Una experiencia para reflexionar
La Unidad Popular chilena
10/09/2003
- Opinión
A treinta años del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, no es
del todo fácil dejar el tono del repudio a la dictadura de
Pinochet, del homenaje a los caídos en defensa de la idea del
socialismo en Chile, y pasar al campo de la reflexión, procurando
indagar qué elementos para el análisis, qué enseñanzas de cara al
presente deja la experiencia de gobierno de la Unidad Popular. Pero,
sin duda, vale la pena intentarlo.
Los 'eurocomunistas' del PC italiano, sacaron conclusiones de
inmediato, a su modo: La transformación socialista en democracia no
era posible sin el apoyo de las mayorías, lo que quería decir, sin
el entendimiento con los partidos 'burgueses'. Emprendieron el
'compromiso histórico', que, como comentara en tono sarcástico Perry
Anderson, consistía en comprometerse a dejar que los demócratas
cristianos escribieran sólos la historia. Y de allí partieron a un
imparable proceso de mutación socialdemócrata que finalmente les
permitió llegar al gobierno, ya en los 90' y sin el molesto nombre
de 'comunistas', para administrar lo existente, y de un modo que
hubiera avergonzado incluso a socialdemócratas de unas décadas
atrás.
Allí hay una vía de interpretación de la caída de Allende: No logró
ampliar sus bases de sustentación, no alcanzó un pacto con las
fuerzas que estaban a su derecha, pero no eran reaccionarias,
básicamente la DC chilena, que debería haberlas incluido en el
gobierno, o al menos abrir un espacio de amplia negociación. En esa
línea de análisis, Allende avanzó demasiado en nacionalizaciones y
medidas populares, y tuvo la dificultad de tener a su izquierda a
los sectores radicalizados del Partido Socialista y al MIR, que
procuraban acelerar la marcha y ahuyentaban a potenciales aliados y
a sectores pasibles de ser neutralizados... Y si avanzar hacia el
socialismo se mostraba imposible dentro de la institucionalidad
parlamentaria, había que renunciar al objetivo, no revisar los
medios.
Otros analistas ponen el énfasis en que la UP no supo defender con
toda la energía su gobierno, que se confió equivocadamente en la
supuesta tradición democrática de las Fuerzas Armadas, que Allende
no clausuró a la prensa opositora más cerril, ni reprimió con toda
la energía al terrorismo de Patria y Libertad, no armó a militantes
y trabajadores que reclamaban fusiles para defender al que
consideraban su gobierno. Se trataba entonces de seguir en la
cautelosa vía emprendida, de un gobierno que fuese abriendo
gradualmente las puertas para una 'transición al socialismo', pero
con menos apego por las formas legales y las libertades públicas de
los enemigos, utilizar la autoridad estatal a pleno para mantenerse
en el poder a como diera lugar...
Cuando se examina las derrotas, se suele partir de la base de que un
camino para evitarlas estaba allí a la mano, que solo la ceguera
estratégica o la incapacidad de imponer una dirección efectiva
acarreó el contraste final. Eso confiere un dramatismo al análisis
que lo torna seductor y emotivo, pero no tiene por qué ser
históricamente cierto. En ocasiones, sobre todo para la mirada de
corto plazo, no hay un camino abierto hacia el triunfo, el bando
adversario es lo suficientemente fuerte, el arraigo cultural de la
visión hegemónica tan sólido, y las fuerzas revolucionarias tan
débiles o inexpertas, como para que la experiencia progresiva esté
destinada a la derrota... Conclusión de este tipo sacó el propio
Marx respecto a la Comuna de París, y ante la pregunta de qué hacer
al respecto, su respuesta fue unívoca: Apoyarla con todo el ímpetu
posible. Y la Comuna se inscribió para siempre entre las
experiencias que ayudaron a pensar y actuar a los movimientos
socialistas en todo el mundo, pese a su inviabilidad en la
coyuntura.
Ocurre que el mismo proceso político puede llegar a la derrota por
caminos distintos, incluso opuestos, pero el valor de la experiencia
que dejan, el que esta equivalga a la frustración duradera o al
estímulo inmediato para volver a intentarlo, es radicalmente
diferente. Se puede perder en el esfuerzo denodado por avanzar;
también se puede sufrir la derrota a la defensiva, tratando de
aplacar a enemigos que no pueden ni quieren saciarse con
concesiones parciales...Por tanto, creemos que no se trata de
desgañitarse sólo en la búsqueda del por qué del contraste, y lo que
es su reverso ineludible, de qué forma se podría haber cambiado el
revés en triunfo. A veces resulta más interesante, de cara al
futuro, preguntarse seriamente a dónde se quería llegar, qué tipo de
poder se buscaba construir, que contradicciones y que fuerzas
surcaban el campo de las clases populares actuantes, en fin, cuánto
de impulso auténticamente revolucionario y sustantivamente
democrático tenía el proceso, y cuáles eran los caminos que lo
llevaban más hacia adelante.
