defensoría denunció que la mezcla utilizada para las
aspersiones en Caquetá está compuesta en un 45% de glifosato, 1%
de Cosmo Flux, 0,33% de Cosm IN y 54% de agua.
Esa denuncia de la Defensoría fue desmentida por las
autoridades, sin embargo, una publicación periodística de El
Espectador, revela que pesquisas realizadas antes de la
reanudación de fumigaciones en Cauca, encontraron en el
aeropuerto de Popayán canecas del producto, distribuido por las
empresa Esso al lado de las de glifosato.
El desmentido fue hecho por el entonces general Gustavo Socha
Salamanca, quien dijo que no existía el Cosmo Flux en la mezcla
que se utilizaba para las fumigaciones, pero posteriormente el
comandante de la Policía, general Luis Ernesto Gilibert, sí
confirmó la presencia de esta sustancia.
El periódico El Espectador afirmó en una crónica que "muy poco
se conocía hasta ahora de los químicos que componen la fórmula
con la cual se fumigan los cultivos ilícitos de coca y amapola".
"Cosmo Flux es un líquido amarillento calificado como un agente
de alta toxicidad para la tierra, que dejaría inservibles las
áreas asperjadas para futuros cultivos de cualquier índole (lo
que no hace por sí solo el glifosato, cuya descomposición en el
suelo es muy rápida), sin contar con que sus propiedades
incrementarían también los daños al hombre" según publicación
del diario El Colombiano.
Así mismo, el experto Ricardo Vargas ha denunciado que en
Colombia se utiliza una dosis de glifosato de 13,47 litros por
hectárea, lo que sobrepasa más de cinco veces las
recomendaciones internacionales de 2,5 litros por hectárea (4).
Pero el gobierno colombiano asegura que existe una auditoría
ambiental independiente que revisa las áreas fumigadas y
supervisa con regularidad los resultados de la fumigación.
Además tiene control sobre la cantidad de herbicida liberada por
las boquillas de fumigación de los aviones.
En este debate también aparecen los argumentos en favor del
Glifosfato. En diciembre de 1999, tres científicos elaboraron un
estudio denominado "Evaluación de la seguridad y el riesgo para
humanos del herbicida RoundUP y de su ingrediente activo, el
glifosato" (5).
La principal conclusión fue que "las aplicaciones de glifosato
eliminarían malezas alrededor de árboles frutales en una huerta
sin dañar los árboles, siempre y cuando no se expongan las hojas
de los árboles. El glifosato es predominantemente degradado en
el ambiente por microorganismos y por cierto metabolismo
limitado en las plantas; finalmente se divide en sustancias
naturales, como el bióxido de carbono y el ácido fosfórico".
Los administradores del programa de fumigaciones dijeron a
partir del estudio de Williams, Kros y Munro, que si un ser
humano llegara a ser tocado por el líquido empleado en la
fumigación no sufriría ningún daño, e incluso si llegara a caer
en un recipiente lleno de la mezcla tampoco padecería daño
grave.
El glifosfato es de uso común
El uso del glifosato en Colombia para propósitos agrícolas es
algo común desde 1975. Casi todos los cultivos tienen la
aplicación de este herbicida, pues se ha entendido que no genera
daños para la salud humana ni para los animales. "El glifosato
casi no es absorbido por el tracto digestivo y es bastante
excretado sin modificación por los mamíferos. Cuando se ingiere
oralmente o a través de la piel, tiene una toxicidad menor. En
estudios a largo plazo de alimentación de vacas, pollos y
cerdos, no se detectaron niveles de glifosato en tejido
muscular, grasa, leche o huevos", según se desprende de una
publicación de la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (6)
Las autoridades ripostan frente a las críticas contra esta
sustancia y aseguran que los herbicidas y fungicidas utilizados
por los cultivadores de coca y amapola son mucho más tóxicos que
el glifosato. Ellos podrían utilizar cerca de 75 tipos distintos
de herbicidas para controlar la maleza, entre ellos el
glifosato, el paraquat y el paratión. Así mismo, sustancias
como el permanganato de potasio, el ácido sulfúrico, el ácido
clorhídrico, la acetona, la metil-etilcetona, el acetato etílico
y el hidróxido de amoníaco hacen parte de su cóctel para
elaborar los alucinógenos y su impacto ambiental es muy gravoso.
