Chiapas: la treceava estela. Tercera parte: Un Nombre
30/07/2003
- Opinión
Llueve. De por sí llueve en Julio, el séptimo mes del año.
Estoy tiritando junto al fogón, dando vueltas sobre mí mismo,
como si fuera pollo en rosticería, para ver si así me seco un
poco. Resulta que la reunión con los comités terminó ya muy
tarde, en la madrugada, y nosotros estamos acampados a buena
distancia del lugar de la reunión. No llovía cuando salimos,
pero como si nos estuviera esperando, se desató un aguacero de
padre y muy señor mío, justo cuando íbamos a mitad del camino,
es decir, cuando daba lo mismo seguir que regresar. Los
insurgentes se fueron a sus respectivas champas a cambiarse el
uniforme mojado. Yo no, y no por valiente, sino por sonso,
porque resulta que, buscando aligerar el peso de la mochila,
no cargué con una muda de repuesto. Así que, aquí estoy,
haciéndole al "pollo estilo Sinaloa". Además inútilmente,
porque, por alguna razón que no alcanzo a comprender, mi gorra
parece esponja que absorbe el agua cuando llueve y se exprime
sola bajo techo. El caso es que, dentro de la champa donde
está el fogón, tengo mi lluvia personal. Estos absurdos no me
maravillan. Después de todo estamos en tierras zapatistas, y
aquí el absurdo es tan frecuente como la lluvia, sobre todo en
el séptimo mes del año. He echado ahora sí que más leña al
fuego, y no en sentido figurado, y ahora las llamas amenazan
con quemar el techo. "No hay mal que no se pueda poner peor",
me digo recordando uno de los refranes de Durito, y mejor me
salgo.
Afuera ya no llueve arriba, pero bajo mi gorra hay un diluvio.
Yo estoy tratando de encender la pipa con la cazuela hacia
abajo cuando llega el Mayor Rolando. Me queda viendo. Mira al
cielo (que a estas alturas ya está completamente despejado y
con una luna que parece, a no dudarlo, un sol de medianoche).
Vuelve a mirarme. Yo comprendo su desconcierto y digo: "Es la
gorra": Rolando dice "Mmh", que viene a significar algo así
como "Ah". Para esto ya llegaron más insurgentes e insurgentas
y, por supuesto, una guitarra (Esa si, bien seca), y se ponen
a cantar. El Rolando y un servidor nos echamos, a dueto, "La
Chancla" frente a un público desconcertado, porque aquí el
"hit parade" opta por las cumbias, los corridos y las
norteñas.
Vista la reiteración de mi fracasado lanzamiento como
cantante, me retiré a un rincón y seguí el sabio consejo del
Monarca que, al igual que Rolando, me quedó viendo, vio el
cielo, volvió a mirarme y sólo dijo: "Quítalo tu gorra Sup".
La quité y, por supuesto, paró esa lluvia privatizada. Se fue
el Monarca a donde estaban los demás. Le dije al Capitán José
Luis (que anda de mi escolta) que se fuera a descansar, que ya
no iba a haber nada. El Capitán se fue, pero no a descansar,
sino a darle a la cantadera.
Así que me quedé sólo. Tiritando todavía pero ya sin la lluvia
sobre mí. Volví a tratar de encender la pipa, ahora sí con la
cazuela hacia arriba, pero descubrí entonces que el encendedor
se me había mojado y no daba ni una chispita. Yo murmuré: "úta
madre, ya no enciendo ni la pipa, "seguro que mi "sex appeal"
se irá a los suelos". Estaba buscando en las bolsas del
pantalón (que no son pocas) no un ejemplar de bolsillo del
"kamasutra", sino un encendedor seco, cuando una llama se
encendió muy cerca de mí.
Reconocí el rostro del Viejo Antonio detrás de la luz, acerqué
la cazuela de la pipa al cerillo encendido y, dando todavía
bocanadas, le dije al Viejo Antonio: "Hace frío".
