La hipocresía de las portadas blancas
10/10/2010
- Opinión
“No hay democracia sin libertad de expresión”, fue la frase que colocaron en sus primeras planas y con letras gigantes algunos diarios de nuestro país el pasado jueves como expresión de protesta en contra de la ley antirracismo. Con esa frase estoy plenamente de acuerdo, pero decir que con una norma antirracista se pone en riesgo la libertad de expresión es una tremenda mentira. Los dueños de esos diarios –tras publicar titulares manipulados durante muchos días– ahora quieren hacernos creer que en Bolivia nadie podrá hablar, opinar o criticar. ¿Qué dice el vapuleado artículo 16 de la Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación? “El medio de comunicación que autorizare y publicare ideas racistas y discriminatorias será pasible de sanciones económicas y de suspensión de licencia de funcionamiento, sujeto a reglamentación”.
Como se puede comprobar, en ninguna parte de ese texto se pone en riesgo la libertad de expresión ni de información. La sanción será para aquellos que expresan ideas racistas y discriminatorias. Los periodistas y ciudadanos podrán seguir opinando bien o mal del Gobierno o de cualquier otra autoridad. Por supuesto que lo odiadores, esos que no controlan su lengua cargada de veneno racista, tendrán que pensar mucho antes de pronunciar insultos.
Decir que la libertad de expresión en Bolivia tiene las horas contadas no sólo es una tremenda mentira, sino un insulto insoportable. Los voceros de las organizaciones de prensa –especialmente de los patrones de medios de comunicación y de algunos periodistas colegiados o titulados– dijeron muchas falsedades a lo largo de estos últimos tiempos. Propalaron con total impunidad algo que no existe ni existirá. Usted ciudadano que está leyendo esta pequeña columna, comprobará que después de la promulgación de la ley antirracismo seguirá viviendo en libertad y podrá expresar sus pensamientos y sentimientos por todos los medios.
Afirmar que la ley antirracismo es una ley mordaza es asqueroso. Nadie será castigado por expresar opiniones. Los analistas de diarios, los comentaristas de radio y televisión, los políticos opositores, todos en general, podrán seguir dándole palo al Gobierno con o sin razón. Es cierto que no hay democracia sin libertad de expresión, como escribieron los dueños de medios, pero tampoco puede haber democracia si existen expresiones de racismo o palabras que humillan a los otros. La democracia se basa también en el respeto al otro.
Publicar diarios con tapas blancas es una tremenda hipocresía porque en Bolivia no estuvo ni está en riesgo la libertad de expresión. En el país casi el 90% de los medios de comunicación son privados y la mayoría de estos son opositores, actúan como partidos políticos. El Gobierno tiene la obligación de hacer conocer a todo el país y por todos los medios quiénes son los dueños de las estaciones de radio y televisión, de los diarios y revistas. Eso es democracia, es transparencia, es libertad de expresión. Al saber quiénes son los dueños nos enteraremos de que detrás de supuestos medios de comunicación independientes están poderosos terratenientes que apoyaron dictaduras y gobiernos neoliberales, también encontraremos a directores de diarios que fueron embajadores de gobiernos masacradores del pueblo, en democracia.
En estos días se “blanquearon” muchas cosas en esa relación de intereses comunes entre los políticos opositores y los dueños de los medios. Fue escandaloso ver a diputados o cívicos haciendo huelga de hambre por la libertad de expresión cuando en sus canales o diarios son los primeros censores y manipuladores. Son hipócritas porque cuando Sánchez de Lozada estaba en el Gobierno regalando nuestras empresas estratégicas o masacrando al pueblo, esos medios de comunicación no hablaban de libertad de expresión, de democracia, de derechos humanos, de respeto.
El viernes en la mañana, uno de esos patrones mediáticos llegó a decir la barbaridad de que Bolivia estaba viviendo, con la aprobación de la ley antirracismo, “un nuevo octubre negro”. Pregunto a ese empresario de la comunicación y a todos los que dijeron mentiras estos días: ¿por qué no sacaron portadas blancas en tiempos de la dictadura o del gonismo? La respuesta es sencilla: porque desde sus medios cogobernaban con los neoliberales; recibían grandes beneficios a través de concesiones.