La Unidad Popular llega al gobierno en el país de América Latina
que, junto con Uruguay, tenía la más continuada tradición de
democracia parlamentaria. Y en esa tradición se insertaba la
izquierda marxista más poderosa de América Latina. Se vivía la
coyuntura particular de esos años: la rebeldía global de 1968, el
alza de la izquierda y de movimientos revolucionarios en diversas
partes del mundo, el gran capital y su estado-guía comenzando a
sufrir inopinadas derrotas, nuevas discusiones (o viejos debates
reavivados y renovados al ritmo de la hora), sacudían a los
socialistas del subcontinente en general, y a la de Chile en
particular. Si vía pacífica o armada, si revolución democrática o
socialista, si la alianza era con todos las clases trabajadoras y
explotadas o incluía a sectores no monopolistas de la burguesía...
Todas esas divergencias se manifestarían en la izquierda chilena de
los años de Allende, tanto la incluida en la Unidad Popular, como la
externa al gobierno (principalmente el MIR). Aunque más gradualmente
en América Latina que en Europa, las izquierdas tradicionales
empezaban a estar sitiadas por la 'nueva izquierda', más crítica a
la sociedad de consumo, a la moral tradicional, a las experiencias
de la URSS y Europa del Este, propensa a construir una nueva
libertad en la vida cotidiana, un concepto más rico de la acción
colectiva; a menudo menos 'ortodoxa' en la concepción misma de
partido, más valorizadora de lo espontáneo frente a lo organizado, a
veces inclinada a dar un lugar importante a 'los pobres de la ciudad
y el campo' sin la rigidez obrerista de los PCs. Aquellas grandes
divergencias sobre estrategia, fueron a su vez atravesadas por las
nuevas formas de ver la organización, el modo de vivir, las
jerarquías, la ética revolucionaria. Desde Guevara a Marcuse,
pasando por la revolución cultural, se manejaban herramientas
ideológicas que hacían que las ortodoxias comenzaban a quedar
acorraladas.
Y en medio de todas las discusiones y desacuerdos del momento,
suscitadas en el clima de época del triunfo de la revolución cubana
y su posterior resistencia exitosa a todas las acechanzas, del
empantanamiento norteamericano en Vietnam, se destila una, que
quizás mantenga un interés y actualidad mayor que las otras. En el
gobierno de la UP predominaba la tesis de que eran las instituciones
democrático-parlamentarias las que debían dirigir el proceso de
transición. Las organizaciones obreras y populares debían acompañar
la experiencia, movilizarse en favor de ella, pero no intentar
forzar el ritmo, y menos aún probar de cambiar el carácter del
régimen, auspiciar formas de autogobierno de las masas, de'doble
poder', atizar cambios en las relaciones de propiedad desde la
iniciativa popular y no la 'institucional'. Como no podía ser de
otra manera, en un proceso con la raigambre popular de la UP, y con
el variopinto arco de izquierda que la conformaba, precisamente
fueron ese tipo de acciones las que realizaron obreros urbanos y
rurales, campesinos, estudiantes, fuerzas de izquierda por dentro y
por fuera de la Unidad Popular. Tomas de fábricas, campamentos de
pobladores 'sin casa', tomas de tierras por movimientos indígenas, y
ya avanzado el proceso, iniciativas de coordinación y articulación,
como las coordinadoras de cordones industriales y la asamblea del
pueblo de Concepción, organizaciones de autodefensa, y también
órganos populares de autogobierno como los comandos comunales y los
cordones industriales. Y los sectores más radicalizados propiciaban
un cambio de la institucionalidad, una superación de los límites de
la democracia representativa...Y allí se manifiestan las lineas de
debate fundamentales, las sempiternas dicotomías sin resolver:
Iniciativa popular o cambios 'desde arriba', institucionalidad
parlamentaria u organismos de democracia popular semi-directa y
directa, avance por medio de la legislación o 'empoderamiento' por
parte de los hasta ese momento desposeídos.