"Hace", respondió él, y con otro fósforo encendió su
cigarrillo hecho con doblador. A la luz del cerillo, el Viejo
Antonio me quedó viendo, luego miró al cielo, luego otra vez
me miró, pero él no dijo nada. Yo tampoco, Seguro que el Viejo
Antonio ya está acostumbrado, como yo, a los absurdos que
pueblan las montañas del sureste mexicano. Un viento repentino
apagó la llama y quedamos sólo con la luz de una luna como
hacha mellada por el uso, y el humo rayando la oscuridad. Nos
sentamos en el tronco de un árbol caído. Creo que estuvimos un
rato en silencio, no muy me acuerdo, pero el caso es que, sin
darme apenas cuenta, el Viejo Antonio ya me estaba contando...
LA HISTORIA DEL SOSTENEDOR DEL CIELO.
"Según nuestros más anteriores, al cielo hay que sostenerlo
para que no se caiga. O sea que el cielo no mero está firme,
sino que cada tanto se pone débil y como que se desmaya y se
deja caer así nomás como se caen las hojas de los árboles y
entonces puras calamidades que pasan porque llega el mal a la
milpa y la lluvia lo rompe todo y el sol castiga al suelo y es
la guerra quien manda y es la mentira quien vence y es la
muerte quien camina y es el dolor quien piensa.
Dijeron nuestros más anteriores que así pasa porque los dioses
que hicieron el mundo, los más primeros, tanto empeño pusieron
en hacer el mundo que, después de terminarlo, ya no muy tenían
fuerza para hacer el cielo o sea el techo de nuestra casa y le
pusieron ahí nomás lo que se les ocurrió y entonces el cielo
está puesto sobre la tierra nomás como un techo de ésos de
plástico. Entonces el cielo no está mero firme, sino que a
veces como que se afloja. Y has de saber que cuando esto pasa,
se desarreglan los vientos y las aguas, el fuego se inquieta y
la tierra da en levantarse y caminarse sin encontrar donde
estarse sosiega.
Por eso dijeron los que antes de nosotros se llegaron, que,
pintados de colores diferentes, cuatro dioses se regresaron al
mundo y, haciéndose gigantes, se pusieron en las cuatro
esquinas del mundo para agarrarlo al cielo para que no se
cayera y se estuviera quieto y bien planito, para que sin pena
lo caminaran el sol y la luna y las estrellas y los sueños.
Pero, también cuentan aquellos del paso primero en estas
tierras, que a veces a uno o a más de los bacabes, los
sostenedores del cielo, como que le entra su sueño y como que
se duerme o se distrae con alguna nube y entonces no lo tensa
bien su lado del techo del mundo o sea del cielo, y entonces
el cielo o sea el techo del mundo como que se afloja y como
que se quiere caer sobre la tierra, y el sol y luna ya no
tienen plano su camino y las estrellas igual.
Así pasó desde el principio, por eso los dioses primeros, los
que nacieron el mundo dejaron encargado a uno de los
sostenedores del cielo y él debe estarse pendiente para leer
el cielo y ver cuando empieza a aflojarse y entonces este
sostenedor debe hablarle a los otros sostenedores para que
despierten y vuelvan a tensar su lado y las cosas se acomoden
de nuevo.
Y este sostenedor nunca duerme, siempre debe estar alerta y
pendiente para despertar a los demás cuando el mal se cae
sobre la tierra. Y dicen los más antiguos en el paso y la
palabra que este sostenedor del cielo lleva en el pecho
colgado un caracol y con él escucha los ruidos y silencios del
mundo para ver si todo está cabal, y con el caracol los llama
a los otros sostenedores para que no se duerman o para que se
despierten.
