No puede ni debe pagar la deuda externa
26/07/2003
- Opinión
El FMI consideró adecuado el cumplimiento de los compromisos
acordados con el gobierno argentino entre enero y agosto de este
año, y habilita así el inicio de nuevas negociaciones para
establecer un nuevo acuerdo por tres años. Allí se renovarán las
cláusulas de ajuste fiscal establecidas a comienzo del 2003 y
quizá agravadas. Si la meta fiscal requería un superávit de 2,5%
del PBI, la intencionalidad del organismo internacional intentará
acercarla a 4,5%, presionando a la disminución del gasto público
y a una mayor apropiación de la capacidad de recaudación
verificable en el último tiempo. Pero también reincidirá en fijar
metas de cambios estructurales que agudizarán los problemas de
fondo que sufre la mayoría de la sociedad argentina. En primer
lugar la salida del "default" con inversores internacionales y la
restauración de pagos a los organismos multilaterales de crédito.
En segundo lugar la recomposición de las tarifas de los servicios
públicos privatizados, congelados por la Ley de Emergencia desde
comienzos de 2002 y prorrogada hasta fines del 2004. Tercero, la
reestructuración del sistema bancario, incluyendo algunas de las
tantas pretensiones de enajenar los subsistentes bancos
oficiales. Además, las consabidas pretensiones de reforma
tributaria y disciplinamiento fiscal de las provincias para
asegurar capacidad estatal de pago a los acreedores de la deuda
externa. Se debe sumar a ello la sempiterna demanda de seguridad
jurídica para los inversores
internacionales.
Por un lado están los reclamos del FMI, coincidentes con los
acreedores externos y las clases dominantes que actúan en la
Argentina, a quiénes solo les importa la recreación de
condiciones para sus negocios. Nada les importa la problemática
social derivada de esa voracidad concentrada en la acumulación de
ganancias, riqueza y poder. Por eso les suena bien que el
Financial Times pondere la "recuperación económica" de la
Argentina, ya que ello genera mejores condiciones para cobrar
"que hace un año". Del otro lado está el gobierno argentino y sus
propósitos en materia de política económica. El presidente
Kirchner le manifestó al ministro de economía francés que
reclamaba por los intereses empresarios de Francia en nuestro
país, que su preocupación eran 35 millones de argentinos. Eso
supone anteponer las necesidades e intereses de la mayoría
empobrecida, más del 50% de la población, y que vive "para y del"
mercado interno, tales como los trabajadores, pequeños y medianos
productores y empresarios, algo así como el 90% de la población.
¿Pero, esas necesidades insatisfechas de ciudadanos afectados por
el desempleo, bajos ingresos previsionales o carencias de salud,
educación e incluso crédito para la reactivación de economías
regionales y desarrollo de pequeñas y medianas empresas y
productores, se compadece con un superávit entre enero y mayo
2003 de 5.100 millones de pesos? La proyección para todo el año
alcanza a los 10.000 millones. Es cierto que hasta mayo gobernó
Duhalde y desde fines de ese mes inició su turno la gestión
Kirchner, aunque claro, ambas administraciones con el mismo
Ministro de Economía y encargado de negociar con acreedores y
FMI.
Eso es lo que está en juego en las negociaciones con el FMI, y
las autoridades argentinas deben optar por atender el pliego de
condiciones del poder económico, o decidirse firmemente por
resolver las necesidades socio económicas mayoritarias de la
población. No se puede navegar en la indecisión de esa opción. El
ejemplo es la salida de la convertibilidad. Se cambió el régimen
cambiario pero se mantuvo la apertura de la economía facilitando
la salida de capitales, estimada por el INDEC en más de 7.000
millones de dólares durante el 2002 y continuada en el presente
año. Se afirma que las privatizaciones están para perpetuarse, ya
que se revisan los contratos, pero si es necesario habrá nuevas
convocatorias de privatización. La inserción internacional
subordinada se confirma con el periplo por los países
capitalistas desarrollados y los encuentros con sus presidentes y
reafirmaciones de fe en el capitalismo y la posibilidad de
construir un país normal o serio. Apertura de la economía,
subsidiariedad del Estado e inserción mundial subordinada al
capitalismo desarrollado fueron las banderas enarboladas por la
dictadura genocida y lamentablemente sostenidas con vigencia
constitucional.
Un camino alternativo supone modificar radicalmente las
prioridades de política económica y colocar en primer lugar la
demanda de empleo y reactivación del mercado interno. En ese
marco, la deuda externa no debe ni puede pagarse. Los acreedores
de la deuda externa pública de Argentina deberán aceptar que
oportunamente asumieron un elevado riesgo voluntario con tasas de
interés usurarias que nuestro pueblo no debe ni puede pagar. Es
cierto que hay sectores populares que recibieron bonos
compulsivos y son acreedores involuntarios y pueden ser afectados
por una política de no pago de la deuda. Para esos casos debe
resolverse un fondo especial financiado por los beneficiarios de
grandes créditos pesificados y los principales apropiadores de la
renta nacional en los recientes 90, e incluso desde el origen del
"modelo", asociado al terrorismo de Estado. Deuda externa y
crimen organizado desde el Estado son parte de una misma herencia
a desterrar para superar la crisis argentina.
Buenos Aires, 27 de julio de 2003.
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