El Fusarium y otros herbicidas
No sólo el glifosato genera polémicas. En 1998 se advirtió por
el Defensor del Pueblo (7) sobre inminencia de la llegada del
tebuthiuron, conocido como agente naranja y que fue utilizado
ampliamente en la guerra del Vietnam. El mismo funcionario,
comentó sobre los estragos que haría el hongo fusariom oxysporum
que se estaba proponiendo en Estados Unidos para ser utilizado
en Colombia en reemplazo del Glifosfato.
Aunque este hecho fue nuevamente negado por el gobierno, un
informe presentado por el Investigador Independiente Jeremy
Bígwood asegura que el Fusarium fue parte inicialmente del Plan
Colombia por razones económicas. "Así fue que David Sands con
ideas diferentes al resto de la comunidad científica, y apoyado
por un ex-general de la Fuerza Aérea, estableció su propia
compañía para producir Fusarium, la llamó Ag/Bio. David Sands
pensó que iba a salvar el mundo y ganar bastante dinero, así,
habló con sus amigos en el Congreso y ellos incluyeron fondos en
el Plan Colombia precisamente para que su compañía otorgara
Fusarium a Colombia" (8)
Agrega que solamente quedaba faltando en ese momento un detalle:
convencer a los Colombianos. Por esa razón, cuenta Bígwood,
"Sands conocía a los más trogloditas del Congreso, quienes le
arreglaron una reunión con el presidente Pastrana, quien estaba
de acuerdo con la idea" En esencia, este empresario estaba
posicionándose para que los fondos del Plan Colombia fueran a su
compañía.
Sin embargo, los consejeros del presidente Clinton, lo
convencieron de que no era una buena idea ser los primeros en
utilizar un micoherbicida en una situación de guerra como en
Colombia, porque este hecho sería percibido como un agente de
"guerra biológica" que en algún momento podría ser utilizada en
contra de los Estados Unidos por sus enemigos. Clinton admitió
que Fusarium no debería ser utilizado en Colombia por cuestiones
de autointerés.
"El Fusarium es un hongo fitopatógeno y cosmopolita que vive en
zonas templadas y tropicales; y algunas de sus especies
naturales pueden causar enfermedades en el ser humano. Se trata
de un hongo con una gran variabilidad genética ligada a las
condiciones ambientales, ecológicas, geográficas y de la planta
que lo hospeda; lo que significaría que al introducirlo en un
ecosistema tan complejo como el amazónico podría atacar a
cultivos legales y de consumo de la población, así como a una
enorme variedad de plantas no cultivadas presentes en la selva,
extendiéndose por toda la Amazonía y poniendo en peligro a esta
insustituible fuente de biodiversidad" según el informe Hongos
Patógenos (9).
El Fusarium es una mictoxina que se empezó a desarrollar como
agente para la guerra química, debido a que las trichothecenas
aisladas tienen la capacidad de matar con una dosis de 4 a 5
miligramos a una persona.
Otros consideran el Fusarium como "hongos imperfecti" y
organismos como la CIA se involucraron en el proyecto
proporcionando fondos de "emergencia" a algunos científicos para
que aislaran el hongo. En la práctica, norteamericanos habrían
utilizado esos resultados para combatir las parcelas sembradas
de coca en el Alto Huallaga en el oriente peruano, en lo que se
conoció como la "epidemia seca-seca".
La devastación provocada por la plaga de hongos a los cultivos
de coca es de autoría de la DEA y campesinos peruanos aseguran
que aviones de esa agencia diseminaron los hongos sobre los
campos de coca. Pero ellos también mataban plantas de otros
cultivos alternativos sembrados. "Resultados de investigaciones
de campo mostraron que el mismo Fusarium que mataba la coca
mataba igualmente al tomate, al achiote y a la papaya, por lo
tanto el hongo no es específico para la coca, sino que puede
infectar otros cultivos", comenta el Investigador Independiente
Jeremy Bígwood.
Una investigación realizada posteriormente, dice que "Después de
la epidemia, la tierra no producía nada. Los suelos actuaban
como si estuvieran intoxicados" (10)
Aunque el tema del hongo Fusarium Oxisporum se calmó en
Colombia, un informe de la Junta Fiscalizadora contra las Drogas
en 1999 encontró que las matas de coca eran atacadas por una
variedad del Fusarium desde hacía más de diez años en fincas de
los LLanos Orientales (11). Los productores de las matas
utilizaron 61 sustancias para combatir el hongo en el Guaviare,
el Putumayo y el Caquetá lo cual puso en peligro el equilibrio
ambiental y la vida de campesinos, según ese mismo informe.
