Cinco meses en el ojo del huracan

02/08/2003
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A fines de julio pasado, en el marco del 50 aniversario del asalto al Cuartel Moncada (26 de julio de 1953) - primera intentona militar fallida del Ejército Rebelde contra el poder dictatorial de Batista- Fidel Castro fue contundente. « No necesitamos de la ayuda humanitaria europea », sentenció con vehemencia, como parte de un largo discurso donde las relaciones internacionales estuvieron en el centro mismo de su reflexión. Expresaba así su enojo hacia el primer ministro español José María Aznar y otros gobernantes del continente que han aplicado nuevas medidas de presión diplomática contra Cuba en las últimas semanas. Afirmación casi dramática si se tiene en cuenta que no existe isla alguna en el mundo, por más autogestionaria que sea, que pueda sobrevivir sin intercambio activo y cooperación internacional. Mucho más, como en el caso de Cuba, cuando esa isla soporta desde hace más de 40 años un bloqueo total de parte de los Estados Unidos. Tensión en aumento En la primera semana de abril , 75 personas fueron juzgadas y condenadas a pesadas penas de prisión que llegan a los 28 años.« Contrarrevolucionarios» al servicio de la Sección de Intereses (Embajada) estadounidense en La Habana, según el poder cubano; « patriotas », para una parte de los cubanos de Miami; « disidentes » para numerosos medios de comunicación internacional, estos juicios implicaron una declaración de guerra defensiva para las autoridades caribeñas. El 11 del mismo mes, tres cubanos que habían secuestrado una lancha tomando rehenes con la intención fallida de dirigirse hacia Miami, fueron ejecutados luego de un juicio sumario que les condenó a la pena capital. Ambos hechos provocaron una fuerte ola de protestas internacionales -que todavía continúa-; estuvieron a la base de una nueva condena de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas contra Cuba en Ginebra el 17 de abril pasado; tensionaron al extremo las buenas relaciones Cuba-Europa en expansión y, adicionalmente, abrieron un debate de fondo en importantes sectores de la izquierda y de intelectuales progresistas de primer nivel mundial. Para los críticos, los juicios sumarios y la reinstalación de la pena de muerte congelada desde hacía varios años en Cuba lesionan principios esenciales de los derechos humanos y no vale atenunante alguno para justificarlo. Las pruebas presentadas por La Habana sobre la connivencia de varios de los acusados con el representante norteamericano en la isla, James Cason -quien incluso pagó en algunos casos un salario mensual a los imputados-, no alcanza, según ellos, a justificar las condenas. Mucho menos los argumentos políticos defensivos esbozados por Cuba, quien en el marco de la ofensiva desatada por la Casa Blanca contra Irak , es ubicada junto con Siria, Irán, Libia y Corea del Norte como parte del « eje del mal » a liquidar a mediano plazo. Y que percibía en el accionar de los condenados una punta de lanza de todo un plan desestabilizador de Washington que podría incluso provocar una intervención militar. Respondiendo, en cierta forma con esos hechos, al proceso irracional por « traición » que sufrieron en suelo norteamericano cinco revolucionarios cubanos infiltrados en los grupos contras para desactivar acciones desestabilizadoras planificadas contra la Isla. Condenados a cadena perpetua los cinco militantes viven tremendas condiciones de detención en cárceles de máxima seguridad en Estados Unidos Para los defensores de Cuba, dentro y fuera de la isla, es justamente esa tensa situación internacional y la propia locura militarista norteamericana, la que pone más que nunca a la defensiva a la revolución, la irrita, la provoca y la obliga a tomar decisiones duras portadoras de un fatalista mensaje de *todo o nada*. De la condena total a la defensa ciega Miles de reacciones pro y contra Cuba se sucedieron en estos últimos cinco meses a partir de los hechos de abril. Por una parte, la de la contrarrevolución cubana y el Departamento de Estado estadounidense, condenando frontalmente la actitud de Fidel Castro, a pesar que en Estados Unidos, desde 1977 a la fecha, hubo ya 840 ejecutados por la pena capital. Por otra parte, la de antiguos amigos de la revolución cubana, como es el caso del premio nobel de literatura, el portugués José Saramago quien a partir de estos últimos hechos se distanció de la revolución y multiplicó sus críticas contra el *regimen* cubano, rompiendo con años de una proximidad retórica con la revolución. Un amplio sector de « amigos de Cuba », representados por ejemplo por toda una línea de la solidaridad expresada en mediCuba suiza y europa o intelectuales de primer nivel mundial como Eduardo Galeano, condenaron las decisiones cubanas, enfatizando, sin embargo, sin pelos en la lengua, la responsabilidad norteamericana, tanto por el criminal bloqueo histórico, como por la irresponsable y ampliada intromisión injerencista de los « halcones » de Bush contra Cuba, claramente ejemplificada