Empoderamiento popular

14/10/2010
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Se atribuye a Benito Juárez –héroe que según los encuestadores, ha perdido su primer lugar en la mente de los mexicanos– la convicción de que sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Pero más allá de la retórica –original o citada sin reconocer autorías– podemos advertir la urgencia de remontar los riesgos de una desaparición inminente como nación soberana. Cuando los individuos, que por largo tiempo permanecieron centrados en si mismos y sin preocuparse de los fenómenos de la comunidad en la cual viven, deciden organizarse para resolver sus problemas con mecanismos eminentemente autogestivos, la trasformación repercutirá no sólo sobre los miembros de la relación comunitaria –familia, colonia, poblado, etcétera– sino también en una necesaria contraposición al paternalismo, autoritarismo o intervencionismo gubernamental, como resultado de los esfuerzos ciudadanos por alcanzar con su participación una plena vigencia de los principios democráticos.

Pasar de la cómoda condición de sujetos pasivos y “beneficiarios del statu quo” a la de personas actuantes, supone un cierto grado de madurez capaz de reconocer calamidades –bioecológicas casi siempre vinculadas con los desastres naturales y, las provocadas por la acción del ser humano– diagnosticándolas, pronosticando su ocurrencia y sus efectos, proponiendo mecanismos para su control y realizándolos en el caso que la omisión y desvío gubernamental suponga algún grado de responsabilidad en el desastre. Actuar, es lo que verdaderamente pone nerviosos a quienes ostentan el poder con personalidad neurótica, pues ello significa, que por más órdenes autoritarias que se dicten para detener la integración y transformación de comunidades pasivas en grupos contestatarios, finalmente el conjunto, en este caso el pueblo, encontrará liderazgos capaces de reconocer sus propias aptitudes y limitaciones trazando un modelo de identidad y aprendizaje que le permita eliminar los obstáculos para una convivencia sana y madura.

La actuación ciudadana se ha topado con mucha evidencia clínica de neurosis por parte de legisladores, juzgadores y gobernantes –de ansiedad, depresiva, fóbica, obsesivo-compulsiva, hipocondríacas, histéricas y traumáticas– que tienen en el trasfondo una baja autoestima paralizante, miedo al compromiso, sucesión de fracasos productores de frustración y por ende una reacción defensiva de sobreestimación, resultado de su envidia por el otro. La imagen negativa de sus gobiernos dibujada por el ciudadano común, tiene menos que ver con su filiación partidista, y más con la proyección de sujetos mediocres, sin muchas aptitudes para visualizar el largo plazo y en casos extremos con limitaciones existenciales y/o académicas que les impiden resolver cuestiones como: desempleo –y el eufemismo del subempleo que en el caso de México es escandaloso no sólo por los millones atrapados en el fenómeno sino por la corrupción que implica– fuga de cerebros y capitales, abandono de la tierra, cambio en los patrones de migración, disminución del valor adquisitivo y muchas otras, asumidas como ofensivas por la comunidad organizada; generalmente no escuchada y en casos extremos, obligada a callar, bien por el manotazo autoritario, bien por la agresión, como sería el tema de acusaciones ministeriales sin sustento o la omisión frente a afectaciones –a veces inducidas– del patrimonio, seguridad de las personas y derechos fundamentales.

El soberano –pueblo en términos de nuestro orden constitucional– se asume rechazado, cuando el secretario de Educación Pública desoye la petición de vecinos de la colonia Ajusco Coyoacán, para ser beneficiarios de una librería y centro cultural. Quienes solicitan el proyecto Elena Garro en su ámbito de marginación y los que lo rechazan por cuestiones de saturación y convicción de las pocas bondades de construirlo en donde se han encaprichado sus promotores y subordinados del señor Lujambio, presumen que éste sólo está preocupado en su posibilidad de ser candidato presidencial, en vez de ocuparse de la educación, las escuelas, la cultura y todo lo que supone su calidad de servidor público.

Si el punto de vista de los habitantes de Tláhuac, Milpa Alta, Xochimilco y en general las zonas rurales de la capital de la República, conscientes del impacto ambiental negativo de “la modernidad” –destrucción de ejidos, zonas de recarga acuífera, de reserva boscosa e hídrica– es desoído para imponer segundos pisos, densificaciones de viviendas forzadas y en general soluciones que la gente sabe no funcionarán por ser alternativas extralógicas, no es de extrañar que aun los desastres naturales se endilguen a un jefe de gobierno y toda una recua de delegados, que en vez de servir, se preocupan por mantener las canonjías de los grupos antagónicos dentro del propio gobierno del DF.

Además de la corrupción, mediocridad y ausencia de vocación de servicio, un tercer factor que está empujando a los mexicanos a ser los conductores de su destino, es la certeza del sentido patrimonialista del poder que acompaña a los gobernantes en turno. Salvo honrosísimas excepciones ellos se asumen como dueños, nunca como servidores, jamás reconociendo que en todo caso es la nación propietaria de los bienes nacionales y por ende el pueblo puede y debe opinar sobre su manejo y destino. Cuando un pequeño grupo –de comunicadores, opinadores, o explotadores, en o fuera del gobierno– se repite cada día “soy tu dueño”, el efecto insano se multiplica y contagia a quienes el pueblo está dispuesto a descalificar por su incompetencia, para obligarlos a cumplir. En el caso extremo de detectar que el miedo a esforzarse y avanzar domina a quienes usufructúan los puestos de gobierno, un pueblo empoderado logrará marginarlos a fin de permitir a personas más capaces y sanas el manejo de lo público.

Forum 204. Octubre de 2010. www.forumenlinea.com

 

https://www.alainet.org/es/active/41621?language=en

Del mismo autor

Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS