Un proyecto de sociedad para Colombia
27/10/2010
- Opinión
Son innumerables los interrogantes que nos hacemos los colombianos en medio de la guerra interminable y de la corrupción, la pobreza y la miseria generalizadas, a los cuales debería encontrarles respuestas de fondo el sector acaparador de las riquezas, si de verdad estuviese interesado en cambiar tan lamentable situación. Pero jamás se escuchan respuestas concretas, únicamente especulaciones y evasivas que reflejan desde arriba la carencia de voluntad política y desde abajo la profunda ignorancia popular.
1. ¿Cuál es el modelo o sistema socioeconómico y político más acorde con las necesidades de la mayor parte de la población colombiana, que garantice su progreso sostenible y la conservación de la naturaleza?
2. ¿Por qué no es posible resolver políticamente el conflicto interno en Colombia, es decir, hacer reformas de fondo que dejen satisfechas a las partes comprometidas en el mismo?
3. ¿Por qué no es posible establecer en Colombia las libertades de conciencia, de pensamiento, de expresión y difusión de opiniones?
4. ¿Por qué a los niños y niñas, como también a los y las adolescentes, no los capacitan primero en el conocimiento de la diversidad de corrientes religiosas, políticas, filosóficas, económicas y culturales antes de iniciarse en cultos religiosos, militancias políticas, actividades militares o movimientos filosófico-culturales?
5. Hablando del narcotráfico, ¿por qué no se examinan primero todos los tipos de narcóticos existentes, sus propiedades, sus perjuicios a la salud, se les compara en su evolución y en sus repercusiones económicas con otros tradicionales y se somete su uso a una Consulta o Referendo antes de tomarse decisiones en pro o en contra?
6. ¿Por qué los hijos de los ricos no cumplen con el servicio militar obligatorio y en cambio los hijos de los pobres corren presurosos a enrolarse en el ejército, sin invocar siquiera el derecho a la objeción de conciencia?
Si el pueblo tuviera claro el horizonte dejaríamos de lamentarnos, no cometeríamos tantos errores y le daríamos al Estado el rumbo humanista que necesita. Por ahora, démosle respuesta a la primera pregunta, la más difícil; resuelta ésta, las demás son pan comido.
Nuestra práctica consuetudinaria o costumbre es que los problemas centrales del país los tratamos superficialmente, por las ramas, evitando tocar la raíz de los mismos. Nunca se pone en duda la validez del sistema capitalista; siempre se parte de una supuesta superioridad del mismo sobre las demás formas de organización socioeconómica y política, inclusive sin antes hacer los balances que demuestren la urgencia de mantenerlo o de sustituirlo. Creemos hacer parte de un Estado Social de derecho, pero sin derecho a poner en duda el origen de todos los problemas sociales. Cuando se llega a este punto quedamos frente al dilema de mejorar y/o cambiar el sistema por la fuerza de las ideas, de los argumentos, de las armas dialécticas, o por la fuerza de las armas materiales, las que destruyen físicamente al contendor.
Quienes por el momento manejan el Estado argumentan que este conflicto se puede resolver mediante votación popular, claro, mediante votos inconscientes conseguidos a través de limosnas y de argumentos falsos distribuidos a través de sus aparatos de dominación: la iglesia, la escuela, los medios masivos de comunicación, las instituciones tradicionales. El policía estrella del planeta actual, Gral. Naranjo, hace poco aportaba esta “perla” teórica: “La guerrilla ya no es un proyecto político”. Obvio, nunca lo ha sido. La guerrilla es una forma de lucha para sacar adelante un proyecto de justicia social.
No hay duda de lo saludable que sería en Colombia una discusión profunda acerca de nuestra filosofía y la ética de los seres humanos. Quizás al final de tal debate descubriríamos que somos más los solidarios que los egoístas, más los que queremos igualdad que inequidad, más los que amamos la naturaleza que los que quieren arrasarla.
De mi parte, como cualquier proletario soñador, no tengo para perder sino las cadenas opresoras y antes de ser satanizado como terrorista, les propongo una alternativa viable, atada al juego democrático burgués: conformar una gran ASAMBLEA CONSTITUYENTE o CONGRESO NACIONAL CIENTÍFICO Y POPULAR CONSTITUYENTE serio, sin afanes, a largo plazo, consultando el sentir y las necesidades populares, que construya el modelo de sociedad más conveniente para el 95% de los colombianos, con vigencia mínima de unos 50 años. El otro 5%, los eventualmente perjudicados, seguirán viviendo muy bien, pero sin acaparar el bienestar de los demás.
Ese Constituyente estaría integrada por 3 á 5 mil académicos escogidos por sus méritos intelectuales que, pagados con dineros del erario, se dedicarían de tiempo completo durante unos 5 años a elaborar dos, tres o cinco Proyectos de sociedad. Una vez terminados los Proyectos, sus respectivos autores los socializarán y les harán ajustes durante otros 5 años, al final de los cuales se someten a votación de los colombianos y colombianas. Para poder participar en la selección definitiva del Proyecto de País los votantes deberán saber sustentar el Proyecto por el cual optan, mediante la solución previa de un cuestionario relacionado con el mismo; es decir, quienes no estén capacitados en el manejo de los temas no tendrán oportunidad de escoger. Es preciso aprobar un examen previo de conocimientos sociológicos, económicos, ecológicos, filosóficos, geográficos, históricos, como requisito para participar en la selección del modelo.
Esta sería una oportunidad única para mejorar la calidad de la educación de los colombianos y las colombianas: discutir asuntos esenciales, previos a la escogencia autónoma de nuestra organización socioeconómica, política y cultural, el modelo de sociedad más conveniente para el desarrollo democrático del país. Así sí sería construir desde la base, desde abajo, con la participación popular consciente, no manipulada.
De lo contrario seguiremos matándonos o siendo víctimas de una clase social excluyente, egoísta, acaparadora, que nos impone su modelo de sociedad sin darnos la oportunidad de elegir qué es lo más conveniente para la mayoría de los habitantes de este territorio.
Armenia, Octubre 27 de 2010.
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