en la actitud de James Cason. En tanto otros sectores internacionales que defienden la revolución, organizados especialmente en los Comités de Solidaridad, reiteraron el apoyo incondicional hacia Cuba y sus autoridades. Si de posiciones y matices se habla, sintomático también descubrir una diferencia « geográfica » del tono de las reacciones. La europea, proveniente de un continente donde los derechos humanos adquieren un valor universal -que prima a veces, incluso, sobre especulaciones de tipo político. Y la latinoamericana, continente históricamente vapuleado por dictaduras impuestas por la Casa Blanca, víctima de decenas de intervenciones militares directas promovidas por Washington, y donde la reivindicación del derecho a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos se prioriza, muchas veces, sobre los mismos derechos humanos individuales. No sorprende que en plena crítica de la Europa oficial a Cuba, un mes y medio después de los hechos de abril, Fidel Castro haya sido recibido como héroe en las calles de Buenos Aires durante la asunción del nuevo presidente argentino Néstor Kirchner el 25 de mayo pasado. Y que se convirtiera una vez más en el principal foco de atracción mediático del encuentro de gobernantes latinoamericanos donde no sólo estaban los progresistas Lula de Brasil y Chávez de Venezuela, sino también algunos centristas y otros casi reaccionarios como los mandatarios de Bolivia y Uruguay. Un debate abierto « ...El acoso de que es objeto Cuba puede ser el pretexto para una invasión. Frente a eso oponemos los principios universales de soberanía, de respeto a la integridad territorial y al derecho de autodeterminación, imprescindible para la justa convivencia de las naciones » enfatizaba una declaración firmada en abril por los premios nobeles Rigoberta Menchú, Nadine Gordimer, Adolfo Pérez Esquivel y Gabriel García Marquez. La misma fue suscrita también por decenas de periodistas,artistas e intelectuales , entre otros James Petras, Harry Bellafonte, Ernesto Cardenal, Mario Benedetti, Gianni Miná y Antonio Gades. Días más tarde, importante intelectuales, especialmente norteamericanos, « protestaron contra la actual ola de represión en Cuba... » exigiendo la libertad de todos los presos políticos en Cuba al tiempo que consideran « escandaloso e inaceptable ...el encarcelamiento de personas por intentar ejercer sus derechos de libertad de expresión ». En el mismo documento, evocan « el largo y criminal historial de intervenciones estadounidenses en América Latina ». Subrayando que « sólo un gobierno que repudiara este historial, que renunciara a toda intención de restaurar su dominio económico o político sobre Cuba...tendría legitimidad moral para convocar al cambio democrático en Cuba » Concepto compartido en un detallado análisis por el Maurice Lemoine, periodista de Le Monde Diplomatique para quien « los Estados Unidos no son ajenos al reciente endurecimiento visto en Cuba, único país de América Latina que no han logrado poner bajo sus designios ». Lemoine recuerda que Cuba sigue sometida a los rigores de la Ley Helms-Burton que autoriza a las autoridades judiciales norteamericanas juzgar a todas aquellas empresas internacionales que comercien con la isla caribeña. Un paso suplementario al bloqueo total impuesto contra la isla y condenado en más de diez ocasiones - sin resultado concreto alguno- por las Naciones Unidas. No menos llamativo el editorial publicado por « El País » de España el 30 de julio pasado por Elizardo Sánchez Santa Cruz, activista de la opositora Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional . En el cual si bien insiste -en su ya trillada posición- sobre « el sombrío panorama de Cuba » reconoce que « la política de Washington hacia el Gobiero de Cuba durante más de cuatro décadas ha sido y sigue siendo érratica y contraproducente... » En este marco de bloqueos y presiones no deja de llamar la atención la resonancia consciente de los acontecimientos de abril. « El tema (de las ejecuciones) en general pasa desapercibido » analiza Augusto Zamora profesor der Derecho Internacional de la Universidad Autónoma de Madrid. Señalando que en el año 2002 fueron ajusticiadas 1600 personas en China y en Estados Unidos se aplican tres penas de muerte por mes. Sin embargo, sólo las de Cuba, desataron « una tormenta mediática y política con epicentro en Estados Unidos »... Humanitarismo , a todas luces, selectivo, concluye. El debate sobre Cuba sigue abierto. Involucra a defensores y detractores de la revolución y desata pasiones dentro mismo de la izquierda y de los sectores progresistas a nivel internacional. Lo que nadie oculta ya, por más conservadora y anti-castrista que sea su posición, es que el bloqueo y la agresión norteamericana no son una fantasía nacida en La Habana. Y en tanto esa agresión perdure, Cuba, -como cualquier otro Estado del mundo que estuviera en esa misma situación- privilegia el derecho a la soberanía y a la defensa por sobre cualquier otra cosa.
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