El gobierno de Allende, o las líneas predominantes en él,
subestimaban el verdadero carácter de clase del estado chileno, el
poder burgués diseminado por una amplia gama de instituciones, no
justipreciaban la posibilidad de que se produjera un quiebre, tal
como el 'golpe'. Los 'de abajo', radicalizados, y alentados por la
presencia de un gobierno que consideran como propio, irrumpieron
procurando un 'orden nuevo' que llevaba ciertas marcas del caos, de
lo espontáneo e inmanejable. Se da así un conflicto cuya sustancia
no pasa necesariamente por lo más o menos radical de las reformas
producidas, o por la amplitud de las expropiaciones a los
capitalistas, sino por el alcance de democratización radical, de
cambio efectivo en quienes ejercen el poder y las modalidades con
que lo hacen. Es cierto que la prudencia 'programática' tiende a
maridarse con la voluntad de mantener toda la iniciativa posible en
manos del aparato estatal, y Chile no fue la excepción en este tema,
y quienes deseaban hacer avanzar la historia a toda velocidad se
apoyaban en la insolencia de los movimientos populares que no
querían saber de gradualismos ni pactos. Pero en el fondo se
enfrentaban la apuesta a transformar la sociedad sobre la base del
cuadro institucional existente, o la de construir poder 'desde
abajo' para enfrentarse a un poder de clases dominantes que llegado
el momento crítico no respetarían legalidad ni instituciones. Esta
bifurcación de caminos al interior de las fuerzas revolucionarias,
trae reminiscencias de la de la España de la guerra civil, pero a
diferencia de allí, no se dio como ruptura, como paso a la
oposición, sino con un tono de 'unidad en la diversidad' que; sin
embargo, no logró evitar la parálisis cuando la perspectiva del
alzamiento militar se convirtió en una amenaza inmediata...
El hecho es que los capitalistas chilenos, los partidos de la
derecha, el conjunto de las fuerzas más conservadoras, así como las
empresas multinacionales y el estado norteamericano, reaccionaron
con la misma furia que si se enfrentaran a una revolución socialista
en toda regla, a una dictadura proletaria decidida a implantar el
'terror rojo'. Confirmaron una vez más el aforismo que dice que la
democracia es un juego que sólo se juega mientras se respeta la
preeminencia burguesa, de lo contrario el capital se lleva la
pelota. Desde el desabastecimiento al sabotaje, terminando en el
terrorismo abierto de P y L, desde lock outs patronales a la
movilización de las amas de casa, e incluso la huelga de sectores
obreros descontentos, ninguna medida opositora fue ahorrada. Pero
todas las instituciones estatales se abroquelaron para acorralar y
finalmente declarar ilegal al gobierno, le inhabilitaron ministros,
le presentaron demandas en contra desde la Controladuría. Y la
'prensa libre' llamó a derrocar y hasta a asesinar al presidente,
mientras se desplegaba todo el arsenal ideológico anticomunista de
la 'guerra fría'. Y en cuánto las circunstancias se lo permitieron,
echaron mano al recurso del golpe militar (alentado por los
norteamericanos, que a su vez contribuyeron a preparar el clima con
un boicot económico en toda la línea), demostrando que el amor a la
democracia va siempre muy por detrás del apego a la propiedad
privada, y el 'constitucionalismo' de los militares una fidelidad
menos firme que la que las instituciones armadas suelen brindar al
gran capital.
Una conjunción de fuerzas sociales y políticas que podía impulsar
una revolución, se había circunscripto (al menos a nivel de la
dirección estatal) en la construcción de un gobierno popular y
democrático, y de todas maneras se produjo el golpe, la derrota, la
clausura de la democracia a favor de una dictadura sangrienta. No se
tomó el camino del enfrentamiento armado con la reacción, pero ésta
igual pasó por las armas a miles de militantes y dirigentes de la
izquierda
Y el golpe no fue uno de 'transición', de rápido llamado a
elecciones, sino 'constituyente' (en el sentido no sólo
institucional sino político-cultural del término), tendiente a
establecer un nuevo orden socioeconómico, una constitución
autoritaria, una democracia restringida, todo aquéllo que
garantizara no sólo el entierro de las conquistas de la UP, sino,
mucho mas allá, que las bases organizativas y de conciencia que
había movilizado el gobierno de Allende no pudieran reconstituirse
por toda una generación. Una década y media después pudieron irse
recuperando las formas democráticas, pero ya con la Concertación en
vez de la Unidad Popular, con la política del gran capital apenas
maquillada de reformismo, y bajo la conducción compartida de
partidos que habían sido protagonistas de la UP, como el PS. Queda
demostrado que la hegemonía quedó en manos del gran capital para
toda una época...
Tal vez, cabe hoy reflexionar una vez más sobre la tentación al
retroceso, a abandonar el objetivo socialista por temor de los altos
riesgos que implica, y reafirmar la idea de que lo que ocurre es que
no puede hacerse la revolución sólo con los instrumentos diseñados
para impedirla, y que la profundidad de los procesos revolucionarios
no se mide sólo (y quizás no tanto) por el número de empresas
nacionalizadas o la suma de héctareas expropiadas, sino por quiénes,
y de qué forma, tienen la verdadera capacidad de decisión, la
efectividad de la iniciativa, la dirección, en fin, del proceso
social y político. Como la España del 36, la Italia de los consejos
obreros, la Rusia de Octubre y los años posteriores, los 1000 días
de la Unidad Popular son un rico campo para el estudio y el debate
en torno al objetivo de arribar a una sociedad no capitalista, y la
voluntad de no conformarse con nada menos que eso...
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