Para demostrar que los patrones mediáticos que hoy gritan por la libertad de expresión son unos gigantes hipócritas basta recordar lo que pasó en octubre de 2003 en el diario La Prensa de La Paz cuando el entonces director Alfonso Canelas despidió al periodista Andrés Gomez (hoy director de Erbol) “aconsejándole” que debía suavizar sus críticas al gobierno de Sánchez de Lozada. En la revista digital La Mala Palabra se recuerda así ese episodio de censura: “Gómez dijo a los medios de comunicación que su jefe de redacción, Marco Zelaya, y el propio director de La Prensa, Alfonso Canelas, le habían pedido ‘que suavice sus críticas hacia el nuevo Gobierno’”.
El despido de Gómez ocasionó un paro de labores en La Prensa, seguido de una huelga de hambre que logró su restitución a su fuente de trabajo, con la mediación de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia. Pero luego el periodista, atenido a la cláusula de conciencia, renunció a La Prensa, nos cuenta en su reportaje el periodista Óscar Ordóñez (http://www.ipys.org/detalle.php?idioma=C&id=171 (…) Canelas le dijo al periodista Gómez, antes de despedirle del periódico La Prensa: “Andrés, ya he perdido la confianza en ti porque desde el 6 de agosto tú caminas por otros rumbos y yo camino con este sistema y este Gobierno (Goni)”.
¡Eso es censura señores de la Asociación Nacional de la Prensa! Eso es atentado a la libertad de expresión. Uno de los diarios de la familia Canelas –que hoy reclama libertad de expresión– ejerció censura sobre sus periodistas en plena masacre del ‘octubre negro’ de 2003. Luego de la renuncia de Sánchez de Lozada, acorralado por el pueblo, se conoció algo más escandaloso. Resulta que en el mismo diario La Prensa se reemplazaban los titulares originales que elaboraban los periodistas de manera ética por frases favorables al Gobierno neoliberal de Goni.
El periodista Miguel Pinto nos recuerda la denuncia del Sindicato de la Prensa de La Paz de la siguiente manera: “En la ‘guerra del gas’, donde más de 80 personas murieron acribilladas y más de 500 resultaron heridas, los mecanismos de censura también se hicieron sentir. Pero, a diferencia de lo que ocurrió en ‘febrero negro’, algunos de estos maquiavélicos dispositivos quedaron al descubierto”. El 20 de octubre, los periodistas del matutino La Prensa, integrante de una de las redes más influyentes e importantes del país, con pruebas en la mano, mostraron la forma concreta cómo los regímenes neoliberales operan en momentos de convulsión social.
Mediante carta dirigida al directorio del Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz, los periodistas de La Prensa denunciaron la “abierta actitud de censura” que ejerció el jefe de redacción de este periódico, Marco Zelaya, “respaldada” por el director Alfonso Canelas en temas relacionados con el conflicto (…). Este hecho de abierto control mediático comenzó con la cobertura de la masacre de Warisata, el 21 de septiembre, cuando los periodistas, como dice el Código de Ética, mostraron la parte y la contraparte del hecho y no sólo la versión del Gobierno, que hablaba de una presunta “emboscada” y “enfrentamiento” entre tropas del Ejército y campesinos “fuertemente armados”.
En plena ‘guerra del gas’, según las pruebas presentadas por periodistas de La Prensa, en la edición del 11 de octubre, los censores modificaron el titular de la edición Especial de Conflictos, que decía: El conflicto está incontrolable, más sectores piden la renuncia de Goni. En reemplazo de este titular, concertado periodísticamente por los redactores y editores de La Prensa, Zelaya unilateralmente tituló: Violencia: el conflicto recrudede, los bloqueadores cercan La Paz. Como se ve, Zelaya muestra su ‘verdad’, no lo que estaba pasando.
Los denunciantes sostienen que este abrupto cambio de enfoque derivó en la tapa, donde se destacó que La Paz está sitiada por los bloqueadores y sin gasolina. Otro hecho que demuestra la intromisión gubernamental en la línea informativa de La Prensa es el espectacular titular a cuatro columnas de tapa –que fue también redactada por el jefe de redacción, el 14 de octubre–, donde se sostiene que Goni y Evo no aceptan salida concertada a la crisis. Este encabezamiento ocultó descaradamente los 26 muertos a bala que se produjeron ese día en El Alto. Incluso el entonces vicepresidente Carlos Mesa afirmó que no se puede ocultar y “nada puede justificar las muertes de tantos bolivianos”.
Ahí están las pruebas de lo que es realmente censura. Esos que hoy dicen que la libertad de expresión en Bolivia está en riesgo, mantuvieron un silencio cómplice ante los estragos que cometían neoliberales y dictadores.
- Juan Azurduy
Diario Cambio, La Paz.-
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