Sergio Uribe, miembro de la Junta Fiscalizadora contra las
Drogas, reveló que "en estas regiones se está incubando una
generación de mutantes y retrasados mentales por el uso
indiscriminado y sin seguridad industrial de estos químicos para
controlar los efectos tóxicos del Fusarium" Entre los
insecticidas que más utilizan los campesinos son el Paratiohn,
Tamaron y el Paracuat bajo la marca Gramoxone.
La mayoría de esos químicos no son recomendados por la Agencia
para la Protección del Medio Ambiente de los Estados Unidos y el
Banco Mundial. Ingresan de contrabando a Colombia por el
Ecuador y se utilizan especialmente en el Putumayo. Las
autoridades colombianas, a pesar de que son restringidos, no ha
logrado romper su comercialización ilícita.
Dudas sobre la efectividad de la erradicación
La efectividad de la política de erradicación está por verse.
Cada quien tiene una cifra, una apreciación y una explicación.
Esa dicotomía en la información impide evaluar los resultados de
la lucha contra las drogas ilícitas.
Los resultados de la represión química de los cultivos ilícitos
han sido insignificantes para algunos analistas, ya que en 1981
Colombia tenía 25.000 hectáreas plantadas de marihuana y coca,
mientras que en 2001 habían 144.807 hectáreas cultivadas sólo de
coca (12).
Para el analista internacional Juan Gabriel Tokatlian, quien
escribe en el diario El Tiempo, "Colombia ya fumigó
suficientemente su territorio con sustancias nocivas para la
salud de su población y la preservación de su medio ambiente,
mientras la demanda de drogas de los ciudadanos en Estados
Unidos sigue en auge, por lo que una nueva erradicación química
promete ser más de lo mismo: una victoria pírrica que no
resuelve la esencia del negocio de las drogas".
El gobierno colombiano explica que está haciendo ingentes
esfuerzos para disminuir los cultivos ilícitos (13). De un lado,
promueve el desarrollo para transformar las condiciones
socioeconómicas de las familias de campesinos, colonos e
indígenas que permitan construir opciones económicas y de
bienestar sostenibles que posibiliten su desvinculación de la
actividad ilícita. De otro, utiliza la fumigación aérea para los
cultivos de tipo industrial. Mediante esta doble estrategia le
da un tratamiento diferencial a esta problemática. Así, en
materia de desarrollo alternativo Colombia ha llevado a cabo
proyectos productivos y complementarios que han beneficiado a
54.551 familias; de otro lado, se ha asperjado en el período
1999 - 2001, un total de 195.338 hectáreas de coca y 19.771 de
amapola, de cultivos de carácter extensivo o industrial.
"Vale anotar, que los esfuerzos del Gobierno colombiano se ven
minimizados cuando otros países no ejercen la suficiente presión
para bajar sus niveles de consumo; prevenir y controlar la
producción y el tráfico de sustancias químicas, la de armas y
municiones y el lavado de activos que generan el mayor valor
agregado en la producción de drogas ilícitas" (14)
Ese informe de la Policía, también señala que durante la década
de los ochentas y parte de los noventas hubo una gran expansión
de los cultivos de coca en Perú y Bolivia. En 1994 y 1995 la
superficie anual estimada fue de 201.700 hectáreas y 214.800,
respectivamente, concentrándose el 77% de los cultivos en Perú y
Bolivia. La campaña de erradicación y sustitución de cultivos en
estos dos países, la intensa labor de control e interdicción a
los vuelos desde Perú hacia Colombia y un hongo que destruyó
grandes cantidades de hoja en el Perú, entre otros, fueron
factores que contribuyeron al descenso de los cultivos en estos
países. En la actualidad, Colombia, es considerado el mayor
productor y primer país procesador para obtención del
clorhidrato de cocaína.
Hoy Colombia es el único país andino en el que se realizan
fumigaciones aéreas contra los cultivos de coca, ya que en
Bolivia la erradicación es manual y en Perú se prohibió la
aspersión desde 2000 por considerar que los pesticidas provocan
daños ecológicos.
La erradicación aérea
En Colombia el programa de erradicación aérea está dirigido por
la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional con el apoyo
de la Oficina de Asuntos Antinarcóticos de la Embajada de los
Estados Unidos.
Las áreas que se fumigan son seleccionadas por el gobierno de
Colombia y se vale para ello de imágenes satelitales y del
resultado de los sobrevuelos de vigilancia e inspección que se
realizan sobre las zonas donde se sospecha que existen cultivos
de coca y amapola.
La Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional y la Oficina
de Asuntos Antinarcóticos de la Embajada Americana, aseguran que
la fumigación con glifosato no le hace daño al suelo y permite
la rápida regeneración de especies de plantas nativas. Por esa
razón las autoridades oficiales subestiman las críticas e
informes negativos que presentan los grupos ambientales y
organizaciones no gubernamentales sobre el impacto ambiental de
la erradicación aérea. El argumento base que se esgrime por
parte de los orientadores de la política antidrogas es que los
efectos ambientales graves se deben a la existencia de los
cultivos ilícitos y el procesamiento de narcóticos. Los voceros
estatales aseguran que los sitios donde se producen y procesan
la heroína y la cocaína están en medio de ecosistemas frágiles y
muy importantes ecológicamente.
Los bosques tropicales y andinos han sido destruidos para
abrirle espacio a los cultivos ilícitos. Según cifras que
maneja la Dirección Nacional de Estupefacientes para cultivar
una hectárea de coca se requiere tumbar cuatro hectáreas de
bosques, mientras que para sembrar una hectárea de amapola se
deben acabar dos y media hectáreas forestadas. Esta
deforestación altera el ecosistema severamente, causando
erosión, extinción de especies nativas de flora y fauna, aumento
de las emisiones de dióxido de carbono y contaminación del agua.
Conclusiones
Queda en evidencia que la utilización de elementos químicos
necesariamente genera daños en el entorno ambiental y puede
afectar seriamente a la población que esté directamente
vinculada a las fumigaciones.
Que se utilizan muchos químicos sin pleno conocimiento de la
sociedad y que ingresan al país a través de acuerdos secretos,
lo cual produce desconfianza en las medidas que adopta el
gobierno para combatir los cultivos ilícitos.
Las declaraciones de los campesinos indican que los daños
físicos y ambientales sí se presentan, pero son minimizados por
el Establecimiento, con el argumento de que ellos buscan
cabildear ante organizaciones defensoras del medio ambiente para
evitar las fumigaciones y poder continuar con el negocio de la
siembra ilícita.
Las aspersiones han logrado erradicar grandes cantidades de
hectáreas de sembrados de coca y amapola en Colombia, pero las
siembras se reproducen a una mayor velocidad, haciendo casi que
infructuosos los esfuerzos del gobierno por controlar estos
sembrados.
La posibilidad de erradicar los cultivos de manera manual no se
ha allanado lo suficiente y ello podría tener dos explicaciones:
la primera, la falta de acuerdo entre gobierno y productores
campesinos, y la segunda, la presión de las multinacionales de
herbicidas por vender sus productos, muchos de los cuales han
sido prohibidos en los países desarrollados.
* Humberto Tobón y Tobón es Comunicador Social y Economista.
Especializado en Finanzas y Medio Ambiente
Notas:
(1) Informe del Programa de las Naciones Unidas para la
Fiscalización Internacional de Drogas ? PNUFID
(2) Articulo publicado en el diario El Colombiano (Medellín)
Fumigaciones: una pelea en la que todos pierden 22 de Julio de
2001
(3) Declaraciones del Defensor Nacional del Pueblo Eduardo
Cifuentes
(4) Entrevista pública en El Espectador ?La mezcla de los
químicos es segura? 23 de julio de 2001
(5) Los tres toxicólogos son Gary M. Williams, del Colegio
Médico de Nueva York; Robert Kroes, de la Universidad Ritox, de
Holanda, y Ian C. Munro, de Cantox Health Sciences
International, de Canadá.
(6) Se puede consultar en www.epa.gov
(7) El Defensor del Pueblo, José Fernando Castro, lideró la
oposición al uso de este químico, de comprobados y graves daños
ambientales.
(8) Consideraciones sobre la guerra bioquímica contra los
cultivos de drogas: el caso de Fusarium. Memorias del encuentro
internacional sobre Uso de armas biológicas en la guerra contra
las drogas. Quito, 10 y 11 de Octubre de 2000.
(9) Este informe fue realizado por Eduardo Galeano y apareció en
el Boletín de Acción Ecológica "Alerta Verde"
(10) Investigación realizada por Sharon Stevenson, quien realizó
entrevistas en el Alto Huallaga, Perú.
(11) Informe del periódico El Colombiano. "Los coqueros ya
atacan el hongo". 7 de agosto de 2000
(12) Estos datos corresponden a la información satelital
reportada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de
América y complementada con trabajo de campo realizado por la
Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos.
(13) Información de la Policía Nacional - Dirección
Antinarcóticos y Dirección Nacional de Estupefacientes. Proyecto
SIMCI - Procesamiento digital e interpretación de imágenes
satelitales LANDSAT y SPOT.
(14) Ibidem
https://www.alainet.org/es/active/4097
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