Mar y cohesión interna
07/04/2011
- Opinión
La demanda que Bolivia presentará a Chile por los 132 años de enclaustramiento geográfico no prosperará sin cohesión interna. No avanzará en tanto el Canciller David Choquehuanca sienta a Bolivia como a Patria ajena y como la suya a Abla Yala (imaginaria nación de pueblos precolombinos). Hasta ahora, el Canciller ha destacado la habilidad indígena para reconocer el sexo de las piedras, de leer en las arrugas de los abuelos y ha dado preeminencia a las hormigas frente al género humano. Es importante que continúe condenando al colonialismo interno, enaltezca las culturas originarias y las rebeliones indígenas, pero sin olvidar a los mártires y guerrilleros de la independencia, a los defensores de la heredad nacional, así como a importantes sucesos de la vida nacional, como la Revolución de 1952 y las tres nacionalizaciones del petróleo. No debería olvidar que el Presidente Evo Morales ha congelado en los hechos el reconocimiento constitucional a 36 inexistentes naciones indígenas, apadrinadas por ONG.
Son rescatables algunos conceptos indianistas, pero es vital que asuma la trascendencia de pensadores nacionales como Tamayo, Montenegro, Almaraz, Céspedes, Zavaleta, Quiroga Santa Cruz y Ortiz Mercado. Choquehuanca requiere sentir a la Bolivia intercultural e indomestiza, como una unidad en la diversidad, en la que todas sus regiones merecen amor y respeto, dejando de lado el aymaro centrismo excluyente. Su visión exógena lo llevó a aceptar como asesor principal a Oliver Fontaaine (enviado por el gobierno de París), junto al sueco Stefan Mehlstrand, el estadounidense Tom Kuise y al chileno Hernán Veliz. Hizo que designara en los cargos más altos de su Ministerio a sus ex jefes de las ONG en las que trabajó en años precedentes.
En su gestión, Bolivia cayó en el bilateralismo excluyente frente a Chile, lo que llevó a su Vice Canciller, Hugo Fernández Araoz, a admitir, como forma de resolver el también centenario problema de las aguas del Cantón Quetena (seudo Río Silala), la instalación, en diciembre de 2008, de estaciones hidro metereológicas “para medir, en el próximo lustro, las velocidades del viento, radiación solar, y humedad en la región de los manantiales, cuyas aguas son canalizadas en Bolivia con obras de mampostería para trasladarlas al país limítrofe, con exorbitantes beneficios para empresas chilenas y cero ingresos para Potosí y el Tesoro Nacional. La ingenuidad de Fernández Araoz frente al obvio interés del usurpador por prolongar el robo ocasionó la hilaridad en la comunidad diplomática. Evo, Alvaro García Linera y Choquehuanca no ejecutan proyectos rentables que nos permitan usar por lo menos el 50 % del recurso hídrico (jamás discutido por Chile), lo que mejoraría de manera inmediata nuestra capacidad negociadora.
La viabilidad de la demanda a Chile depende de la aceptación de Santiago de modificar el tratado de 1904. El bilateralismo, traducido en la “confianza mutua”, practicada por Evo, durante sus primeros cinco años de gobierno, hasta el 23 de marzo pasado (1887 días de engaño ya es suficiente), sólo sirvió para que Bolivia silenciara su demanda marítima en foros internacionales y olvidara que, gracias al multilateralismo, la pequeña Panamá reclamara con éxito a EEUU la devolución del canal que atraviesa su territorio.
La correlación de fuerza se modificará si Bolivia reorienta su comercio exterior, al máximo posible, por puertos peruanos, a los que se debe privilegiar en todas las conexiones bi oceánicas por suelo patrio. La decisión de recuperar el Litoral cautivo debería llevarnos a restringir el consumo de productos suntuarios que Chile nos vende a manos llenas y disminuir el turismo boliviano que engrosa sus arcas. Es importante construir el corredor fluvial Mutún – Atántico, a fin de descongestionar, al máximo posible, el comercio exterior por puertos chilenos, donde ciudadanos bolivianos sufren humillaciones y abusos cotidianos. Sin fortalecer la conciencia nacional, la demanda está perdida aún antes de presentarla. La solución del trauma en el Cono Sur ayudará, en forma decisiva, a que Bolivia y Chile sean parte de la Nación Continente Latinoamericana, única posibilidad de enfrentar con éxito los desafíos del Siglo XXI.
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