Y dicen aquellos que más primero fueron que, para no dormirse,
este sostenedor del cielo va y viene dentro y fuera de su
propio corazón, por los caminos que lleva en el pecho, y dicen
aquellos enseñadores antiguos que este sostenedor enseñó a los
hombres y mujeres la palabra y su escritura porque, dicen
mientras la palabra camine el mundo es posible que el mal se
aquiete y esté el mundo cabal, así dicen.
Por eso la palabra del que no duerme, del que está pendiente
del mal y sus maldades, no camina directo de uno a otro lado,
sino que anda hacia sí misma, siguiendo las líneas del
corazón, y hacia fuera, siguiendo las líneas de la razón, y
dicen los sabedores de antes que el corazón de los hombres y
mujeres tiene la forma de un caracol y quienes tienen buen
corazón y su pensamiento se andan de uno a otro lado,
despertando a los dioses y a los hombres para que se estén
pendientes de que el mundo se esté cabal. Por eso, quien vela
cuando los demás duermen usa un su caracol, y lo usa para
muchas cosas, pero sobre todo para no olvidar".
Con las últimas palabras, el Viejo Antonio ha tomado una
varita y algo ha dibujado en la tierra. Se va el Viejo Antonio
y yo me voy también. Al oriente el sol se asoma apenas por el
horizonte, como asomándose nomás, como checando si quien vela
no se ha dormido y si hay alguien pendiente de que el mundo
vuelva a estar cabal.
Regresé al lugar a la hora del pozol, cuando el sol ya había
secado la tierra y mi gorra. A un lado del tronco caído, sobre
la tierra, vi el dibujo que había hecho el Viejo Antonio. Era
una espiral de trazo firme, era un caracol.
El sol estaba por la mitad de su camino cuando regresé a la
reunión con los comités. Decidida la madrugada anterior la
muerte de los "Aguascalientes", se decidía ahora el nacimiento
de los "Caracoles" con otras funciones, además de las que
tenían los ya agónicos "Aguascalientes".
Así los "Caracoles" serán como puertas para entrarse a las
comunidades y para que las comunidades salgan; como ventanas
para vernos dentro y para que veamos fuera; como bocinas para
sacar lejos nuestra palabra y para escuchar la del que lejos
está. Pero sobre todo, para recordarnos que debemos velar y
estar pendientes de la cabalidad de los mundos que pueblan el
mundo.
Los comités de cada zona se han reunido para ponerle nombre a
su caracol respectivo. Serán horas de propuestas, discusiones
sobre traducciones, risas, enojos y votaciones. Yo sé que eso
tarda, así que me retiro y les digo que me avisen cuando ya
hayan hecho acuerdo.
Ya en el cuartel, comemos y, en la sobremesa, el Monarca dice
que ha encontrado una poza bien "chingona" para bañarse y no
sé cuánto. El caso es que Rolando, que no se baña ni en
defensa propia, se entusiasma y dice "Vamos".
Yo he escuchado con escepticismo (no sería la primera vez que
el Monarca saliera con una de las suyas), pero como quiera hay
que esperar a que los comités se pongan de acuerdo, así que
también digo "Vamos". José Luis queda de alcanzarnos después
porque no ha comido, así que salimos primero los tres, o sea
el Rolando, el Monarca y yo merengues. Atravesamos un potrero
y nada que llegamos. Cruzamos una milpa y nada que llegamos.
Le dije a Rolando: "Creo que vamos a llegar cuando ya haya
acabado la guerra". El Monarca replica que " ya está aquí
nomás".
Por fin llegamos. La poza está en un vado del río por el que
que cruza el ganado y, en consecuencia, está lodosa y
circundada por mierda de vacas y caballos. Rolando y yo
protestamos al unísono. El Monarca se defiende: "No así estaba
ayer". Yo digo: "Además ya hace frío, yo creo que no me baño".
