La pregunta con la que deberíamos comenzar es quién perdió con la crisis del “gasolinazo” y la consecuente resistencia popular al decreto 748, terminando con su conclusión, la abrogación del decreto. Lo que queda claro, por lo menos para las organizaciones sociales intervinientes en la movilización contra el decreto, es que lo que ha sido derrotado es precisamente el realismo político, el pragmatismo, la tendencia al capitalismo de Estado, ahora descubierto en su hibridación y mezcla con la herencia de procedimientos y razonamientos del periodo neoliberal. ¿Quién ha ganado? Otra vez el pueblo, la asonada popular, la movilización social, que ganó las calles para rechazar que el peso del problema de la subvención y de la necesidad de incrementar las reservas y la producción de gasolina, diesel y productos energéticos fósiles, recaiga sobre la magra economía y los cuerpos de los más pobres. Ha ganado la movilización que reclama la consulta al pueblo, por lo tanto la participación social en las decisiones políticas, sobre todo en las estratégicas y en las que afectan a la magra economía popular. Este balance puede ser entendido por todos los que se han visto afectados por la medida; sin embargo, parece que hay por ahí desentendidos o, en su caso, despistados, que no quieren comprender lo que ha pasado. En algunos, se puede entender, pues han sido los arquitectos de la medida, pero en otros, es más difícil, pues quieren aprovechar semejante ocasión evidente de crisis política para llevar agua a su molino. Este molino es como el molino de Van Gogh; el refrán dice el molino ya no está pero el viento sigue todavía.
Pablo Stefanoni no termina de entender que su delirante mapa de discusión en Bolivia no es real, es sólo una ficción, una hipótesis indemostrable de un investigador desubicado. No hay debate entre pachamámicos y modérnicos, entre culturalistas y realistas. No hay tal cosa, salvo en la cabeza diletante del responsable de la diatriba. El debate de fondo es sobre la aplicación de la Constitución Política del Estado, que exige la fundación del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Hay quienes creen, desde la perspectiva del realismo político, que debemos mantenernos en las fronteras del Estado-nación, haciendo algunas concesiones pluralistas, y hay otros que creemos que la descolonización, que es el eje transversal interpretativo fundamental de la Constitución, requiere acabar con el Estado-nación, por ser herencia colonial, en su forma liberal y moderna, para fundar el Estado plurinacional. A su vez esto requiere de transformaciones institucionales, políticas, económicas, sociales y culturales. Construir los tres modelos constitucionales, el modelo de Estado, plurinacional; el modelo territorial, pluralismo autonómico; y el modelo económico, economía plural encaminada hacia la economía social y comunitaria.
La pregunta es entonces: ¿por qué se desconoce esta discusión? Este debate, este dilema del proceso de transformaciones y de cambios. La primera respuesta que tengo es que no se asume el desafío de la Constitución, se lo elude, se opta ir por las ramas, inventándose discusiones ficticias y delirantes. La segunda respuesta que tengo, es que no se es honesto, pues no se ventila claramente la posición que se tiene, se oculta la defensa de una posición discutida e identificada por las organizaciones y movimientos sociales, esta posición es la opción por el burocratismo, el elitismo de las decisiones, el monopolio grupal de la gestión política, en la perspectiva de la retoma del proyecto del capitalismo de Estado, del nacionalismo, desconociendo las tareas de descolonización y la emergencia proliferante de la condición plurinacional, de la condición comunitaria y de la condición autonómica del Estado. Se esconde entonces esta actitud contraria a la perspectiva abierta por los movimientos sociales y por el proceso constituyente, se oculta una posición contraria al proceso descolonizador, en definitiva, contra-revolucionaria.
Otra pregunta que tengo es: ¿Para quién trabaja el diablo en este caso? Para quién se opera. No creo que sea gratuita la diatriba. Se busca ostensiblemente deformar esquemáticamente estigmatizando las posiciones que se critica, sin tomar en cuenta para nada las argumentaciones vertidas, las expresiones expuestas, los escritos difundidos. Se los ignora y se persigue como hacer contra-información, propaganda oficial por posiciones consideradas dominantes, llamadas incorrectamente hegemónicas. No, no estamos en un debate honesto, correcto, académico, político, estamos ante una manipulación artera de la contradicción política real. Para comenzar la discusión se debe ventilar claramente la posición que se tiene, se debe responder a las siguientes preguntas: ¿Estamos por la aplicación de la Constitución? ¿Creemos posible la fundación del estado plurinacional comunitario y autonómico? ¿Consideramos viable la democracia participativa, el ejercicio plural de la democracia, directa, representativa y comunitaria? Apoyamos la participación social y el control social tal como está en la Constitución?