Rolando, que ha perdido el entusiasmo en el camino, recuerda
que la mugre, como bien lo dice el Piporro, también protege
contra las balas, y se suma con un "Creo que yo tampoco". El
Monarca se suelta entonces un discurso sobre el deber y no sé
cuánto y que "sin importar las privaciones y sacrificios". Yo
le digo que qué tiene que ver el deber con su pinche poza y él
entonces nos da en la pata de palo porque nos dice: "Ah,
entonces se rajan".
No lo hubiera dicho. A Rolando le crujen los dientes como
jabalí enojado mientras se quita la ropa, y yo muerdo la pipa
y me desvisto hasta revelar totalmente la "otra media
filiación". Nos aventamos al agua más por orgullo que por
ganas. Como que nos bañamos, pero el lodo nos dejó el cabello
de tal forma que seríamos la envidia del punk más radical. El
José Luis llegó luego y dijo "está bien jodida el agua".
Rolando y yo le dijimos, en estéreo, "Ah, entonces te rajas".
Así que José Luis se metió también a la poza lodosa. Al salir
nos dimos cuenta de que nadie traía nada para secarse. Rolando
dijo "Pues nos sequemos con el viento", así que sólo nos
pusimos las botas y nos fajamos las pistolas, y ahí vamos de
regreso, completamente en pelotas, con nuestras miserias al
aire, secándonos con el sol.
De pronto José Luis, que marcha a la vanguardia, alerta
diciendo "viene gente". Nos pusimos los pasamontañas y
seguimos adelante. Era un grupo de compañeras que iban a lavar
ropa al río. Por supuesto que rieron hasta cansarse y algo
dijeron en lengua. Le pregunté a Monarca si escuchó lo que
decían y me dijo que dijeron "Ahí va el Sup". Mmh... yo digo
que me reconocieron por la pipa, porque créanme que yo no he
dado motivo para que me reconozcan por la "otra" media
filiación.
Antes de llegar al cuartel nos vestimos, aunque todavía íbamos
mojados, porque tampoco se trataba de inquietar a las
insurgentas. Nos avisaron entonces que ya habían terminado los
comités. Cada caracol tenía ya un nombre asignado:
El Caracol de la Realidad, de zapatistas tojolabales,
tzeltales y mames, se llamará "MADRE DE LOS CARACOLES DEL MAR
DE NUESTROS SUEÑOS", o sea "S-NAN XOCH BAJ PAMAN JA TEZ
WAYCHIMEL KU'UNTIC".
El caracol de Morelia, de zapatistas tzeltales, tzotziles y
tojolabales, se llamará "TORBELLINO DE NUESTRAS PALABRAS", o
sea "MUC'UL PUY ZUTU'IK JU'UN JC'OPTIC".
El Caracol de la Garrucha, de zapatistas tzeltales, se llamará
"RESISTENCIA HACIA UN NUEVO AMANECER", o sea "TE PUY TAS
MALIYEL YAS PAS YACH'IL SACÁL QUINAL".
El Caracol de Roberto Barrios, de zapatistas choles, zoques y
tzeltales, se llamará "EL CARACOL QUE HABLA PARA TODOS", o sea
"TE PUY YAX SCO'PJ YU'UN PISILTIC" (en tzeltal), y "PUY
MUITIT'AN CHA 'AN TI LAK PEJTEL" (en chol).
El Caracol de Oventik, de tzotziles y tzeltales, se llamará
"RESISTENCIA Y REBELDÍA POR LA HUMANIDAD", o sea "TA TZIKEL
VOCOLIL XCHIUC JTOYBAILTIC SVENTA SLEKILAL SJUNUL BALUMIL".
Esa tarde no llovió y el sol pudo llegarse sin problemas,
caminando por un cielo planito, hasta la casa que tiene detrás
de la montaña. Salió entonces la luna y, aunque parezca
increíble, la madrugada entibió las montañas del sureste
mexicano.
(Continuará...)
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Julio del 2003.
https://www.alainet.org/es/active/4302
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